Ciudadano Lagrange

Una de las consecuencias de las guerras entre países las sufren los nacionales que viven en el país con el que el suyo ha entrado en guerra. Esto ha pasado en gran escala en las dos guerras mundiales; por ejemplo, los Estados Unidos crearon campos de concentración para los japoneses tras su entrada en la Segunda Guerra Mundial, llegando a alojar a unos 120.000 personas. Pero, ¿qué ocurre con los científicos? ¿Sufren la misma suerte que sus conciudadanos o se benefician de un trato más favorable?

Joseph-Louis Lagrange

Vamos a recordar en esta entrada el caso de Joseph-Louis Lagrange. Lagrange nació en Turín en 1736, y dividió su vida en tres largas etapas: los primeros treinta años en su ciudad natal, residió luego en Berlín desde 1766 hasta 1787, y finalmente en París desde 1788 hasta su muerte en 1813. Aunque nacido en Italia, en el Piamonte, y nacionalizado francés, esta pertenencia no está en discusión hasta que estalla la Revolución Francesa en 1789.

Lagrange es considerado un extranjero, y es perseguido por el denominado Comité de Salud Pública, creado por la Convención en 1793 para enfrentar los enemigos interiores y exteriores de la recién nacida República  de una manera eficaz. Es un Comité que delibera en secreto y con grandes comptenecias. Va a estar dominado por Georges Jacques Danton.

Es su gran amigo, el químico Antoine-Laurent de Lavoisier, quien en compañía de Joseph Lakanal, intercede a favor de Lagrange. Esta es la carta que Lavoisier envía a Lakanal:

Ciudadano,

Me parece evidente que el decreto de ka Convención Nacional que ordena que los extranjeros nacidos en territorios de potencias con las cuáles la República Francesa está en guerra deberán ser arrestados, no puede extnderse a los sabios y sobre todo a aquellos a los que el gobierno francés ha atraído a su seno y que son pensionados por la República.

Sin embargo, el célebre la Grange, el primero de los geométras, que nació en Turín, pero que ha hecho de Francia su patria adoptiva y que ha fijado su domicilio aquí desde hace siete años, está inquieto en relación con la ejecución de este decreto.

 

Antoine Lavoisier y su esposa

Lakanal trató por todos los medios de defender no solo a los científicos franceses de la barbarie revolucionaria, sino también a los monumentos y las instituciones educativas, muchas veces sin conseguirlo.

Busto de Joseph Lakanal

Otro importante hombre, Louis-Bernard Guyton de Morveau, químico y diputado, apoya firmemente a Lagrange, apreciando su trabajo para los cálculos balísticos, necesarios en las tareas de fabricación de armas en las que se tuvo que ocupar Guyton de Morveau.

Lagrange pudo seguir dedicándose a su trabajo sin más problemas, e incluso cuando Francia invadió el Piamonte en 1798, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, Charles-Maurice de Talleyrand-Périgord, envió una carta al propio Lagrange para tranquilizarle por la suerte que podía correr su familia.

El peor parado de esta historia fue Lavoisier, quién en aquella locura revolucionaria, fue guillotinado el 8 de mayo de 1794, cuando tenía 50 años. Lagrange dijo al día siguiente: «Ha bastado un instante para cortarle la cabeza, pero Francia necesitará un siglo para que aparezca otra que se le pueda comparar».

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Manuel de León (CSIC, Fundador y Director del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, ICSU).

 

 

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