Oblomovismo y el uso de los ábacos

Estos días terminé la lectura de la obra maestra de Iván A. Goncharov, Oblómov, que como todo clásico ruso respetable tiene su extensión (suponen 644 páginas en este caso). Se trata de una historia singular, la de Iliá Ilich Oblómov, un heredero terrateniente, pero con unas características muy peculiares. En mi afán de destacar las matemáticas que aparecen escondidas en muchas obras literarias que relatan la cotidianidad, he aquí otra entrega.

La siguiente frase ilustra el carácter de nuestro héroe: «Estar tumbado no era para Oblómov una necesidad como lo es para el enfermo o para el que tiene sueño, ni una casualidad como para el que está cansado, ni siquiera un placer como para el perezoso: era su estado normal.»

Iván A. Goncharov

Su indolencia e inactividad le lleva a  ser objeto continuo de engaños. Aunque es propietario de una hacienda con 300 mujiks (siervos), es incapaz de administrarla, ni tan siquiera de vivir desahogadamente con sus rentas (su hacienda es fraudulentamente administrada, sin controlarla ya que nunca la ha vuelto a visitar). En este pasaje de la novela, cuando Oblómov discute agriamente con su criado Zajar, se muestra claramente su indolencia pero también su incapacidad de realizar unos simples cálculos matemáticos:

– ¡Ah, Dios mío! ¡Vas a acabar conmigo! ¿Cuánto debemos? Dílo deprisa.

– Al carnicero ochenta y seis rublos con cincuentra y cuatro cópecs.

Iliá Ilich, asombrado, juntó las manos.

– ¿Te has vuelto loco? ¿Sólo al carnicero semejante cantidad de dinero?

Tras varios intercambios de palabras y tras el intento de Zajar de darle las facturas, Oblómov sigue tratando de conocer la deuda:

– Bueno, ¿y a quién más? – preguntó Iliá Ilich, rechazando con fastidio los grasientes papeles.

– Pues ciento veintiún rublos con dieciocho cópecs al panadero y al verdulero.

– ¡Esto es una ruina! ¡No tiene nombre! – decía Oblómov, furioso – ¿Acaso eres una vaca para tragar tanta verdura?

Nueva protesta de Zajar, pero Oblómov quiere alguna conclusión:

– A ver, suma, ¿cuál es el total? – dijo Iliá Ilich, poniéndose a calcular.

Zajar hacía la suma valiéndose de los dedos.

– ¡Maldición! Cada vez me da una cantidad distinta – dijo Oblómov – ¿A ti cuánto se sale? Doscientos, ¿no?

– Espere, déme tiempo – gruñço Zajar frunciendo el ceño –. Ocho decenas más diez decenas, me dan dieciocho, más dos decenas …

– Así no terminarás jamás – dijo Iliá Ilich -. Retírate, me presentarás las facturas mañana

– Son doscientos cinco rublos con setenta y dos cópecs – dijo Zajar, una vez finalizadas sus cuentas -. Déme el dinero, haga el favor.

Estas cuentas, a mano y mal hechas, muestran la falta de costumbre en el uso de los números, aunque se tarte de una simple suma. En otros pasajes de la novela, las cuentas de Oblómov se hacen usando un ábaco, un instrumento creado para hacer cálculos de una manera rápida. Son en realidad primitivas caluladoras, pero el llamado ábaco ruso (schoty) aún puede verse en algunos pequeños comercios de Rusia como herramienta utilizada para realizar cálculos rápidos y fiables. Se compone de varias filas con diez cuentas en cada una, como se muestra en la figura

Las dos cuentas centrales de cada varilla suelen ser de color negro y las demás blancas. Y si observamos la figura, veremos que las varillas suelen estar un poco curvadas para impedir que se realicen desplazamientos involuntarios.

El ábaco ruso se opera en posición vertical, moviendo las cuentas a lo largo de la varilla de forma horizontal, de izquierda a derecha para añadir una cantidad, y al revés para restarla.

En esta página web se pueden encontrar muchísimos detalles sobre la historia de los ábacos y las diferentes versiones que aparecieron en diferentes lugares del mundo. El ocaso del ábaco comenzó al propagarse el sistema métrico decimal, abriendo una lucha medieval entre los abacistas y los algebristas que ganaron estos últimos.

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Manuel de León (CSIC, Fundador del ICMAT, Real Academia de Ciencias, Real Academia Canaria de Ciencias, Real Academia Galega de Ciencias).

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