Los paises anti-Kyoto

Las noticias de cada día indican que vamos cada vez más deprisa camino de un cambio irreversible del clima. Mientras tanto unos cuantos países deciden que no necesitan hacer nada para detener esa carrera desbocada. Que el problema se resolverá solo, por la buena voluntad de las empresas.

 

La razón básica que citan es que imponer medidas contra el cambio climático es «muy caro». Uno se pregunta qué quiere decir «muy caro». Las medidas contra el cambio climático son esencialmente reducir el consumo de energía, es decir, ahorrar dinero, pues el dinero es una medida basta de la energía (se podrían usar julios o kwh en vez de euros, y así todos nos entenderíamos mejor, pero, enfin…), e implantar energía solar en sus tres aspectos: Molinos de viento, hornos solares y paneles fotovoltaicos. Implantar estos elementos cuesta energía, es decir, dinero, pero también cuesta dinero comprarse una casa, un coche, hacer una carretera o pagar a los funcionarios de un estado.

 

Sin embargo, y en contra de, por ejemplo, las carreteras, invertir en energía solar no solo ahorra dinero, sino que lo genera, pues de la energía gratis que nos llega del Sol, capturamos con esas tecnologías toda la que podemos, que se queda entre nosotros: Ganamos dinero.

 

Cuando estos países de las costas del Pacífico hablan de Kyoto como un protocolo «caro», ¿no quieren decir que las empresas tradicionales pueden perder algunos clientes en favor de otras empresas? Pero eso no es ni caro ni barato. Es que unos ricos quieren defender sus privilegios frente a otros emprendedores que también quieren acceder a la riqueza: Es el ejemplo de los nobles franceses de 1789 que no querían que otros accedieran a los privilegios que ellos disfrutaban.

 

¿Encarecimiento o privilegio?

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