El ocio como trabajo

Este blog no tiene mucho que ver con el Medio Ambiente, pero es una reflexión que quiero compartir aquí. Ayer me acerqué al Museo del Prado para intentar ver la exposición de Tintoretto. La cola tenía pinta de durar un par de horas, y evidentemente desistí. Hace años que no voy a los conciertos, que voy a pocos teatros y a casi ninguna exposición. Tampoco subo al monte ni voy a esquiar y las horas de playa son un pequeño tormento, solo aliviado porque la masa de la humanidad española no sabe nadar, de manera que cuando avanzo 100 metros mar adentro puedo nadar un par de kilómetros sin chocar con nadie. Es claro que en cuanto salgo a la arena me retiro al apartamento.

Hoy el ocio es lo más parecido al trabajo que puede haber. Es preciso planificarlo, estudiarlo, reservarlo, sufrirlo.

El ocio debería ser eso, ocio: Una actividad espontánea, una -diversión-, un placer inesperado. Cuando el ocio se convierte, como en las noches del viernes de los jóvenes, en algo obligado, en algo rutinario, en algo incómodo, deja de ser placer y se convierte en obligación. Cuando para pasear por el monte hay primero que coger el coche y desplazarse 400 km, y aun así se encuentra uno como en la Puerta del Sol a las seis de la tarde, cuando para esquiar hay que pedir paso en medio de una muchedumbre, cuando para ver unos cuadros debe uno esperar un par de horas, el ocio pierde todo su encanto.

Desde hace tiempo monto en bicicleta los domingos por las calles de Madrid: No hay gente, no hay aglomeración, estoy mas solo que en cualquier montaña o carretera. Los cuadros los veo en internet, la música la escucho en el salón de casa, y mi ocio es realmente mi trabajo.

¿Es agradable un ocio trabajado?

Esta vida de aglomeraciones  que hemos elegido, ¿Vale la pena?

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3 comentarios

  1. Y eso que no comentas nada de los atascos. Si a diario nos tenemos que tragar horas de atascos para ir y venir del trabajo, ahora sumale las horas de atascos que hay que aguantar para ir a pasar un rato de ocio o descanso a tu sitio preferido.

    Lo peor es que ya no sabes como acertar ni a la hora ni el día en que tienes que salir.

    El mejor ocio está en tu casa y con la gente que tu quieres.

  2. Es interesante esto que planteas. Hace unos días terminé de leer un libro de Jorge Riechmann Biomímesis, en el que se plantea en el último capítulo hasta qué punto muchas de nuestras necesidades no son en realidad simplemente superflúas. El libro es muy esclarecedor en torno a lo que implica la sostenibilidad para nuestro actual sistema económico.

    http://capeandoeltemporal.blogspot.com/2007/03/biommesis.html

  3. Completamente de acuerdo. Cuando hay que lidiar con miles de "ociosos", el ocio se convierte en una actividad estresante. El ocio como símbolo de estatus social eleva el umbral de exigencia de la clase media (supongo que la elite más suculenta no sufre de apelotonamientos de ningún tipo), aumento el ritmo de consumo y el nivel de estrés.

    Cada vez valoro más el tiempo libre que puedo disfrutar en mi casa para leer en silencio, escuchar música en silencio, comer en silencio, etc.

    Para los que gusten de andar en bici, el anillo ciclista está a punto de completarse, ayer colocaron el puente que une el carril que llega a la Alameda de Osuna con Canillejas. Se agradece que dediquen un poco de asfalto para bicis y peatones.

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