La locura humana (se está corrigiendo, lentamente)

He pasado  de la orilla izquierda del Guadiana a la derecha para estar unas horas comiendo y comprando en esa orilla derecha. En la orilla izquierda hay un fuerte antiguo, en Ayamonte, que albergaba cañones que apuntaban a otro fuerte similar, en Castro Marim, que también tenía cañones que apuntaban al primero.

Al pasar por el puente sobre el Guadiana deja uno de lado, hoy, un puesto de policia de fronteras, convertido en centro de información turística.

¿Han servido de algo las fronteras, los guardias de fronteras, los fuertes, las aduanas, etc. que han adornado los ríos y montañas de Europa a lo largo de 1000 años? 

Hemos demostrado, empíricamente, que podemos vivir sin esas chorradas. Que somos mil veces más ricos sin la estupidez de las fronteras, que no solo no pasa nada sino que somos más felices, y vivimos mejor. En 1914 un paranoico desquiciado, el Kaiser alemán, decidió que Europa debía ser «alemana». Unos cuantos millones de muertos despues indicaron, tristemente, la estupidez de aquella idea. No contento con aquello, en 1939 otro paranoico desquiciado, Hitler, quiso repetir la aventura. De nuevo millones de muertos y pobreza.

Llevamos 62 años cooperando, unos pocos años sin fronteras. Vivimos en la gloria, sin estupideces infantiles propias de guardería, de «Yo soy mas alto/a, guapa/o, fuerte, lista/o, …, que tu».  Los argumentos esgrimidos  a lo largo de la historia de Europa eran todos del tipo:

«El pueblo lo quiere,o Dios (¡curioso que Dios hablaba a los cabecillas, solamente, y quería al mismo tiempo que Francia y España fueran cada una dominante de la otra¡) lo quiere»

cuando era claro que la única justificación de aquellas guerras que nunca consiguieron su objetivo de aumentar el número de súbditos de un señor particular, era esa soberbia infantil de «Yo soy más que tu». Hoy acabamos de ver esto en Navarra, donde se nos ha dicho que «El pueblo quiere que gobierne el PSN, Na-Bai, UPN, …» cuando en realidad los únicos que quieren gobernar para satisfacer su soberbia son los miembros de esas siglas. Lo vemos todos los días en Vizcaya, Guipuzcoa y Álava donde unos pistoleros con ansia de mandar se arrogan el derecho de decir «El pueblo lo quiere», cuando lo que pasa es que hay unos cuantos que quieren mandar, lo mismo que quieren el resto de los partidos.

Necesitamos cambiar de paradigma. No necesitamos reyes, presidentes de gobierno, jefes de estado, cabecillas, etc.

Necesitamos gestores, administradores, gente que cobre un salario durante unos años (no muchos), y despues se vayan con su música a otro trabajo,  para que todo funcione de manera suave, sin sobresaltos, para que funcionen las carreteras, los trenes, las escuelas y los hospitales, pero para poco más. No necesitamos ideas, exhaltaciones de las culturas, de las diferencias. Necesitamos, como habitantes de la orilla izquierda o derecha del Guadiana poder pasar a la orilla derecha o izquierda, donde hablan otro idioma, sin que nadie se extrañe, se moleste, se entere siquiera de que venimos de esa otra orilla.

No tenemos más que ver la estupidez de aquellos dos fuertes enfrente uno del otro para entender la estupidez de 1000 años de historia europea.

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