La ciencia

Me escribe mucha gente, tras un video sobre la velocidad de la luz, preguntándome cosas místicas de cosmología.

Tras miles de años de mitos por consenso, y dogmas comunicados directamente al profeta correspondiente por su dios particular, hace 400 años conseguimos un método de análisis de la realidad que realmente funciona: es el experimento, que puede y debe realizar cada ser humano del planeta, huyendo de ‘‘crease eso pues hay un enorme consenso entre los científicos de que es así».

Si subimos a la Torre de Pisa (o salimos al balcón de casa) con una bola de plomo de 2 centímetros de diámetro, y otra de madera de esos mismos dos centímetros y un buen cronómetro de laboratorio (6 euros) y las dejamos caer simultáneamente, llegan al suelo también de manera simultánea.  No queremos consenso: El que  la Tierra produce la misma aceleración de la gravedad -g- en cualquier cuerpo, independientemente de su masa, no es una afirmación de consenso. Es algo que todo el que quiera puede medir.

Solo esa posibilidad de medir y comprobar cualquier afirmación de cualquier científico por cualquier persona en la Tierra, solo eso es ciencia.

Lo demás es mística. Podemos hablar del Big-Bang. No se puede comprobar. Solo deducir, como se deducía que era el Sol el que giraba alrededor de la Tierra cada día, con los datos astronómicos de Tycho Brahe.  El Big-Bang es una teoría preciosa, pero no se puede validar, ni comprobar contra otra teoría.

Me dice una de las personas que escribe que el consenso entre los científicos  es total, acerca del Big-Bang. Puede ser, pero no es ciencia, pues no es comprobable.

De la misma manera, el consenso sobre el cambio climático puede ser grande o pequeño. Pero basta con mirar las curvas de disminución de  hielo ártico, o coger un barco camino del Polo Norte en Agosto. Esto no precisa de consenso. Es algo que puede medir cualquier persona en la Tierra. Esto es ciencia, comprobable, validable, medible.

La ciencia tiene tendencia a desviarse de tiempo en tiempo de su camino. Debemos tener un cuidado extremo de que se mantenga en el mismo, o acabaremos contando los ángeles que caben en la cabeza de un alfiler.

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