El sudoku de las leyes educativas

Cada vez que llega un gobierno nuevo, auque sea del mismo partido que gobernó los 4 años anteriores, se le ocurre la idea genial de ¿arreglar? la educación mediante una nueva ley.  Es triste que los que dirigen los aspectos cientificos y educativos españoles carezcan de la comprensión necesaria para saber que las leyes no son absolutas, ni siquiera las sugeridas entre rayos y truenos en el Sinaí.  Las leyes no son más que la codificación escrita de las costumbres de un pueblo, y solo sirven si ese pueblo ha decidido de antemano obedecerlas y cumplirlas. Por ejemplo, las leyes de impuestos monetarios solo sirven si los ciudadanos los aceptan, bien porque sean razonablemente bajos, bien porque obtienen servicios, como carreteras sin agujeros, a cambio de ellos, bien porque resulta mas costoso evadirlos. En el momento en que sale rentable no pagar impuestos, o se ve que a pesar de los impuestos las carreteras y calles de las ciudades son caminos vecinales, los ciudadanos, razonablemente, deciden no pagar esas exacciones.

De la misma manera, las leyes educativas solo sirven si la sociedad esta dispuesta de antemano a cumplirlas. Si los padres confían en los profesores, las leyes se cumplirán. Si los padres asumen que los profesores eneñan mal, haran perder el respeto de sus hijos por aquellos, y no habrá ley que consiga que los estudiantes se esfuercen por aprender.  Si la idea social es que los estudiantes tienen derecho a aprobar, sin la obligación de estudiar, y asumen como derecho el ir pasando de curso con una ristra de asignaturas suspensas, no habrá ley que consiga que esos estudiantes salgan sabiendo algo.

En vez de leyes de promulgación periódica, mucho mejor es tener una única ley e ir corrigiendo sobre la marcha los defectos que se vayan detectando, y sobre todo, los desfases que se van produciendo de acuerdo con la evolución de la sociedad.

Reducir el abandono escolar, subir puestos en el Guinness de PISA, y otras cosas similares, solo se consigue si las familias están, de antemano, dispuestas a que sus hijos estudien en casa 4 horas diarias, y a apoyar a los profesores al 100%, colaborando con ellos y no dejando en sus manos la responsabilidad única de la educación. Esta es un asunto que implica, sin posibilidad de otro esquema, a tres actores: Estudiantes, familias y profesores. Si alguno de ellos deja de lado su responsabilidad, el fracaso esta garantizado, independientemente de que las leyes sean las más excelsas que el ser humano haya podido diseñar.

 

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