El juego, o la productividad

Hoy hemos leído la noticia, ¡muy buena noticia! de que, como era evidente, la estupidez de »Las Vegas-Alcorcón» ha terminado como la película de »Bienvenido, Mr. Marshall».

En este país, en vez de fajarnos y ponernos al tajo, esperamos que nos caiga maná del cielo, sin haberlo trabajado. La fortuna histórica de España vino de dos conquistas, la del Perú y la de México, realizadas por un puñado de españoles y trabajadas por hordas de esclavos indios y negros, que morían como chinches en las minas.  La siguiente, en los años ’70 del siglo XX, de la llegada masiva de turistas en busca de sol y playas: Otro maná llegado sin trabajar.

A muchísimos de los que lean esto les parecerá naturalmente magnífico. Soy un perro verde y pienso que la riqueza real, la riqueza real para todos,  no la virtual, no la que se llevan los estafadores que hoy quieren de nuevo construir otro millón de pisos cuando hay uno sin vender,  se consigue mediante la innovación y el trabajo, no mediante el proceso de hinchar el valor de los bienes para jugar a la pirámide que explota para los de la punta, cuando los de la base ya han guardado sus ganancias a buen recaudo.

No ocurrirá, porque estamos en España. Pero sería maravilloso que visto que no nos van a regalar una »Las Vegas» en el desierto español en vez de en el de Nevada, el mismo gobierno que tanto apostó por ella apueste por apoyar la innovación y la productividad: La productividad real, no el cociente entre lo producido y el salario de quienes lo producen, sino la productividad medida aumentando el numerador, y no disminuyendo en denominador, la productividad del número de bienes producidos y vendidos por personas bien pagadas.

Para esto hay que lanzar a la ciencia y a la ingeniería al trabajo. Hay que cambiar los carteles que se ven estos días en el Metro de Madrid, donde se identifica a »emprendedores» con montadores de restaurantes. Hay que poner carteles que muestren figuras como las de Edison: trabajando horas y horas en los laboratorios para producir innovaciones que puedan ser vendidas hasta en Bangalore y Singapur.

Sería bello, pero no ocurrirá. La ciencia seguirá siendo un trampantojo de cartón sin resultado alguno. Y la ingeniería, comprar y vender empresas como el que compra y vende pisos.

Vivimos en España.

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