¿Apocalipsis porcino?

El título no es mío. Aparecía el pasado noviembre y sin interrogantes en un comentario de la página de National Geographic. El texto, muy bien documentado, se refería al descubrimiento de un gen que confiere a las bacterias resistencia al antibiótico colistina y que se identificó asociado a productos cárnicos y ganado porcino. Durante varios meses la noticia se comentó en numerosos medios y resurge de nuevo esta semana en relación al descubrimiento del primer caso de infección por una bacteria portadora de este gen en Estados Unidos, aunque no es el primero en humanos.

Resistencia transferible a colistina… ¿eso es muy grave o se les ha ido la mano a los medios? Pues las dos cosas… es grave, pero también es cierto que a algunos se les ha ido un poco la mano. Como decía un especialista en enfermedades infecciosas hace unos meses “es malo, pero no es el apocalipsis”.

La colistina es un antibiótico de origen natural producido por bacterias de la especie Paenibacillus polymyxa. Se descubrió en 1949 y aunque no es muy potente, tiene actividad contra un grupo reducido pero importante de patógenos, incluyendo los géneros Pseudomonas, Escherichia y Klebsiella. Su uso no llegó a extenderse porque en algunos pacientes producía daño renal y existían alternativas mejores. Como se utilizaba muy poco en humanos y su producción es barata, se extendió su uso en ganadería. En algunos países está permitido su uso para engorde del ganado, y en otros se utiliza para prevenir infecciones asociadas a diversas circunstancias (transporte, destete, etc., esta práctica se llama metafilaxis). El consumo actual mundial es del orden de las decenas de miles de toneladas al año.

La expansión de las resistencias a antibióticos durante las últimas décadas viene acompañada de un aumento de las infecciones por organismos multirresistentes, en algunos casos intratables con los antibióticos en uso. Esto ha llevado a los médicos a recuperar la colistina, modificando las dosificaciones para minimizar la toxicidad renal y poder tratar esas infecciones intratables por otros medios. Pero como ya sabemos, el uso de un antibiótico lleva asociado tarde o temprano el desarrollo de resistencias. Hasta hace unos meses únicamente se habían descrito resistencias a colistina en Escherichia coli, Klebsiella pneumoniae y Acinetobacter baumannii. Estas resistencias eran producidas por mutaciones que conferían resistencia a las bacterias, pero a costa de disminuir su eficacia biológica y dejarlas en desventaja frente a las bacterias no mutadas. La mayoría de los casos eran puntuales y se habían controlado con éxito por lo que no parecía que el uso de colistina estuviera amenazado.

Hace unos meses sin embargo un grupo de investigadores chinos identificó en muestras de carne de mataderos, bacterias portadoras de un gen, al que llamaron mcr-1, que las hacía resistentes a colistina. El gen procede de las propias bacterias que de manera natural producen el antibiótico y tienen que defenderse de su acción, pero ahora se ha incorporado en un plásmido, una pequeña molécula de ADN con capacidad para transferirse entre células de diferentes clones e incluso de diferentes especies. De esta forma, mcr-1 se ha introducido en diversas especies no productoras de colistina permitiéndolas multiplicarse en los animales tratados con colistina. Algunas de estas especies, como E. coli y K. pneumoniae colonizan también a los seres humanos e incluso pueden producir infecciones. Es muy ilustrativo de la potencia de las actuales tecnologías de secuenciación genómica el hecho de que una vez descrito este gen, docenas de grupos de investigadores utilizaron la secuencia para buscar en sus bases de datos y generaron sondas para buscar en sus colecciones de microorganismos. En pocas semanas teníamos una imagen bastante clara: mcr-1 se encuentra ya en muestras de hace diez años, desde entonces se ha diseminado, aumentando en frecuencia y alcanzando distribución mundial. La mayoría de los casos descritos se refieren a animales y a productos cárnicos, y en algunos países, incluyendo varios europeos, un porcentaje importante de los animales de granja (pollos y cerdos sobre todo) son portadores. Además, se han registrado casos de portadores humanos y de infecciones en Asia y en Europa.

Mapa de los casos de bacterias portadoras del gen mcr-1 detectados hasta enero de 2016. Fuente: NRDC (reproducido con permiso).

¿Supone entonces una amenaza? Como ya hemos comentado en casos anteriores, para la mayoría de las personas no, porque nunca vamos a necesitar un tratamiento con colistina. Pero para una minoría de pacientes, en general graves, con infecciones por organismos resistentes a todos los demás antibióticos, sí puede ser muy importante. Además, desde un punto de vista global, de salud pública, ésta es otra resistencia que se suma a la colección que venimos acumulando durante las últimas décadas y que nos recuerda de nuevo que los ecosistemas microbianos tienen una enorme capacidad de adaptación y que necesitamos nuevas estrategias para responder adecuadamente.

REFERENCIAS:

Liu et al., 2016. Emergence of plasmid-mediated colistin resistance mechanism MCR-1 in animals and human beings in China: a microbiological and molecular biological study. The Lancet Infectious Diseases doi:10.1016/S1473-3099(15)00424-7.

McGann et al., 2016. Escherichia coli Harboring mcr-1 and blaCTX-M on a Novel IncF Plasmid: First report of mcr-1 in the USA. Antimicrob. Agents Chemother. doi:10.1128/AAC.01103-16.

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