El deber de hospitalidad universal

El trato desigual de las personas, derivado de la distinción nacional/extranjero, una dicotomía ciertamente habitual en los ordenamientos jurídicos a lo largo de la historia, puede ser cuestionado en términos morales a la luz del principio general de igualdad de trato (o de interdicción de la discriminación) o del principio universal de la dignidad humana. Si la configuración de una justicia universal se considera difícilmente atendible en la práctica, tendría que respetarse al menos el venerable deber de hospitalidad universal, seguido por innumerables culturas a lo largo del planeta, preconizado por los estoicos y auspiciado y articulado, entre otros, por filósofos de la influencia histórica de Kant (véase el ‘tercer artículo definitivo’ de su opúsculo sobre La paz perpetua).

En lo que respecta a este asunto, el paso del tiempo en absoluto ha hecho perder vigencia a esas intuiciones básicas de un trato justo con los inmigrantes formuladas en múltiples textos sagrados, como aquella prescripción varias veces milenarias que recoge tanto el libro del Éxodo (22, 21) como el del Levítico (19, 33): «El extranjero que reside con vosotros será tratado como uno de vuestros compatriotas y lo amarás como a ti mismo, porque también vosotros fuisteis extranjeros en tierra de Egipto». Tampoco en este punto las exigencias igualitaristas y de universalización contenidas en los derechos humanos deberían ser echadas en saco roto.

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3 comentarios

  1. Respecto a las conexiones y diferencias entre la distinción de nacionalidad y la discriminación desde un punto de vista jurídico, me permito hacerme publicidad a mí mismo (he trabajado un poco más en la noción de discriminación en otro artículo que está por publicarse, pero éste es más específico sobre el tema de los extranjeros):

    "Géneros o categorías humanas y discriminación racial en el trabajo"; AAVV, La igualdad ante la ley y la no discriminación en las relaciones laborales. XV Congreso Nacional de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Madrid, 2005. pp. 86-112.

    En cuanto al "deber de hospitalidad universal", por supuesto, el patrón "moral" ideal chocaba muchas veces -como ahora- con la realidad fáctica en todas estas sociedades arcaicas. El antropólogo Victor Turner, hace una interesante reflexión transcultural (con datos de una gran diversidad de sociedades) sobre las tensiones entre "communitas" (experiencia existencial de una comunidad de iguales que puede abarcar idealmente a toda la humanidad) y "estructura" (sociedad estructurada y jerarquizada con todo tipo de distinciones), en "El proceso ritual", Taurus, Madrid, 1988.

  2. La idea de hospitalidad, virtud de los antiguos, ahora es denigrada como delito. A este respecto, me parece que no tiene desperdicio la opinión expresada por Soledad Gallego-Díaz:

    "Es decir, se piensa que merecen igual castigo quienes intenten ayudar a un extranjero, pagándole la comida o la vivienda, sin sacar provecho económico alguno, que a quien se aprovecha de él y le explota. La hospitalidad, probablemente uno de los conceptos más antiguos y conmovedores de la humanidad, se ha convertido en el mundo de hoy en una falta grave, que el Estado tiene que erradicar a toda velocidad."

    ("Maldita hospitalidad", artículo publicado en El Pais)

    http://www.elpais.com/articulo/panorama/Maldita/hospitalidad/elpepusocdgm/20090308elpdmgpan_5/Tes

    Resulta realmente escandaloso y grosero que los gobiernos pretendan delimitar los conceptos de solidaridad, apoyo, hospitalidad, ayuda, asertividad, ética, moral, afectividad, capacidad, conmoción, amor… y tantos otros que marcan la relación entre las personas. Introducir, aunque sólo sea en un anteproyecto, la posibilidad de desvirtuar la virtud tiene un sesgo perverso increíble.

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