La lucha por los derechos de los inmigrantes

Los derechos de los inmigrantes deben ser orientados hacia dos frentes: terminar con las políticas neoliberales responsables de haber generado pobreza en sus países de origen, forzándolos a emigrar, y demandar que se les otorguen plenos derechos en sus países de acogida.

No cabe romantizar la suerte del trabajador globalizado. La inestabilidad y la ausencia de seguridad es la condición de muchos. El capitalismo en la era neoliberal destruye trabajos en casa y los crea por todos lados, forzando a muchos a emprender peligrosos viajes transfronterizos para encontrar esos trabajos. Desregulado como está en la actualidad, el capitalismo se caracteriza por tener periodos de expansión y contracción. Cuando llega la contracción, el grueso de inmigrantes se convierte en algo peligroso, y los políticos oportunistas, desde la cultura dominante, los colocan como chivos expiatorios por la pérdida de sus empleos. Esta es la situación que se vive hoy en los países desarrollados, donde la discriminación, la represión policial y las deportaciones se han vuelto omnipresentes.

Pero permítannos no ser tampoco tan negativos respecto de nuestras sociedades de acogida. A menudo éstas son sociedades democráticas donde hay derechos y libertades institucionalizadas. Muchos inmigrantes, por supuesto, están privados de algunos de esos derechos y libertades, pero en muchos aspectos, estos países ofrecen un modelo de lo que es posible en nuestras sociedades de origen, donde derechos y libertades son frágiles, si no inexistentes, y la corrupción política aparece por doquier. Las mujeres de muchas sociedades del llamado Tercer Mundo encuentran en sus sociedades receptoras un nivel de respeto y un estado de igualdad formal con los hombres que están completamente ausentes en las sociedades de donde provienen.

A pesar de todo lo dicho y hecho, la mayoría de los trabajadores inmigrantes probablemente preferirían quedarse y trabajar en sus países de origen si pudieran encontrar los trabajos que les permitieran una vida decente. Es importante que los defensores de los inmigrantes entiendan las condiciones que han hecho que la emigración desde los países en desarrollo haya sido tan masiva en las últimas tres décadas.

Las condiciones de pobreza y problemas económicos han empujado a las personas fuera de sus sociedades, pero estas condiciones no son naturales. Han sido creadas. Y en el desempeño de los países en desarrollo desde finales de los años ochenta el motor principal de la expansión de la pobreza y las dificultades económicas han sido los programas de ajuste estructural promovidos por el FMI y el BM y la liberalización del comercio empujada por la Organización Mundial del Comercio (OMC).

Por lo tanto, para encarar con seriedad los problemas que ellos enfrentan, los inmigrantes y sus defensores no pueden sino estar implicados en una guerra de dos frentes.

  • Por un lado, debemos luchar en nuestros países de origen para terminar con las condiciones de ajuste estructural, la liberalización de mercados y otras políticas neoliberales que han erosionado nuestra base agrícola e industrial y destruido millones de puestos de trabajo. Debemos decirles al gobierno de los Estados Unidos y a la Unión Europea que no necesitamos ayuda; que lo que necesitamos es que dejen de imponernos acuerdos comerciales bilaterales y acuerdos de asociación económica. Lo que nuestros países piden es que se detengan los programas de ajuste estructural que siguen realizándose en África, y se ponga fin a la avanzada liberalización del comercio bajo la OMC y a los acuerdos comerciales bilaterales y multilaterales.

  • En cuanto al otro frente, la agenda parece clara. Debemos hacer valer con decisión lo que es una verdad silenciada: que los inmigrantes contribuyen enormemente a la economía y la cultura de sus países de acogida. Debemos oponernos frontalmente a la represión estatal de los inmigrantes y confrontar a los grupos de derecha populista que los hacen culpables de todos los males. Tenemos que exigir el fin de las deportaciones de inmigrantes indocumentados, su rápida legalización y garantías de plenos derechos de ciudadanía para aquéllos con papeles  y sus hijos, y que se facilite la consecución del estatus legal para los que no tienen papeles.

El éxito en la resolución de los dilemas de los inmigrantes necesitará que se progrese en ambos frentes. No hay garantías de que triunfemos en nuestro apoyo, pero a menos que enfrentemos los desafíos en ambos frentes, podemos estar seguros de que no alcanzaremos nuestros objetivos.

* Extractado del artículo de Walden Bello La condición del inmigrante, publicado en la revista SIN PERMISO

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