Mujeres inventoras (cuarta parte)

Con esta nueva entrada finaliza la revisión que se ha hecho del trabajo de algunas destacadas mujeres inventoras.

Ángela Ruiz Robles (1895-1975) fue una maestra, pedagoga e inventora española, reconocida como la precursora del libro electrónico. Nació en Villamanín (León), hija de una familia acomodada (de padre farmacéutico y madre ama de casa). Cursó estudios superiores en la Escuela de Maestras de León, donde impartió sus primeras lecciones entre 1915 y 1917. Entre 1938 y 1970 publicó 16 libros de texto sobre diversas materias como ortografía, taquigrafía, mecanografía, gramática, historia y geografía. En dos de ellos, editados en 1938 y 1941, describía un sistema taquigráfico con el que escribir y traducir de manera más veloz gracias a una máquina con nuevos signos y caracteres enlazados de modo sencillo y sistemático. En 1949 registró su primera patente (ES 190 968) bajo el título “Procedimiento mecánico, eléctrico y a presión de aire para lectura de libros”. En la memoria descriptiva Ruiz Robles expuso los objetivos de su invento: innovar la enseñanza para que fuese más intuitiva y amena, conseguir el máximo de conocimientos con un mínimo esfuerzo y adaptar el libro al progreso tecnológico.

Dibujos de la patente ES 276 346 de Ángela Ruiz Robles

Desde 1952 estuvo trabajando en su “Enciclopedia Mecánica”, un proyecto todavía más audaz y perfeccionado que el libro mecánico patentado años atrás. La inventora buscaba resolver los problemas de las enciclopedias escolares al uso, como su excesivo volumen o los desequilibrios en la extensión y comprensibilidad de los contenidos. En 1962 registró otra patente (ES 276 346) con el título “Un aparato para lecturas y ejercicios diversos”. La principal novedad respecto a la enciclopedia original era la inclusión de sonidos grabados y de diversos compartimentos para guardar bobinas, material escolar de dibujo y pequeños instrumentos científicos (reloj, brújula, termómetro, barómetro).

Las dos invenciones mencionadas de Ruiz Robles (ES 190 968 y ES 276 346) pueden ser consideradas auténticas precursoras del libro electrónico. Ángela Ruiz Robles recibió numerosos galardones y condecoraciones: Medalla de Oro y Diploma en la Exposición Nacional de Inventores (1952), Lazo de la Orden de Alfonso X el Sabio (1956), Óscar a la Invención en la Feria de Zaragoza (1957), Medallas de Bronce (1957 y 1958) y de Plata (1963) en la Exposición Internacional de Inventores de Bruselas y Medallas de la Exposición Iberoamericana de Sevilla (1964), del Salón Internacional de Inventores de Ginebra (1970) y del Salón de la Inventiva de Madrid (1970). Ángela Ruiz Robles falleció en Ferrol.

 

Stephanie Louise Kwoleck (1923-2014) fue una química estadounidense inventora de la fibra sintética Kevlar ®. Nació en New Kensington (Pensilvania) en una familia de emigrantes polacos. Su padre era un naturalista aficionado y le inculcó desde muy pequeña la curiosidad hacia el mundo natural. De su madre (ama de casa y viuda desde 1933) heredó el interés hacia los tejidos y la costura, hasta el punto que la pequeña Stephanie quiso ser de mayor diseñadora de moda.

En 1946 Kwoleck se graduó en Ciencias con una especialización en Química por la Universidad Carnegie-Mellon de Pittsburgh (Pensilvania), y ese mismo año empezó a trabajar en la empresa química E.I. DuPont de Nemours&Co. de Bufalo (Nueva York), propietaria de materiales sintéticos como el nailon (desarrollado en 1935), el neopreno (1930) o el teflón (1938).

Kwoleck fue trasladada al laboratorio de investigación de fibras sintéticas de Wilmington (Delaware) en 1950. Allí trabajó con el nailon y desarrolló un novedoso y sencillo procedimiento para producirlo mediante condensación por etapas en un matraz a presión atmosférica y a temperatura ambiente. Registrado por DuPont en 1957 y 1958 mediante tres patentes estadounidenses (US 3 006 899, US 3 063 966, US 3 094 511), este procedimiento permitió a Kwoleck ser reconocida en 1959 con un premio (el primero de su dilatada carrera investigadora) por la Sociedad Americana de Química (ACS en sus siglas inglesas).

Kwoleck desarrolló procesos de policondensación donde los intermediarios químicos de alta reacción permitían crear polímeros muy resistentes al calor, los cuales llegaban a temperaturas de 400 ºC sin fundirse (patentes US 3 287 323, US 3 322728, US 3 328 352). En 1965 descubrió de manera casi accidental el material sintético que la haría mundialmente famosa: el Kevlar ®, una fibra sintética de extraordinaria resistencia que no se rompía allí donde el nailon sí lo hacía y que además era cinco veces más fuerte que el acero. La razón de estas peculiares características se encontraba en la alineación en paralelo de las moléculas a modo de varillas.

Entre 1966 y 1974 fueron registradas en EE.UU. hasta trece patentes en relación a las poliamidas, siendo la US 3 819 587 la referida al Kevlar ® propiamente dicho, a su vez protegido comercialmente con una marca (la estadounidense 983.080 de 1974). Entre sus más de 200 aplicaciones se encuentran equipos de protección (cascos, chalecos antibalas, blindajes), refuerzo de neumáticos, cables, material deportivo (tenis, hockey, piragüismo), altavoces, instrumentos musicales, telefonía móvil, ropa, objetos ignífugos y piezas automovilísticas y aeroespaciales.

Primera página de la patente de Stephanie Kwoleck US 3 819 587

Kwoleck fue la inventora de 27 patentes para DuPont (la última de 1985). En 1986 se retiró como investigadora de la empresa, aunque siguió ligada desde un puesto consultor. Falleció en Wilmington a la edad de 90 años.

 

Hedy Lamarr (1914-2000) fue una actriz e inventora norteamericana. Nació en Viena como Hedwig Eva Maria Kiesler en una familia judía de la alta burguesía austriaca. Siendo aún una adolescente la descubrió el director teatral Max Reinhardt (1873-1943) con quien estudió en Berlín y quien la apodó “la mujer más bella de Europa”. En 1930, hizo su primera película (“Das Geld liegt auf der Straße” / El dinero está en la calle). En 1933 saltó a la fama con el film checo “Éxtasis” al protagonizar el primer desnudo en una cinta comercial. Ese año, obligada por sus padres, se casó con el influyente magnate armamentístico austriaco Friedrich Mandl (1900-1977). El celoso, maníaco y profascista Mandl la retiró del cine, compró todas las copias posibles del escandaloso film y la mantuvo encerrada en su castillo de Salzburgo, reducida a mera anfitriona de reuniones sociales en las que llegó a tratar a Mussolini y a Hitler. No obstante, Kiesler aprovechó para estudiar ingeniería y adquirir información sobre armamento y personas que, durante la Segunda Guerra Mundial, haría llegar a las autoridades aliadas.

En 1937 abandonó a su marido tras una rocambolesca fuga en la que drogó al mayordomo que la vigilaba y se disfrazó con sus ropas. Marchó a París, donde obtuvo el divorcio, y luego a Londres, pero acosada por sicarios de Mandl se trasladó a EE.UU. Allí fue protegida de Louis B. Mayer (1885-1957), productor de los estudios de Hollywood Metro Goldwin Mayer (MGM). Mayer acuñó para ella una nueva identidad artística con la que sería conocida desde entonces: Hedy Lamarr, inspirada en la actriz de cine mudo Barbara La Marr (antigua amante del productor). Su debut en el cine americano fue con “Algiers” (1938). Protagonizó 17 películas para MGM y su mayor éxito cinematográfico fue «Sansón y Dalila» (1949). A partir de entonces su carrera decayó, siendo su último largometraje de 1958.

En 1941 comenzó una relación amorosa con el compositor norteamericano George Antheil (1900-1959). Profundamente antinazis, colaboraron con el esfuerzo bélico a través de una patente concedida en 1942 para un sistema de comunicaciones secreto para lanzar torpedos teledirigidos por radio imposibles de detectar por el enemigo (US 2 292 387). Realmente era una versión pionera del salto en frecuencia o sistema de espectro expandido, la tecnología base de los actuales “Wifi”, la telefonía “3G” o el “Bluetooth”. Consistía en dos tambores perforados y sincronizados (como en una pianola) para emitir 88 frecuencias (número de teclas del piano) que cambiaban aleatoriamente, lo que impedía su detección. Aunque no fue usado en la Guerra Mundial, sí lo fue en transistores diseñados por Sylvania Electronics (1957), en un sistema de boyas rastreadoras durante la Crisis de los Misiles (1962) o en la Guerra de Vietnam (1964-1973).

Uno de los dibujos de la patente de Hedy Lamarr US 2 292 387

Retirada de la vida pública en los años 60, fue homenajeada por la Fundación Frontera Electrónica (1997) por su contribución a las telecomunicaciones. Casada y divorciada cinco veces más (ninguna con Antheil), falleció en Orlando (Florida).

 

Julie Newmar es otra actriz e inventora estadounidense nacida en 1933 en Los Ángeles (California) como Julia Chalene Newmeyer. Su primer rol acreditado (con el nombre artístico de Julie Newmeyer) fue en la película La serpiente del Nilo (1953). Su primer papel de éxito fue en 1954 como una de las chicas (Dorcas) de la comedia musical Siete novias para siete hermanos. Un año después aparecía con su definitivo nombre artístico, Julie Newmar, en la revista de Broadway Silk Stockings. Entre 1952 y 1999 actuó en una treintena de películas y obras de teatro, además de diversas series televisivas (StarTrek, Superagente 86, Colombo, McCloud, Embrujada, McMillan y su esposa, o Vacaciones en el mar).

Newmar patentó invenciones relacionadas con la lencería en la década de 1970 (US 3 914 799 y US 4 003 094) a favor de unos pantis que proporcionaban un realce posterior del cuerpo. Otro invento de Newmar fue un sujetador sin respaldo (US 3 935 865) para lucir vestidos de espalda descubierta. En la propuesta de Newmar los tirantes habían sido sustituidos por un sistema de bandas y cordones que discurrían por aquellas zonas del cuerpo tapadas por la ropa, tal que pechos, hombros, abdomen y cintura, lugar donde el sostén quedaba abrochado mediante un sencillo y accesible cierre de gancho y ojal.

Primera página de la patente de Julie Newmar US 3 914 799.

Octogenaria, Julie Newmar mantiene a día de hoy una vida muy dinámica. Además, es una activista muy comprometida con los derechos LGTBI, y en 2014 fue galardonada por toda una vida dedicada a la defensa de los mismos.

 

Finaliza esta revisión al talento inventor femenino con referencia a otras cuatro inventoras españolas de finales del siglo XIX y principios del XX. Cabe citar en primer lugar a Fermina Orduña, primera española que solicitó una patente (entonces denominadas “privilegios de invención”) el 21 de abril de 1865 (privilegio real 4 606, relativo a un aparato y sistema para expender al público leche de burra, vaca o cabra). Candelaria Pérez era una comerciante canaria residente en La Habana (Cuba) que en 1889 solicitó la patente ES 9 696 (“Una cama combinada con un mueble tocador, lavabo, mesa de noche, bidet, mesa para jugar al ajedrez o para comer y atril para leer cuya combinación puede aplicar también a un escritorio u otro mueble”). La valenciana Elia Garci-Lara Catalá patentó en 1890 un lavadero mecánico (ES 10 711), que se trataba de un sistema en varias etapas: clasificación de la ropa según diversos criterios (clientes, categoría, género, empleo, o grado de suciedad), lavado preparatorio, colada mediante saponificación, lavado con jabón, aclarado, escurrido con hidro-extractor centrífugo, secado al aire libre (o con aire caliente procedente de una estufa), planchado, plegado y prensado de la ropa ya seca y limpia. La Doctora Concepción Aleixandre Ballester (1862-1952) fue una de las primeras mujeres en obtener la Licenciatura en Medicina en España (Universidad de Valencia, 1889). En 1909 desarrolló unos pesarios ginecológicos; la invención (patente ES 47 109) consistía en dos sistemas de pesarios que se colocaban en la vagina para corregir el descenso de la matriz. Estaban fabricados en metal (aluminio y acero niquelado) a diferencia de otros modelos de caucho o goma que provocaban infecciones. Además, disponían de un sistema de muelles que los hacían flexibles y adaptables.

Dibujo del pesario ginecológico de la Dra. Concepción Aleixandre Ballester (patente ES 47 109).

Los ejemplos mostrados en este blog son sólo una pequeña muestra de la importancia de la mujer en la innovación, y cómo fue posible la protección de esa innovación a través de las patentes. Sirva este homenaje que, aunque sea modesto, quiere  reconocer la figura de la mujer y su contribución continua en el desarrollo tecnológico.

 

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