Conservar el suelo y el agua = Asegurar nuestro futuro común

Con este lema se celebra este año el Día Mundial de la Lucha contra la Desertificación, conmemorando la adopción de la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD) en París el 17 de junio de 1994.

[ELENA DE LA PARRA. Grupo de Fisicoquímica de Procesos Industriales y Medioambientales, FQPIMA. Universidad Complutense de Madrid]

En este Día Mundial la CNULD quiere promover la concienciación pública acerca de los efectos que la desertificación, la degradación de la tierra y las sequías (DLDD) pueden provocar en la seguridad del futuro común. Formada por 186 países, la Convención establece el marco para todas las actividades encaminadas a combatir la desertificación, centrándose en el aumento de la productividad del suelo, su rehabilitación y conservación y la reordenación de las tierras y recursos hídricos.

 

Según la CNULD, la desertificación es la degradación de las tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas resultante de diversos factores, tales como las variaciones climáticas y las actividades humanas (cultivo y pastoreo excesivo, deforestación masiva, falta de riego, procesos de urbanización masiva…).

La desertificación y la sequía amenazan seriamente los medios de subsistencia de más de 1.200 millones de personas en todo el mundo, que dependen de la tierra para satisfacer la mayoría de sus necesidades. Estos fenómenos deterioran la productividad de los ecosistemas terrestres, afectando a la prosperidad de las poblaciones en más de 110 países. Y, aunque la desertificación afecta en mayor medida al continente africano, el problema no se localiza únicamente en las tierras secas de ese continente, ya que una tercera parte de la superficie terrestre se encuentra amenazada por problemas de desertificación, incluidos los países del Mediterráneo.

Este avanzado proceso de desertificación se está convirtiendo en un grave problema, ya que cada año, según las estimaciones del Instituto para la Vigilancia Mundial, los continentes pierden 24.000 millones de toneladas de capa cultivable. Así por ejemplo, en los últimos dos decenios se ha perdido en todo el mundo el equivalente a la capa que recubre la totalidad de las tierras cultivables de los EE.UU.

Los procesos de desertificación, que representan una extrema degra­dación de las zonas más secas del planeta, están estrechamente ligados al destino del agua, y muchos de ellos se producen debido al manejo inadecuado del recurso hídrico, donde la sequía es sólo uno de los componentes de los procesos de degradación terrestre. La variabilidad de las precipitaciones a corto y medio plazo se acepta como una restricción natural, sin embargo, un uso racional de los recursos es la clave para mitigar los efectos de escasez de agua en las zonas con mayor índice de aridez. 

 

En España la situación no es muy diferente al resto de los países europeos. La Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA) prevé reducciones en torno a un 25% del agua disponible en un horizonte del año 2030. Esto implica que para dicho año el 65% de la población española sufrirá estrés hídrico, casi el doble que en la actualidad. A ello hay que unir el hecho de que amplias zonas de nuestra geografía se encuentran potencialmente afectadas por el proceso de desertificación. De hecho, más de dos terceras partes del territorio español pertenecen a las categorías de áreas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. En el mapa de aridez de España se observa que toda la mitad sur, a excepción de las cadenas montañosas más elevadas, más la meseta norte, la cuenca del Ebro y la costa catalana entran dentro de las categorías de tierras áridas, semiáridas y subhúmedas secas, y por lo tanto estas áreas son susceptibles de desarrollar el fenómeno de la desertificación.

Fig.1. Mapa de aridez en España (Fuente: Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino).

 

La ratificación por parte de España de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación, como país Parte afectado, conlleva la preparación de un Programa de Acción Nacional como elemento central para luchar contra la desertificación (PAND). El objetivo del programa consiste en determinar cuáles son los factores que contribuyen a la desertificación y las medidas prácticas necesarias para luchar contra ella y mitigar los efectos de la sequía.

 

No puede pensarse en una gestión sustentable de las tierras secas sin tener en cuenta el manejo integrado de los recursos hídricos. En todas partes, pero especialmente en este ámbito, el agua es un bien indispensable y su correcto manejo constituye un aspecto fundamental en la lucha contra la desertificación, que empieza con el conocimiento del recurso que compone la oferta, su regulación y la demanda.

 

 

 

 

 

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