Por Javier Segura del Pozo

Médico salubrista

 

Hace una semana se murió Armando Bauleo, psiquiatra, psicoanalista, psicólogo social y una de las pocas personas que en este mundo reconozco sin dudar como “mi maestro” en el más amplio y noble sentido de la palabra.

 

 

Para mi un maestro es una persona que no solo te enseña conocimientos y modos de hacer, sino que puede determinar un nuevo rumbo profesional y ser un modelo o punto de referencia. Y Armando lo fue para mí en un momento de mi carrera profesional y en muchos sentidos lo sigue siendo.

 

No me podía imaginar que en este triste mes de abril de 2008 fuera a tener que escribir dos réquiems: uno por la Salud Pública de la Comunidad de Madrid y otro por Armando Bauleo. ¡Cuántos lutos juntos! La realidad es que, siguiendo las enseñanzas de Armando (desconfiar de las casualidades y buscar causalidades), creo que ambos sucesos están entrelazados.

La construcción de la Dirección General de Salud Pública fue el proyecto al que me dediqué (junto con otros muchos compañeros salubristas) en las últimas dos décadas y en el que cristalizaron los conocimientos y practicas de Salud Pública que fui aprendiendo de varias fuentes y maestros. Pero indudablemente fue Armando Bauleo quien me introdujo en campos tan ajenos a la formación médica reglada cómo la psicología social, el análisis institucional y la epistemología, que forjaron una manera especial de ver la Salud Pública.

 

Conocí a Armando en 1981 hacia el final de mi formación cómo médico de familia y comunidad. En aquella época tuve la inmensa fortuna y el privilegio de poder contactar con el equipo del Centro de Medicina Comunitaria, adscrito al hospital 12 de Octubre (¡entonces todavía se llamaba 1 de Octubre!) y dirigido por la Dra. Teresa Sánchez Mozo. Teresa tuvo el acierto de vincular al centro y su proyecto de Salud Comunitaria a un grupo de profesionales que habían venido pocos años antes de Argentina y ya habían formado en España a un grupo de entusiastas “operativos”, que después descubrimos que se agrupaban alrededor de algo llamado CHIR. Este grupo de psicólogos sociales y  sociólogos, argentinos y españoles, aportarían el enfoque de las ciencias sociales al proyecto experimental del nuevo centro, que Teresa estaba en ese momento construyendo con un grupo de médicos,  enfermeras y trabajadores sociales con acreditada vocación comunitaria.

 

Sus enseñanzas fueron rompedoras para muchos residentes y alumnos que pasaron por el centro. El aprovechamiento de estas enseñanzas seminales encontró el terreno abonado en las inquietudes de aquellos años de reforma de la atención primaria, de fascinación por lo comunitario, por lo interdisciplinario, de ganas de aportar un grano al cambio político y social desde nuestra función de médico, de trabajador de un servicio público.

                                                                                                   

Con algunos de ellos, he seguido haciendo proyectos conjuntos, entre ellos la fascinante aventura del nacimiento de la revista Área 3, donde tuve el honor de ser socio fundador, la organización de grupos de formación dentro de la Dirección General de Salud Pública, de los seminarios de Epistemología y Salud Pública coordinados por Armando,  o el valioso apoyo que me supuso la supervisión de mi trabajo institucional en los momentos en que tenia que aprender a ser jefe, a ser un buen jefe, a intentar ser un jefe “contrainstritucional”,… si alguna vez esto es posible….es decir liderar un proyecto de cambio social en vez de uno de control social dentro de la propia institución.

 

 

Area 3. Cuadernos de temas grupales e institucionales

 

 

¿Cómo he aplicado las enseñanzas de Armando? Cómo ya comenté en una ponencia (¿»Lo operativo» sin grupos?Una experiencia de aplicación de la COG a la Salud Pública, presentada en el Congreso internacional “Actualidad del Grupo Operativo”, celebrado en Madrid en  febrero 2006), la principal aplicación de las enseñanzas de Armando, además de la coordinación de grupos y el trabajo en equipo, ha sido mi propio trabajo institucional en Salud Pública, especialmente el comprender las dinámicas institucionales. Saber leer los signos y síntomas de una institución que dan cuenta de lo oculto (la dinámica institucional). Es decir:

  

  • Encuadres que se rompen o cambian
  • Distancia entre lo que se enuncia y lo que se hace
  • Distancia entre lo que se programa y lo que se presupuesta
  • Distancia entre el organigrama formal y el informal (poder oficial y poderes fácticos)
  • Analizar los canales de transmisión de información, sus bloqueos y facilitadores
  • Cómo circulan y se reprimen los afectos y la sexualidad
  • Valorar especialmente lo que se excluye (lo que se margina, el chivo expiatorio, el acosado, el cesado, el desprestigiado, el quemado, como emergentes)

 

Este proceso de análisis no ha sido un fin en sí mismo, sino solo un paso para el objetivo de fijar estrategias en el trabajo institucional, estrategias para llevar adelante proyectos de cambio. Precisamente, mi salida reciente de la institución que poco después se derrumbó, respondió principalmente a la percepción de agotamiento de toda opción de un proceso de cambio y aprendizaje. La capacidad de análisis no iba a servir más que para frustrarme.

 

En esta capacidad analítica Armando era un maestro. Tenía una intuición especial para captar lo oculto en los grupos y las instituciones. Y lo mejor de todo: tenía humor, era seductor y sabía como cuidar a las personas del grupo. ¡Cómo me gustaría llegar a coordinar un grupo con el humor de Armando! ¡Cómo me gustaría tener su maestría para hacer lo difícil pareciendo fácil! Para crear ese ambiente grupal especial.

 

Para ilustrar esa capacidad seductora de Armando, contaré aquí una anécdota que me ocurrió al terminar de presentar mi ponencia en el congreso de Madrid arriba mencionado. Afortunadamente, la ponencia gustó a muchos de los oyentes. Algunos de ellos se acercaron a mí en el descanso “cafetero” posterior. En un momento contemplé con deleite y esperanza como una bella joven congresista con la taza de café en la mano se acercaba a hablar conmigo sobre mi ponencia. Cuando consideraba si iba a poder contener el presumible desborde narcisista de otra felicitación y halago, resultó que la bella no había asistido a la exposición de mi ponencia, pero los que si lo hicieron le habían informado que yo había incluido una foto de un Armando juvenil entre las diapositivas proyectadas y cuya copia ella anhelaba tener….¡¡¡glups!!!… Ce la vie! 

(Incluyo a continuación la foto de marras para deleite de otras/os posibles admiradoras/es coleccionistas)

 

 

Pocos saben que profesionalmente Armando tambien se consideraba salubrista, en el sentido clásico del término. La primera especialidad médica en la que se formó, antes de la psiquiatria, fue la infectología (especialista en enfermedades infecciosa). Pareció resucitar esta identidad olvidada en la presentación de inicio del último seminario que hicimos con él. Mediante el mismo, queriamos apoyarnos en sus conocimientos de Epistemología para «deconstruir» nuestra práctica en Salud Pública (el Seminario de Epistemología y Salud Pública, que tuvo lugar entre 2003 y 2006). Reproduzco aquí un parrafo de la entrevista que le hizo Emilia Cueto para la revista electronica El Sigma en esas mismas fechas (2004), en la que recuerda esta identidad:

 

“En cuanto a su pregunta, yo en esos momentos, ya había terminado medicina, había hecho la especialidad de psiquiatría. Había realizado antes, también, la especialidad en enfermedades infecciosas. Lo que pasa es que, aunque muchos no lo crean, en enfermedades infecciosas tiene mucho que ver lo social, no podemos negarlo. Imagínese, todo el problema de las epidemias, los contagios, de cómo se adquieren ciertas enfermedades, cómo juegan las relaciones humanas, el problema de los prejuicios en la lepra, por ejemplo. O sea, no está tan alejado lo social, porque muchas veces se piensa en las enfermedades infecciosas como una bacteria que entró en un sujeto y punto. Y no cómo eso depende de todo un contexto. El chagas, por ejemplo, el cólera. Si usted no hace una buena prevención en esos casos, que es social, no es solamente el tratamiento al sujeto enfermo, sino también, qué hace usted con esa sociedad donde esa bacteria –parece una metáfora todo esto– se anida, es inútil trabajar únicamente en curar un paciente. La cosa es mucho más amplia. Entonces, venía yo de enfermedades infecciosas, venía de psiquiatría, o sea, lo social me venía jugando, también, como un elemento que yo veía como una entidad participante en los procesos, sea de las enfermedades infecciosas, sea directamente de las enfermedades en salud mental. Después, el rol de la familia. Cómo uno ha estudiado la familia. Sin un instrumento grupal, sin un pensamiento grupal, es imposible pensar la familia. Todo esto llevó a que me interesara y utilizara lo grupal”.

 

 

En fin, el caso es que hemos perdido a Bauleo. He perdido a Armando. Hemos perdido un maestro. He perdido un amigo.

 

Malos tiempos estos en que la edad te hace sufrir dentelladas cada vez más frecuentes por las pérdidas de padres y maestros. Y te va a advirtiendo que te vayas preparando, pues las próximas  perdidas corresponderán a los de tu generación, entre los que tú estás irremediablemente incluido.

 

Necesito todavía un tiempo para asumir la muerte de Armando y lo que significa su desaparición. Hasta ahora la ausencia de Armando era lo más normal para mí. Lo extraordinario era su presencia, verle  en persona. Venía  a España de vez en cuando y no siempre que venia le veía. Sin embargo, sabía que su ausencia tenia presencia. Es decir, no estaba aquí, pero estaba. Estaba en Italia o en Argentina, pero en cualquier momento podía llamarle, pedirle ayuda o consejo. Estaba como referente (gran palabra cargada en este momento de un enorme significado para mí).

 

Aun estando ausente, Armando estaba presente de muchas formas. Por ejemplo, muchas veces me hacia la pregunta “¿Qué pensaría de esto Armando?”. Aunque confieso que cada vez menos. Afortunadamente. Iba creciendo, y a medida que iba creciendo, el maestro bajaba del pedestal. Se humanizaba para mí. Lo podía contextualizar. Tal vez, por ello, le quería más. Últimamente, no me cabreaba tanto con él, no le exigía tanto. Sabia distinguir en qué cosas podía y debía “tirar” de Armando y en cuales no. Sabía adaptar sus enseñanzas, rechazar algunas. En resumen, sin necesidad de mencionar complejas pero evidentes interpretaciones, fui creciendo con Armando y el me ayudó a crecer.

 

Ahora, sin embargo, su ausencia no es presencia lejana (pero disponible). Ahora su ausencia es ausencia de verdad. Ausencia definitiva.

 

Ya se que esto no es verdad. No es verdad del todo. Ya se que nuestra trascendencia depende de la semilla que dejemos. De las personas que nos recuerden. De las obras que hayamos dejado. De las personas que hayamos ayudado a crecer. De nuestros hijos. De los que hayan aprendido algo de nosotros. De nuestros alumnos. De las personas que nos hayan querido y que hayan recibido nuestro amor. Y en este sentido, Armando está y estará muy presente, pues Armando ha sido muy fecundo.

 

Hasta siempre maestro, hasta siempre compañero, hasta siempre amigo.

 

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16 comentarios

  1. Armando Bauleo era una sonrisa.

    Nada como su fortaleza y fragilidad.

    Nada tan cercano como la tranquilidad que te transmitía.

    Todo podía esperar a lo que él decía.

    Luego, siempre había algo en lo que te hacía pensar.

    Ahora me parece que con su muerte nada tan cierto como que nada queda quieto.

    Es cuestión de mirar. De saber y poder mirar

    Parece que no hay cambios importantes, pero los pequeños cambios nos invaden.

    La muerte de Bauleo es un pequeño cambio para la reflexión.

    Que sabe la gente de Armando?

    Que sabemos de Bauleo?

    Qué poco sabemos de él. De su vida. Me parece que ahora con su muerte lo abandonamos a su suerte.

    Incluso en algun momento me pareció que lo que había aprendido de él no me servia para nada. Habia gente que decía que era un seductor, un sofista que jugaba con las palabras.

    Ahora yo siento, que era una persona muy honesta e inteligente. Un maestro que nos hacía pensar en nosotros, en lo que hacíamos y en el contexto, incorporando lo menos evidente (pero a veces lo mas importante y necesario para otra mirada.

    Ua persona a la que siento haber perdido porque era un referente para mi identidad. Aunque a veces dude de quien soy.

    No quiero irme sin decir que echaré de menos su presencia.

    Muchas gracias Armando espero que no te olvidemos pronto y que haya gente que sepa dar lo que tú nos ofreciste.

    Seguramente tu cuerpo seá pocoa cosa pero tu pensameinto nos ha atravesado.

    No se qué desearte porque ya no eres, pero me gustaría darte un abrazo de despedida y tenerte un ratito en mis brazo prietos.

    Hasta siempre. Y gracias

    Honorato Ortiz

  2. Gracias a la vida,por posibilitarnos saborear esta maravilla de HOMBRE.

    El pensamiento,el afecto,el deseo de seguir construllendo esperanzas en "lo social",Bauleo nos EMBRUJO para siempre.

    A tod@s los que nos dolemos sin ti les mando mi mas fuerte ABRAZO con muchísimo cariño,y las ganas de encontrarnos alegres y combativos

  3. Tuve el placer y la dicha de conocer a Armando Bauleo. Nos supervisaba los tratamientos de psicoterapia grupal del Servicio de Salud Mental del Hospital Alvarez en su consultorio hace 3 o 4 años. Las supervisiones se suspendían cuando viajaba a Mestre y lo extrañábamos y qué contentos nos poníamos cuando sabíamos que había regresado. Conocí un supervisor excepcional, un profesional brillante pero por sobre todas las cosas un ser humano único. Te vamos a extrañar Armando, quiero seguir pensando que estás en Mestre y que pronto vas a volver.

    Silvia Raggi

  4. Hasta siempre…. ¡maestro!

    Dr. J.L. Pedreira Massa

    Quizá sea que yo me he hecho mayor, pero es una época en que las páginas de los periódicos me anuncian, con demasiada frecuencia, la muerte de un ser querido, de un compañero, de un amigo o, como en este caso, de un maestro. Cuando ví la esquela mi corazón se puso a cien…¡Ha muerto Armando!

    Desde ese momento volvieron a mi recuerdo sus risas, su humanidad grande de gran humanidad, su ironía y sus sarcasmos, su aire jovial, su capacidad docente y sus grandes artes de comunicador. Armando, como buen maestro, te hacía sencillo lo difícil y complejo, pero nunca lo volvía simple. Armando odiaba la simpleza, era lo anti-simple. Su pensamiento estructurado y dialéctico, sus conocimientos psicoanalíticos y su bonomía, que dirían en Cataluña, fueron toda una delicia para quienes tuvimos el placer de ser alumnos suyos.

    Era uno de aquellos argentinos que llegaron cuando el golpe militar. Había sido alumno de Enrique Pichón-Rivière y se había empapado de su técnica de grupo operativo, hasta tal punto que nadie que se precie podría diferenciar la teoría de grupo operativo del propio Armando Bauleo. Llegó a España desde Brasil adonde había llegado huyendo. Madrid es su etapa clave para nosotros, entonces hambrientos de conocimientos psicoterapéuticos. Inicia sus grupos formativos y destaca mucha gente que luego amplificaría sus conocimientos haciendo más y más grupos por Granada, Sevilla, Zaragoza, Asturias, Galicia… Luego París, Milán, Venecia… la bella Venecia acoge una nueva obra de Armando: la creación del Instituto de Psiquiatría y Psicología Social.

    Mientras tanto escribe, aparecen libros, artículos, conferencias… colabora con la Asociación Española de Neuropsiquiatría (AEN) siendo el coordinador de uno de sus libros en el congreso del año 1990. Nunca abandonó a esta “piel de toro”, venía a supervisar, a dar conferencias, a apoyar a sus alumnos.

    Siempre llegaba su risa, sus abrazos, su gran humanidad de humanidad grande, su ironía y sus sarcasmos…

    Allá por el año 1981 le solicité que nos supervisara en la Unidad de Psiquiatría y Psicología Infantil del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús, de la que en aquel entonces yo era el responsable. Le solicité la supervisión cuando el problema del “síndrome tóxico”. Yo le había conocido en Zagreb, cuando Croacia aún era Yugoslavia, en un Congreso de Psiquiatría Social. Luego en las tareas docentes del entonces “Centro de Medicina Comunitaria del Hospital 12 de octubre”, allí también impartía docencia y supervisaba. Tras aquella experiencia de supervisión realicé nuevas supervisiones cuando era Coordinador de Salud Mental del Area Sanitaria de Avilés y le sugerí que impartiera un seminario de grupos a los servicios de Salud Mental del Principado de Asturias, inundados entonces de aires de reforma. Para Asturias se vino Armando, estuvo en nuestra casa y disfrutamos de su forma de ser. Más tarde le presenté en A Coruña, donde impartió otro curso en la Fundación Paideia. Incansable, inasequible al desaliento… inundaba con esa gran humanidad de humanidad grande todo lo que le rodeaba…

    Hacía fácil lo complejo, quizá porque su pensamiento era complejo, sus escritos densos y condensados se tornaban más digeribles cuando él lo explicaba y se trabajaba en los seminarios teóricos y se veía en la experiencia grupal que Armando coordinaba como nadie.

    Volvió a su Argentina, pero nunca dejó de venir por estos pagos, con su gente de aquí. Ahora nos ha dejado un poco más huérfanos. En una tierra plagada de profesores, él era, ni más ni menos, un maestro y de ésos hay y quedan muy poquitos. Armando era maestro por excelencia.

    Ahora recuerdo a Marta, a su compañera de vida y de trabajo, de reflexiones y de andanzas… Un beso fuerte

    A los compañeros y compañeras de formación, de reflexiones… un abrazo y el ánimo y orgullo de haber aprendido de un maestro, hoy quedan pocos, los que le conocimos hemos tenido esa inmensa suerte. Recordemos a Armando sentado en el círculo de la docencia… nuestro trabajo nos le hará presente.

  5. Desde nuestro complejo grupo social llamado argentina, se hace más tiste la noticia,

    alguna vez estuvimos compartiendo una mesa y la alegría de volver donde el maestro pichón riviere sembró las ideas que magistralmente armando supo llevarse consigo y sembrar, Y COSECHAR

    me entristece profundamente la ausencia final de un enorme creador, de una imaginación privilegiada, de un ser humano que evidentemente quedaba grande para ese grupo social tan mezquino y expulsor, por eso se hizo más grande en el exilio.

    hasta LA VISTA armando

  6. A mi querido primo Armando, con quien compartí tantas vivencias y quien ha estado a mi lado en dos momentos muy tristes de mi vida, acompañando el dolor y la soledad para cambiarlo por alegría, risas y humor.

    Siempre recordaré cuando en la casa de la calle Santander, un verano de carnaval, jugábamos con el agua en compañía de las chicas y chicos del barrio. Recuerdo que espantabas a todos los muchachos que se me acercaban. Y siempre ese… "nena portate bien".

    Eran tiempos hermosos.

    Después, ya siendo adultos, vendrían otros momentos que alegrarían nuestras vidas.

    Tu sonrisa y humor no lo he reconocido en nadie.

    No me despido, solo te saludo con cariño sintiendo que, algún día, nos volveremos a ver para reirnos como siempre.

    María del Carmen (la nena que se portaba mal)

  7. Gracias al foro de los trabajadores psicosociales, me entere rapidamente del fallecimiento de "nuestro Armando". Lo conoci en una entrevista que nos concedio a Armando Zurita (+) y a mi en un cafe en el sur de la ciudad de Mexico en la zona de Coyoacan. Ese fue nuestro primer contacto con un maestro de los grupos y de la comunicacion.

    En un proceso de formacion como coordinadores de grupo, Armando fue un guia que nos permitio desarrollar nuestros propios recursos e identificar nuestras potencialidades creativas; Esto nos llevo a establecer un proceso autogestionario mientras fuimos estudiantes de la Fac. de Psicologia de la Universidad Autonoma de Nuevo Leon.

    Mi aprecio y admiracion por el maestro que hace escasas semanas cumplio su ciclo; sus textos son elementos invaluables para el campo de la psicologia grupal y el enfoque psicosocial al cua arribamos hace tiempo.

    Espero que en un lapso no muy lejano, podamos reunir a los operadores psicosociales de la zona metropolitana de Monterrey, para un encuentro que nos permita intercambiar algunas ideas sobre su labor, y re-significar el compromiso social que Armando nos lego como ejemplo de su valiosa praxis.

    Mi reconocimiento. Francisco Mora Larch.

  8. Cuando me entere de la muerte del A. Bauleo, sentí una enorme tristeza, aunque no tuve la suerte de conocerlo, como muchos de ustedes, pero si conocí su obra gracias al internet desde entonces me impresiono su dedicacion y sobre todo su militancia revolucionaria en busca de una sociedad mas justa a la cual nunca renuncio. Bauleo ha dejado un legado inborrable que se lo debe de retomar.

    ¡¡¡¡Armando no ha muerto, esta presente en todo el mundo, ahora mas que nunca!!!!!!!!

    Juan José Garcia

    Bolivia

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