Algunas voces alertan del riesgo de minusvalorar la tecnología

La Universidad representa un 60% de la investigación en nuestro país, ydesde este contexto se nos está lanzando un mensaje contradictorio, porun lado se premia en mayor grado la labor de investigación básica enrelación a las publicaciones científicas realizadas, pero por otro seexige también una labor de transferencia tecnológica, un contacto conla tecnología y con el mundo real, que no recibe el mismoreconocimiento por parte de la comunidad académica.  Sabemos que laingeniería tiene como misión aprovechar los conocimientos científicospara construir artilugios («gadgets») tecnológicos  socialmente útiles.La ingeniería se encuentra a mitad de camino entre loabstracto-científico y la sociedad, con lo cual «la investigación eningeniería tiene que tener un fin último cercano a la sociedad, porquesi no es así, no es investigación en ingeniería». Javier Sebastiánexpone en este artículo su opinión sobre el actual desequilibrio a lahora de valorar el trabajo del profesorado universitario de Ingeniería.

ARTÍCULO: Mensaje contradictorio
AUTOR: Javier Sebastián – Catedrático de Tecnología Electrónica en la Univ. de Oviedo (Campus de Gijón)
FUENTE: LA NUEVA ESPAÑA – Viernes 8 de Mayo de 2009

Mensaje contradictorio

LA NECESARIA COLABORACIÓN ENTRE UNIVERSIDAD Y EMPRESA NOS SUENA YA A ALGO MUY ANTIGUO Y CONTRADICTORIO

Loscambios ministeriales acontecidos la pasada Semana Santa incluyeron unanueva modificación en la asignación de las competencias de la educaciónsuperior, modificación que desandaba el camino emprendido un año atrás.Creo que el peso de las razones que justifican este cambio es semejanteal que tenían las que avalaban el contrario, ya que la educaciónsuperior es fronteriza tanto con el campo de la educación nouniversitaria como con la investigación. A raíz de este cambio, losdetractores del mismo han recordado una cifra que quisiera ahoradestacar: la universidad representa el 60% de la investigación que serealiza en España. Aun teniendo en cuenta que este tipo de datos hayque tratarlos con cautela (¿cómo se mide la investigación?), sí resultaevidente que la universidad española ha experimentado un acercamiento alos modos y maneras del resto de Europa, que ha sido paralela a laexperimentada por la sociedad española en su conjunto. Y, por supuesto,entre esos estándares europeos (y del primer mundo en general) está elhecho de que la universidad es un lugar donde no sólo se aprende y seenseña, sino donde también se desarrolla nuevo saber, que debe sertransferido a la sociedad.

Laingeniería tiene como misión aprovechar los conocimientos de distintasciencias para construir diversos tipos de «artefactos» útiles.  Sinninguna duda, la ingeniería está a medio camino entre la ciencia enabstracto y la sociedad. La investigación en ingeniería tiene que tenerun fin último cercano a la sociedad, porque si no es así, no esinvestigación en ingeniería.

Lainvestigación que se realiza en los departamentos de ingeniería de lasuniversidades es capital a la hora contabilizar el impacto de lainvestigación universitaria en la sociedad. El mensaje machaconamenterepetido de la necesaria colaboración entre la universidad y lasempresas nos suena ya muy antiguo a los profesores de ingeniería. Sinembargo, lo peor no es que nos suene antiguo, sino que nos suenacontradictorio. Nos suena contradictorio porque no está armonizado conlos criterios que se usan habitualmente para la valoración profesionalde los profesores de ingeniería. Estos criterios suelen ser bastanteparecidos a los usados en las ciencias experimentales y se basanfundamentalmente en las publicaciones en revistas internacionales decalidad reconocida. Personalmente pienso que es imposible ser un buenprofesor de ingeniería sin realizar este tipo de actividad de unamanera continua a lo largo del ejercicio profesional, pero tambiénpienso que es imprescindible una labor continuada de transferencia detecnología para que la actividad de un profesor de ingeniería seacalificada positivamente. El problema radica en que ambos tipos deactividad no son igualmente valorados, de tal forma que un currículumde profesor de ingeniería rico en publicaciones y casi exento detransferencia tecnológica real es calificado positivamente, mientrasque otro con las actividades opuestas es habitualmente calificadonegativamente. Incluso cuando las normas oficiales para valorar loscurrículos hablan de transferencia, siempre la valoran positivamentecuando se inscribe en un contexto de investigación avanzada, en generalbastante lejana a la realidad de muchas pequeñas y medianas empresas,que se acercan a la universidad en busca de ayuda para asimilartecnologías nuevas en consolidación más que para desarrollar otrasnuevas.

El profesorado universitario es suficientemente inteligente para entender las normas del juego y distinguir entre el mensaje voluntaristay la realidad crematística. Los datos que aparecen en la documentacióndel «Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e InnovaciónTecnológica 2008-2011» muestran que pese a que la producción científicadel país sube, el saldo diferencia entre exportaciones e importacionesen productos de alta tecnología es cada vez más negativo. Quizás, laspersonas que deciden cómo debe ser el currículum de una partesustancial de las personas con capacidad de investigar deberían estarmejor coordinadas con las que nos informan de la importancia de latransferencia de los resultados de investigación a las empresas queforman parte de la sociedad a la que nos debemos.

Enlace al texto de la noticia en la web de Nueva España

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