Universidad sin Profesores

Me dicen que quieres hacer una Universidad sin profesores, que con buenas estrategias de marketing y de recursos humanos lograrás hacer una Universidad más rentable y sólida. Hace años que empezaste: has ido quitando los espacios reservados para los profesores: los lavabos, los comedores, las salas de profesores. Has ido quitándole el tiempo con papeleos inútiles, acreditaciones, e investigaciones vacías, sin espíritu; le has llenado las horas de clases para hacerlo más rentable, y los grupos con cien alumnos, donde es casi imposible dar clase. Le has mermado poco a poco su autoridad, quitándole las tarimas, haciéndole pasar por el juicio inexperto del alumno, del bueno y del malo, y ligando su remuneración y promoción al veredicto de satisfacción éstos, has permitido que el comentario anónimo fuese determinante para tomar tus decisiones sobre el futuro laboral, le has hecho fichar a la entrada de las clases, dando a entender que es un vago y has ido quitándole hasta la libertad de cátedra dentro y fuera del aula. Has puesto en duda su palabra, su presunción de inocencia te la has saltado, su capacidad de juicio y en definitiva su dignidad.

 

Ha sido un éxito. El profesor universitario ya escasea tanto que se te ha ocurrido hacer una Universidad sin profesores, con técnicos, asalariados, magníficos ejecutores de programas prediseñados en los despachos, sin capacidad para cambiar una coma del temario, o de los criterios de evaluación, o de los trabajos de clase, o de la metodología que emplean. Profesores audiovisuales, perfectamente instruidos en el uso de las TIC y perfectamente desconocedores de todo lo que hay excepto de su materia. Profesores que no conocen al alumno más que a través del portal, correctores de trabajos plagiados, hechos y corregidos en serie. Investigadores que nunca han tenido una idea qy que su investigación consiste en un «collage» de ideas y conceptos. Profesores universitarios aburridos sudando en sus ratos libres en los gimnasios o en las discotecas. Olvidados de todo lo que sea estudio y trascendencia, enchufados a La Tele como vulgares trabajadores; eso sí, tuiteros y con blog, con un blog como este. 

 

Pero esto no es, de verdad, así no se puede. Es como intentar hacer un río sin agua, como mucho puedes lograr una zanja, una trinchera, pero no un río. Pues lo mismo, tendrás otra cosa, pero no una Universidad, quizá un negocio boyante durante un tiempo, pero no una Universidad. Para ganar tu dinero harás perder años de tradición. Y lo tendrás, el mercado universitario en España está perfectamente blindado con grandes barreras de entrada y un intervencionismo estatal que genera un modelo único de Universidad donde públicas y privadas compiten por lo mismo.

 

Pero hay una razón, te digo que no se puede y no se puede. La razón es simple: la Universidad se dedica principalmente a la transmisión del conocimiento; y profesores y alumnos están a uno y otro extremo de esta cadena. 

 

Una Universidad la forman profesores y alumnos que hacen dos cosas: traer la verdad a las nuevas generaciones; de ahí que la Universidad sea, sobre todo, tradición, puesto que la tradición, de tradere, traer, es el mecanismo por el que se traen las instalaciones del pasado al presente. Y, en segundo lugar, la Universidad sirve para hacer mejor la verdad, para convertirla en verdad vivida, experimentada y por lo tanto renovada y adaptada a los tiempos. 

 

La Universidad no inventa verdades ni ideas, ni crea realidades nuevas; es más, una de sus misiones históricas es precisamente echar abajo las realidades de ficción del pueblo y de sus manipuladoresLa Universidad recrea, rescata, retoma, remoza realidades del pasado y las ofrece a la generación presente. Y esta tarea de renovar la verdad es lo que se llama investigación. Investigar (del latínin + vestigo, que viene a ser in, dentro y vestigo, seguir una pista) significa seguir las huellas, meterse en el rastro de las ideas es encontrar esas cosas que aplicadas hoy clarifican y solucionan los problemas del mundo.

 

La Universidad tiene, entre otras, la función de iluminar el presente desde el pasado, es por lo tanto la tradición que pueden enseñar los profesores y la renovación que se da en comunicación con los alumnos. Pueden fallar los alumnos, como de verdad ocurre tras la revolución de 1968, el alumno universitario dejó de ser élite para ser masa mediocre, entendiendo el acceso a la Universidad como un derecho y una obligación de todo ser humano, con lo que, como es lógico, se generó una falta de interés por el conocimiento especulativo y un interés creciente por lo práctico, lo técnico y lo rentable. Digo que es lógico porque el ser humano en su mayoría está diseñado para lo práctico, para hacer y solo unos pocos (quizá defectuosos) nos dedicamos a lo especulativo, al pensamiento racional. Aún así, a pesar de la ocupación que ha sufrido la Universidad desde la segunda mitad del XX, en todas las universidades del mundo civilizado existen en las primeras filas de cada aula dos, tres, cinco, diez alumnos-élite, brillantes, aguantando pacientemente, esperando que entre tanta imposición exterior se encienda la luz del conocimiento.

 

También, como es lógico, en las macrouniversidades del mundo se genera un pseudoprofesor, que sin tener nada que enseñar se dedica a simular que investiga y a hacer que enseña a un alumno que ha aprendido a hacer exámenes y a simular el tedio. En realidad solo se cubre un expediente, en un acuerdo tácito que consiste en no ser demasiado duro para no generar demasiadas críticas y el otro no ser demasiado vago para no generar demasiados suspensos. Buenas encuestas, publicaciones de naderías y plagios (en sentido unamuniano, plagios de ideas) y una tendencia progresista a engordar un par de quilos por sexenio de investigación. 

 

Mientras queden esos profesores y esos alumnos habrá Universidad… pero si ahora quieres acabar con ellos…. ¡te quedarás sin Universidad!. Porque el río no es el cauce. El río lo hace el agua, el río es el agua. 

 

 

[Ya sé que piensas que la Universidad es otra cosa, pero no. Así como un río no es un surco, la Universidad es lo que es y no la caricatura que tenemos. Ya sé que piensas que la Universidad se enseña -sobre todo- una profesión; pero no, la Universidad no es ni una academia de piso ni una escuela de oficios o formación profesional, cuyo principal cometido es que los alumnos sepan hacer cosas y da títulos para compensar los pagos, si fuese esto estaría de acuerdo contigo en que es más importante la calidad (entendida como marketing, producto) que los profesores.] 

 

[Publicado el 15/10/2014 en el Blog de Javier Borrego]

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