La calidad del suelo es un concepto intuitivo que, con distintas denominaciones, ha sido utilizado desde antiguo para referirse a la percepción de diferentes cualidades en los suelos de cultivo. En cualquier caso el concepto ha estado ligado tradicionalmente con aspectos que tienen que ver con el manejo y la productividad de los suelos agrícolas («suelos ricos», «suelos ligeros», etc, son acepciones que hacen referencia a cualidades). Pero en los últimos años el concepto de calidad del suelo se encuentra estrechamente asociado a las funciones del suelo establecidas por Blum y Aguilar Santelises.

 

Ciencia o Teleología. El concepto de calidad del suelo.

 

Ciencia (D.R.A.E.): Conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales. (1ª acepción); Cuerpo de doctrina metódicamente formado y ordenado, que constituye un ramo particular del saber humano (2ª acepción).

Teleología (D.R.A.E.): Doctrina de las causas finales.

Calidad (D.R.A.E.): Propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permiten juzgar su valor. (1ª acepción).

 

Las definiciones anteriores, recogidas en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española en su 22ª edición (2001), ponen de manifiesto que existe una gran diferencia entre el conocimiento, sistemáticamente estructurado, que permite el establecimiento de principios y leyes generales, y aquel que proporciona criterios utilitarios vigentes en un determinado contexto cultural y que varían con el transcurso del tiempo. Tampoco el conocimiento científico es inmutable y todos los días se «queman» hipótesis y teorías para, sobre sus cenizas, construir nuevas hipótesis y teorías. Pero eso forma parte del método científico y es asumido plenamente como uno de sus primeros fundamentos.

 

Sirva el preámbulo anterior para situar el debate que ha originado la aparición en los últimos años de nuevos conceptos que tratan de abordar el estudio del suelo, especialmente cuando se encuadra en el ámbito de la agricultura o el medio ambiente. Muchos de esos conceptos tienen el propósito de aportar nuevas bases teóricas con las que hacer frente a la evidencia, cada vez más aceptada, de la complejidad que tiene el suelo como sistema. Sin embargo, muchos de los neologismos acuñados sólo suponen una nueva imagen de viejos conocimientos, mientras que otros se proponen con vocación de sustituir antiguos postulados, como es el caso del paradigma de la calidad del suelo

 

La calidad del suelo es un concepto intuitivo que, con distintas denominaciones, ha sido utilizado desde antiguo para referirse a la percepción de diferentes cualidades en los suelos de cultivo. En cualquier caso el concepto ha estado ligado tradicionalmente con aspectos que tienen que ver con el manejo y la productividad de los suelos agrícolas («suelos ricos», «suelos ligeros», etc, son acepciones que hacen referencia a cualidades). Pero en los últimos años el concepto de calidad del suelo se encuentra estrechamente asociado a las funciones del suelo establecidas por Blum y Aguilar Santelises.

 

El concepto de calidad del suelo carece de una definición precisa, que ha sido modificada en el transcurso del tiempo. Entre las más citadas en la bibliografía cabe mencionar la de Doran y Parkin (1994), que definen la calidad del suelo como:

 

«La capacidad del suelo de funcionar, dentro de las fronteras del ecosistema y el uso de la tierra, manteniendo la calidad ambiental y fomentando la salud de plantas, de los animales y del hombre»

 

La definición anterior matiza algo más a la que aparece en la edición de Junio de 1995 de Agronomy News, afirmando que la calidad del suelo es «su capacidad de funcionar». Tal simplificación puede resultar una obviedad y equivale a decir que la calidad de ser bacteria, hongo, nematodo o colémbolo, es su «capacidad de vivir», sin olvidar que los biólogos tienen también grandes dificultades para definir que es la vida.

 

Ligada estrechamente a la definición de calidad del suelo aparece la necesidad de su evaluación cuantitativa. Algunos autores proponen la medida actual de un indicador y compararla con valores conocidos o deseados. Con ello se pretende responder a dos preguntas: (i) ¿como funciona el suelo? y (ii) ¿que indicadores son apropiados para hacer la evaluación?. Pero probablemente quedan muchas más preguntas por responder, como: ¿Un indicador o un conjunto restringido de indicadores puede explicar el funcionamiento global del suelo?, ¿tiene siempre la misma interpretación el estado de un indicador?, ¿cuál es y qué significación tienen las condiciones de referencia con las que se pretende comparar un indicador?. Éstas son algunas de las preguntas que pueden hacerse.

 

Se acepta mayoritariamente que la medida de la calidad del suelo puede establecerse a partir de indicadores apropiados, que sean reflejo de procesos esenciales (físicos, químicos y biológicos) que transcurren en el suelo, a la vez que sean sensibles para detectar diferencias en el espacio y el tiempo, estableciendo con claridad una relación causa-efecto. A partir de tales indicadores se puede obtener un índice de calidad del suelo  (ICS o SQI en su terminología inglesa) para conocer el estado del suelo. La propuesta de índices aparece con bastante frecuencia en la literatura científica y varía según la percepción que tienen los diferentes autores en la identificación de índices relevantes. En la medida que aumenta el conocimiento sobre los procesos biológicos que tienen lugar en el suelo, son más las propuestas de índices que incluyen la actividad microbiológica o enzimática, a partir de parámetros como la respiración basal, la biomasa microbiana, el contenido de ATP o la actividad de enzimas como las fosfomonoesterasas, ß-glucosidasa o arisulfatasa. Otros autores han propuesto índices más generalistas, como Doran y Parkin (1994) que incluyen seis elementos:

 

                                   SQ = f (SQE1, SQE2, SQE3, SQE4, SQE5, SQE6)

 

donde cada elemento corresponde a:

 

                        SQE1 = Producción de fibra y alimento

                        SQE2 = Erosividad

                        SQE3 = Calidad del agua subterránea

                        SQE4 = Calidad del agua superficial

                        SQE5 = Calidad del aire

                        SQE6 = Calidad del alimento

 

Si recordamos la ecuación de los factores de estado propuesta por Jenny (1949) para establecer los factores de formación del suelo:

 

                                   S = f (cl, o, r, p, t.)

 

podemos comprobar la estrecha analogía que existe entre ambas expresiones que, aunque no constituyen un algoritmo matemático, tratan de formalizar desde el aparente rigor de una función matemática, la intervención de elementos entre los que resulta muy difícil establecer conexiones horizontales (en el mismo nivel de la jerarquía), ya que se manifiestan en diferentes escalas espacio-temporales.

 

Algunos autores reconocen la complicación de una medida directa de la calidad del suelo y consideran que el concepto debe contemplarse como un paraguas bajo el cual pueden examinarse e integrarse las conexiones entre distintos parámetros físicos, químicos y biológicos. Otros indican la gran dificultad que existe para obtener conclusiones a partir de un determinado índice, cuando se comparan diferentes regiones. A lo anterior debe añadirse la heterogeneidad metodológica utilizada en la determinación de una misma variable o factor, que es diferente según la escala de observación adoptada. Como consecuencia, evaluar la calidad del suelo ha sido objeto de diferentes propuestas, que incluyen distintos indicadores y parámetros edáficos. No obstante, parece que existe un consenso en la necesidad de disponer de un conjunto mínimo de datos (minimum data set  o MDS en terminología inglesa) que permita cuantificar la calidad de un suelo.

 

Recientemente algunos autores han considerado que indicadores e índices de calidad del suelo deberían seleccionarse de acuerdo con las funciones del suelo que se quieren estudiar y los objetivos de manejo definidos para el sistema, aunque esta vía puede propiciar la proliferación de índices e indicadores y saturar la literatura científica, convirtiéndola en desinformación. Una circunstancia parecida sucedió en la década de los setenta del siglo pasado en el ámbito de la ecología, en la que se multiplicaron los índices para la medida de la diversidad, hasta el extremo de que cada autor proponía su propio índice. Transcurrido el tiempo sólo cuatro o cinco han perdurado. En este sentido hay que mencionar que los trabajos sobre calidad del suelo apenas tienen en cuenta la biodiversidad edáfica, a pesar de que ésta sea en ocasiones mucho mayor que la que puede encontrarse en la parte aérea.

 

El concepto de calidad del suelo ha sido fuertemente criticado desde diferentes ámbitos de las ciencias del suelo. Algunos de los argumentos en contra destacan entre otros aspectos que:

 

(i) Está basado en el análisis de una agricultura regional y asociado mayoritariamente a un tipo de suelo (Mollisoles); (ii) La evaluación de la calidad del suelo emplea una gran variedad de medidas y percepciones empíricas y subjetivas; (iii) Incluye juicios de valores sociales, económicos, etc., de dudosa validez científica; (iv) Es un término ambiguo y no un atributo científico objetivo; (v) Está concebido en función del uso final, ya que generalmente se aplica a suelos agrícolas en el contexto de una agricultura sostenible y (vi) Confunde propiedades y servicios que presta el suelo, con las denominadas «funciones».

 

Algunos autores reconocen la subjetividad del término y la complicación que tiene su definición y valoración. Sin embargo se utiliza cada vez con más frecuencia y, en ocasiones, con un efecto contrario al que se persigue, de incrementar la colaboración entre las diferentes disciplinas que integran las ciencias del suelo.

La salud del suelo es un término recurrente que se utiliza en muchas ocasiones como sinónimo de calidad del suelo, aunque hace referencia a propiedades descriptivas y cualitativas. Por ello su uso esta más extendido entre los agricultores, que utilizan juicios de valor para distinguir entre suelos «sanos» e «insanos», frente a la utilización del término calidad del suelo, mucho más utilizada por los científicos.

 

La salud del suelo refleja la idea de un organismo vivo y dinámico que funciona holísticamente, aunque no hay una definición precisa del término y existen fuertes controversias en la literatura, quizás como consecuencia de la subjetividad con la que se utilizan los juicios de valor que, inevitablemente, están asociados al concepto. Un suelo sano sería aquel que carece de limitaciones físicas, químicas o biológicas para el desarrollo vegetal y es por tanto un suelo productivo, desde el punto de vista agronómico. Por ello los suelos ácidos, salinos y sódicos o los que tienen episodios de encharcamiento (pseudogley), deben ser considerados «insanos» a pesar de que son muy frecuentes en la naturaleza y «funcionan» dentro de los límites que imponen los factores ambientales que les afectan. Del mismo modo, un manejo inadecuado puede facilitar la aparición de plagas y enfermedades que eventualmente pueden desaparecer en el momento que se restituya un manejo adecuado (rotaciones, barbechos, etc.). Así, sería el manejo el que delimitaría la frontera entre un suelo sano o insano.

 

Se admite en general la imposibilidad de una medida directa de la salud del suelo por lo que se deben valorar componentes o procesos del sistema, aunque hay autores que proponen la necesidad de buscar un grupo de síndromes-indicadores cuya presencia ponga en evidencia la falta de salud de un suelo. No obstante, el Agricultural Research Service del USDA ha desarrollado el Soil Health Kit y lo propone como herramienta para valorar la calidad y salud del suelo (USDA-ARS 1999). En el paroxismo de la aproximación teleológica yo pensaba que no se podía llegar mucho más lejos. Me equivocaba, en realidad el secreto está en desvelar el alma del suelo (Fig. 1, ver fotografía en galerías \ artículos y material adicional sobre edafología).

 

Perspectivas actuales en el estudio del suelo

 

La proliferación de neologismos en el ámbito de las ciencias del suelo está motivada probablemente por dos circunstancias que tienen una casuística diferente, pero que han actuado de forma sinérgica en el desarrollo actual de éstas disciplinas. Por un lado, se debe hacer frente al fenómeno cada vez más preocupante de degradación y pérdida de suelo, mientras que por otro existe una conciencia, cada vez más extendida, de la complejidad que ofrece el suelo como objeto de estudio. En ese contexto, el escenario actual en el que transcurre la actividad de los científicos parece corresponder a la búsqueda de nuevas teorías, olvidando frecuentemente toda la observación y experimentación que se ha realizado hasta el momento. Desde el conocimiento científico, se intenta dar respuesta a una situación social y económica muy preocupante, que debe hacer frente a la pérdida progresiva de un recurso esencial como es el suelo. Pero la solución parece buscarse en la reducción a un algoritmo, de la complejidad estructural y funcional del medio edáfico, en el que los modelos reduccionistas fracasan ante pequeñas variaciones de las condiciones fijadas para el escenario en el que han sido descritos. Las perturbaciones a las que está sometido el suelo originan respuestas diferentes si tenemos en cuenta la dimensión espacial, pero para un mismo suelo también se observan efectos distintos según el momento en el que tenga lugar la perturbación. Un episodio de precipitación intensa tiene consecuencias totalmente distintas en un suelo seco, cerca del punto de marchitamiento y con una hidrofobicidad elevada, que si el suelo se encuentra a capacidad de campo.

 

Se considera que las variables biológicas del suelo manifiestan una respuesta rápida frente a las perturbaciones a las que pueda estar sometido, produciéndose generalmente un descenso de los valores finales, ya sean poblaciones, actividades o concentraciones, respecto a los valores iniciales. Sin embargo también pueden producirse incrementos significativos, como ocurre con el aumento de las poblaciones de patógenos en los agrosistemas, ya sea por manejo inadecuado o por la eliminación de elementos clave para el funcionamiento del suelo.

 

Volviendo a considerar la complejidad del suelo y la jerarquización de sus componentes estructurales y funcionales (que varía según el escenario considerado), y frente a la demanda de soluciones para abordar el problema de la degradación, la proliferación de neologismos parece ir encaminada a la búsqueda de una «teoría del todo» que permita explicar todos los fenómenos que tienen lugar en el medio edáfico. Algunos de esos neologismos están basados en percepciones que tienen una proyección claramente finalista (aumentar o mantener la producción), otros se subordinan al ámbito metafórico o rescatan conceptos ambiguos de otras disciplinas.

 

Pero para profundizar en el conocimiento del suelo es necesario conciliar la observación con la  teoría y fijar los límites de ésta ultima en su dimensión actual. Se estima que conocemos menos de un diez por ciento de la biodiversidad edáfica y muchos aspectos de sus mecanismos funcionales son todavía desconocidos. Por otro lado, muchas de las determinaciones de variables edáficas analizan la capa más superficial y suelen ignorar lo que sucede a una profundidad mayor de veinte o treinta centímetros.

 

En las circunstancias anteriores, la búsqueda de algoritmos, ecuaciones o sistemas de ecuaciones que tengan una proyección universal y puedan describir el sistema suelo en su conjunto, está sujeta a numerosas restricciones. Es bastante probable que el proceso de autoorganización en el medio edáfico se encuentre condicionado por grupos de variables, que son diferentes según la situación, espacial y temporal, considerada. Por ello es fundamental conservar los atributos de referencia en los diferentes tipos de suelo, que permitan la comparación con situaciones en las que la intervención humana ha modificado las condiciones iniciales. La constitución de «reservas de suelo» sería equivalente a la conservación del registro fósil, que permite a los paleontólogos reconocer los elementos de partida en los diferentes caminos evolutivos que han seguido los seres vivos. En el futuro más próximo las ciencias del suelo deben seguir profundizando en la observación y el análisis que permita construir una teoría más acorde con la complejidad del escenario y el anidamiento de jerarquías que admita la generalización y la construcción de un modelo holístico consistente.

 

Como corolario valga la siguiente reflexión. Si aplicamos el concepto de calidad a los ecosistemas terrestres, en los que no hay que olvidar que el suelo regula el ciclo de materiales, ¿cuáles serían los de mayor calidad?¿los ecosistemas boscosos frente a los no boscosos? ¿la selva frente a los desiertos? ¿los ecosistemas con escasa intervención antrópica o los agrosistemas?. Podía continuar ad libitum y, sin embargo, estaría dando vueltas sobre el mismo marmolillo. Esos ecosistemas son construcciones de nuestro intelecto, que forman parte de un sistema mucho más complejo y jerárquicamente superior en cuanto a nivel de organización, para cuyo conocimiento todavía existen grandes lagunas desde el punto de vista teórico y conceptual. Pero las aproximaciones desde ámbitos diferentes a la consistencia del método científico pueden proporcionar más ruido que claridad. O, ¿hay alguien por ahí que este en condiciones de explicarlo?.

 

Avelino García Álvarez

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16 comentarios

  1. Amalio,

    No se entiende la pregunta. En todo caso, lo que se defiende en esta weblog es justamente lo contrario. Hay que relegar a un segundo lano el utilitarismo. Los suelos son lo que son y no pueden analizarse desde un único punto de vista. Con el utilitarismo en la mente no se puede construir el edificio científico de una disciplina

    En cualquier caso gracias por tu comentario.

    Juanjo Ibáñez

  2. necesito que por favor me den significado avanzado sobre las funciones del suelo como deposito de sus nutrientes para asi poder relacionarme con el medio ambiente

    y darme a conocer mas del suelo

  3. En las weblogs no se contesta (por término general).

    Hola amigo,

    Vuelvo a reiterar que una bitácora no es un foro de discusión. Entiendo que algunos no lo comprendáis. Insisto, no es una actividad retribuida y lleva mucho tiempo. Si tuviéramos que contestar todas las preguntas que nos hacen no avanzaríamos en los contenidos. No os enfadéis si no contestamos. Espero que lo entendáis. Si no veis más notas es porque las borramos. Eso no significa que no tomemos nota para en su momento sacar temas que estáis planteando.

    Un abrazo

    El Administrador Principal

    PD. Son los coloides del suelo: sustancias húmicas unidas a arcillas las que retienen los nutrientes y los liberan a las soluciones del suelo

  4. la salud es una ciencia muy inportante para la humanidad por la propiedad de salvar vidas , ayudar a quienes lo nesecitan y muy esencial en los lugares llenos de pobresa , mal igiene del agua alimentos lo cual produce desnutricion y diversas enfermadades y que gracias a la medicina se pueden solventar

  5. Renan, hablábamos de la salud del suelo, que no nos parace un vocablo afortunado para un recurso "no" biológico.

    Otra cosa es, por supuesto, la salud humana y como el suelo (por ejemplo su contaminación) puede afectarla via la cadena trófica.

    Gracias por tu comentario

    Juanjo Ibáñez

  6. hola mellamo jon y quiero saber sobre la definicion tierra y agua responda gracias

  7. La calidad del suelo tiene su impacto en la capacidad de la poblacion de organismos en degradar el sustrato organico eficientemente, es la funcion degradativa del suelo según Odum (1984).

    No cualquier materia organica se degrada de igual forma, hay muchos factores externos que influyen en la cinetica de mineralizacion por lo que la calidad del medio edafico se ve influenciada.

  8. Perdona Wagner pero no estoy de acuerdo.

    "Calidad" y "Función" son vocablos y como palabras no tienen impacto sobre nada, excepto sobre nuestras mentes. Y que decir que la "calidad tiene función". Odum no fijo eso. En cualquier caso la palabra función de los ecosistemas ha sido reemplazada por "Servicios Ecosistémicos". Los Suelos no tienen cualidades ni funciones, por mucho que moleste a algunos. Confundir lenguaje con naturaleza es muy serio.

    Otra cosabien distinta es lo que dices sobre la materia orgánica, funciones degradativas, etc. Estamos de acuerdo. Pero los vocablos calidad y función son abusos del lenguaje y pura teleología, es decir fuera de los cánones de la ciencia. No atacamos los estudios que pretenden investigar la biología y la ecología del suelo. Lo que sí atacamos es lo desafortunado y a científico del lenguage utilizado y que todo esto sea nuevo. Mentira donde las haya.

    Tu eres libre de creer lo que quieras. Nosotros también y lo seguiremos diciendo y hemos escrito más sobre el tema. Mira los meses de abril y mayo.

    Saludos

    Juanjo Ibáñez

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