Hola Juanjo,

 

Como prometí ayer, voy a hablar del suelo como esponja. La verdad que es una imagen clara de entender, sobre todo si nos referimos al agua.. Hagamos un sucinto repaso a los «componentes esponjables” del suelo:

Iones y sales, (con sus capas de hidratación), superficies argílicas de minerales alumínico- silicatados (teoría de la doble capa, DLVO), arcillas expandibles en su ámbito interlamelar, componentes metaestables de óxidos de metales «polimerizantes» en su doble faceta de sol y gel, materiales orgánicos capaces de hidratarse (como la madera), moléculas orgánicas como las proteínas o los mucílagos vegetales y microbianos (agua estructural) y seres vivos, como bacterias, hongos, micorrizas, musgos, líquenes etc… (su componente principal es el agua en más de un 90% y su sistema de captura las acuaporinas) organizaciones estructurales y agregacionales del suelo (en el espacio de sus poros) son capaces de retener agua en cantidades diferentes. Queda claro que todo se orienta a una edafo-acumulación agua. Como contrapunto a las plantas (evapotranspiración), a los procesos de translocación horizontal y vertical y a la evaporación superficial atribuimos sus pérdidas.


Sin embargo, también es interesante establecer, de una forma paralela,
la retención de los iones metálicos con potencialidad tóxica, ya que muchas personas nos cuentan eso de que el suelo «depura». Yo más bien considero que, salvo tres excepciones, (el Se que por metilización se hace volátil, el Hg que determinadas temperaturas se volatiliza y el Cd que se une a proteínas de muy bajo peso molecular <10 kD se hacen móviles y se van junto con los monovalentes Na y K), los demás también se “edafo-acumulan” de forma tal que podemos, revertir los procesos o saturar los medios (grave problema).

 

Y tal como ya se ha expuesto en este y otros artículos:

 

los aniones como carbonatos, fosfatos, sulfatos o silicatos formando sales de bajo pK

 

las arcillas alumínico silicatadas, en sus lugares superficiales e interlamelares (por adsorción, intercambio iónico o sustitución isomórfica),

 

los oxihidróxidos de Fe (en su inmensa superficie interna y externa), los de Al en su superficie externa y en su seno

 

la materia orgánica ¿cual? formando sales y complejos organometálicos y organomenerales con componentes directamente aportados como proteínas, oligosacáridos y oligofenoles, polisacáridos, fulvatos y humatos ó ácidos grasos, (integrándoles en sus emulsiones)

 

Los seres vivos por bioacumulación en formas y sobre estructuras internas muy variadas (las algas sobre sus alginatos, los musgos y hongos sobre sus membranas de quitina, las bacterias con sus metalotioneínas) y excreciones externas, (como mucopolisacáridos bacterianos, fúngicos o vegetales, las plantas con sus fitoquelatinas, etc.)


Viéndolo de esta manera aparece el «evento» de
la resistencia de la degradación y la importancia que presentan nuestros enzimas del suelo, porque cuando los materiales orgánicos alteran sus estructuras y desnaturalizan sus moléculas, desgastándolas, degradan hasta sus monómeros, en procesos que finalizan en la mineralización del C, del N, del S y del P (fin agrario último de aportes orgánicos tan conocidos como los lodos de depuradora o los compost de RSU), es lógico que los metales retenidos por aquellas estructuras, y moléculas orgánicas queden en libertad, generándose contaminaciones difusas o nuevas bio/edafoacumulaciones o transferencias a plantas… Y os aseguro que esto último ocurre.


Si en una contribución precedente os decía que
el suelo era un gigantesco reciclador, ahora que ando tomando antibióticas por eso de las muelas, voy a tomar como símil el de mi hígado, capaz de evitar continuas acciones de tóxicos potenciales, ya que tiene múltiples mecanismos de detoxificación de compuestos orgánicos. Bien, el suelo también, y de forma paralela es capaz de eliminar grupos funcionales generadores de toxicidad, gracias a la actividad química de reacción o a la actividad enzimática que posee. Veamos dos formas de eliminar la toxicidad de los mono-bi-fenoles (conocidos como precursores húmicos pero también por su capacidad cancerígena).

 

a) «en la solución del suelo» basta con la reacción con mono/oligosacáridos y aminoácidos libres es suficiente, y además los edafólogos podemos decir pomposamente que se ha iniciado el proceso de humificación.

 

b) si en la solución del suelo hay iones cloruro (de la lejía que usamos en casa) y fluoruro (de las pastas de dientes y muy variados colutorios) «otros sistemas enzimáticos» les juntan a los fenoles (muy reactivos por cierto) y se nos producen unas moléculas que llamamos halocarbonados que el suelo los pierde porque son volátiles.


Finalmente y para contentar a
Antonio también reaccionan con superficies argílicas y nos montamos todo eso de los Complejos organominerales y los «dominios de Emerson», que queda bien.

 

Como Avelino se quedaría muy triste, o quizás sorprendido que no meta los enzimas de por medio, como en el hígado, los enzimas del suelo, generados ex profeso por la «biodiversidad que se defiende» y tras reconocer los grupos funcionales tóxicos establece una estrategia enzimática. Cumplido este «tempo» genera el enzima Vg la ureasa y elimina la acción osmótica de riesgo que le proporciona la urea por aquellos de que sufren la plasmolisis, o si es un organofosforado pues sueltan al ruedo unas fosfatasas solubles que liberan fosfato.

La verdad es que esta estrategia se genera a múltiples bandas entre todas las especies que colonizan el suelo o viven sobre él y son susceptibles de «intoxicarse». De ahí la importancia que prestan las plantas de mantener y potenciar la biodiversidad: los rizodepósitos que mantienen la biodiversidad de la rizosfera les cuesta casi el 40% del C fotofijado constituyendo un apartado muy importante de los mecanismos que dirigen la resiliencia de los suelo. La fauna del suelo, con sus intestinos repletos de bacterias de todo tipo, también aportan su granito de arena… y los gusanos como la lombriz roja y otras especies, complejos organominerales.

 

Por todo ello, y salvando las distancias el suelo como metçafora de la esponja viva, capta, retiene y transforma … ya lo creo.


Y otro día hablamos de la materia orgánica desde denominaciones diferentes a la de Thaer o Berzelius… Lo prometo.


A que se nota que tengo mejor capacidad de concentración.

 

Bueno un abrazo a todos.


Salvador González Carcedo

 

Nota del administrador: Pues sí se nota, si se nota. Salvador.

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