Los edafólogos denominamos toposecuencias a los patrones de concatenación de suelos en laderas o vertientes en general. Se dice que un paisaje o asociación de suelos es una toposecuencia cuando todos los factores formadores del suelo (litología, clima, biota, fisiografía, tiempo y actividad humana) no varían excepto uno: la fisiografía. En esta contribución analizaremos tales estructuras, con especial énfasis en las que aparecen en los ambientes mediterráneos. Se han presentado varias alternativas, tanto para este bioma como para los restantes. Veamos que podemos aprender.

A escala de laderas, en las regiones áridas y semiáridas, se han encontrado relaciones manifiestas entre edafotaxa, cobertura vegetal, materia orgánica y capacidad de retención de humedad por el suelo. Sin embargo, como veremos en esta contribución, los mecanismos implicados, además de complejos, aún no han sido esclarecidos con precisión.

 

En la bibliografía, pueden encontrarse numerosos modelos que pretenden explicar la dinámica edafogeomorfológica de las laderas en distintos tipos de ambientes. Sin embargo, ninguno de ellos, por si solo, es capaz de explicar la enorme diversidad de estas geoformas en los paisajes mediterráneos (y en otros). Las causas deben buscarse en el gran número de subtipos climáticos que acaecen bajo la denominación de clima mediterráneo, desde  los hiperhúmedos, con más de 1.000 mm de precipitación media anual, hasta los áridos con menos de 200. Realizamos un trabajo de recopilación sobre el tema a finales de los noventa que quedó enterrado en el baúl de mis recuerdos. El otro día lo encontré y os presento una síntesis. En el extenso borrador mentado, se enumeraban los modelos que podrían ser más adecuados para describir la gran plétora de los posibles mecanismos generadores de las toposecuencias de los ambientes mediterráneos. Según diversos autores, podríamos enumerar por orden decreciente del balance edafogénesis/morfogénesis (génesis de suelos versus erosión, generalizando mucho) los siguientes tipos de catenas toposecuenciales (ésta vez os dejo las referencias para todos aquellos que quieran indagar en Internet):

 

(i)                 Modelo de HUGGETT (1975) -catenas erosionalmente inactivas-

(ii)               Modelo de NIKIFOROFF (1949) -catenas erosionalmente poco activas-

(iii)             Modelo de los k-ciclos de BUTLER (1959) -catenas sometidas a diversos e intensos ciclos de erosión/deposición

(iv)              Modelo de Yair (1990) -catenas de ambientes áridos y semiáridos.

 

Del mismo modo, cuando se presentan excesos estacionales o permanentes de agua, se puede ligar una secuencia de modelos de catenas hidromórficas, desde las típicamente hiperhúmedas, con formación de turberas, hasta las áridas con génesis de suelos salinos. Dicho de otro modo, en contra de la opinión extendida desde el trabajo de MUHS (1982), existe una gran diversidad de tipos catenales que pueden ajustarse a situaciones concretas. Sin embargo, ninguno de ellos, puede considerarse propio o representativo de los ambientes mediterráneos.

 

Sin embargo, como hemos podido observar en la contribución sobre arquitectura de suelos en ambientes áridos y semi-áridos, la contracción de la vegetación propia de los ambientes más áridos, o inducida por los procesos inapropiadamente denominados de “desertificación” antrópica bajo un clima mediterráneo seco-subhúmedo, generan una estructura bandeada de la vegetación. Estas configuraciones espaciales sirven de freno a la pérdida de sedimentos, a la par que truncan los flujos continuos de materiales y energía que prescriben como normales la mayoría de los modelos catenales publicados hasta la fecha. De este modo, la teórica conexión dinámica entre los diferentes segmentos de la ladera, implícita en las teorías actuales, no llega a producirse en la práctica. Por tanto, estos constructos conceptuales resultan ser difíciles de aplicar a situaciones reales, al menos tal como se han esbozado tradicionalmente. Este hecho tampoco parece ser exclusivo de los ambientes áridos y semiáridos, mediterráneos o no. GERRARD (1990) también cuestionó la validez del concepto clásico de toposecuencia en ambientes templados. Este autor demuestra como, frecuentemente, los procesos edafo-morfogenéticos que acaecen en distintas posiciones o segmentos de una misma ladera pueden llegar a estar cuasi-completamente desligados unos de otros.

 

Existe el consenso entre los edafólogos, de que los contrastes estacionales típicos de los climas mediterráneos favorecen el lavado lateral de arcillas y la edafogénesis de Vertisoles en los fondos de valle. Sin embargo, esta asociación suelo-posición fisiográfica no puede ser considerada, en nuestra opinión, como canónica de la dinámica edafogeomorfológica de las laderas mediterráneas. Debe tenerse en cuenta que la relación mencionada depende de la presencia de materiales litológicos concretos, de la existencia de drenajes deficientes, y de otra serie de factores circunstanciales que, aunque relativamente frecuentes, no son exclusivos de los paisajes mediterráneos. Por estas razones desechamos el modelo de MUSH (1982) como canónico de las toposecuencias mediterráneas, a pesar de ser haber sido aceptado por muchos expertos.

 

En cualquier caso, lo que si parece demostrado, son las importantes repercusiones de la orientación  (por ejemplo una ladera orientada al norte y otra hacia el sur, en nuestras latitudes) diferencial de las laderas sobre las características de los suelos y la vegetación de los ambientes mediterráneos subhúmedos, seco-subhúmedos y semiáridos. Tanto es así, que se a acuñado el término de dimorfismo toposecuencial (slope dimorphism) para describir tal patrón. Las mencionadas disimetrías, y en especial las norte-sur, son inducidas por las diferencias microclimáticas existentes entre ambas exposiciones. Estas, generarán acusadas diferencias en lo concerniente, por ejemplo, a la humedad del suelo, hidrología, propiedades edáficas y vegetación. De este modo, las laderas con exposición norte, disfrutan de condiciones más benignas para el desarrollo vegetal y, en consecuencia, sufren menores riesgos de erosión y aridificación.  

 

En las grandes arterias fluviales, la génesis de valles asímétricos es la norma más que la excepción. Bajo estas circunstancias, en un trabajo publicado en 1994, demostramos como los procesos de erosión y acidificación (o desertificación, para los que prefieran tal vocablo) también son asimétricos, siendo lógicamente más acusados en las laderas con mayores pendientes y menor desarrollo de suelos y cronosecuencias.

           

La deforestación y/o la recurrencia de los incendios forestales, típicos de los ambientes mediterráneos, descienden significativamente las tasas de evapotranspiración, acrecentando la escorrentía superficial y subsuperficial de las laderas. En los ambientes mediterráneos semiáridos y áridos con un substrato litológico propicio (p. ej. margas yesíferas, yesos), se potencia el lavado lateral de sales y, en consecuencia, aumenta la salinidad en los cauces y suelos colindantes (HALLSWORTH 1987). Lógicamente, este proceso es más acusado, o requiere un menor déficit de humedad, en aquellas cuencas afectadas de un cierto endorreismo. Se trata de un mecanismo que, si bien está espacialmente localizado, agrava los procesos de aridificación (desertificación) de los paisajes mediterráneos. No trataremos aquí la aridificación inducida por la salinización derivada de actividades humanas que no generan erosión (p. ej. malas prácticas de conservación de suelos en regadíos, riego con aguas más o menos salinas, intrusión de aguas marinas en las áreas litorales como consecuencia de la sobreexplotación de acuíferos). Existen en la Web varios documentos al respecto..

 

Actualmente, en muchos paisajes áridos y semiáridos de la Península Ibérica, pueden observarse laderas totalmente erosionadas (desprovistas de suelos y vegetación). Por el contrario, sus fondos de valle, rellenos de sedimentos, se encuentran recubiertos de una densa cobertura vegetal, cuando no son cultivados. Por tanto, a escala de paisaje, la erosión antrópica ha generado una contracción espacial de los suelos y la vegetación, quedando las laderas pendientes como zonas suministradoras de sedimentos, nutrientes y agua. Este proceso recuerda al previamente mencionado a mayores niveles de resolución (p. ej. vegetación bandeada, montículos). Por tanto, el “efecto islaemerge a diversas escalas, abarcando varios órdenes de magnitud. ¿Se trata de un proceso fractal generador de formas que, desde ciertas perspectivas, son invariantes a los cambios de escala? En cualquier caso, aun suponiendo que esta última cuestión tuviera una respuesta afirmativa, la invariancia escalar de ciertos aspectos geosistémicos no invalida la emergencia de nuevas propiedades en el contexto de la holarquía espacial (sistemas jerárquicos espacialmente anidados).

 

Incluimos aquí, y aquí, algunas toposecuencias iberoamericanas, es decir bajo otros ambientes (en castellano), para nuestros lectores de Latinoamérica.

 

 

Juan José Ibáñez

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Un comentario

  1. Felicitaciones en primer lugar, la deforestación actualmente es el mayor problema para la erosión en laderas, por efecto del mal uso del agua especialmente de riego y la mala labranza empleada por los agricultores,
    Vivo en Huacho – Perú, y estamos realizando un trabajo de concientización en el valle Huaura – Sayán, para evitar la erosión por el uso del agua.
    Atentamente,
    Luis

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