El día 16, vuestro corresponsal para la Bitácora Universo, desde Nueva York, terminaba su nota con la erudita frase extraída de una canción de “culto”: “Jesú, hay que caló, hay que caló, hay que caló ……”. Pues bien el día 17, se batió el record histórico alcanzado en 1999, llegando los termómetros el límite de 36.7 ºC. Este impresentable administrador que no soporta el calor, y menos aún el húmedo, ya sufrioó en Copenhague otro record en los años 70. Por mucho que huyo hacia el norte, es obvio que el mal fario me persigue. Llego hoy congestionado al hotel tras cuatro horas de un paseo sufrido por “Wall Street” y el solar debastado del “World Trade Center”. Pero a lo que íbamos, la “Earth’s Critical Zone” o “Zona Crítica Terrestre”, es entendida, por los “no entendidos” como un nuevo cambio de paradigma venido de no se sabe donde. ¿Resulta ser una visión revolucionaria? Pues ¡va a ser que no!. Lo que ocurre es que nuevamente, se pretende vender viejo vino, eso si nunca paladeado, en nuevas botellas.  El “U. S. Nacional Nacional Research Council”, en el año 2001, dio a luz tal concepto que yo previamente había publicado en 1995, 1997 y 2002. Tampoco quiero decir que sea personalmente un visionario. Lo único que hice fue rescatar y sintetizar (reunir) ideas que se venían promulgando dispersamente desde hacía décadas. En 2004, el edafólogo ruso laureado con la Medalla Dokuchaev (considerado el padre de la edafología), Victor Targulian, también realizó una propuesta semejante (Eurasian Soil Reserach 2006). Le hice ver que ya había publicado su propuesta pocos años antes. No le sentó muy bien en 2004. Ahora somos colegas que simpatizamos y le dí tres besos y un abrazo por su reciente distinción.

 

La cuentón aquí no estriba quien fue el primero: si Targulian, este administrador u otro edafólogo. En 2005, un tal Henry Lin, de la Universidad de Pensilvania, publicó en el Soil Science Society of America Journal (69: 1351-1353) una carta al editor en la que publicitaba el revolucionario concepto de “Earth’s Critical Zone” , cuyas referencias más recientes suyas sobre el tema era databan de 2005. Anunciaba las bondades de esta nueva visión de los suelos promulgada en 2001 por la NCR (el susodicho U.S. Nacional Research Council). Parecía que el era uno de los padres de la idea. Y tal actitud no es acorde con los cánones al uso en la literatura científica. Vamos que no tenía ni idea de la historia del concepto,  así como de sus avatares, defensores y retractores. Un nuevo novato ignorante que va de listo. No es cuestión que nos citara a mi a Targulian y a otros antes que nosotros. El problema es que sólo se autoreferenciaba él como si fuera el padre de la criatura junto a unos anónimos miembros del  U.S. Nacional Research Council. Lamentable y reprochable actitud en un científico.

 

Todas estas ideas (que yo autodefiní como Geoderma) pueden leerse, junto a una historia repleta de héroes olvidados, en mi contribución a esta weblog: Hacia un Cambio de Paradigma en Edafología. En esta última, se enlaza con el artículo de 2002 que presenté en el Congreso Internacional de Clasificación de Suelos Velence (Hungría 2002), si bien hay publicaciones personales en castellano de 1995 y 1997, que por desgracia (y por el momento) no las puedo incluir en un depositario de publicaciones de mi institución. Bajaros la publicación mentada (The search for a new Paradigm in Pedology: a driving force for new approacches in soil classifications) y podréis observar cuantas personas han defendido, desde hace más de 80 años, aspectos concretos de este autodenominado nuevo paradigma. Lin podrá ser llegar a ser un científico de excelencia, pero jamás un excelente científico. Lín confunde la velocidad (nº de publicaciones) con el tocino (creatividad científica), como ya os narré también en una reciente nota en esta bitácora.

 

Alguien me preguntaba anónimamente en la bitácora: “como se podía llegar a ser un investigador famoso”. Tal solicitud me pareció indigna: la fama antes que el reconocimiento honesto internacional o el trabajo honrado que Kuhn llama “ciencia normal”. Respondería a este navegante que siendo creativo y trabajando duro u actuando como Lin. O si no, que se presente a “Operación Triunfo”. El grave problema de la ciencia moderna es que se prefiere una efímera popularidad científica, que pasar a los anales de la historia de una disciplina por la creatividad, u otras cualidades de las que adolecen la mayoría de los científicos de excelencia. Estamos transformado nuestra actividad en un lamentable mercadeo repleto de oportunistas.

 

Ya os narraré desde Madrid como se corrompen ciertas revistas llegando a alcanzar altos índices de impacto de la forma más tramposa posible. Escándalo en Filadelfia que ha puesto en guardia a otras revistas aunque, lamentablemente hacían lo mismo, pero de forma más  sibilina, con vistas a no ser identificadas. Esto nos engarzará con los conceptos de “escuelas invisibles” y “criterios de autoridad” de los que hablan los sociólogos de la ciencia

 

Juan José Ibáñez,

Desde Nueva York como corresponsal de la Bitácora Universo

 

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