Relación Entre Datos y Teorías Científicas: Los Enunciados Observacionales Presuponen la Teoría (a vueltas con los edafometras)

Aunque se diera la misma única experiencia perceptiva para todos los observadores, todavía seguiría existiendo objeciones importantes al supuesto inductivista acerca de la observación. Hoy nos centraremos en los enunciados observacionales que se basan en las experiencias perceptivas de los observadores. Los inductivistas ingenuos defienden que los primeros están plenamente justificados por las últimas. Vamos mostrar como ese no es el caso. Según la concepción inductivista de la ciencia: la sólida base sobre la que se construyen las leyes y teorías que constituyen la ciencia está formada por enunciados observacionales públicos, y no por las experiencias subjetivas privadas de los observadores individuales.

 

 

 

Fuente: MEC

 

Continuamos con nuestro ataque a la percepción popularmente ingenua de la ciencia, o lo que es lo mismo, a lo que se ha convenido en denominar inductivismo ingenuo. En los post anteriores [1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10] ya hemos abundado en las debilidades de la inducción científica. En el último de ellos comenzamos también a cuestionar seriamente la suposición de estos filósofos acerca de que los datos (o enunciados observacionales) reflejan la “realidad” “objetiva” del mundo exterior.

 

Evidentemente, las observaciones que efectuó Darwin durante su viaje en el Beagle, por ejemplo, no habrían llevado a tener impacto alguno en la ciencia si hubieran permanecido como las experiencias privadas de Darwin. Tan solo se convirtieron en observaciones relevantes cuando fueron formuladas y comunicadas como, enunciados observacionales susceptibles de ser utilizados y criticados por otros científicos. La concepción inductivista exige la derivación de “enunciados” universales a partir de enunciados singulares mediante la inducción. Tanto el razonamiento inductivo como el deductivo conllevan relaciones entre diversos conjuntos de enunciados y no relaciones entre estos segundos por un lado y experiencias perceptivas por el otro.

 

Podemos suponer que hay experiencias perceptivas, de algún tipo, directamente accesibles al observador, pero no sucede así con los enunciados observacionales. Estos últimos son entidades públicas, formuladas en un lenguaje públicamente inteligible, que conllevan teorías de diversos grados de generalidad y complejidad. Una vez que se centra atención en los enunciados observacionales, en cuanto forman la supuesta sólida base de la ciencia, se puede advertir que, en contra de la pretensión del inductivista, una teoría de algún tipo debe preceder a todos los enunciados observacionales, así como que los enunciados observacionales son tan falibles como las teorías que presuponen. En otras palabras, los enunciados observacionales se deben formular, en el lenguaje de alguna teoría, por vaga que sea. Cuando pasamos a enunciados del tipo de los que dan lugar a la ciencia, los presupuestos teóricos son, menos tópicos y más evidentes.

 

De este modo, no es necesario argumentar insistentemente en favor de la existencia de presupuestos teóricos en la afirmación  «el haz de electrones fue repelido por el polo norte del imán». Así pues, los enunciados observacionales se presentan siempre en el lenguaje de alguna teoría, por lo que serán tan precisos como lo sea el marco conceptual o teórico sobre los que se sustenten. Dicho de otro modo, las teorías precisas, claramente formuladas, constituyen un requisito previo de unos enunciados observacionales precisos. En este sentido las teorías preceden a la observación. La afirmación de que el concepto de «rojo», o cualquier otro, deriva de la experiencia, y de nada más, es rotundamente falsa.

 

Hasta ahora hemos atacado la concepción inductivista ingenua de la ciencia, argumentando que las teorías tienen que preceder a los enunciados observacionales. Desde tal punto de vista resulta ser una falacia afirmar que la ciencia comienza con la observación. Veamos ahora una segunda manera de atacar al inductivismo. Los enunciados observacionales son tan falibles como las teorías que presuponen y, por lo tanto, no constituyen una base rotundamente sólida sobre la que construir las leyes y teorías científicas. Así, por ejemplo,  las nuevas escuelas de filosofía de la ciencia coinciden en que cada una de las etapas de una serie de intentos por consolidar la validez de un enunciado observacional conlleva una apelación no sólo a otros nuevos enunciados observacionales, sino también a un mayor número de generalizaciones teóricas. Este hecho está en directa contradicción con lo que podríamos esperar según la opinión inductivista, a saber, que para establecer la verdad de un enunciado observacional problemático apelamos a enunciados observacionales más seguros y quizás a leyes derivadas inductivamente a partir de ellos, pero no a la teoría.

 

Con frecuencia sucede, incluso en el lenguaje cotidiano, que un enunciado observacional que en apariencia no plantea problemas, resulta ser falaz al verse defraudada una expectativa, como consecuencia de la falsedad de alguna teoría presupuesta en la afirmación de tal  enunciado. Por ejemplo, puede que unos excursionistas que se encuentran en lo alto de una cumbre muy elevada (por ejemplo, mi amigo David Barrado de la “Bitácora estelar”)  comenten mientras echan una ojeada al fuego de campamento: «el agua está suficientemente caliente para hacer té» y luego descubran estar tristemente equivocados cuando beban el brebaje resultante. La teoría que erróneamente se había dado por supuesta es que el agua hirviendo estaba suficientemente caliente para hacer té, lo cual no tiene por qué ser así, cuando entra en ebullición a las bajas presiones que se experimentan en altitud (obviamente David es físico, por lo que no incurriría en tal estúpido cometario, pero otros con menos conocimiento y poca experiencia….¡como yo mismo!) Podrían exponerse innumerables ejemplos como el precedente, pero no es el momento ni el lugar (ver Chalmers, pp. 51 y 52).

 

Por tanto, el inductivista se encuentra equivocado en dos aspectos:

 

  • La ciencia no comienza con los enunciados observacionales, porque una teoría de algún tipo precede siempre a todos ellos, y (….)

 

  • Los enunciados observacionales no constituyen una base firme sobre la que pueda descansar el conocimiento científico, porque son falibles.

 

Sin embargo no pretendo afirmar que de esto se siga que los enunciados observacionales no deberían desempeñar ningún papel en la ciencia. No abogo (como tampoco lo hacen la mayoría de las escuelas post-induccionista) por descartar todos los enunciados observacionales a resultas de su falibilidad: Simplemente sostenemos que el papel que atribuyen los inductivistas, a los enunciados observacionales en ciencia es incorrecto, por mera ingenuidad.

 

Cuando abordemos el debate actualmente existente entre los edafólogos de formación geoestadística frente a los tipologistas como lo soy yo (los que pensamos que la fragmentación categórica de la edafosfera en edafotaxa está legitimizada) se podrá comprobar como los primeros caen en el inductivismo ingenuo llevando el debate a límites hilarantes (aunque las consecuencias no tengan ninguna gracia). De este modo pierden la razón (poca en mi opinión) que pudieran atesorar. Soy consciente que estos post no son del gusto de los internautas que visitan esta weblog. Empero con ejemplos iremos entendiendo que muchos debates científicos son pura escoria a consecuencia de la carencia de sus contrincantes en un adiestramiento filosófico mínimo. De momento, los edafometras geoestadísticos, tras su ataque y mi respuesta en una revista indexada, tienen la pelota, es decir en su página Web (Pedometrics: aquí la misiva del capo).  Su recientemente laureado líder comentó que había que darle una “debida respuesta”. Eso fue en abril de 2006, es decir hace más de ocho meses. Les espero con ganas. Os la reproduzco aquí por si acaso no se enlaza bien.

 

Classical pedology questioned and defended: questioned

Alex. McBratney

 In a rece nt issue of Eurasian Soil Science (the Russian-based soil science journal) there is a very interesting article which appears under a heading of Mathemtical Methods in Soil Classification. (A subject which we have forgotten about – but which needs a lot more work, but I digress.)

The article is

 

Ibanez, J.J., Ruiz Ramos, M., Zinck, J.A., Brú, A. 2005 Classical pedology questioned and defended. Eurasian Soil Science 88 Supp. 1, 575-580.

 

I urge all pedometricians to read it, think about it, comment on it, particularly on what implications it has for pedometrics. Is pedometrics a new paradigm that replaces classical pedology? Or is it just a quantitative adjunct? Or is it on another road altogether?I think there are some useful points in the paper. As pedometricians we are often naive in our use of soil knowledge and we can be criticised by other for this.

 

Juan José Ibáñez

Jejejejeje

Brú: es el conocido Antonio Brú

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5 comentarios

  1. Has plagiado palabra por palabra "¿Que es esa cosa llamada ciencia?" de Chalmers.

    Así yo también escribo. Por lo menos ten la decencia de dar la nota bibliografica con precisión. Para leerte a ti con tus pobres incisos leemos directamente a Chalmers, a Hanson o a Duhem, que les sacaremos más provecho

  2. Sorprendentemente agresivo tu comentario, y además injusto, se mire por donde se mire. Ya comento en estos post (y en este en concreto), que se trata de un curso introductorio, así como que se tomo la obra de Chalmers como matriz de partida. ¿Que plagio? falso. Ta he dicho sobre el tema lo que tenía que decir. Además también cosas de mi cosecha. Dices, “Has plagiado palabra por palabra "¿Que es esa cosa llamada ciencia?”. Pues claro y ya lo digo en uno de los post de este curso y lo comento constantemente. Es como si leyeras unas páginas, no entiendes el contexto, y arremetes contra el autor. Mal asunto amigo”.

    ¿Qué sacarás más provecho leyendo a….. Hanson o a Duhem (Chalmers poco ha aportado al cotarro más que este librito muy apañado)? Por supuesto, y es lo que se debe hacer si se quiere aprender y profundizar debidamente. Esto es como un cursillo introductorio, por lo que tus críticas están fuera de contexto.

    Juanjo Ibáñez

  3. Amigo Juanjo,

    Enhorabuena por tu paciencia. De nuevo te has tomado la molestia de redactar una entrada verdaderamente interesante, ofreciendo un conocimiento muy importante para la comprensión y debate de la labor científica. Además, ofreces en ella ejemplos de tu propia experiencia.

    Todo ello para recibir un comentario que es un jarro de agua fría patoso e insultante; escrito, como no, por el enésimo anónimo.

    Admiro tu serenidad para responder seria y rigurosamente.

    Algún día alguien te lo agradecerá debidamente……entretanto cuenta con el mío.

  4. Muchas Gracias Emilio,

    La verdad es que cuando dices las cosas claramente y lo único que pretendes es acercar la filosoia de la ciencia y el (los) método(s) científicos (segun la percepción de cada escuela filosófica) al gran público, este tipo de comentarios son un tanto penosos. Ni soy filósofo ni lo pretendo. Ahora bien, no estaría mal que los "listillos anónimos" que saben mucho (o dicen saberlo) bien pudieran colaborar a rellenar estas lagunas de información en Internet en lugar de criticar a los que intentamos ·divulgar", que no sentar cátedra. Pero como encima lo adviertes y pones los post anteriores y hablas del que dicen que copio, etc., etc., lo que da idea es de un analfabetismo digital (de lo que ocurre en Internet).

    Lástima que gasten el tiempo en esto y no en añadir contenidos que es lo que hace falta. Así va la Web en español de contenidos (penosa)

    Gracias Emilio y un abrazo

    Juanjo Ibáñez

  5. […] Del artículo titulado “Umberto Eco: La mirada Semiótica”,  firmado por Jorge Lozano y comprendido entre las páginas 46 y 49 del número 14 de la revista Los cuadernos del Norte, correspondiente a julio y agosto de 1982,  voy a copiar algunos párrafos que me recuerdan a ciertos contenidos del blog Un Universo Invisible referidos al Método Científico, concretamente a …: […]

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