Tipos de Conceptos Científicos: I. De Hempel a Mosterín

Como ya hemos comentado en nuestro curso básico sobre filosofía y sociología de la ciencia, y más concretamente es el post titulado: “El Círculo de Viena y el Positivismo Lógico con anterioridad a la segunda guerra mundial, los filósofos analíticos intentaron reducir el edificio de las ciencias al lenguaje de las matemáticas. Reiteramos que el proyecto fue un glorioso fracaso. Fracaso, porque pronto se dieron en cuenta a cerca de la imposibilidad de su quimérica empresa. Glorioso por cuanto, nos legaron maravillosos constructos de los que de hecho no puede prescindir la actual filosofía de la ciencia. Aunque disto mucho de en un positivista, debo reconocer que sus escritos me han resultado muy útiles en varias ocasiones. En el contexto de esta escuela, he leído varios libros de dos expertos hispanoparlantes de talla internacional, tales como son el español Jesús Mosterín y el Mexicano C. Ulises Moulines. No habíamos abordado aun un tema tan básico como la posible clasificación de los conceptos científicos. Jesús Mosterín ofrece una interesante y sencilla clasificación basada en los estudios del filósofo alemán (que desarrolló gran parte de su carrera en EE.UU.) Carl Hempel. Don Carlos, de hecho, formó parte del Círculo de Viena, siendo también uno de los proponenetes del método hipotético deductivo. Hablamos pues de uno de los mitos del positivismo lógico. Como veréis, su explicación es bastante simple. Anticipemos que puede discernirse entre tres tipos básicos de conceptos científicos: clasificatorios, comparativos y métricos. Veamos pues lo que podemos aprender de ellos. Los párrafos que expondré en primer lugar han sido extraídos de la obra de Don Jesús: Conceptos y Teorías en la Ciencia (3ª edición, ampliada y renovada; Madrid, Alianza Editorial, 2000), aunque existen varias ediciones corregidas y desconozco si es la última. Se trata de una de las pocas monografías que he detectado en castellano que aborda el más que espinoso tema de las estructuras taxonómicas. Pero hoy hablaremos de conceptos, de la forma más simple posible.

 

 

Jesús Mosterín

 

Para quien no atesore nociones de álgebra, la verdad, es que leer a los filósofos analíticos se hace muy cuesta arriba. Sus libros están repletos de expresiones algebraicas que terminan por desanimar a muchos lectores. Pero aun sin ser ducho en la materia, con un poco de tenacidad se les saca partido.  En la primera parte de este post expondré las ideas más básicas e inteligibles que presenta Jesús Mosterín al comienzo de la obra comentada, la cual recomiendo a todos los interesados que no se revuelvan en su silla al desconocer las nociones básicas de álgebra. Si yo comencé así a aprender un poco, ¿Por qué no vosotros? Paciencia. No parafrasearé a Don Jesús y me permitiré la licencia de fusilar literalmente dos páginas de su obra. Debido a que el texto es complicado, recurriré después a la interpretación que de sus ideas realizan otros expertos, con especial atención a una. Daniel González Lagier, de la Universidad de Alicante, ha elaborado una magnífica y sencilla síntesis que podéis consultar pinchando en el hipervínculo ligado a su nombre. Se trata de un artículo muy recomendable. Reiteremos que la proposición inicial es de Carl Hempel. No aportaré nada al debate, por cuanto es sencillo y estoy de acuerdo en la mayor parte de los contenidos que seguidamente os mostraré. Don Jesús comienza así el capítulo 1 de “Conceptos y Teorías en Ciencia”:

 

El mundo nos bombardea continuamente con todo tipo de radiaciones, roces y mensajes. Nuestro aparato sensorial selecciona y procesa esa información bruta que nos llega del mundo. Si tuviéramos otro aparato sensorial diferente del que tenemos, percibiríamos el mundo de distinto modo. Si nuestra retina fuese sensible a otro intervalo distinto del espectro electromagnético, veríamos un paisaje infrarrojo o ultravioleta muy distinto al que vemos. Si nuestros oídos fueran sensibles a otras frecuencias, escucharíamos un mundo ahora inaudito para nosotros. Y si tuviéramos sentidos sensibles a la radioactividad o al magnetismo, percibiríamos el mundo de un modo ahora inimaginable. Esto no significa que nuestros sentidos inventen el mundo ni que nuestras percepciones no sean objetivas. Tan objetiva es una foto en blanco y negro como una foto en color y como una radiografía. Pero nuestro aparato sensorial condiciona nuestra percepción del mundo y determina las pautas en las que ésta es posible. El mundo percibido es la resultante de al menos dos factores: nuestro aparato sensorial y el mundo exterior.

 

De igual modo, lo que pensemos y digamos del mundo no depende sólo de él, sino también de nuestro sistema conceptual, que selecciona, condiciona y determina los aspectos del mundo que tenemos en cuenta, en los que pensamos y de los que hablamos. El ?mundo pensado es también la resultante de al menos dos factores: nuestro sistema conceptual y el mundo real.

 

En nuestra actividad científica tenemos que partir de nuestro aparato sensorial y del sistema conceptual plasmado en nuestro lenguaje ordinario. Pero difícilmente podría ponerse en marcha la empresa científica si no nos fuera posible trascender las limitaciones de nuestro aparato sensorial y conceptual. Mediante un hardware adecuado, mediante instrumentos apropiados que constituyen como extensiones de nuestros sentidos -telescopios, microscopios, cámaras fotográficas y de cine, balanzas, voltímetros, cuentarrevoluciones, veletas, brújulas, barómetros, magnetófonos, antenas de radio, etc.-, podemos discriminar mucho más finamente que con nuestros sentidos y podemos captar mensajes y radiaciones inasequibles a nuestro aparato sensorial. De igual modo podemos extender y precisar nuestro sistema conceptual mediante un software adecuado, introduciendo conceptos más precisos y de mayor alcance que los del lenguaje ordinario, conceptos científicos que nos permiten describir hechos y formular hipótesis con una precisión y universalidad crecientes.

 

El progreso de la ciencia no siempre consiste en el aumento del número de verdades que conocemos. La noción de verdad es relativa a la de enunciado, y ésta a la de concepto. Qué verdades haya depende de qué conceptos empleemos, y muchas veces el progreso de la ciencia consiste no en un aumento del número de verdades expresadas con un sistema conceptual dado, sino en el cambio del sistema conceptual, en su ampliación o extensión o en su sustitución por otro.

 

El mundo no está estructurando de por sí de un modo unívoco. Somos nosotros los que lo estructuramos al proyectar sobre él nuestros conceptos. Así, propiedades como la temperatura o la inteligencia no son intrínsecamente cualitativas o cuantitativas, sino que ese carácter sólo está en los conceptos que empleamos para hablar de ellas. Sin embargo, una vez introducidos ciertos conceptos de un determinado modo, ya no podremos usados a nuestro antojo, sino sólo siguiendo los perfiles que la realidad adopte al proyectar sobre ella dichos conceptos.

 

El importante papel desempeñado por los conceptos en la teorización científica ha despertado el interés de los metodólogos y filósofos de la ciencia, que en las últimas décadas les han prestado una atención especial. Lo primero que salta a la vista es la gran variedad de los conceptos científicos. Unos -como pez, fuerza o calor- proceden del lenguaje ordinario, algunas de cuyas nociones intuitivas precisan; otros -como ARN mensajero, fonema o entropía constituyen creaciones artificiales ligadas a nuevos descubrimientos o teorías. Pero unos y otros se articulan de mil modos distintos en el seno de múltiples y heteróclitas teorías. ¿Cómo hincar el diente en esta profusión de conceptos distintos? La investigación reciente ha mostrado que uno de los puntos de vista más fecundos para el estudio metacientífico de los conceptos es el de su estructura formal o matemática. De hecho, la profusa variedad de los conceptos científicos se reduce desde este punto de vista a unos pocos tipos básicos, fundamentalmente a tres:

 

·          los conceptos clasificatorios

·          los conceptos comparativos

·          los conceptos métricos

 

?Clasificaciones: condiciones formales de adecuación

 

Un concepto clasificatorio sirve para referimos a un grupo determinado de objetos o sucesos que tienen algo en común. Los sustantivos y adjetivos del lenguaje ordinario suelen corresponder a conceptos clasificatorios: hombre, mujer, árbol, camión, azul, puntiagudo, muerto. Algunos de los conceptos clasificatorios del lenguaje ordinario -bicho, pájaro, enorme- son demasiado vagos para poder ser incorporados al lenguaje científico, pues no determinan unívocamente la clase de las cosas a las que se aplican. Sin embargo otros, más precisos -como urraca, olmo o hirviente-, pueden ser incorporados sin más trámite que el de la explicitación de las notas comunes a todos los objetos a los que se aplican. De todos modos, el repertorio de conceptos clasificatorios de un lenguaje natural determinado -sea el náhuatl o el inglés, el suahili o el italiano es siempre muy limitado y claramente insuficiente para las necesidades de la ciencia. Así, cada pueblo suele disponer de conceptos de los animales y plantas visibles y frecuentes en la zona que habita, pero no de los organismos invisibles a simple vista o de los animales de otras partes del mundo. Por ello, las comunidades científicas se ven obligadas a introducir numerosos conceptos clasificatorios nuevos y artificiales en el lenguaje científico.

 

En la ciencia los conceptos clasificatorios no suelen introducirse aisladamente, sino en conjuntos llamados clasificaciones. Para que una clasificación -o sistema de conceptos clasificatorios- sea aceptable ha de cumplir dos tipos de condiciones de adecuación. Por un lado, unas condiciones formales de adecuación, comunes a todas las ciencias, y, por otro, ciertas condiciones materiales de adecuación peculiares de la ciencia de que se trate.

 

En general, cuando hablamos de una clasificación esperamos que

 

·          esté perfectamente delimitado cuál sea el ámbito o dominio de individuos que vamos a clasificar

·          que a cada concepto clasificatorio corresponda al menos un individuo de ese ámbito

·          que ningún individuo caiga bajo dos conceptos clasificatorios distintos y….

·          que todo individuo del ámbito en cuestión caiga bajo alguno de los conceptos de la clasificación.

 

La extensión de un concepto es la clase de las cosas a las que ese concepto se aplica. Si identificamos los conceptos clasificatorios con sus extensiones, entonces podemos resumir las condiciones formales de adecuación de una clasificación (no solapante) diciendo que la clasificación debe constituir una partición, en el sentido matemático de este término.

 

1 Esta división de los conceptos científicos aparece claramente formulada en Carl G. Hempel: Fundamentals Concept Formation in Empirical Science, The University of ChICago Press, 1952, pp. 50 Y ss.

 

 

 

Carl Hempel

 

Un texto muy sencillo puede encontrase en esta página Web que ofrece un resumen sobre la visión de Mosterín de los conceptos científicos. Veámoslo:

 

Dice Jesús Mosterín que la profusa variedad de conceptos científicos se puede reducir a tres tipos de conceptos: clasificatorios, comparativos y métricos. Los conceptos clasificatorios vienen dados por los sustantivos y adjetivos del lenguaje ordinario y corresponden a lo cualitativo, mientras que los conceptos métricos corresponden a lo cuantitativo y los conceptos comparativos o topológicos a un tipo intermedio. Ahora bien, según Mosterín, «los conceptos métricos, también llamados conceptos cuantitativos o magnitudes, no tienen correspondencia en el lenguaje ordinario. Son una creación original del lenguaje científico». Quizá sea esa la razón por la que algunas personas con muy buena capacidad verbal tienen enormes dificultades con lo cuantitativo y temen a las matemáticas y a los números como a una especie de misterio.

 

Daniel González Lagier, nos ofrece así la visión de Hempel y Mosterín sobre los conceptos científicos. Tan solo recogeremos unos pocos párrafos, aunque el texto merece la pena ser leído en su totalidad, dado su interés y claridad.

 

Una conclusión de lo anterior es que la prueba es relativa a la red conceptual con la que tratamos de comprender el mundo. «Qué verdades haya depende de qué conceptos empleemos», dice Jesús Mosterín [Mosterín, 2003, pág. 16]. Esto plantea inmediatamente un problema de objetividad: si los conceptos varían, el resultado de la prueba varía. Con las mismas pruebas podemos obtener resultados probatorios distintos cambiando solamente la definición de los conceptos que usemos. Por ello es relevante tener criterios para controlar la corrección de las reglas conceptuales. Este es el problema del fundamento de este tipo de enlaces, que, como he sugerido, remite a las condiciones formales y materiales de adecuación de los conceptos. La pregunta es: ¿qué quiere decir que una regla conceptual es correcta?

 

2. Los filósofos de la ciencia distinguen tres tipos de conceptos: clasificatorios, comparativos y métricos [Mosterín, 2003, págs. 17 y ss; Moreso, 1995, 364 y ss.;Estany, 1993, págs. 112 y ss]. Los conceptos clasificatorios son aquellos que ubican un objeto o hecho en una clase; se refieren, por tanto, a un grupo determinado de objetos o hechos que tienen una propiedad en común. En el lenguaje común son conceptos clasificatorios los sustantivos y algunos adjetivos (algunos ejemplos de Mosterín: «hombre, mujer, árbol, camión, azul, puntiagudo, muerto»). En ciencia los conceptos clasificatorios se introducen por grupos, formando clasificaciones (por ejemplo, los mamíferos se clasifican en monotremas, marsupiales, insectívoros, primates, etc.). Los conceptos comparativos son aquellos que permiten comparar en qué grado dos objetos (o hechos) poseen una misma propiedad en común (por ejemplo, «dureza», «antigüedad», «altura», etc.). Los conceptos métricos o cuantitativos (como «peso», «edad», «masa», «tiempo», etc.) son aquellos que asignan a los objetos o hechos un número o magnitud (de manera que no sólo se puede decir que un objeto pesa más que otro, sino cuánto más). En la prueba judicial podemos encontrar conceptos de todos estos tipos; por ejemplo, «grado de parentesco» es un concepto comparativo (que puede convertirse en métrico fácilmente, asignando un valor a cada grado) y, sin duda, muchos conceptos introducidos por peritos especializados son conceptos métricos. Sin embargo, los conceptos de causalidad, acción, intención, etc., que en cierto sentido podemos considerar los conceptos básicos de la «lógica de la responsabilidad», son conceptos clasificatorios: como he señalado antes, su función es clasificar los hechos individuales en una u otra clase de hechos. Aquí me ocuparé sólo de las condiciones de adecuación de los conceptos clasificatorios.

 

(…) La distinción entre clases naturales y clases convencionales recuerda a la distinción entre hechos observacionales y hechos teóricos, que ha sido superada ya por los filósofos de la ciencia (aceptando que todos los hechos tienen ambos componentes [Estany, 1993, pág.111]. Ulises Moulines nos ha advertido sobre el riesgo de tomar dicotomías de este tipo (teórico/observacional, objetivo/subjetivo, hecho/valor, etc.) como distinciones tajantes, separadas por espacios insalvables. En su lugar, propone verlas como referencias a extremos de una misma línea continua: «La función heurística -escribe- de las bipolaridades coneptuales es que nos conminan a construir (o reconstruir) un espectro de gradaciones o niveles reales entre dos tipos ideales extremos» [Moulines, 1991, pág. 31]. Parece bastante razonable aplicar esta misma sugerencia a la distinción entre clases convencionalmente construidas y clases naturales: no todos los conceptos clasificatorios pueden verse como clases naturales, pero eso no quiere decir que puedan prescindir totalmente de la estructura de la realidad y no tengan alguna (más o menos remota) conexión con ella. A medida que nos alejamos del extremo de las clases naturales nos encontramos con conceptos que dependen cada vez más de nuestra interpretación del mundo, de las estructuras que construimos para comprenderlo, pero no por ello pueden ignorar la realidad. A medida que avanzamos hacia los conceptos más dependientes de nuestras interpretaciones y convenciones, las condiciones de adecuación material establecidas por la realidad se debilitan. ¿Qué queda en su lugar? ¿Cuáles serían las condiciones materiales de adecuación de los conceptos «menos naturales»? (…)

 

Jesús Mosterín Semblanza:

Fuente: ComunidadSmart

 

Filósofo español, nacido en Bilbao. Catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Barcelona desde 1982 y profesor de Investigación del Instituto de Filosofía del CSIC desde 1996. Además es miembro titular del Institut International de Philosophie (París), de la Academia Europaea (Londres), de la International Academy of Philosophy of Science, y fellow del Center for Philosophy of Science (Pittsburgh). Ejerce como profesor invitado en universidades de Europa, Asia y América, y desde 2000 preside el Proyecto Gran Simio en España.


Mosterín es uno de los raros pensadores que se mueven con facilidad en la frontera entre la ciencia y la filosofía. Autor de veintitrés libros y de más de un centenar de artículos en diferentes medios, colabora habitualmente en El País, recibió el Premio Ortega y Gasset 1999 al mejor libro de ensayo y pensamiento por su obra ¡Vivan los animales! En la colección Espasa Fórum ha publicado Los lógicos, que combina la narración de las vidas fascinantes y atormentadas de los fundadores de la matemática moderna con la exposición rigurosa de sus aportaciones teóricas. También dirige una Historia de la filosofía, de la que han aparecido hasta el momento los volúmenes dedicados a la filosofía antigua. Algunos de sus últimos libros dedicados a la ciencia son Conceptos y teorías en la ciencia, Diccionario de lógica y filosofía de la ciencia, Ciencia viva y La naturaleza humana.

 

 

Mosterín Sobre la obra de Hempel Fuente: aquí

 

Carl Hempel, el último de los filósofos clásicos de la ciencia, ha muerto el 9 de noviembre en Princeton a los 92 años de edad. Hempel (como Carnap, Reichenbach o Einstein) fue uno de esos alemanes cuya emigración a América en 1937, huyendo del nazismo, marcó el tránsito de la hegemonía intelectual de Alemania a Estados Unidos. Allí fue profesor en las Universidades de Chicago, Yale, Princeton y Pittsburgh.

 

Hempel hizo diversas contribuciones seminales a la filosofía de la ciencia: estudió la formación de los conceptos científicos y estableció su clasificación canónica, examinó el papel de las leyes generales en la historia y analizó los criterios y las paradojas de la confirmación. Sobre todo ofreció (junto con Oppenheim) el primer análisis preciso de la explicación científica, en su artículo de 1948 titulado Estudios sobre la lógica de la explicación. Ignorado durante una década, casi universalmente aceptado en los años sesenta, y objeto de todo tipo de críticas desde entonces, lleva ya medio siglo como punto de referencia obligado de todas las discusiones sobre la explicación.

 

Las preguntas científicas típicas son preguntas de qué, cómo y cuánto que piden descripciones. Más problemáticas son las preguntas de por qué, que exigen explicaciones. Ya Aristóteles había contrapuesto el conocimiento meramente descriptivo del qué al conocimiento explicativo del por qué, y había identificado este último con la ciencia. La filosofía de la ciencia (como la ciencia misma) no puede describir toda la complejidad de su objeto (en este caso, la actividad científica), sino que tiene que conformarse con ofrecer modelos simplificados. El primer modelo de la explicación científica fue el modelo nomológico deductivo de Hempel: explicar un hecho consiste en deducir el enunciado que describe ese hecho a partir de leyes científicas generales y de condiciones iniciales particulares. Explicar unas leyes consiste en deducirlas de otras más generales.

 

El modelo hempeliano de la subsumpción de hechos particulares diversos bajo leyes generales comunes se cumple en muchos casos. La ley de conservación del momento angular explica tanto la diferencia de los periodos orbitales de los planetas (en función de su distancia al Sol) como la diferencia en velocidad angular del giro del patinador sobre hielo (según la separación de sus brazos respecto al tronco). En otros casos falla. Decimos que la posición del Sol en el firmamento explica la de la sombra en el reloj de sol, y no a la inversa, aunque la definición de Hempel se cumple en ambos casos. Algunos pretenden aclarar la diferencia por la asimétrica relación causal, pero la noción de causa es todavía más oscura que la de explicación y suele definirse como factor explicativo, por lo que caemos en la circularidad. Cientos de artículos y libros desgranan los muchos defectos del modelo hempeliano, aunque hasta ahora nadie ha logrado ofrecer un modelo alternativo que haya suscitado parejo consenso.

 

Gran parte de la ciencia actual es probabilista. En su libro de 1964, Aspectos de la explicación científica, Hempel introdujo dos modelos de la explicación estadística: el modelo estadístico deductivo, en el que las regularidades estadísticas son deducidas de otras leyes estadísticas más amplias, y el modelo estadístico inductivo, en el que los hechos singulares se explican subsumiéndolos bajo leyes estadísticas. Este último es dudoso, pues esos hechos particulares (la desintegración de un isótopo radiactivo concreto) no son explicables en sentido alguno, aunque la estadística de hechos del mismo tipo (la frecuencia de desintegración de isótopos del mismo tipo) sí sea explicable.

 

Bas van Fraassen piensa que la función de la ciencia es hacer predicciones y no ofrecer explicaciones. A las explicaciones les atribuye un valor meramente pragmático o psicológico: son herramientas conceptuales para reducir nuestra ansiedad o sorpresa ante lo inesperado, excepcional y sorprendente. De todos modos, la realidad nunca deja de sorprendernos. El mundo está entretejido de azar y es en gran parte inexplicable.

 

Creo que ya hemos ofrecido la suficiente información como para que podáis defenderos sobre la naturaleza y limitaciones de los conceptos científicos. Como veis, ni para los filósofos analíticos actuales la clasificación de los conceptos científicos se encuentra carente de problemas. Lo mismo podemos decir a la hora de discernir lo natural de lo artificial, o lo objetivo de lo subjetivo.

 

Lo que no sabe don Jesús es el debate en el que me vi inmiscuido en el Comité Científico Asesor de la Presidencia del CSIC cuando esta última propuso su entrada en la Institución sin pasar por los cauces normales (concurso de méritos). De ocho candidatos yo voté en contra de seis. Justamente, los únicos que recibieron mi beneplácito fueron Jesús Mosterín y Javier Etxebarria. Al final todo aquello me pasó factura, como siempre.  Un día os contaré la historia. 

 

Juan José Ibáñez

 

Continuará…….

 

 

Post sobre conceptos científicos

 

Tipos de Conceptos Científicos: I. De Hempel a Mosterín

Tipos de Conceptos Científicos: II. Conceptos Comparativos

Tipos de Conceptos Científicos: III. Conceptos Métricos

 

Sumario de los post editados en “Curso Básico sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia hasta este post (pinchar en los números para desplegar los post)

 

¿Qué es esa cosa llamada Ciencia?

El Método Científico

Curso Básico sobre Filosofía y Sociología de la Ciencia

Reduccionismo Epistemológico

Ciencia e Inducción [1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13,]

El Círculo de Viena y el Positivismo Lógico [41]

Filosofía de Karl Poper: El Falsacionismo [14, 15, 16, 19, 20, 21, 23, 24, 25, 26]

Filosofía de la Teoría de la Evolución y Sociedad   [17, 18],

Naturaleza y enseñanza de la Ciencia [22]

Las Teorías Científicas Como Estructuras Complejas

La Filosofía de Imre Lakatos  [28, 29, 30, 31, 32]

La Filosofía de Thomás Kuhn [33, 34, 35, 36, 37]

Filosofías Radicales de la Ciencia: Feyerabend y más  [38]

Filosofía de la Ciencia versus filosofías científicas [39]

¿Es la mente fractal? [40]

¿Filosofía Cuántica? [42]

Seredipidad o Serendipia y la Lógica de los Descubrimientos Científicos [43]

El Dudoso Estatus de los Ciencia Modelos de Simulación Predicativos [44]

Filosofía de la Tecnología y Ortega y Gasset [45]

Los Conceptos y Sus Limitaciones: Vivir en la Incertidumbre [46]

Nominalismo, Realismo y Conceptualismo: Sobre el significado de concepto [47]

Pensamiento Analógico y Pensamiento Digital: Acerca de lo Continuo y lo Discreto [48]

El Discurso Científico, Conceptos Contrarios y Jean-Marc Lévy-Leblond [49]

Sobre Ciencia, Filosofía de la ciencia y religión : [50]

Clasificaciones, la Percepción del Mundo y el Progreso Acumulativo de la Ciencia [51]

El Concepto de Especie, Tipos de Suelo y la Filosofía de la Ciencia: Realismo Promiscuo [52]

Números mágicos [53]

Bruno Latour y los Estudios Sociales de la Ciencia [54, 55, 58, 59, 60]

Reduccionismo epistemológico y ontológico (las teorías del todo) [56]

Sobre lo continuo y lo contiguo  [57]

Tipos de Conceptos Científicos: [61, 62, 63]

 

 

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7 comentarios

  1. Me parece muy importante su aporte para la comprension del profesor Mosterin. el cual de verdad no me parece nada facil. He intentado profundizar en el concepto de conocimiento que el maneja. Su carga matemática o algebraica para explicar me confunde aún más. quisiera saber cual es la relacion con la educacion que el profesor tiene desde sus planteamientos. Repito, su artículo me permite mayores comprensiones. quisiera, por favor que me responda.

  2. Zulema,

    Tienes razón que los filosifos análiticos utilizan mucho el álgebra lo que dificulta entenderles bien para los que no saben mucho del tema. Hay que tener paciancia y reeleer varias veces y buscar otras fuentes. Pero ki caso es muy particular.

    He dedicado mucho tiempo a estudiar las estructuras metemáticas de las taxonomías biológicas y de suelos (como ya expuse en algunos post). Ya publiqué cuatro artículos sobre el tema y dos más están apunto de salir.

    Utilicé otras herramientas metemáticas (estadistica, fractales, teorema de Bayes,, etc.). Ahora bien, leí muchos trabajos y libros, como corresponde y poco a poco comencé a entenderle. Ten encuenta que diversos auores analizan las taxonomías desde diferentes puntos de vista y al final vas encuendrando todo en un marco general. En este caso particular he trabajado años, pero era por intereses profesionales. Eso me ha permitido hacer post expresando sus ideas de una manera más simple, que también he utilizado a veces en las publicaciones científicas, ya que en otras especialidades tampoco puedes escribir con términos algebraícos, teoría de conjuntos, etc.

    Espero haberte servido de ayuda. No hay errores (en este caso). No te preocupes. Otra cosa es que Mosterín esté de acuerdo con todo lo que digo yo, no como le interpreto. Debes diferenciar mi parte persona (mis ideas) de mis comentarios sobre sus estudios (sus ideas: ahí si que debo necesariamente seguirle lo más fielmente posible).

    Juanjo Ibáñez

  3. Necesito saber en donde puedo encontrar lo siguiente tipos y caracteristicas de hechos cientificos oral y escrito

  4. Un par de comentarios sobre lo leído:
    – No todos los filósofos analíticos utilizan un lenguaje matematizado. Muchas obras de Russell son totalmente discursivas. Searle, Ryle, Strawson… Hay muchísimos filósofos analíticos que no usan ni una sola fórmula.

    – Es un error (por desgracia muy común, Popper no se cansaba de quejarse de ello) adscribir el método hipotético deductivo al positivismo (lógico, o a secas). La filosofía falsacionista (que es la que postula este método) es justamente una reacción CONTRA el positivismo (concretamente, contra el positivismo lógico).

    Un cordial saludo,

    Pablo Usabiaga
    Universidad Nacional del Sur
    Bahía Blanca, Argentina

  5. Hola Pablo,

    Hay que distinguir dos fases en filósofos como Russell, Whitehead, wittgenstein.

    En la primera intentaron reducir todo al languaje de las matemáticas. En vista de su fracaso luego arremetieron contra esa empresa. Mira sus bibliografías enteras y te darás cuenta que son tres filósofos y dos filosofías personales diferentes para cada uno: una antes y otra después de tal iniciativa.

    Saludos cordiales

    Juanjo Ibáñez

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