El sistema económico sustentado por la ideología de la globalización, ha comenzado a hacer aguas por todos los lados. A la crisis hipotecaria en USA   ( que también puede a afectar a España, según el Fondo Monetario Internacional) le ha seguido una de mayor gravedad ambiental y humanitaria, que comienza a conocerse como el Tsunami alimentario.  Casi todos los expertos reconocen que podemos estar en los albores de una gran recesión económica de consecuencias imprevisibles y gravedad sin precedentes. Y aquí entra la complicidad de los “biofueleros” (por no etiquetarlos como “biofuleros”). Ellos también son  cómplices. Me refiero a todos aquellos todos aquellos que me llamaron loco cuando pronostiqué lo que iba a ocurrir. ¿Profeta?: ¡ En absoluto! Bastaba con informarse de lo que comenzaba a acontecer en el tercer mundo (pero no leyendo la prensa española), así como de echarle un poco de sentido común: “el menos común de los sentidos”, incluso para los políticos y magnates que gobiernan el mundo. Así no podemos seguir.

 

 

 

Las Garras de la Globalización. Fuente: Sens de la Vie

 

¡ No!. No voy a descubrir nada nuevo, al menos para aquellos lectores de mi generación o  de mayor edad (alguna recompensa debía tener la vejez, aunque no muchas, claro está). Sin embargo, considero que es mi obligación refrescar la memoria de algunos e informar a los jóvenes de “otra verdad incómoda”. Y esta ciertamente lo es, más aún que la del calentamiento climático, por cuanto este último es una mera consecuencia de lo que os voy a narrar. Todos estáis sobradamente informados de la crisis alimentaria que azota a la humanidad, así como que se ha llegado a tal extremo de que en menos de dos años la globalización ha generado 100 millones más de desdichados ciudadanos hambrientos (aunque se pronostica que afectará a más de 1.000 millones solo en Asia). Obviamente, atribuir a una sola causa tal desastre humanitario sería actuar como la masa enfurecida que busca linchar a alguien al que atribuye todos sus males. No obstante, si el problema se ha agravado tan drásticamente en un breve lapso de tiempo, me puedo atrever a decir que se debe a dos causas incuestionables: la histeria de los biocombustibles y la incorporación a la economía de mercado de dos dragones asiáticos que añaden miles de millones de personas a esta jauría comercial insostenible denominada globalización. Hablamos de China e India, principalmente. Pero adelantemos ya que se trata de simples síntomas de problemas de mucho mayor calado: una economía delirante y un crecimiento demográfico aún más descabellado.

 

Aunque la Unión Europea y EE.UU. siguen intentando justificar lo injustificable, son realmente las cabezas que impulsaron el surgimiento de los dragones asiáticos. ¿Quién sino alentó una iniciativa tan criminal como el acuerdo del libre comercio?: ¿Quién si no ha alentado el uso de los biocombustibles? He escrito muchos post sobre la irracionalidad de la agroenergética. Advertí, cuando casi nadie la cuestionaba, que iba a generar una mayor pobreza mundial, mientras recibía insultos, descalificaciones y amenazas (borradas en la mayor parte de los casos). He sido crítico con ciertos movimientos ecologistas, y acusado a aun blogger de la CAM (Antonio Ruiz Elvira, para ser más explícito) de su manifiesta irresponsabilidad por alentar lo que hoy ya nadie duda: no se pueden cambiar vidas por litros de biocombustibles. No podemos ocultar que existen las más variopintas maneras de incurrir en un genocidio. Y una de ellas es poner en marcha iniciativas insensatas. No leo con frecuencia la prensa escrita, aunque debo suponer que estáis informados de los disturbios que causa la brutal subida de los alimentos en numerosos países pobres (en vías de desarrollo se me antoja en este momento como un eufemismo de mal gusto). Y no hablemos ya de las desastrosas consecuencias medioambientales de la agroenergética: pérdida de biodiversidad, deforestación, contaminación por agroquímicos, e incluso incremento de las emisiones de CO2 a la atmósfera. Justamente todo lo contrario que de lo que alegaban los biofuleros (en los que incluyo al Señor Al Gore). Por ejemplo, deforestar bosques primigenios en Borneo (una joya de la biodiversidad del planeta apenas explorada) sobre suelos turbosos de varios metros de espesor significa emitir a la atmósfera una cantidad de gases de invernadero que no puede justificarse desde ningún punto de vista, por cuanto las cosechas que palien tal brutalidad tardarán, en el mejor de los casos, varios decenios en compensar la cantidad ingente que ya es un hecho en ese paradisíaco lugar (entre otros muchos, por supuesto). Y todo ello sin contar con la contaminación que generan (agroquímicos a mansalva) y la consabida e irreversible pérdida de uno de los escasos tesoros que permanecían sin apenas ser explorados.

 

Estos días, mientras en la Unión Europea (UE) y EE.UU. los políticos siguen defendiendo la producción de biocombustibles de primera generación, la ONU, la FAO, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, entre otros, han dicho que ¡ ya basta !, o en lugar de ser 100 millones de afectados serán miles que pronostica en Banco Asiático. Pero nuestros mandatarios más que tozudos parecen sordos y ciegos. Hoy mismo (19 de abril de 2008) leía como Presidente de Turno de la UE, mantenía su defensa numantina de los biocombustibles, a pesar de que por fin la Agencia Europea de Medio Amiente y el Centro de Investigación Conjunta de la propia Comunidad Europea, hacían públicos sendos informes en los que se cuestionaban, tanto las comentadas bondades socio-ambientales, como la eficiencia y beneficios de la agroenergética. Más que lamentable, me parece indignante y punible: ¿A que juegan?    

 

¿Y que ocurre con China o la India? Simplemente lo que cabía prever. Países con tales masas de población no pueden incorporarse tan rápidamente a una economía de mercado sin desajustar todo el engranaje. Y el capital lo sabía sobradamente. No son tontos, sino codiciosos sin escrúpulos, y a las pruebas me remito. Permítanme que les narre una historia que leí en Investigación y Ciencia (versión en castellano de “Scientific American”) hace ya casi ¡dos décadas!.

 

Lamentablemente no tengo el artículo a mano y la editorial que publica la revista en nuestro idioma no parece tener un buscador de sus artículos (de seguir por la misma línea desaparecerá de los quioscos en pocos años), pero me dejó huella. Pues bien, un investigador comenzó a sopesar las consecuencias de la incorporación de China a la economía de marcado. Con tal motivo, realizó el siguiente “experimento”. Tras analizar el consumo mundial de carne, calculó que efectos tendría sobre el mismo si cada chino “comiera un filete de carne a la semana» ¿Resultado?: ¡colapso total, imposible, inviable, insustentable!. ¿Pero es que el ciudadano chino no tiene derecho a un filete a la semana? ¿Quién lo duda? Empero los recursos son finitos. Sin embargo, conviene retrotraerse aún más: varias décadas atrás, más concretamente a 1978, con vistas a conocer que opinaba un su momento un “grupo de sabios” («como detesto estas palabrejas») conocido por el “Club de Roma”.                  

 

 

 

Lo que el futuro nos depara. Fuente: Santocaos

 

Pues bien, el Club de Roma de acuerdo a Wikipedia se institucionalizó en 1970, pretendiendo analizar los siguientes problemas que aquejan a la humanidad.

  •  deterioro del medio ambiente físico
  • crisis de las instituciones
  • burocratización
  • enajenación de la juventud
  • violencia
  • educación inadecuada,
  • brecha creciente entre países pobres e industrializados
  • crecimiento urbano incontrolado
  • inseguridad en el empleo
  • satisfacción decreciente obtenida en el trabajo,
  • impugnación de los valores de la sociedad,
  • indiferencia ante la ley y el orden,
  • inflación y disrupción monetaria

¿Os suena todo esto? ¿Creéis que hemos superado tales vicisitudes? La página Web oficial de este colectivo de sabios es la siguiente, aunque podéis también analizar parte de sus contenidos en el “Capítulo Español del Club de Roma”.  Hoy casi todos los que nos preocupamos por lo que ocurre en el Planeta firmaríamos muchas de las preocupaciones  que aparecieron en su archiconocida obra: “Los límites del Crecimiento”. Cuando la leí me dejó un sabor agridulce. Llegaron a insinuar incluso (aunque no recuerdo exactamente si en esta obra u otra del mismo colectivo) como, alternativa a un incremento demográfico insostenible, el crecimiento “0”, lo cual enojó lógicamente a los países pobres, por cuanto sus repercusiones hubieran sido la de perpetuar las gravísimas desigualdades sociales entre los países. Ahora bien, las preocupaciones eran las mismas que las que padecemos hoy en día y expondremos seguidamente. 

 

 

 

El Dios de la Globalización. Fuente: santocaos

 

Sin embargo, los defensores a ultranza de la globalización económica, sustentándose en que una buena parte de las predicciones del Club de Roma no fueron exactas. (como suele ocurrir, ya que la ciencia no es perfecta, y ni los modelos de simulación que utilizaron pitonisos), arremeten sin misericordia contra una de las obras capitales de este “grupo de sabios”. Como botón de muestra, baste leer el comentario de Jorge Alcalde para Libertad Digital titulado, “Los Limites del Crecimiento treinta años después”.  Debería saber que este tipo de colectivos, como la ciencia misma, no suelen acertar en sus previsiones. Lo mismo ha ocurrida décadas después con el Informe Stern, al reconocer su autor (hace pocos días) que se habían subestimado (en 2006) las repercusiones del recalentón planetario. Un resumen del mencionado documento sobre los límites del crecimiento, elaborado por los expertos (o catetos, según el Señor Alcalde) del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT), puede encontrase en el siguiente de la página Web de la Universidad de Málaga.

 

Permítanme que elabore un “mix” entre lo que nos narra Wikipedia y Jorge Alcalde para que se hagan una idea de que llevamos 30 años de retraso, con vistas a solucionar los problemas que nos apremian con tanta urgencia, dada su gravedad. Así, de acuerdo a Wikipedia:

 

 

 

Los límites del Crecimiento.

 

El informe Los límites del crecimiento, encargado al MIT por el Club de Roma fue publicado en 1972, poco antes de la primera crisis del petróleo. La autora principal fue Donella Meadows pero también contribuyeron Dennis Meadows y Jorgen Randers. El informe se basa en la simulación informática del programa World3, creado por los autores del informe con el objetivo de recrear el crecimiento de la población, el crecimiento económico y el incremento de la huella ecológica de la población sobre la tierra en los próximos 100 años, según los datos disponibles hasta la fecha. La tesis principal del libro es que, en un planeta limitado, no es posible un continuo crecimiento económico, y estos límites pueden ser de dos tipos: de recursos naturales y de la capacidad de la tierra para absorber la polución sin mermar la calidad del medio ambiente.

 

El programa informático World3, en diversas simulaciones da como resultado una extralimitación en el uso de los recursos naturales y su progresivo agotamiento, seguido de un colapso en la producción agrícola e industrial y posteriormente de un decrecimiento brusco de la población humana. Es por eso que los autores exponen como una posible solución a este colapso el «crecimiento cero» o «estado estacionario«, deteniendo el crecimiento exponencial de la economía y la población, de modo que el uso de los recursos naturales que quedan no sean mermados por el crecimiento económico para que de esa forma puedan perdurar más en el tiempo.

 

Es posible modificar las tasas de desarrollo y alcanzar una condición de estabilidad ecológica, sostenible, incluso a largo plazo. El estado de equilibrio global debería ser diseñado de manera que las necesidades de cada persona sobre la tierra sean satisfechas, y que cada uno tenga iguales posibilidades de realizar su propio potencial humano.

 

En 1992, 20 años después de la publicación original, se actualizó y publicó una nueva versión del informe titulado “Más allá de los límites del crecimiento”, en la cual, en base a los datos recolectados desde entonces, se exponía que la humanidad ya había superado la capacidad de carga del planeta para sostener su población. Una versión actualizada, con el título “Los límites del crecimiento: 30 años después”, fue publicada el 1 de junio del 2004 por la “Chelsea Green Publishing Company”. En esta versión se actualizan e integran las dos versiones precedentes.

 

Veamos ahora parte del contenido del comentario de Jorge Alcalde sobre el Club de Roma, el cual comienza adornando con un “Pinocho” (como muestra de la gran cantidad de falsedades vertidas en “Los Límites del Crecimiento”:

 

Ni la constatación de que la primera versión de este libro ha fallado en la mayor parte de sus predicciones, ni el creciente clamor de buena parte de la comunidad científica sobre algunos de sus errores de bulto, ni el abandono de sus postulados por algunos gurúes que con más entusiasmo los defendieron, ni (…) son suficientes para impedir que se edite la tercera versión de uno de los estudios más controvertidos, criticados y, para muchos, erróneos del mundo de la ecología y la economía: Los límites del crecimiento

 

Corría el año 1972 cuando un grupo de jóvenes investigadores del MIT, auspiciados por el Club de Roma y enardecidos por la lectura de las teorías sobre el crecimiento de Malthus (que algún científico ha calificado del mayor desatino en la historia de la ciencia demográfica), pusieron en marcha un programa informático de proyección del futuro que iba a convertirse en el adalid del ecologismo catastrofista. (…) el mundo se queda sin recursos. La industrialización y el mercado son herramientas devastadoras que agotarán la Tierra en pocas generaciones. El crecimiento demográfico es insostenible. Se impone dejar de crecer y establecer nuevas vías de desarrollo respetuosas con el medio ambiente.

 

Bajo el título Los límites del crecimiento, Donella Meadows, Jorgen Randers y Dennis Meadows, entre otros, editaron una de las obras más leídas, vendidas, comentadas y seguidas del ecologismo, quizás el libro que más ha hecho por la difusión de ese concepto indefinido y absurdo de «desarrollo sostenible».

 

Veinte años después (…) Y ahora llega la tercera versión: Los límites del crecimiento, 30 años después, editada en España por Galaxia Gutenberg.

 

(…) Baste decir que el concepto malthusiano de crecimiento exponencial de la población, eje central de la propuesta de los autores y del informe subsiguiente del Club de Roma, ha sido desmentido hasta la saciedad. A pesar de ello, la idea de que la población mundial crece exponencialmente y el mundo se quedará sin recursos para todos en unas pocas centenas de años es uno de los memes que más perversamente se han instalado en la cultura colectiva.

 

No hay colegio, libro de naturaleza (…) ni profesor progre que no eduque a los más pequeños y menos avisados alumnos bajo esta premisa ecoalarmista.

 

Sí, no cabe duda: el mundo se agota, y los culpables no son otros que los malvados agentes de la industria, el mercado, la avaricia de Occidente. Nadie parece acordarse de que, por ejemplo, el informe de 1972 advertía de que el planeta se quedaría sin reservas de petróleo en 1990. (…).

 

La actualización ahora publicada no corrige estos errores, por supuesto. (…)  Porque, en realidad, ¿qué ha ocurrido en estos 30 años que revisa la obra? Pues, sencillamente, que hemos experimentado un progreso gigantesco en todas las áreas de actividad humana: vivimos más, la longevidad se ha duplicado en sólo un siglo, la mortalidad infantil ha descendido drásticamente (de 1 de cada 5 niños en 1959 a 1 de cada 18 en 2001); el número absoluto de personas con carencias nutricionales severas ha descendido en tres décadas de un 35 a un 18%; en el Tercer Mundo cada vez hay más gente con acceso a la televisión o la nevera, los coches, los ordenadores o el vídeo.

 

No quiere esto decir que el planeta esté exento de problemas, y que no sea imprescindible prestarles atención. Pero un solo dato sería necesario para atacar la línea de flotación del libro: desde 1962 la población mundial se ha duplicado; sin embargo, tenemos más comida que nunca. La curva de consumo de calorías per cápita en el mundo rico y en el pobre es directamente proporcional al crecimiento demográfico. No sólo el crecimiento parece no tener límites, sino que puede impulsar la búsqueda y la obtención de nuevos recursos, estrategias más eficaces, tecnologías más productivas e inocuas. (…).

 

La reedición de la obra no ofrece gran cantidad de material nuevo.(…) Quizás haya actualizado algo su lenguaje, para arrojarse definitivamente en los brazos de la demagogia más exhibicionista. Véanse, por ejemplo, algunas de las características de la «sociedad sostenible» en que a los autores les gustaría vivir: «Sostenibilidad, suficiencia, igualdad y belleza como máximos valores sociales»; «alguna manera de incentivar que las personas den lo mejor de sí mismas a la sociedad»; «dirigentes honrados, respetuosos, humildes»; «una economía que sirve al medio ambiente»; «razones para vivir y para pensar bien de nosotros mismos que no impliquen la acumulación de bienes materiales»… (…)

 

A este lenguaje insustancial y facilón se le pretende dotar de peso científico mediante dos estrategias (…) La primera es la referencia a los modelos de simulación informática como fuente de predicción del futuro. Modelos que, en ninguno de los casos en que se utilizan (desde el clima a las proyecciones sobre el mercado de valores), sirven más que de eso: de modelo estadístico, de herramienta de calibrado de hipótesis.(…). La segunda estrategia con que el libro pretende dotarse de seriedad científica es el uso de constantes notas, referencias bibliográficas, gráficos, menciones a la autoridad de otras instituciones. Pero un cuidoso repaso a las mismas servirá al lector para darse cuenta del terrible peso que en ellas tienen las organizaciones ecologistas y las instituciones apriorísticamente afines a las tesis ecoalarmistas.

 

(…) vuelve a salir a la luz uno de los tratados que más daño han hecho a la concepción del mundo de varias generaciones, que más se ha manoseado para defender el anticapitalismo, la antiglobalización, el antiamericanismo, el antiprogreso, la anticiencia, la antitecnología… y todos esos «anti» tan queridos por los que dicen estar a favor de la naturaleza. (…): ¡ni una, señores, no dieron ni una!

 

El Señor Alcalde en frases omitidas, pero que podéis encontrar en el texto original enlazado, tiene  parte de razón en tres cuestiones concretas. La primera hacer creer que los “output” de los modelos son verdades científicas, cuando no es así (ya  comienzan a criticarse las conclusiones del IPCC basadas en los resultados de los actuales modelos de circulación general de la atmósfera). La segunda es que este tipo de “Clubs” una vez cometida su función debieran desaparecer. Vivir tres décadas sacando algún librito, de vez en cuando, es una sin razón. Se trata de entes que tienden a perpetuarse, mientras otros siguen apareciendo. Al final habrá cientos de estos “grupos de sabios” que no resuelven nada, porque nadie les escucha, incluso cuando llevan razón. Por último, concuerdo con él en que el alarmismo, o que “la cultura del catastrofo” es sumamente perniciosa, como ya nos advierte la fábula del “pastor, el lobo y la ovejas”.  Efectivamente, un día llegará el lobo y nadie creerá al pastor. Sin embargo, La fe ciega que muestra el Sr. Alcalde en la globalización y el progreso tecnológico, están siendo cuestionadas hasta por los propios gobiernos de las mismas superpotencias.

 

 

 

El Futuro ya está aquí. Fuente: santocaos

 

Cierto es que el crecimiento demográfico no ha resultado ser exponencial (por fortuna). Sin embargo también se ha duplicado la población mundial desde 1962. Obviamente, el paradisíaco progreso de los países pobres que nos narra el Sr. Alcalde dista mucho de la realidad. Y justamente por esa razón, la población mundial no ha crecido tan deprisa, por cuanto hambrunas, epidemias, guerras sin fin y algún que otro brutal control demográfico (p. ej. China) han aliviado la situación. ¿Verdad? No creo que fueran los televisores y las calorías que alega el mencionado paladín del progreso globalizante.    

 

Por mucho que mareemos la perdiz, los recursos terrestres son finitos, incluido el propio espacio habitable. Se podrá dilatar el problema de los límites reales del crecimiento, pero no pasaremos de ahí. Al final, o exportamos parte de la población a los espacios siderales, o (…). No podremos reservar espacios naturales, biodiversidad, etc., ni prevenir la contaminación de aguas, tierras y aire (que ya es un hecho, si aceptamos el calentamiento climático y leemos los sucesos que nos narra la prensa sobre la degradación y contaminación de los recursos naturales). El sistema se ha tambaleado justamente porque cientos de millones de chinos e indios se han unido a la juerga planetaria globalizante, gracias a la deslocalización empresarial en su búsqueda de sustituir sueldos razonables por mano de obra barata, bajo unas condiciones de trabajo vejatorias e insalubres tantas veces denunciadas (“incluso por el propio gobierno chino hace tan solo unos días»).

 

El Sr. Alcalde descalifica el informe porque no se ha cumplido un crecimiento exponencial. ¡De acuerdo!. Quizás este fuera potencial o lineal. La cuestión es que en Asia sigue siendo frenético, mientras que en África se ha frenado “gracias (¿?) a la miseria, guerras y enfermedades que azotan a sus habitantes ante la indiferencia de los países ricos, en parte responsable por sus intereses inconfesables en aquél continente. La cuestión estriba en que el crecimiento demográfico sigue siendo un serio problema y cada vez somos más en busca de espacio, alimento y bienestar.

 

No nos engañemos, una cuestión es el desarrollo económico y otra bien distinta como se hace. Tanto China como la India han iniciado una revolución industrial al estilo de la inglesa del siglo XIX, es decir a costa de la morbilidad y mortalidad de sus ciudadanos, que trabajan en condiciones terribles y sufren todo tipo de miserias. Dicho de otro modo, cada vez los ricos son más obscenamente ricos y los pobres trágicamente pobres (salvo el exiguo porcentaje de nuevos ricos en aquellos países).  Pero cuando unos pocos millones de chinos e indios (porque si fueran muchos……) comienzan a cambiar sus hábitos alimentarios también se les acusa indirectamente de generar más ruido en el marcado. ¿Qué van hacer? ¿Seguir comiendo arroz ahora que pueden acceder a paladear mejores manjares? ¿Por qué no invertimos nosotros los nuestros?

 

Y es aquí en donde entran en juego los biocombustibles, secuestrando a la población más desheredada su ya paupérrimo alimento. Y por mucho que el Sr. Alcalde diga lo contrario, las revueltas populares aparecen por doquier y no producimos las suficientes cantidades de grano como para abastecer la demanda mundial. Una buena parte de los ciudadanos de los países asiáticos (incluida China, como reconocen sus gobernantes) pasan hambre, por lo que han comenzado a cortar la exportación de sus propias producciones de cereales. Y mientras el barril del contaminante petróleo bate records casi diariamente, la crisis energética atenaza la economía mundial, hasta el punto que el Banco Mundial y el FMI (¿organizaciones ecologistas Sr. Alcalde?) han dado la voz de alarma a nivel mundial.

 

Ahora repasen ustedes las preocupaciones del Club de Roma y analicen sus pecados. Reiteramos que las predicciones de los modelos numéricos que emplearon no han resultado fiables, como suele ocurrir con harta frecuencia cuando se utilizan tales instrumentos. Pero demorar no es fracasar. Los problemas a los que aludieron son los mismos que están en la palestra de la actualidad ¿O no? Y mientras la población mundial sigue creciendo, la biotecnología nos quiere hacer inmortales, o que como mínimo vivamos varios siglos. ¡Éramos pocos y parió la abuela!. Porque además demandan tierras, arables para montar sus “huertos biotecnológicos”. Ahora resulta que deberíamos repartir los recursos agrarios en tres lotes: uno para la producción de fármacos, otro para el biofuel y un tercero con vistas  a alimentar a la población mundial. El sistema se resquebraja por la simple razón de que la codicia  de los ricos les ha tornado en invidentes. El modelo económico no funciona, y no lo digo yo, sino altos mandatarios internacionales como el propio presidente francés. Devolviéndole la pelota al Sr. Alcalde, ¿se tratan también de odiosos ecologistas también de ecologistas?

 

Entiendo que hablar de control demográfico es desagradable. De hecho tan solo he visto en este país a Santiago Grisolía, hacer de tripas corazón y plantar cara al asunto. ¡Que pocos hay como él en un inmenso mar de hipocresía! Algunos aducirán que parte del alza de los precios se debe también a la especulación y “volatilidad del mercado” (“volatilidad”, una palabra más bella utilizada en el más sórdido de los asuntos que nos podamos imaginar). ¿Pero quien genera estos problemas?: los mismos que defienden las bondades de la globalización.  ¿O son los que padecen hambre?

 

Pero retornemos antes de finalizar al meollo de la cuestión:

No podemos seguir aumentando la población indefinidamente, salvar la naturaleza (más aun con la inmortalidad a cuestas) no agotar los recursos naturales, etc. 

 
No podemos continuar con un modelo económico despilfarrador y generador de profundas desigualdades sociales

 
No podemos desear un crecimiento “0” mientras existan tantos desequilibrios norte-sur

 
No podemos impedir que otros ciudadanos deseen legítimamente alcanzar mayores cuotas de bienestar

Cuando se habla de control de la natalidad casi todas las religiones ponen el grito en el cielo. Prácticamente nadie e se atreve a tocar este espinoso asunto, por cuanto atenta a las libertades individuales y religiosas. ¡Tabú, tabú! todos los ciudadanos que vivimos en los países de la opulencia (cada vez menor, dicho sea de paso) nos parece bien la búsqueda de una sociedad más equitativa mientras no nos quiten ni una pizca del bienestar que hemos logrado. Siempre he detestado el catastrofismo, pero podéis estar seguros que comienzo a estar más que preocupado: ¡atemorizado!, Y no soy yo, un experto de la ONU ha dicho de que los biocombustibles de primera generación son “a crime against humanity”, es decir “un crimen contra la humanidad”.

 

¿Quien le pone el cascabel al gato?  

 

Juan José Ibáñez

 

 

PD. El domingo, 11 de mayo de 2008, el expresidente Felipe González también arremete contra los que consideran que los biocombustibles son parte del problema y no de la solución. Ok. Ya le daremos la debida respuesta en esta bitácora.

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8 comentarios

  1. Creo, interesante en estos momentos leer desapasionadamente el libro de Julian Simon, The Ultimate Resource ll.

    Se puede leer en

    http://www.juliansimon.com/writings/Ultimate_Resource/

    Es un libro de cabecera para todo aquel que quiera adentrarse un poco en todos estos temas aunque no se este de acuerdo con el.

    Una manera interesante para ver la situacion es establecer como origen de coordenadas los precios de las materias primas frente al precio del oro u otra materia prima como el petroleo y observar, como nos afectan las politicas monetarias y la verdadera inflacción real.

    Un saludo, mucho animo y muchas gracias por el trabajo del blog

  2. Risho gracias por la información que has aportado.

    Un cordial saludo

    Juanjo Ibáñez

  3. Es muy interesante la imagen de Las Garras de la Globalización. Fuente: Sens de la Vie

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