Si bien solemos achacar a las tecnologías la crisis ambiental que sufre el planeta, no estaría de más recordar que estas  son el fruto de la visión que el hombre atesora de la naturaleza. Obviamente, diferentes culturas y civilizaciones, difieren en sus cosmologías a cerca de la relación entre el hombre y la naturaleza. Querámoslo o no, tales perspectivas suelen estar relacionadas con las religiones, desde diversas perspectivas. Así por ejemplo, de acuerdo al “Antiguo Testamento”, Dios ofreció a Adán y Eva el disfrute  del Edén. La cuestión que debiera plantearse, antes de que comieran la fruta del árbol prohibido es: ¿sin límites o con ellos? Otras muchas culturas reverencian a la “Madre Tierra”, a través de deidades, por cuanto estas les otorgan unos bienes que deben respetar por cuanto, de no hacerlo, los dioses se enojarían y descargarían su cólera contra quienes abusen de ella. Así, nos encontramos con dos cosmologías, una fuertemente antropocéntrica frente a otra mucha más respetuosa con el medio ambiente. La primera es generadora de abusos ambientales, mientras la última ha sido acusada de ser la causa del retraso de unas culturas frente a otras (¿retraso de que, y respecto a que?). Desde luego, no soy teólogo ni experto en la historia de las religiones, por lo que no abundaré en detalles, muchos de los cuales son confusos o ambiguos. Lo que nadie puede discutir es que la ciencia y la tecnología actual nacen en el seno de la civilización occidental. Por mucho que un científico quiera observar, analizar y controlar la naturaleza de una manera “objetiva”, su ideología es producto de una civilización en la que las raíces religiosas se encuentran impregnando sus concepciones del mundo. Así pues, no podemos desligarnos de las mismas con facilidad, por cuanto se encuentran fuertemente arraigadas en nuestro inconsciente colectivo. Del mismo modo, la evolución e incremento de la complejidad de las civilizaciones deviene en que muchos de los individuos que las componen se alejen paulatinamente del contacto del mundo natural, para volverse hacia los propios productos, léase aquí artefactos tecnológicos y estructurales (p. ej. grandes urbes) que ellas mismas generan. Una fe ciega en que los desarrollos tecnológicos terminaran por arreglar todos nuestros desatinos precedentes, bien pudiera estar en la raíz del derrumbe de muchas sociedades antiguas y, por que no, ser también el origen del ocaso de la nuestra. Separar ciencias humanas y sociales de las ciencias más duras y tecnologías deviene en que “los árboles no nos dejen ver el bosque”.

La tradidición judeo-cristiana aleja al hombre de la naturaleza

Procedencia: Isaac López Peñas: sobrleyendas

Me adentro en un tema un tanto espinoso, pero como hemos defendido en post anteriores, la ciencia y tecnología son construcciones sociales. Como corolario, entender nuestras acciones obliga a hurgar en las fuentes de las que se nutren nuestras concepciones más profundamente arraigadas. En la tradición judeo-cristiana, por ejemplo, no abundan (aunque si existen) en ejemplos de respeto y amor a la naturaleza. De la bien conocida (para nosotros) narración de Adán, Eva, el paraíso terrenal y Dios, bien pudiera desprenderse que el último nos otorgara todos los bienes de la biosfera y geosfera para su disfrute. Ahora bien ya sabemos que los denominados textos sagrados atesoran-padecen de muchas potenciales interpretaciones.

Cuando se alimenta la idea de que la naturaleza se creó para nuestro gozo y disfrute, dejamos de ser parte de la biosfera (Gaia), para hundirnos en un solitario y arrogante egocentrismo. Es decir nos alejamos “en ciertos sentidos” de aquella. Si por el contrario, si partimos que somos parte del “ecosistema global”, nuestras concepciones, y como corolario acciones, tenderán a alterarlo en la menor medida posible, es decir a ser respetuosos con ese ente del que formamos indisociablemente parte. Los desastres ambientales a los que se enfrenta la humanidad, pueden entenderse en la medida que la tradición judeo-cristiana ensalza al hombre sobre la naturaleza, segregándonos de ella. El sombrío devenir de nuestra cultura debiera hacernos recapacitar sobre tal premisa con vistas a adoptar otra ideología que no enfrente al hombre con la naturaleza.

Los fundadores de la ciencia occidental, sesgados por las ideas arraigadas en su cultura, abrieron caminos para lo malo y para la bueno. Así por ejemplo,  una de las frases más célebres de Francis Bacon, concernía a la posición que el hombre ilustrado debe atesorar frente al mundo natural. Así, Salvador Corrales señala en la Revista electrónica “Razón y Palabra”:

La noción científica de la realidad tiene sus orígenes en la revolución del pensamiento del siglo XVI, cuando Sir Francis Bacon con el propósito de conferir al hombre poder sobre la Naturaleza, postuló la ciencia como posibilidad de predecir para poder actuar, fundada exclusivamente en la observación y experimentación de los hechos que pueden ser captados por los sentidos. “Es necesario poner a la Naturaleza sobre el potro de tormento para arrancarle sus secretos”, fue su máxima, que con el tiempo habría de llevar a desproveer a la Naturaleza de vida y entenderla con la metáfora de la máquina, desechando la filosofía de las culturas tradicionales que siempre entendieron al Universo como un gran organismo pleno de vida.

Del mismo modo, acerca de la obra El Contrato Social, escrita por Juan Jacobo Rouseeau, en este hipervínculo se nos informa de que:

Dice Rousseau que una sociedad no da libertad debido a la existencia de la división del trabajo y de la propiedad privada, que provocan el dominio del hombre por el hombre. Bien se puede comparar esta situación con las narraciones del Génesis (la Biblia) donde Adán y Eva son los dueños del paraíso con la libertad que les otorga Dios sobre una naturaleza limpia de la que pueden disfrutar libre y cómodamente sin ningún obstáculo ni problema alguno ya que no hay presencia de pecado.

No debe extrañarlos pues, aunque si preocuparnos, que ciertos políticos defiendan, incluso desde sus convicciones más profundas, que: “El Planeta está al servicio del hombre, no el hombre al servicio del Planeta«.

Desde el punto de vista de las libertades que todos debemos defender, nada que objetar. Ahora bien, sostengo que tal visión nos está conduciendo aun callejón sin salida. La degradación global que sufrimos, con toda seguridad, no tiene precedentes en la historia de la humanidad. Sin embargo, también es cierto que conforme el ser humano se distancia del mundo natural, gracias al progreso tecnológico, aumenta nuestro analfabetismo ecológico. Es decir, no logro discernir cual da las dos razones (creencias arraigadas y/o alejamiento de la naturaleza derivada de la propia evolución socio-cultural) se encuentra causando la crisis ambiental que padecemos. Posiblemente la esbozada dicotomía sea errónea, y las dos actúen sinérgicamente.

Y así los científicos no somos ajenos a tal disyuntiva. Mientras los biotecnólogos defienden que “tocando los genes” paliaremos los males del mundo actual, los defensores de la geoingeniería se han creído que la biosfera es algo con lo que podamos experimentar alegremente. En consecuencia proponen disparatados proyectos a escala planetaria que bien pudieran acabar de una vez por todas con los males de la biosfera, es decir provocando nuestro propio holocausto. Como podréis observar abajo, el debate entre los que consideran que tales empresas son un disparate ecológico (geopiratería), y los que aun no se han enterado de que la biosfera no es una laboratorio permanece abierto, hoy más que nunca.

Resumiendo, soy de la opinión, de que no se puede dejar a los científicos jugar alegremente con nuestro futuro, en tanto en cuanto no firmen y obedezcan un “contrato social” que garantice nuestras libertades. Obviamente, lo mismo sería cierto en lo que concierne a políticos y otras fuerzas fácticas.

Por tanto, con vistas a “poder decidir” nuestro futuro, debemos necesariamente abordar una previa deconstrucción de nuestra cultura, con vistas a analizar seriamente sus contenidos. Dicho de otro modo, resulta ser una falacia que, sobre la ciencia y la tecnología recaiga la responsabilidad del devenir de la humanidad. Las ciencias sociales tienen mucho que ofrecer, tanto o más que aquellas. Al fin y al cabo, unas son producto de las otras.

Os dejo ya con unas notas sobre el debate entre geoingeniería, también llamada por muchos ecólogos geopiratería y anti-geoingeniería, Debería quedar claro que, la mayor parte de los ecólogos profesionales consideran tales proposiciones un desatino. Como veréis ingenieros y tecnólogos, por su formación, tienden en mayor medida a apoyar tales potenciales tecnologías. Empero bajo el paraguas de los estudios del calentamiento de la atmósfera se esconden todo tipo de ideologías, por no hablar de credos y creencias. No nos engañemos, la objetividad en estado químicamente puro brilla por su ausencia.

La primera noticia comienza explicando la opinión de los que claman la urgencia de tomar medidas drásticas (“hacer algo ya dicen”), terminando por los que defienden la barbarie de “algunas” de tales disparatadas propuestas. La segunda, que explica como la Sociedad Americana de Ecología rechaza abierta y contundentemente las ideas más radicales de los “geoingenieros” o geopiratas. En cualquier caso, maticemos que algunas propuestas son razonables y viables aunque otras muchas no. Ingenieros y tecnólogos suelen desconocer como funcionan los ecosistemas así como la ignorancia que aun padecemos sobre su estructura y dinámica. De ahí que muchos de sus alegatos tan solo demuestren su falta de conocimientos, lo qcual, a la postre justifica la insensatez de sus reclamos. Finalmente lo que será, será.

Juan José Ibáñez

Técnicas para «descarbonizar» el planeta

Desde hace décadas muchos grupos de investigación en todo el mundo trabajan en soluciones novedosas al calentamiento global. Desde fertilizar los océanos con hierro, modificar las nubes para que reflejen más luz solar al espacio o desarrollar árboles artificiales. Ideas que en la mayoría de los casos no han pasado de proyectos y de algunas páginas en revistas científicas.

FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A. 15/02/2010

El objetivo principal en la lucha contra el calentamiento global era, y sigue siendo, estabilizar la concentración de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera reduciendo las emisiones de gases de efecto invernadero, esto es, las llamadas acciones de mitigación que conduzcan a bajar «los humos» al planeta.

Sin embargo, en los últimos años las voces a favor de la llamada geoingeniería vuelven a oírse con fuerza, toda vez que el consenso científico apunta a que no nos podemos permitir que la temperatura media del planeta suba más de 2 grados centígrados sobre los niveles preindustriales. En los últimos cien años los termómetros ya señalan una temperatura medios 0,7 grados superiores a dichos niveles. Y el calentamiento continúa. Así, el año 2009 terminó como el quinto más cálido desde que comenzaron los registros meteorológicos fiables en 1850, sólo por detrás de 2005, 1998, 2007 y 2006, según los datos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Por tanto, la tendencia de calentamiento es clara y parece que nos acercamos rápidamente a un punto crítico en la cuestión del cambio climático.

Y el fracaso estrepitoso de la Cumbre del Cambio Climático en Copenhague, donde las propuestas de reducción de emisiones por parte de los mayores emisores del mundo no tienen carácter vinculante, no han hecho más que acuciar un debate que hasta hace bien poco quedaba al margen de la «hoja de ruta» para luchar contra el calentamiento global.

¿Es la geoingeniería una solución definitiva al calentamiento global o un salvoconducto hasta que se generalice la llamada economía baja en carbono? El pasado mes de agosto, en un detallado estudio del Instituto de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido, se aseguraba que la geoingeniería no es una solución global al calentamiento, no es una «panacea», pero podría ser otro de los componentes potenciales en el enfoque del cambio climático, que podría proporcionar al mundo tiempo extra para descarbonizar la economía mundial.

UNAS DÉCADAS DE PLAZO

Según Tim Fox, uno de los autores del estudio, el planeta sólo dispone de unas décadas para reducir los gases de efecto invernadero, y en ese tiempo no será posible que se produzcan cambios radicales en la economía global, en nuestro comportamiento y en las fuentes de energía y el uso que de ellas hacemos. Mientras tanto, la solución estaría en la geoingeniería, o lo que es lo mismo, que el hombre intervenga a gran escala en el sistema climático de la Tierra. Y esto puede hacerse de dos formas: retirando los gases de efecto invernadero (principalmente CO2) de la atmósfera o reduciendo la cantidad de radiación solar que el sistema climático absorbe.

Las técnicas para intentar lograr estos objetivos son muchas y variadas. Muchas de ellas serán discutidas el próximo mes en California en un congreso que reunirá a investigadores de todo el mundo. Mike MacCracken, investigador del Instituto del Clima en Washington, y quien ha diseñado el programa científico de esta conferencia explica que ha llegado el momento de discutir sobre estas técnicas. En declaraciones a The Guardian afirma que hasta ahora «la mayor parte de la discusión acerca de la geoingeniería se centra en que se debe esperar a que lleguemos a una situación de emergencia. Aunque, bueno, la gente del Ártico puede decir que ya está en una situación de emergencia», afirma.

Algunas de las técnicas planteadas hasta el momento sólo requieren aplicar la física y la química para manipular el clima. Así, se propone el uso de aerosoles estratosféricos, compuestos de azufre brillante que pulverizados en la parte alta de la atmósfera ayudarían a reflejar la luz solar. Sus defensores destacan que es una técnica barata y fácil; sus detractores afirman que tendría efectos secundarios en el régimen de lluvias de todo el planeta.

La misma interferencia en los patrones de lluvia, y también de viento, podría producirse en el caso del llamado blanqueamiento de nubes. Esta técnica, cuya ventaja principal radica en que puede desactivarse a voluntad, requeriría de una flota de buques por todos los océanos que se dedicarían a pulverizar un «spray» compuesto de agua de mar. La evaporación provocaría la formación de brillantes cristales de sal, que reflejarían la luz solar de vuelta al espacio.

Hay otras opciones que requieren algo de imaginación y de visión futurista. Es el caso de la propuesta de poner en órbita en el espacio una especie de sombrilla gigante para bloquear la luz solar. Esta idea tendría más posibilidades si se hace con miles de millones de pequeños espejos, si bien es muy costosa e impracticable con la tecnología actual.

TÉCNICAS DE BLOQUEO SOLAR

Son todas técnicas que se refieren al enfriamiento de la Tierra esquivando el reflejo solar. El año pasado, un influyente informe de la Royal Society concluyó que la geoingeniería de métodos que bloquean el sol «puede proporcionar una solución potencialmente útil de respaldo a la mitigación a corto plazo si lo que se necesita es una reducción rápida de la temperatura global en un momento dado».
En este sentido, pero dirigida a conseguir un efecto más local, se ha lanzado muchas veces la idea de que los tejados se pinten de blanco para contrarrestar el efecto de «isla de calor» de las ciudades. Está demostrado que las ciudades con altas concentraciones de tráfico tienen hasta 4 grados centígrados más de temperatura que los suburbios o núcleos del extrarradio, lo que conlleva un mayor uso del aire acondicionado. Los expertos calculan que estos tejados reflectantes pueden reducir el consumo energético de un edificio hasta un 60 por ciento.

Por su parte, Nem Vaughan, de la Universidad de East Anglia (Inglaterra) y uno de los autores del estudio del Instituto de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido, asegura que todas las técnicas que se refieren al enfriamiento de la Tierra esquivando el reflejo solar «sólo consiguen enmascarar el problema». Por eso, desde este centro abogan por las técnicas que pretenden eliminar el carbono de la atmósfera y almacenarlo.

SUMIDEROS» DE CARBONO

Además de las tecnologías ya en prueba de captura y almacenamiento de carbono en yacimientos agotados, hay sobre la mesa otras ideas que pretenden imitar lo que la naturaleza hace por sí misma. El Instituto de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido propone adherir a la fachada de los edificios tubos llenos de algas, que se encargarían de absorber el CO2, y luego esta biomasa puede convertirse en carbón vegetal y enterrarse.

Otra de las opciones que lleva tiempo discutiéndose, con ensayos que han resultado muy polémicos, es la fertilización oceánica. Se trata de verter hierro en el mar para favorecer el crecimiento del plancton, que «atrapa» el dióxido de carbono de la atmósfera. No obstante, plantea complicaciones para hacerlo a gran escala, por lo que en los últimos tiempos esta idea pierde adeptos.

El investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Carlos Duarte explica a ABC Natural que estas técnicas «son interesantes desde el punto de vista científico, pero no son ni operativas ni fiables, además de que hoy por hoy estamos a tiempo de ejercer otras opciones».

En este sentido, los océanos y los ecosistemas marinos son un potente «sumidero» de CO2. Hace pocos meses un informe de la ONU sobre la capacidad de absorción de los ecosistemas encargado a un grupo de científicos, entre ellos el propio Duarte, aseguraba que basta con preservar las praderas submarinas, marismas y bosques de manglar para conseguir un efecto equivalente a un 10 por ciento de la reducción de CO2 necesaria para mantener la concentración de este gas en la atmósfera por debajo de las 450 partes por millón, límite considerado como máximo para que la temperatura no aumente más de 2 grados.

Y es que los ecosistemas marinos como manglares, praderas submarinas o marismas, pese a ser menores en superficie que los bosques tropicales del planeta, tienen un poder entre 3 y 10 veces superior de capturar y almacenar CO2 de la atmósfera. Como dice Duarte, «lo tenemos delante de nuestras narices, así que sólo hace falta conservarlo». Estos ecosistemas están desapareciendo a un ritmo siete veces mayor que hace 50 años, liberando por tanto el CO2 absorbido hasta el momento. Se calcula que cada año se pierde entre el 2 y el 7% de estos sumideros naturales.

BOSQUES EN EL DESIERTO

Los otros sumideros de CO2 están en tierra, son los bosques, que día a día van perdiendo presencia como consecuencia de la conversión en tierras de cultivo y de los incendios forestales. Ante este retroceso vegetal, algunos investigadores proponen «plantar» árboles artificiales. Según cálculos del Instituto de Ingenieros Mecánicos del Reino Unido, un «bosque» de 100.000 árboles artificiales podría contribuir a reducir las emisiones de dióxido de carbono en diez o quince años.

La propiedad de estos árboles consiste en un filtro que captura el CO2 de la atmósfera, que luego se adhiere a un material absorbente y se almacena bajo tierra de la misma forma que ya se está haciendo con la captura de gases directamente de las plantas de producción.

Según el investigador y catedrático de la Universidad de Columbia, Wallace Broecker, padre del término calentamiento global y que en los últimos años respalda investigaciones encaminadas a la captura a gran escala de CO2, esta técnica «no es más cara, porque el coste no está en capturar sino en extraer y recuperar el CO2 de allí donde lo hemos logrado atrapar. Las plantas de producción suelen estar cerca de las ciudades, por lo que el CO2 luego debería ser conducido al lugar donde lo vamos a enterrar. Si lo extraes directamente de la atmósfera, lo puedes hacer justo donde lo vas a almacenar. Por eso creo que lo mejor sería colocar estos dispositivos que imitan a los árboles en zonas desérticas».

Tanta modificación del paisaje y tanta interferencia en el sistema climático siguen encontrando muchas reticencias en buena parte de la comunidad científica. Recientemente un informe de la Sociedad Sueca para la Conservación de la Naturaleza afirmaba que la geoingeniería es «un acto de geopiratería», advirtiendo que «el mundo se enfrenta al riesgo de elegir soluciones que pueden convertirse en nuevos problemas globales»; esto es, peor el remedio que la enfermedad.


Autor:   Araceli Acosta

Ecologists Outline Necessary Actions for Mitigating and Adapting to a Changing Climate

ScienceDaily (Jan. 31, 2010) — Global warming may impair the ability of ecosystems to perform vital services — such as providing food, clean water and carbon sequestration — says the nation’s largest organization of ecological scientists. In a statement released Jan. 26, the Ecological Society of America (ESA) outlines strategies that focus on restoring and maintaining natural ecosystem functions to mitigate:

«Decision-makers cannot overlook the critical services ecosystems provide,» says ESA President Mary Power. «If we are going to reduce the possibility of irreversible damage to the environment under climate change, we need to take swift but measured action to protect and manage our ecosystems.»

ESA recommends four approaches to limiting adverse effects of climate change through ecosystem management:

Prioritize low-alteration strategies. Many ecosystems sequester a sizable amount of carbon — simply allowing them to function naturally can significantly help mitigation efforts. Deforestation, for example, has a two-fold impact: removing agents of carbon sequestration — trees in this instance — while simultaneously releasing stored carbon. Therefore, preserving forests is a straightforward way to both reduce and offset emissions.

Critically evaluate management-intensive strategies. Management strategies that seek to increase carbon sequestration above natural levels should undergo thorough life-cycle analysis and evaluation prior to implementation. For example, increasing carbon uptake on agricultural lands — one approach to enhancing the sequestration potential of ecosystems — typically requires more fertilizer than standard processes; the tradeoff, therefore, is higher emissions and pollution associated with fertilizer production.

Acknowledge the ecological implications of geoengineering. Understand the potential risks associated with engineering the environment, called geoengineering, and the unintended negative impacts that could emerge from long-term or widespread use. For example, injecting sulfur particles into the atmosphere to reflect solar rays would have a cooling effect but could also increase acid rain and destabilize weather patterns.

Address long-term risks. Assess the far-reaching consequences of ecosystem alterations. Monitor carbon stores sequestered under given management practices and develop or apply models to forecast ecosystem responses several decades into the future.

In addition to mitigating climate change, steps should be taken to prepare ecosystems to withstand climate change impacts. Human activity has impaired the natural resilience of many ecosystems. ESA outlines four adaptation strategies to safeguard ecosystem services in the face of climate change:

Take additional steps to protect water quality and quantity. Freshwater resources are at particular risk from the interaction of climate change and intensification of human use. Rising temperatures have already lowered river flows, warmed surface waters and dried out wetlands. Sustaining freshwater resources is critical to both environmental and public health. Enable natural species migration across human dominated landscapes. Create and maintain wildlife corridors across jurisdictions and private lands to help species relocate and adapt as habitats shift with climate change. Steps should be taken to restore the ability of native species to migrate across landscapes severely fragmented by human land use.

Improve capacity to predict extreme events. Monitoring and modeling natural disturbance and recovery processes at regional scales will help state and federal agencies understand and respond to novel rates and intensities of environmental change.

Manage collaboratively at the ecosystem level. Many natural resources and services, such as fresh water, clean air and crop pollination, are not contained within jurisdictional boundaries; resource management should reflect this and operate at the ecosystem level. «Even conservative warming projections show that natural systems will experience unprecedented stresses, including shifting habitats and ecological processes and more frequent and severe natural disturbances, such as fires, floods and droughts,» ESA says in the statement. «These unavoidable changes will require management that addresses ecological thresholds, tipping points and other sources of uncertainty.»

According to the Intergovernmental Panel on Climate Change, global temperatures could rise 1-6 degrees C by the end of the 21st Century.

«The sooner such strategies are deployed, the more effective they will be in mitigating the extent of change and helping us to adapt to inevitable changes.» ESA says in its statement.The Ecological Society of America‘s statement is available at

http://www.esa.org/pao/policyStatements/pdfDocuments/Ecosystem%20Management%20in%20a%20Changing%20Climate.pdf

Story Source: Adapted from materials provided by Ecological Society of America, via EurekAlert!, a service of  AAAS

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2 comentarios

  1. Mis enfoques llevan la vision de mundo un poco mas allá de lo etereo… sin terminos de polemizar… solo que cada quien se ve influenciado por elentorno que lorodea y subestimatanto la escencia natural asu alrededor que lo bello puede ser necesariamente util como lo oscuro necesita de la luz… mis mejores deseos ya que el enfoque que se hace permite vincular nuestra realidad tropical de un constante dinamismo bioenergetico contrastando con la zona templada que presenta la estacionalidad de los climas….. podemos dialogar y reflexionar en forma de red y estare encantado de analizarlo en una buena ocasion saludos desde Venezuela..

  2. Gracias Ramón,
    Estaremos encantados de que nos ofrezcas tus puntos de vista, si bien en muchos post yo también intento separar las distintas realidades de lo tropical frente al sesgo de los estudios realizados en clima templado, cuyos resultados, acríticamente, intentan extrapolarse a otros ambientes.
    Un saludo Juanjo Ibáñez

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