Suele ser norma que aquellos que hacemos más uso de los recursos que existen en el ciberespacio seamos también bastante proselitistas, comentado sus bondades, pero soslayando también algunos de sus negativos efectos colaterales, directos e indirectos, que también los padece. El olvido del pasado acecha actualmente a la ciencia contemporánea. Y tal hecho resulta muy grave, por cuanto nos impide entender y escribir su historia correctamente. Varios problemas nos aquejan en este sentido, siendo uno de ellos, aunque no el único, la digitalización de documentos y el uso intensivo del material contenido en el ciberespacio. Obviamente existen otras amenazas, ya reales, es decir en marcha. Entre estas podríamos citar las modas en materia de investigación (vivimos en un mundo dominado por la imagen, más que por el contenido, al que los propios científicos no somos ajenos), los criterios de valoración de la tan cacareada “excelencia” y el dominio del suahili (anglosajón) como lengua universal de comunicación científica. Iremos hablando de todos ellos en post sucesivos. Fomentar las TIC y el ciberespacio es loable, aunque reconocer sus inconvenientes, resulta imprescindible, si deseamos evitarlos. Urge rescatar un patrimonio científico-cultural que se encuentra ya severamente lesionado y sesgado. Existe ciencia muy buena, a demás de útil, que fue realizada décadas atrás y hoy parece haberse esfumado de la bibliografía por arte de magia. Y por hacerlo, a menudo redescubrimos la dinamita creyéndonos geniales cuando en realidad lo fueron hace décadas sus verdaderos proponentes. De este tema hablaremos en este post.

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Anales de Edafología y Agrobiología. INSTITUTO NACIONAL DE EDAFOLOGIA Y AGROBIOLOGIA (CSIC Madrid)

¡No!. No se trata de un post nostálgico escrito por un viejito defensor de que “todo tiempo pasado fue mejor”, aunque si pienso hacia el abismo al que parece dirigirnos la bobalización económica……. ¡Ni mucho menos!. Mi preocupación ha surgido por varios motivos diferentes. Tan solo abordaré los que se me antojan más relevantes, aunque hay más.

 He venido constando con preocupación que ciertas publicaciones en revistas científicas de mucho prestigio (y no tan solo de suelos, sino en las propias Science, Nature, PNAS), hacen gala de descubrir ciertos “hechos”, cuando en realidad ya aparecían como “verdades científicas” en muchos libros de texto durante mi formación universitaria. Obviamente habla el edafólogo, pero también un ecólogo de vocación (mi tesis versó sobre ecología del paisaje). Y tal amnesia deviene, en buena parte, de que cada vez se baja menos a la biblioteca, por cuanto pensamos atesorar lo más importante en formato digital. ¿Cierto o falso? Al menos en muchas disciplinas puede ser una falacia. Y a las pruebas me remito, varias de las cuales denuncie en su momento en esta bitácora. En consecuencia, me atrevería a asegurar que esas publicaciones vetustas, no digitalizadas, atesoran ya “ciertos descubrimientos” que, al parecer, están por aun por venir. Y si no al tiempo.

 Muchas editoriales tan solo han digitalizado las revistas a partir de cierto momento del pasado reciente, relegando al limbo una buena parte de su historia, de la cual nos queda mucho por aprender. Tan solo los investigadores de edad más avanzada, reacios ya a cambiar de hábitos, bajan a las bibliotecas en busca de documentación científica. Sin embargo los científicos más jóvenes, digamos que con menos de 40 años, no las pisan, por cuanto lo consideran totalmente innecesario. ¿Para qué?, si tengo toda la actualidad de le ciencia en Internet (en caso de que su institución tenga acceso a una buena parte de las revistas científicas, “of course”). Resulta que el asunto no es tan sencillo, ni mucho menos. Veamos un par de ejemplos entre otros muchos que cabría citar.          

 El Caso de la Biodiversidad del Suelo

La corriente actual de la literatura acerca de la biodiversidad que atesoran los suelos, centra gran parte de atención sobre el horizonte A o los centímetros más superficiales de sus perfiles. Suele defenderse actualmente que la inmensa variedad de organismos que atesoran los medios edáficos se alberga allí, cerca de la superficie. En parte es así, pero tan solo hasta cierto punto. Dicen que uno ve lo que sabe, y este parece ser el caso. Durante las décadas de los años 60 y 70 del siglo pasado, publicar en suahili no era la norma en muchas disciplinas científicas. Y por ejemplo, en España, los científicos del suelo seguíamos más la escuela francesa (como también la alemana) que la anglosajona (lo mismo ocurría en otros países). Sin embargo, incluso en aquellas revistas en las que ya se escribía en la lengua del imperio era harto frecuente leer publicaciones, en las que los biólogos del suelo, acompañados por edafólogos de campo, muestreaban la biodiversidad de ciertos grupos taxonómicos de organismos por horizontes, hasta un metro de profundidad o más. Un día, impartiendo una conferencia invitada en un Congreso Mundial sobre Nematología, me enzarcé en una discusión con un grupo de colegas que consideraban que con muestrear los 10 primeros cm. era más que suficiente con vistas a dar cuenta de “todas” las especies presentes. Debido a que entré en el CSIC muy joven, con vistas a investigar sobre biología del suelo, me acordaba de aquellos vetustos artículos, por lo que decidí intentar buscar tales “trabajos perdidos”. Empero me topé con un más que serio obstáculo. La mayor parte de esos estudios no habían sido digitalizados (eran muy viejos). Pude recopilar algunos, pero no todos los que hubiera deseado.

 La cuestión es muy simple. Cualquier experto que consultara tal documentación no podría negar la gran biodiversidad (aunque no de biomasa) que atesoraban los horizontes profundos del suelo. Y al hacerlo no albergaría excusa para evitar reconocer que sus inventarios, como mínimo, eran “bastante incompletos” y sesgados. Dicho de otro modo, actualmente, los investigadores no suelen analizar la verdadera biodiversidad que alberga un suelo. “Un caso de “ciencia olvidada” que, de reconocerse, obligaría a cambiar los protocolos actualmente en boga. Las consecuencias son aun más serias de lo que parece, pero ese ya es otro tema. Sin embargo, aquí no acaba todo.

 La importancia de los estudios territoriales   

El conocimiento de los recursos naturales de un territorio, como sus suelos, geomorfología, fauna y vegetación, entre otros, han ido recopilándose a lo largo de décadas, mediante inventarios nacionales, pero sobretodo en muchos casos, por investigadores que trabajaban o hacían sus tesis en un espacio geográfico concreto. Sus trabajos eran publicados, con el mismo valor, que otras investigaciones en revistas nacionales, muchas de las cuales han desaparecido sin dejar rastro, salvo en alguna que otra biblioteca. A partir de ellos, los demás podíamos conocer los tesoros de aquellos espacios. Hoy tal actividad ya no es posible. Uno puede publicar sobre temáticas parecidas en ambientes más recónditos o exóticos, como en los polos, fondos oceánicos, etc., pero no en lares tan mundanos como lo son el lugar en el que vives. De hacerlo, el experto se echa una soga al cuello, quedando relegado al ostracismo como investigador de segunda fila. Pero en realidad, seguimos disponiendo de escasa información sobre muchos recursos naturales en una porción sustancial de nuestros respectivos países. Como blogger, puedo asegurar que una parte considerable de los comentarios-pregunta de los lectores son de la siguiente guisa: ¿Qué suelos se encuentran en la Sierra de Porrompompereo?. ¿Y que decirles?. ¡Ni idea! Sin embargo, pueden tratarse de  preguntas muy relevante desde los más variados puntos de vista, como la planificación territorial, protección de la naturaleza, etc., etc. Y resulta curioso que en aquellos “artículos o tesis perdidas” se puedan encontrar pruebas y asertos sobre estructuras y procesos, que atesoran actualmente una gran vigencia para la comunidad científica.

 Los estudios territoriales atesoran un gran valor intrínseco y  extrínseco, puedan publicarse o no en revistas internacionales, como lamentablemente suele ser el caso. Negarlo es de tarugos, de personas que no acaban de entender que no se pueden aplicar los cánones de unas disciplinas científicas a otras. Existe una gran demanda de información sobre ellos. Si nuestros gestores en materia de política científica atendieran a ajustar la oferta con la demanda de contenidos, se percatarían inmediatamente de su craso error. Sabemos que no es así. No hay que darle más vueltas.

 Para finalizar adelantaré un par de párrafos acerca de un tema que me merece especial atención y que narraré con más detalle en otro post.

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Anales de Edafología y Agrobiología

 La Importancia de la Geografía Regional       

Cuando comencé de joven los viajes de campo, armado de mi bagaje cultural aprendido fundamentalmente de la ecología y la botánica, me percaté inmediatamente que no podía interpretar los paisajes de mi área de estudio. ¡Me faltaba acervo cultural!. Tras escucharme, mi viejo y sabio amigo, José Luis González Rebollar (ecólogo, bioclimatólogo, pero principalmente erudito en el ámbito de todo lo concerniente a la naturaleza de la Península Ibérica) me hizo ver que durante las décadas de los 50, 60 y 70, Existían en España varias cátedras de geografía regional, cuyos profesionales investigaban sobre los avatares de ciertas regiones desde que existía información histórica al respecto. Leí varios de ellos, centrándome después en los que se sobrelapaban en mi propia zona de estudio. Y al hacerlo, buena parte de mis dudas se disiparon. Y es que los paisajes también atesoran su propia historia. De no conocerla, la interpretación del paisaje lleva a convertirse en una lucha contra tu propia ignorancia. Ya hablaremos del tema.

 Resumiendo

Existe una ciencia no digitalizada, que no por ello, es mala, sino que muchas veces ocurre todo lo contrario. No se trata tan solo de rescatar un “patrimonio histórico”, sino de desempolvar muchos conocimientos olvidados. Ya sabemos que hoy en día modelizar “mola”, pero inventariar se considera una tarea vulgar para gente mediocre. No obstante, nadie me va a discutir que sin un buen inventario los modelos solo nos predicen sandeces, y los resultados de los modelizadores más mediocres que los bienvenidos inventarios. ¿Nadie se percata de ello? ¿No? Que lástima.

 Juan José Ibáñez  

  PD. Anales de Edafología y Agrobiología era la revista en la que todo edafólogo español deseaba publicar (como Pédologie en Francia, también decapitada), hasta mediados de los años 80. Fue defenestrada una década después, por lo que su información (…..). Esperemos que un día alguien se proponga rescatarla, por el bien de nuestra comunidad de intereses.

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3 comentarios

  1. […] Suele ser norma que aquellos que hacemos más uso de los recursos que existen en el ciberespacio seamos también bastante proselitistas, comentado sus bondades, pero soslayando también algunos de sus negativos efectos colaterales, directos e indirectos, que también los padece. El olvido del pasado acecha actualmente a la ciencia contemporánea. Y tal hecho resulta muy grave, por cuanto nos impide entender y escribir su historia correctamente. Varios problemas nos aquejan en este sentido, siendo uno de ellos, aunque no el único, la digitalización de documentos y el uso intensivo del material contenido en el ciberespacio. Obviamente existen otras amenazas, ya reales, es decir en marcha. Entre estas podríamos citar las modas en materia de investigación (vivimos en un mundo dominado por la imagen, más que por el contenido, al que los propios científicos no somos ajenos), los criterios de valoración de la tan cacareada “excelencia” y el dominio del … [Seguir leyendo…] blogs madri+d Master Site Feed […]

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