Hace ya unos meses, en una más que estimulante conversación, Francisco Díaz Pineda, Catedrático de Ecología de la Universidad Complutense de Madrid, me ofrecía unos datos escalofriantes, cuyas cifras exactas ya no recuerdo bien. Ojalá pronto él os los narre en un post. Más o menos comentaba que, en la actualidad, las extensiones de áreas naturales sujetas a alguna modalidad de conservación, superaban a las de todos los suelos fértiles del mundo, es decir los que debieran producir más alimentos en abundancia. Sin embargo, al amparo de estas ¿bienintencionadas? iniciativas se habían expulsado una cifra ostensiblemente superior a los 100 millones de personas de áreas protegidas, la mayor parte pertenecientes a los pueblos indígenas que allí moraban desde tiempos inmemoriales o a culturas rurales autóctonas residentes. Todos ellos eran desposeídos de sus tierras desarraigándolos de sus culturas. La mayor parte pasaban a la postre a engrosar las ya desorbitantes cifras de desheredados (pobres,  hambrientos y enfermos) que vagan sin rumbo, exiliados a la fuerza, hasta encontrar otro lugar en donde asentarse con su tristeza y hambruna. En otras palabras, las Reservas Naturales no son nada si la ley no se cumple y los afectados no son recompensados, sino castigados. Empero como ya conocemos a políticos y multinacionales,  finalmente una porción nada despreciable pasará a manos depredadoras destrozando ladinamente lo que decían que  intentaban preservar. Latinoamérica crece económicamente, despertando la atención de los que defienden los intereses más mezquinos de la humanidad: destruir todo para extraer pingues beneficios cortoplacistas. A la larga, en esta sociedad ultraneoliberal el remedio resulta ser siempre peor que la enfermedad. Y hoy exponemos un ejemplo, entre muchos otros, aunque no por ello deje de ser vergonzoso y vergonzante. Hace ya casi dos años que un entrañable colega colombiano me envió la noticia.  Creo que poco se puede añadir al texto que acompaña la presentación que hoy os ofrecemos. Así quedan las reservas naturales tras generar beneficios a unos pocos y el desarraigo de decenas de miles, hasta llegar a centenares de millones de personas. Y aquellas áreas a preservar por su valor ecológico quedan asoladas, destrozadas y contaminadas para siempre, ya hablemos de suelos o aguas. Así preservan la biodiversidad los gobiernos, que no son más que marionetas en manos de las empresas multinacionales, siendo posiblemente las extractivas las que encabezan el ranking de la desolación de Gaia. Pinchando en el título de la presentación es decir aquí: ¿Sabe usted en que consiste el proyecto explotación de oro la Colosa en Cajamarca? podréis bajaros el documento. Bien redactado e ilustrado con un gráfico escalofriante, no requiere de más retórica por mi parte. Quien desee más información, puede, por ejemplo, visitar la bitácora Conciencia Ambieantal09 blogspot.com. De paso conoceréis los efectos de la minería extractiva a cielo abierto en la localidad argentina que curiosamente lleva el nombre de Catamarca. ¡Qué Dios nos pille confesados! de tanto pillaje porque nuestras autoridades (…). Prefiero callarme. Eso sí, entre una “Reserva Natural y una Reserva Extractiva existen algunas diferencias ¿verdad?.

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Paisaje Actual en la zona afectada. Cajamarca (departamento de Tolima, Colombia)

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El futuro de las más de 515 hectáreas de reserva natural, donde se planea realizar la explotación minera en Cajamarca, será muy similar al de esta fotografía tomada de la mina de oro de Yanacocha en Perú Imagen extraída de la presentación que os enlazamos

Juan José Ibáñez

Enlace directo:

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