Los ciudadanos ya estamos hartos de que nos vendan gato por liebre. Y así hemos llegado a una situación social de enorme gravedad, en la cual es difícil discernir lo que se oculta trás la aparente veracidad de cada noticia. Desde que comencé la carrera de CC. Biológicas, a principios de los años setenta, no ha habido día en que la ciencia, por ejemplo, proclame un nuevo descubrimiento que terminará por erradicar una enfermedad, como el cáncer. Empero avanzamos mucho más despacio de lo que desearíamos. Si se estimara el fraude, partiendo de las noticias científicas cuyos proclamas a la postre terminan por ser un fiasco, estar seguros que deberíamos barrer del mapa al menos tantos papers, como los que debieran permanecer como impolutos en la literatura escrita. Ya sabemos la verdad científica siempre es efímera en la indagación científica. Empero no me refiero a un hecho tan consabido como soslayado. Se nos vende un mundo feliz (un futuro maravilloso) en el que todo es inteligente excepto el ser humano: ciudades inteligentes, hogares inteligentes, teléfonos inteligentes y como no terapias médicas que cambiarán nuestro futuro. Y mientras tanto, bajo el neoliberalismo imperante la mayor parte de los ciudadanos sufren pérdida de calidad de vida, mientras se les secuestra los logros sociales alcanzados a lo largo de duras décadas de lucha. Hablamos de una salud pública universal, de una enseñanza universal, del derecho universal al trabajo, etc., (léanse por favor la Carta de Los Derechos Humanos). Nos obligan ahora que a pagar lo que ya hemos sufragado a través de nuestros impuestos a lo largo de nuestras vidas laborales, que debemos de paso seguir alargando sin tregua. Y mientras tanto aquellos dineros de la hucha de las pensiones, por ejemplo, son desviados amoralmente con vistas a corregir los gravísimos déficits ocasionados por malas decisiones políticas, cuando no centeneras casos de corrupción pura y dura.  Y claro está, a la postre, las cuentas no cuadran.  Por ejemplo, yo personalmente llevo cotizando varias décadas a la seguridad social, al mismo tiempo que sufrago mensualmente otra privada, por si acaso. Y es en la última en la que suelo basar las reparaciones de mi maltrecho organismo. Pues bien en lugar de recompensarme, se me dice que mi prometidas pensión quizás la reciba jamás, debiendo sobrevivir (…) ¿de que?. Día a día, todos exigen más y ofrecen menos.

La investigación biomédica aplicada nos habla grandes logros como los que ahora nos venden bajo los pomposos títulos de: medicina personalizada, medicina a la carta, Salud a la carta, genómica personalizada, medicina predictiva, etc. Los cantos de sirena de los adláteres de la farmaindustria siguen insistiendo en un futuro feliz y saludable, mientras la contaminación ambiental ha devenido en una pandemia mundial que afecta a la salud de cientos de millones de personas a lo largo y ancho del orbe. Y la propaganda choca frontalmente con la cruda realidad.

Suele olvidarse que los avances en materia de salud pueden beneficiar o no a la ingente mayoría de la ciudadanía en función de las políticas gubernamentales, las cuales dependen de escuelas económicas que, como la ultraneoliberal, no desea oír hablar de dispendio alguno, de cara a los que cargamos a nuestras espaldas el peso de este sistema económico. Todo se reduce al vil metal. Hoy intentaremos aclarar con el ejemplo de las denominadas medicina personalizadamedicina a la carta, que es la economía, que no la ciencia, la que rige nuestros futuros, por lo que en su contexto la palabrería científica no significa nada. Veámoslo:

Los avances de las ciencias biomédicas han terminado por ofrecernos la esperanza de una medicina personalizada, que puede desplazar y mejorar las terapias “universales» (generales) que hemos conocido hasta la fecha. De ser así, los ciudadanos deberíamos necesariamente poder disfrutar, en el futuro, de mejores atenciones en materia de salud. ¿Cierto o falso? ¡Todo depende (…)!. Bajo una cobertura sanitaria universal, no cabe duda de que la respuesta debiera ser afirmativa. Sin embargo, bajo la economía ultra-neoliberal que padecemos se desea privatizar cualquier logro social alcanzado hasta la fecha. Y es aquí en donde las luces dan paso a las sombras. Los avances científicos pueden ser considerados como neutros, empero las políticas no lo son en modo alguno. Cuando se debate si debemos pagar un euro por receta, imaginémonos que podrá ocurrir con lamedicina a la carta y/o personalizada”. Haciendo una metáfora con el sector de la restauración digamos que, de seguir así, cambiaríamos los menús del día por unos pocos de lujo y una legión de chiringuitos que vendan “bocatas” regados con un buen caldo de la prestigiosa marca “Don Simón” (vino malo). Hasta ahora, las nuevas terapias son producto mayoritariamente de la investigación pública, es decir subvencionadas con los impuestos de todos los ciudadanos. De progresar por la vía de la personalización a la carta podrán terminar beneficiándose unos pocos y entusiasmados acaudalados, en detrimento de la mayoría de las personas que padecerían de un sistema de salud precario, sin acceso a las mejores prestaciones sanitarias. ¿Os seduce ahora el futuro que se vislumbra?. Veámoslo:  ejemplo:

medicina-personalizada-1

La guerra de la industria farmacéutica contra nuestra salud. Fuente: chamosaurio

Nace una criatura, se analiza su genoma, determinándose los múltiples riesgos “potenciales” que padecería durante su vida. En función de ello, los galenos recomendarían (….)

Nace una criatura, se analiza su genoma, determinándose los múltiples riesgos “potenciales” que padecería durante su vida. En función de ello, los galenos recomendarían una batería (posiblemente enorme) de terapias “personalizadas” cuyos precios, tan solo serían financiados parcialmente (y en el mejor de los escenarios posibles) por los arrasados sistemas de salud pública, cargando el resto de los montantes sobre las espaldas de legiones de familias, muchas de las cuales no podrían hacerles frente con sus precarios salarios. ¡Ahí está la medicina que le salvará, empero como usted no tiene pasta (…)! !Hablamos de una discriminación brutal que segregaría las sociedades en sectas, bajo el lema: “tanto ganas, tanto vales, tantas probabilidades tendrás de disfrutar una vida saludable, “potencialmente”, por supuesto.

Resulta obvio, que la farmaindustria, como todas las multinacionales, tan solo persigue el objetivo de obtener suculentos dividendos, siendo los ciudadanos meros «objetos» de los que lucrarse. Por esta razón, no invierten un euro en vacunas con vistas a paliar las pandemias que se sufren en los países desheredados (léase malaria, dengue, etc.). También, por esta razón, ante la numantina defensa de los microbios frente a los antibióticos, no desean gastar un euro más con vistas a luchar contra las enfermedades infecciosas. Del mismo modo, los investigadores biomédicos de las instituciones públicas tienen como objetivo progresar hacia una medicina más eficaz. Por su parte, se demanda de ellos “como actores neutrales” que colaboren y obtengan financiación de la farmaindustria, al objeto de que matanga su negocio. Se trata de una política que padecemos, empero que el neoliberalismo desea llevar hasta sus últimas consecuencias.

La medicalización de la sociedad es otro elemento a tener en cuenta en la ecuación arriba esbozada. Cada vez ingerimos mayor cantidad de fármacos, considerándose por enfermedad, muy discutiblemente, una plétora de disfunciones orgánicas que antaño no eran corregidas con legiones de pastillitas, inyecciones y otras terapias. Aclaremos que no existe nada parecido a un genoma perfecto y como corolario tampoco existe individuo inmune a todas las enfermedades. Siempre habrá oportunidad de vendar nuevos fármacos sean eficaces o dañinos. No entraremos a discutir aquí que la perfección genómica es un concepto irrisorio, que no tiene cabida en la evolución de la vida. Pero volvamos al meollo de la cuestión: una familia actual gasta mucho más en medicamentos que hace dos décadas. Eso sí, tarde o temprano, un porcentaje muy considerable de los nuevos fármacos actuales son finalmente catalogados como ineficaces, cuando no contraproducentes, de uno u otro modo. ¡Algo no cuadra!.

Haciendo un supino acto de fe, hasta puedo entender (que no compartir) los argumentos que esgrimen aquellos que consideran que la ciencia es neutral (¡no lo es!), empero su uso jamás lo ha sido, ni lo será. Hoy impone su imperio el capitalismo más salvaje, por lo que la primera es esclava del segundo. En consecuencia, la medicina personalizada, ante la privatización de los sistemas nacionales y regionales de salud debería ser materia de reflexión, so pena que lo que hoy consideramos como bendición termine convirtiéndose en la peor de las pesadillas. Y mientras tanto la población envejece en muchos países, con las importantes secuelas que acarrea sobre la economía y sanidad. Eso si, los economistas ortodoxos se lamentan e indignan de la carga que suponen los viejecitos en las economías nacionales, mientras que a la par la farmaindustria ve en ellos un suculento negocio. Cuando más pastillas ingieran mejor. ¡Hay que atiborrarlos de medicamentos! ¡A por ellos, olé, olé y olé!

Entro en un restaurante, el metre muy educado y bien trajeado me atiende de la exquisita y más que “personalizada”, forma. A renglón seguido  nos ofrece una suntuosa “carta” repleta de suculentos manjares. Observo atónito los precios. No puedo pagarlos. Me levanto y marcho hacia la calle raudo y veloz. Al salir vislumbro un bar de mala muerte y pido un “bocata de calamares light”, es decir sin el “frutti di mare” (léase pan rancio bañado en aceite de la peor calidad -malo para la salud- en el que se han frito los cefalópodos que ingieren los que pueden pagarlo). Y ahora debo dejaros ya que tengo citas con una curandera y una adivina, por cuanto que me han dicho que son buenas y baratas, a la par que nos ofrecen una atención muy, pero que muy personalizada. Vamos que me veo obligado a optar por una medicina alternativa. Empero no olvidemos que la sugestión y efecto placebo pueden llegar a ser muy eficaces, ofreciendo esperanza al que no tiene un euro. Es cuestión de fe. ¿Y a quién creo? ¿A los políticos, multinacionales, financieros, o a estas últimas?.  Hay que repartir los dividendos más equitativamente. Si el bien de la mayoría debe imperar sobre el de la minoría (…), bajo el imperio del neoliberalismo económico quizás las medicinas personalizadas y a la carta no sean tan prometedoras como nos quieren hacer pensar, al menos para la mayoría de los mortales.

Depende, todo depende (…), habría que sopesar la medicina ¿poblacional? ¿universal? frente a la medicina a la carta. Empero la ciencia no entra en la ecuación y sus promesas de poco valen en este contexto. Todo dependerá de si el sistema económico vuelve a servir al ciudadano o persiste en chuparle hasta la última gota de sangre.

Resumiendo: ¡No hay pan para tanto chorizo!.

Juanjo el yayoflauta               

Compartir:

2 comentarios

  1. Juanjo creo haberle enviado a Consuelo una nota sobre el fraude de la colesterolemia. Que mas bien es el desbalance de los omega 3 y 6. Barry Sears en Dieta para estar en la zona, ya criticaba hace algunos años la inutilidad de los antihipertensivos. Mención aparte merecen los diagnósticos prostáticos y sus controles alopáticos sintéticos.
    Saludos

Deja un comentario