bellas-durmientes 

A las Puertas de la Gloria Eterna: Publica o Perece: Fuente http://mestrechassot.blogspot.com.es/2013/09/14-publish-or-perishproduzir-ou-socumbir.html

Factor de Impacto: Llamando a las Puertas del Cielo

La noticia de la que vamos a hablar hoy, debería ser materia de reflexión acerca de cómo funciona la ciencia, así como de los argumentos de todos aquellos que defienden la actual carrera hacia lo absurdo, es decir la de publica o perece (publish or perish), como se puede leer hasta en Wikipedia. Personalmente, hago mucho énfasis a mis alumnos de filosofía y sociología de la ciencia en la UPM de que tal doctrina se encuentra dañando la esencia de la indagación investigadora. Una cuestión es que los profesionales debamos y deseemos publicar en las mejores revistas y otra muy distinta exigirnos que lo hagamos al kilo. ¡Tanto pesas. Tanto vales!. Si Einstein o Heisenberg, por ejemplo, levantaran la cabeza  se tirarían de los pelos y nos escupirían a la cara. ¡Estoy completamente seguro!. Más aun, posiblemente hubieran sido echados de sus centros por “falta de productividad.

La nota de prensa que os mostramos hoy y que lleva por título. “Las bellas durmientes de los artículos científicosnos informa de algo archiconocido. Con harta frecuencia muchos de los mejores artículos de una disciplina científica pasan inadvertidos durante años o décadas, eclosionando su popularidad mucho tiempo  después. Como señalan los autores del estudio, a menudo diversos investigadores publicaron sus visionarias contribuciones, sin el menor éxito, por ser demasiado transgresivos e innovadores para su época.   Incluso a varios de ellos les denostaron sus colegas, aunque finalmente fueron galardonados con premios, como el Nobel, como este caso  que reciente que os comentamos. Pero hay tantos y tantos episodios tan ignominiosos que haría falta escribir en libro para simplemente enumerarlos. Todos los ciudadanos con un poco de sesera saben sobradamente que no se puede confundir la calidad con la cantidad, ¿por qué numerosos colegas no?. Simplemente, debido a que se adaptan y sacan fruto de una estrategia que no tiene ni pies ni cabeza. Hemos escrito abundantes post sobre el tema, pero tan solo os recordaremos que muchos estudiosos llegan a la conclusión que tal carrera es una de las principales causantes del incesante incremento del fraude científico. El concepto de las bellas durmientes resulta confuso y confundente. Personalmente preferiría frases como “no está hecha la miel para la boca del asno” o “la conjura de los necios” (A confederacy of dunces, para aquellos que malinterpreten saber inglés son ser seres superiores). Por esta razón, y evitando ofender a la audiencia, reitero que el “publica o perece” tan solo acarrea el imperio de la mediocridad cualificada, sobre todos los demás. Lo de “la carrera científica” muchos lo han interpretado literalmente, lo cual dice muy poco de su talento. Dicho de otro modo los Currículos gorditos  desplazan a los delgaditos, y la grasa avanza a costa de la fibra muscular. ¡Menudos atletas!

¿Cómo valorar entonces la actividad científica?. Aquí se encuentra el meollo de la cuestión. Por mucho que se intente evitarlo, siempre toparemos con dificultades y juicios subjetivos.  Y una vez reconocido, tan solo debe tratarse de evitar, en la medida de lo posible, de uno u otro modo, aunque nunca se logrará un sistema perfecto, dada la humanidad (subjetividad) de los jueces. “No hay más”. “El cuento de las bellas durmientes”, no hace más que constatar una pauta una y mil veces repetida en la historia de la ciencia. ¡Nada nuevo bajo el sol”. Simplemente es de ese tipo de investigaciones a tiro hecho, es decir que se conoce el resultado de antemano, pero alguien tiene que demostrarlo “ortodoxamente”, es decir con cifras, aunque no sirvan de mucho. Empero las lecturas acerca de la historia de la indagación investigadora constatan que por cada bella durmiente que despierta, otras muchas no lo hacen jamás, a igualdad de méritos. ¡Así de triste!.

La cuestión de las citaciones científicas es un tema más que espinoso. Por ejemplo, si un científico investiga en un campo de moda en el cual también lo hacen otros muchos colegas, posiblemente su(s) artículos alcancen un gran número de citaciones rápidamente. Ahora bien, si el tema no llama la atención «en un momento dado», o su estudio es tan original y transgresivo que no  resulta ser totalmente apreciado, llamando escasamente la atención por las razones que sea, da lugar a una bella durmiente a la espera que años después alguien tropiece con esa joya y muestre su valor a la comunidad científica (en lugar de plagiarla, lo cual no es una práctica en desuso) .  Mutatis mutandi, será valorado como un investigador mediocre al principio y como un genio, ya viejecito, si no está descansando ya en los cielos. Empero lo realmente mediocre es pretender que con una calculadora de aritmética elemental se intente valorar la trayectoria de un científico.  Más aun, resulta ridículo llevar una docta evaluación, de la calidad de los artículos para un periodo de tiempo determinado, dando cuenta de las citaciones de sus colegas, inmediatamente después de haber finalizado dicho lapso temporal, por cuanto debe esperarse hasta que la comunidad de expertos implicada ofrezca un juicio razonable y reposado. Y aquí la actualidad del tema tratado esulta esencial. Hablamos de lo que en España se denominan sexenios o gallifantes.  Y de este modo el filtro de la excelencia deviene en el de la excrecencia. Así no señores, si confundimos los fines con los medios, lo único que demostramos es que como científicos (….mejor me callo…..). Personalmente nado entre dos aguas, ya que todos nos jugamos el salario, unos con placer, otros como yo por no ser despedido, aunque algunos valientes y muy buenos científicos, por cierto, simplemente se han negado en redondo. Eso sí lograron entrar en el staff de sus Centros de investigación antes de que esta execrable esclavitud deviniera en imperativo legal. ¿Pero y los más jóvenes?. ¡No tienen salida!; o pasan por el aro, o a la calle a pedir limosna.

Debido a que mi experiencia universitaria como docente comenzó tardíamente, es decir acabo de alcanzar el primer y virtual quinquenio, perdón los cinco años, al comienzo me sorprendió la insistencia de algunos alumnos en saber antes como escribir un paper que en aprender que es la ciencia y la indagación científica (es decir en que consiste el método científico), finalmente cedí e imparto dos horas sobre este tedioso tema, muy a mi pesar. No obstante concentro mis esfuerzos en la sustancia, no detallándoles “exactamente” como redactar un artículo exitoso (no soy adivino), ya que por mucho que algunos vendemotos insistan, no existe receta mágica alguna. Simplemente les explico el proceso y, mis dudas sobre garantía de la revisión por pares, mostrando luego cifras, el peregrinaje del proceso completo, triquiñuelas, las vendettas anónimas que allí se dirimen, acontecimientos afortunados, etc. Ya no preguntan más, abrumados, asombrados y confusos. Sin embargo , aunque mi propósito estriba en activar vocaciones, cuando abordo estos temas, a más de uno se le quitan las ganas de iniciar la carrera científica (así me lo han comentado).   Les ofrezco muchos ejemplos, incluidos los fraudes que están ahí publicados, o como algunos colegas desesperados tienen la prodigiosa habilidad de Jesucristo: de multiplicar los panes y los peces, es decir la producción, al publicar “exactamente” el mismo artículo en dos o tres revistas sin que nadie se percate. Y como es fácil demostrarlo, ya que todo esto se encuentra en Internet…..

Personalmente me suele ocurrir que mis estudios más interesantes (o los que yo considero como tales) pasen un calvario antes de ser publicados, mientras que otros a los que denomino de relleno, “cuelen” (vocablo muy utilizado en este contexto y que ya de por si dice poco y malo de toda esta dinámica) sin problemas a la primera. Recuerdo exactamente uno que paso por tres revistas siendo rechazado. En lugar de intentar que fuera aceptado en otra de menor impacto (“en teoría, y solo en teoría», menos exigente a la hora de juzgar las contribuciones que les llegan) le pegue una patada hacia arriba, remitiéndolo a otro reputado International Journal que triplicaba en impacto a los precedentes. Pues bien fue aprobado en 8 días, batiendo dos records personales a la vez, el de la inmediación en la aceptación y haber ¿logrado? Publicar en una revista con mayor FI que las precedentes, que no necesariamente “mejor,es ni peores”. Todo ello, presentando las pruebas, es decir el intercambio de mails  con los editores.

Es cuestión de tiempo que todo este cambalache se derrumbe por su propio peso. No se trata de un  mal necesario, como defienden algunos compañeros, sino de un cáncer innecesario que jamás debió producirse y generalizarse. ¡Tiempo al tiempo!. ¡No falta mucho!  Al final las crónicas serán rotundas en los anales de la historia de la ciencia, un grave tropiezo de duración aún no determinada que tan solo benefició a las editoriales multinacionales que se enricen a costa del dinero público  y a los que les gusta esto de competir en  las carreras hacia ninguna parte (algo que dista mucho de ser ciencia), ya que la mayoría de los que publican tanto y tanto y tanto, serán olvidados inmediatamente.  En otras palabras, una práctica que  perjudicó a la ciencia con mayúsculas.   

Lo dicho….. “la conjura de los necios” Muy buen libro, dicho sea de paso.  Y os dejo con la noticia ya que tiene bastante interés y cuya entradilla comienza sí:

 Cada día se publican decenas de estudios científicos, algunos de los cuales son ampliamente citados en medios de comunicación y, sobre todo, entre la comunidad científica, mientras que otros quedan perdidos en el olvido para siempre o durante largos años, algo que le pasó al mismísimo Albert Einstein. Pero…….

 Juan José Ibáñez

Las bellas durmientes de los artículos científicos

Cada día se publican decenas de estudios científicos, algunos de los cuales son ampliamente citados en medios de comunicación y, sobre todo, entre la comunidad científica, mientras que otros quedan perdidos en el olvido para siempre o durante largos años, algo que le pasó al mismísimo Albert Einstein.
FUENTE | Agencia EFE 26/05/2015

Los estudios que quedan olvidados, incluso durante décadas, y que un día reaparecen con fuerza son clasificados como ‘bellas durmientes’ en una artículo de la Universidad de Indiana (EE.UU.), que se ha publicado Proceedings of The National Academiy os Sciences (PNAS). «Este estudio proporciona evidencia empírica sobre que un estudio puede ser un verdadero ‘adelantado a su tiempo’«, según su autor, el profesor asociado de informática de la Universidad de Indiana Alessandro Flammini.

Un claro ejemplo es un artículo fundamental de Albert Einstein, Boris Podolky y Natahn Rosen sobre la «Paradoja EPR«, un importante rompecabezas en la teoría del entrelanzamiento cuántico. Einstein, que recibió el Premio Nobel de Física en 1921, tenía en 1935 reputación de sobra como para que un estudio firmado por él y otros colegas lograra un amplio eco en la comunidad científica, sin embargo, este no fue citado de manera generalizada hasta 1994.

Pero la ‘más dormilona’ de las bellas durmientes en el mundo de los estudios científicos es uno del influyente estadístico Karl Pearson, que vio la luz en 1901 en el Philosophical Magazine y que no se ‘despertó’ hasta 2002.

Entre los quince estudios que más años han tardado en llamar la atención de la comunidad científica, cuatro fueron publicados hace más de cien años y es que «la potencial aplicación de algunos estudios era simplemente imprevisible en su época«, indicó Flammini. Ese es el caso de una investigación publicada en 1958 sobre la preparación de óxido de gráfico, que mucho más tarde se convirtió en un compuesto empleado para la producción de grafeno, un material cientos de veces más resistente que el acero y de gran interés para la industria.

Las disciplinas en las que hay un mayor retraso entre la publicación de un artículo y su reconocimiento son la física, la química, las ciencias multidisciplinares, las matemáticas y la medicina general e interna, en las que muchos estudios han vivido «periodos de hibernación de hasta 70 años«.

El estudio indica que las publicaciones PNAS, Nature y Science son la que publican más ‘bellas durmientes’.

Para realizar su estudio, Flammini y sus colaboradoresusaron datos de millones de publicaciones en múltiples disciplinas durante más de un siglo. Para calcular el ‘coeficiente de belleza’ de un artículo, los especialistas de la Universidad de Indiana tuvieron en cuenta la historia de citas de un estudio, el número máximo de citas logradas en un año y aquel en el que más se le hizo referencia, entre otros factores. El hecho de que un artículo científico tenga que esperar para lograr el reconocimiento de la comunidad científica no es un fenómeno tan extraño como sugieren estudios precedentes sobre el mismo tema, pero Falmmini indicó que aún es necesario seguir trabajando para descubrir los mecanismos que logran hacer despertar a ‘las bellas durimientes‘.

 Para realizar su estudio, Flammini y sus colaboradores usaron datos de millones de publicaciones en múltiples disciplinas durante más de un siglo. Para calcular el ‘coeficiente de belleza’ de un artículo, los especialistas de la Universidad de Indiana tuvieron en cuenta la historia de citas de un estudio, el número máximo de citas logradas en un año y aquel en el que más se le hizo referencia, entre otros factores. El hecho de que un artículo científico tenga que esperar para lograr el reconocimiento de la comunidad científica no es un fenómeno tan extraño como sugieren estudios precedentes sobre el mismo tema, pero Falmmini indicó que aún es necesario seguir trabajando para descubrir los mecanismos que logran hacer despertar a ‘las bellas durmientes‘.

Y el bloguero insiste: ¡Qué no hay mecanismos chavales1 se trata de serendipia, ¡esta vez sí!.

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5 comentarios

  1. Muy buen artículo, Juanjo. Y lo que planteas lo viví de cerca en mis tiempos de doctorando con el añorado Prof. Bello. Su contribución transcendental a la agricultura, al medio ambiente y al planeta de que enterrando «basura» se evitaba el uso de plaguicidas siempre tuvo más difícil reconocimiento que la primera cita de la raza o el patotipo tal o cual de los simpáticos nematodos que se reproducían en las macetas del sótano del CSIC…
    Abrazo grande desde Tenerife.

  2. Hola javier,
    Estoy completamente deacuerso contigo. Sin embargo aun es pronto para saber si la herencia de Antonio será una Bella Durmiente. también depende de todos los que le valoramos. Si seguimos publicando y referenciandole, sobre todo en revistas indexadas, puede ser que se consiga finalmente. Muchas belllas durmientes tardaron décadas en ser reconocidas. ¡Animo!.
    Un abbrazo
    Juanjo

  3. Hola Javier,
    jajajaja, algo así estará haciendo Antonio. Sin embargo, de seguir reconociéndose su labor, discrepo de que lo de Bella Durmiente ya que sus estudios sonde hace pocos años. Ojalá sigan difundiéndose más y más. Entonces afortunadamente de «bella durmiente nada».
    Un fuerte abrazo y gracias por la noticia que me alegra muchísimo.
    Juanjo Ibáñez

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