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 Inicio este post como una reflexión sobre la noticia que, en principio, iba a redactar hoy, pero que la dejaremos para “peor ocasión”. Y es que, a menudo, me enfurezco de leer tanta banalidad en las revistas científicas consideradas “de prestigio”.  Pero en este momento no puedo resistirme en explicar a los jóvenes como, sin desearlo, e impelidos por las modas, colaboran, como algunos de sus mentores, en la prostitución del conocimiento científico y su buena praxis. Comencemos señalado, ya que las evidencias se encuentran en las bibliotecas de las instituciones científicas y universidades, Estamos perdiendo un bagaje científico de valor incalculable. ¿Cuántos colegas menores de 50 años bajan hoy a una biblioteca para documentarse?. Consideran que todo se encuentra en Internet cuando tal opinión resulta ser absolutamente errónea. ¡La mayoría de las bibliotecas, al menos en Europa y EE.UU., se encuentran vacías, mientras que sus profesionales no paran de digitalizar e inventariar estos documentos. Ahora bien, su actividades no reside en rescatar del olvido artículos y libros, muchos de los cuales debieran pasar a los anales de la indagación científica, sino ayudar a sus Organismos a parecer “más modernos”. Buena parte de ellos, en especial los más mayores, juran y perjuran, ya que son conscientes de lo que se cuece actualmente, así como del desastre histórico, del que ya difícilmente podremos escapar. Si se soslaya la lectura de muchos documentos relevantes redactados por nuestros predecesores, se prostituyen los antecedentes de las investigaciones que publicamos hoy en día, haciendo parecer que nuestras pesquisas actuales atesoran un valor estratosférico, cuando en realidad, en muchos casos, son meras parodias y plagios involuntarios (¡aunque a veces no!) de colegas que nos precedieron y a los que deberíamos respetar, cuando no idolatrar.

 Adelantaremos que al implementar las referencias de los antecedentes bibliográficos en un texto que se pretende publicar, todo el mundo debiera estar obligado a comenzar por el primer investigador que fue padre del hallazgo, línea de investigación, etc.  Siempre fue así hasta hace un par de decenios. Sin embargo, cada día leo más “papers” cuyas bibliografías parecen partir de las últimas décadas del siglo XX, como mucho. ¿Y antes que? ¿No existía la ciencia?. ¿Eran todos los estudios irrelevantemente indecentes? ¡Ni mucho menos!. Por esta razón, muchas de las consideradas novedade4s por la prensa y noticieros, no lo son en absoluto. Pero aquí no termina todo. De estar bien documentados, esos colegas se darían cuenta que las conclusiones de sus estudios  son deficientes, y con harta frecuencia erróneas. Más aun, de haberse consultado tal tesoro  patrimonial, diversos proyectos de investigación no deberían ni haberse financiado, por cuanto lo que pretenden averiguar fue ya descubierto hace mucho tiempo. El tema es tan espinoso e indignante que no puedo más que hacer un breve resumen de los graves males que afectan a la ciencia contemporánea.  Pues bien, comencemos ya apuntando que entre editoriales y el mal uso de Internet estamos cometiendo un «cienticidio” ¿¿??. Obviamente me refiero principalmente a las ciencias de los recursos naturales y agrarias, aunque presumo que en otras variadas disciplinas ocurrirá lo mismo.

Pero comencemos a mostrar las evidencias………

Hasta la década de los años 80 del siglo pasado, no terminó de implantarse en Europa el sistema actual de fomentar la publicación en revistas indexadas. Por ejemplo en España, tal cambio se produjo tras la denominada “ley de la Ciencia”, en 1986. Sin embargo, año arriba año abajo, hasta ese momento los franceses publicaban en revistas de su país, lo mismo que alemanes, españoles o italianos, por citar tan solo algunos ejemplos, en las de sus respectivos países. Y cada uno, generalmente en su idioma. Resulta que gran parte de aquellos conocimientos han pasado al olvido, por cuanto muchas revistas desaparecieron, otras cambiaron de nombre y en la mayoría de los casos no aparecen digitalizadas. De aquí que en algunos post anteriores lamentara que todo aquel acervo cultural, en la práctica haya desaparecido en la literatura moderna. Me he lamentado de este tema en algunos post precedentes como “El Olvido de la Ciencia: El Efecto Internet” y “Ciencia Olvidada: “El Efecto Internet“.  Por esta razón son legión los jóvenes investigadores europeos que consideran que aquellos viejos artículos, publicados por vetustos científicos no deben aportar nada de interés. Como corolario, son soslayados por pura ignorancia y mal adestramiento de nuestros jóvenes investigadores por parte de sus mentores. En el caso que íbamos a abordar hoy, tal hecho se constataba palmariamente en la bibliografía del artículo original. Ni un artículo referenciado con anterioridad al año 2.000. Pues, ni éramos idiotas, ni mediocres en su totalidad. Muchos de aquellos estudios atesoren resultados y conclusiones, que de ser conocidos por nuestros jóvenes investigadores, cambiarían radicalmente su forma de pensar. Pero aquí no queda todo.

 Y si éramos pocos, comenzaron a parir las “madres de todas las abuelas”. Son también legión las editoriales que invitan a los autores a eliminar todas las citas posibles de artículos escritos en otro idioma que no sea el inglés, denostándolos bajo el término literatura gris, sin tan siquiera leerlos. Empero muchos de ellos fueron publicados en revistas que en su momento atesoraban un gran respeto, siendo un honor publicar en las mismas Pero la tragedia no termina aquí. También los editores actuales incitan e incluso ocasionalmente coaccionan, para que se añadan el mayor número de referencias posibles de sus revistas y especialmente de aquellos artículos publicados recientemente. El objetivo estriba en que estas alcancen un mayor factor de impacto. En la economía actual de las editoriales, entiendo que puede justificárseles, ya que mantienen una batalla feroz para que el prestigio de esas revistas que dirigen no decline. Sin embargo, el resultado es lamentable. Y como decimos en España, “entre todas la mataron y ella sola se murió”. En otras palabras, al margen de la pérdida de un acervo cultural inmenso,  se distorsiona la historia, tomando como punto de partida los artículos publicados desde los años 90. Un error con mayúsculas y un atentado en toda regla contra los cánones de la filosofía y sociología de la ciencia. Desde luego, si los anglosajones hubieran deseado intencionalmente hacer desaparecer toda la ciencia escrita en otros idiomas, no lo hubieran hecho mejor. Personalmente ya no sé qué pensar. ¿Será premeditado? . Supongo que no pero, mejor correr un “estúpido” velo”.

 Algunos colegas de mi edad, han optado por reescribir los manuscritos publicados en sus propias lenguas hace muchos años, en inglés, para a la postre enviarlos a revistas indexadas con unos pocos cambios, realizando algún análisis adicional mediante instrumentaciones de las que no disponíamos en aquella época. Empero en estos casos, suele resultar imperativo, aunque no siempre, haber guardado las muestras sobre las que se realizaron sus grises y mediocres publicaciones consideradas vetustas ¿¿??. Y tengo constancia de que el sistema funciona muy bien, ya que me han animado a que siga su  ejemplo.

 Todo esto constata la falta de seriedad del sistema de promoción actual, en el cual los medios (publicaciones) remplazan a los objetivos (hacer buena ciencia). En más de tres ocasiones los editores, tras leer los comentarios de los referees, me escribieron en sus decisiones, frases del tipo “su documento parece un artículo de los años 80 o 90”.  Al replicarles lamentándome de «las frasecitas”, respondían de la con otras sentencias de la siguiente guisa: “me ha mal interpretado, lo decía en sentido positivo, no negativo”. Obviamente todos esos “papers” se publicaron sin problemas, Por lo tanto algo huele muy mal, hiede a podrido.

 Y así leo muchos artículos en los que me quedo asombrado al descubrir que los autores, soslayan literatura muy relevante (y a menudo imprescindible), y por hacerlo expelen conclusiones que, de haberse documentado debidamente, como mandan los cánones de la ciencia, serían muy distintas y más jugosas.

 Esta extendida mala praxis, al final, atenta contra el progreso de la ciencia y la distorsión de su historia.   Empero como suele decirse que la historia la escriben los vencedores”, me retorna a la cabeza, el hecho de que aunque no exista premeditación, es lo mismo, ya que las repercusiones son similares, para mayor gloria del Imperio anglosajón.  Todo lo escrito en francés, alemán, español, etc., ya no existe, y cuando uno osa en añadirla, entre editores y revisores la eliminan. Se trata de información abducida. En casos como la ciencia del suelo el tema deviene en gravísimo, ya que, por ejemplo, la escuela francesa entendía la edafología como un recurso natural, mientras que la literatura inglesa, a menudo considerada poco relevante en el viejo continente, fomentando ¡hasta la extenuación! el enfoque agronómico, es decir una ciencia aplicada que solo tiene valor por si utilidad en materia de producción agraria.  Hoy en día gran parte de los editores son ¡de habla inglesa!. Una cuestión es que encontráramos un deseado lenguaje universal y otra bien distinta que los que no entienden ellos sea calificado injustificadamente como pura basura, ¡cuando a menudo es al revés. Y el imperio anglosajón surge y resurge de nuevo. ¡Qué pesadilla!.

 Enderezar el rumbo de esta nave resulta harto difícil por no decir imposible, ya que los investigadores con menos de 40 años, no suelen pisar las bibliotecas ¡no digitales!, es decir bajarse a leer artículos antiguos no digitalizados, y si lo desean digitalizarlos y subirlos a Internet. ¡Sería algo así como en materia de biodiversidad evitar la extinción de más especies!

 Seguramente en algunas disciplinas el daño causado en el campo de batalla sea menor, que en lo que concierne a ciencias agrarias y de los recursos naturales, ya que en estos últimos casos en las que todo ha terminado en debacle. ¡El fin de la historia! No se puede entender de otra forma, que reescribamos unos anales de nuestras disciplinas, siempre interesantes, de forma deplorable, o que leamos como novedades hallazgos que ya venían redactados en los manuales de texto más populares de su época, hace decenios. Me refiero a aquellos que a los que nuestros profesores nos remitían sin cesar.  

 Este estado de la cuestión, realza lo anglosajón, y casi ridiculiza a todos los demás. Pero aquellos que se iniciaron en la ciencia con el nuevo modelo de “negocio”, ni se percatan de sus gravísimos errores. Al final de igual, ya que para muchos el objetico es publicar, que no de hacer buena ciencia.

 Y me duele mucho espetar este alegato ya que hoy en día atesoramos  numerosos jóvenes prometedores, que no dudo que trabajen y se esmeren con la mejor de sus voluntades. Los culpables somos los investigadores de mayor edad por no alzar la voz, así como este maldito sistema de “publica o prece”, tanto más por las estrategias que he señalado.

 Juan José Ibáñez

 Algunos post previos

 ¿Hacer Buena Ciencia o Publicar?: Entre la Espada y la Pared

 Corrupción de la Indagación Científica: Publicar a toda costa, en detrimento de la calidad

 La Crisis Permanente de la Ciencia Española: Una Lección para Latinoamérica

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