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Envejecimiento de la población y pirámides demográficas. Fuente: Google imágenes

 María Blasco Marhuenda es una afamada investigadora y Mónica G. Salomone una periodista científica profesional. A la primera no tengo el gusto de conocer, pero a la segunda, sino me equivoco, creo que sí, durante la década de los 90 del siglo pasado en el CSIC, es decir cuando comenzaba su carrera profesional. Ambas han escrito un libro titulado “Morir joven, a los 140”, Según las autoras, la ciencia podría lograrlo. Ahora bien personalmente yo os preguntaría a vosotros ¿se trata de una buena nueva o una quimera inquietante? No me refiero a que la ciencia pueda lograrlo, sino a que la humanidad y la biosfera puedan mantenerse sustentablemente.  De sería dejar claro, que este post no pretende llevar a cabo una reseña del libro, que no he leído, sino proporcionar unas consideraciones personales que ayuden  a reflexionar sobre las implicaciones de prolongar la vida de estos mortales humanos, que hemos transformado la faz del Planeta y no para bien precisamente. La nota de prensa que os muestro abajo: Viviremos ciento cuarenta años» es el resultado de una entrevista que hicieron a las autoras en abril de 2016. Obviamente este tipo de títulos da lugar a que muchos ciudadanos le presten atención, es decir vende muchos periódicos. También el equipo que ha realizado la obra se me antoja acertado. Que los investigadores colaboremos con los periodistas me parece  sumamente un matrimonio interesante y necesario para lograr una prensa científica de mayor calidad. Por lo que he leído, tanto María como Mónica responden con moderación y tino a las preguntas de la entrevistadora. Por lo tanto nada que objetar, en primera instancia. Eso sí, no tengo noticia de que ningún gran investigador, venido a pitonisa(o),  diera en el clavo con sus profecías en el pasado. Como sabemos todos, la ciencia y el esoterismo son tan miscibles como el agua y el aceite. Una cuestión es lo posible y otra bien distinta lo viable e incluso deseable. Todo depende también del cristal con que se mire.

 A título personal, como la mayoría de vosotros, desearía llegar a una avanzada edad, y mejor aun en un buen estado de salud física y mental, sin que me faltaran los medios para disfrutar “con moderación” de mis últimos años de vida. ¿Cuántos? Aquí comienzan los problemas, no tanto personales como sociales. Una cuestión es pensar como individuo y otra bien distinta como miembro de la humanidad en un mundo (nuestro Planeta) con recursos limitados, superpoblado y degradado. Cuando comenzó la gran crisis económica de la primera década del siglo XXI, fueron varios los presidentes de gobierno, entre otros muchos personajes, los que se lamentaban la  de gran cantidad de viejecitos que había en sus países y los enormes gastos que generaban. ¡Es decir que la tercera edad era una carga casi insoportable para sus finanzas!. Ahora se nos anuncia el advenimiento de la cuarta edad. ¿Qué pensar?. Obviamente, María y Mónica alegarían que, con un buen estado de salud podríamos alargar ostensiblemente nuestra edad productiva (que esperemos no sea reproductiva), por lo que el momento de la jubilación podría retrásese decenios. Sin embargo nos toparíamos con un serio dilema, los ecólogos consideramos una pirámide de población demográficamente razonable, en la cual los infantes son más numerosos que los jóvenes, estos que los seres humanos que han alcanzado una edad adulta y estos que los viejecitos (y me atrevo a utilizar el vocablo ya que soy sexagenario).  “Morir joven, a los 140”, significaría invertir la pirámide de población, so pena de que este superpoblado planeta tuviera que soportar la carga de miles de millones de nuevos individuos. La FAO argumenta que no existen suelos más fértiles que podemos explotar con vistas a alimentar a la población mundial, buena parte de la cual sufre pobreza, y desnutrición, mientras que la otra “sobrepeso”.  Aun suponiendo que consiguiéramos aumentar la producción de alimentos y lograr una distribución más equitativa de los mismos, cabe recordar que La Tierra atesora unos recursos finitos y que además los estamos esquilmando de una forma dantescamente acelerada. Hoy por hoy, no cabría más alternativa  a que en un determinado momento, nos viéramos obligados a restringir el crecimiento de la población, ya sea limitando (es decir “dictando”) la progenie por familia, ya imponiendo a los humanos una obsolescencia programada. No entraré a desmantelar las locas ideas de los que demandan financiación para que el excedente de población fuera enviado a otros mundos, como defiende últimamente, entre otros, Stephen Hawking. Aun suponiendo que detectáramos otros planetas plenamente habitables, a no ser que se nos teletransportáramos a miles de millones se me antoja una quimera. Harían falta demasiados decenios, por no decir siglos, con vistas a para conseguir algo parecido, por lo que, hoy por hoy, no deja de ser más que mera ciencia ficción.

 Pero quizás llegará un día que dejemos de ser humanos, según otra ¿“ciencia ficción”? que lleva el nombre de transhumanismo (ver por ejemplo: “El transhumanismo cuestiona las tesis tradicionales de nuestra cultura”). Y aquí nos encontramos con promesas, un tanto preocupantes sobre otro futuro alternativo del ser humano convertido, por la gracia de la tecnología, en hombre-máquina con otros futuros y valores. Y así ya se nos promete, no 140 años de vida sino la inmortalidad……… Y de hecho, se lanzan noticias de robótica en el que uno ya no sabe que pensar, como por ejemplo: “Los robots se descompondrán como cadáveres al morir” (menos mal porque, de no ser así, además de no haber sitio para los seres humanos tampoco lo habría para sus cacharros), o estos otros relacionados: “La Singularidad Tecnológica y su futuro: Cerca o Lejos”,  cuya replica viene de la mano de expertos, como Ramón, al que también conozco en persona, bastante más razonable que la mayoría que abordan estos temas (“Inteligencia Artificial superior? El futuro es el binomio humano-máquina). Dicho sea de paso, por mucho que una gran masa de investigadores se consideren ateos, es evidente que nuestra mortalidad no nos gusta a casi nadie. Empero como la realidad con la que convivimos es una simulación de nuestro cerebro«, quizás nada de esto esté ocurriendo ¿¿??. Al parecer en lugar de que tengamos “mil maneras de morir”, ahora la ciencia nos  propone, “mil maneras de alanzar la inmortalidad”, gracias a la tecnología, Siempre al servicio de la humanidad ¿¿??. Pero la realidad que nos ahecha resulta ser mucha más cruda, por lo que a los hombres y mujeres, corrientes y molientes, todo esto le sonará a chino, o simplemente lo leerán como una si se tratara de una novela de “ciencia ficción”. Otras notas de prensa científica alertan que en el futuro los avances de la robótica harán que muchísimos puestos de trabajo desaparezcan, lo cual implicaría más paro y miseria. De lo dicho hasta aquí podemos resumir que, a día de hoy y bajo una “dictadura financiera” causante de una crisis económica que ha generado que decenas de millones de personas de los países desarrollados se encuentren ya en el umbral de la pobreza, el “Morir joven, a los 140”, nos cause una combinación de desconcierto, alegría, preocupación y tristeza, a la par que un contrasentido. María y Mónica defienden, y con razón, que el ejercicio, llevar una vida sana y evitar el estrés son requisitos indispensables.  Y aquí nos encontramos ante una nueva y seria contradicción.

 Sed ha demostrado, como era de esperar, que el paro y la penuria generan estrés. Empero también se ha constado que este último causa una propensión a enfermar (depresiones mentales incluidas), por lo que el “Morir joven, a los 140”, se nos antojará pronto a la mayoría de los seres humanos como algo inalcanzable, una posibilidad que podrán disfrutar los ricos, que no los pobres, en un mundo en el que las desigualdades crecerán aún más. Tener en cuenta que hemos soslayado hasta aquí de la ecuación como la mayor parte de la población mundial mora en países pobres, esos a los que eufemísticamente denominados “en vías de desarrollo”. Allí muchos luchan, día a día, por vivir una semana más. Empero incluso las menguantes clases medias de los países poderosos enferman por causa de una tecnología mal testada y un márquetin que se antoja mortífero, al menos a la larga. Los alimentos que consumimos son cada vez más insalubres, gracias a las malas prácticas de las multinacionales y a la degradación del medio ambiente. Plaguicidas, pesticidas, metales pesados, COP, contaminan nuestras comidas  y cuerpos. Más aun, hasta sus envoltorios son muy perjudiciales para la salud humana, como se señala por ejemplo en esta noticia entre centenares de la misma guisa “Un químico presente en los plásticos puede provocar obesidad (el ftalato de benzilo y butilo y se suma a los perjuicios en materia de salubridad ya reconocidos en el bisfenol A). Y tan solo hablamos de la punta del iceberg, porque le lista se antoja interminable.

 Si gran parte de la población se encuentra famélica, porque no tiene alimento que llevarse a la boca, en la restante causa estragos el sobrepeso (la gordura), con sus consecuencias sobre la salud de la población. Y así la podemos sostener el lema de: “la obesidad, gran peligro de la humanidad”…., “rica”. Gracias a ese masivo marketing empresarial, los jóvenes se atiborran de chuches y hamburguesas sabrosonamente grasosas, por lo que que no son alimentos precisamente sanos ¿verdad?. Y además añadamos el sedentarismo. Dicho de otro modo, cada vez  comemos alimentos de peor calidad, excepto aquellos escasos afortunados que al menos tienen la posibilidad de adquirir lo que consumen, en comercios que nos son prohibitivos para la mayoría.  Por lo tanto, los razonables consejos, sencillos y económicos, que nos ofrecen María y Mónica con vistas el “Morir joven, a los 140”, los vislumbro muy lejanos, mientras que tenebrosas películas de ciencia ficción, comoCuando el destino nos alcance” o las más recientes “Oblivion, Matrix o Elysium” cobran un cierta verisimilitud. Personalmente comienzo a dudar si esta filmografía de ciencia ficción es más ficticia que los buenos  deseos, avalados por la ciencia tal como María y Mónica proponen con la mejor de sus intenciones.

 La ciencia es neutral, la economía no. La ciencia no tiene moral, como tampoco la economía, por lo que sus logros pueden utilizarse para hacer el bien o para infligirnos daño. La historia está ahí para recordárnoslo. Hay tantos ejemplos que no merece la pena abundar más  en esta materia. Del mismo modo, estamos comprobando la carencia de sustentabilidad del sistema geoeconómico neoliberal que sigue depredando y/o degradando los recursos naturales que atesora el planeta, como es el caso del clima.  Más aun en los países ricos, la crisis económica actual está incrementando las desigualdades y un sesgo político hacia derechas xenófobas en numerosos Estados, constatando nuestra mezquindad, no solo la de los políticos, sino de buena de una proporción considerable de la ciudadanía. Dicho de otro modo, en diversos países de la opulencia, al menor atisbo de perder bienestar, sus discursos altruistas de los periodos de bonanza son remplazados por otros vergonzosamente egoístas y racistas. Dejemos de ser hipócritas, nadie es inocente ante las guerras intestinas que afectan a diversos países que salpican todo el globo ¿en vías de desarrollo? (¿no sería mejor reconocer “en vías de destrucción?).

  ¿Qué vedemos los científicos al ciudadano: ¿ciencia, o ciencia ficción?,

 Pero sigamos…….

 El caso del conflicto, devenido en tragedia que afecta a Siria, unos países poderosos bombardean a cierta parte de la población, mientras que otros emplean su arsenal contra la otra, alegando todos ellos que se trata de erradicar el terrorismo, so pena de que este tipo de “fuego amigo no se puede evitar”. No entraremos pues a hablar del ignominioso trato que estamos ofreciendo en Europa a los refugiados de aquel demolido país. En la mayor parte de este tipo de conflictos, que acarrean cientos de miles de víctimas inocentes, mediante  guerras crueles y evitables, los países no directamente implicados son más responsables que los que sufren las consecuencias, ya que al fin y al cabo lo que pretenden esencialmente estriba en que se respeten sus fronteras, bienestar y modos de vida, mientras que los daños colaterales sirven para entretener al público en los medios de comunicación de masas.

 ¿Quién sanciona la ciencia de las empresas privadas?, ¡Que difícil resulta sacar al descubierto el deplorable comportamiento de los lobbies de numerosas multinacionales de la agroindustria y farmaindustria (por citar dos ejemplos, ya que si hablamos de las armamentísticas…), que venimos denunciando asiduamente en este blog! ……. Mejor callar. Sin albargar la menor duda de que María y Mónica actúan con las mejores intenciones, yo personalmente me pongo a temblar cuando leo el siguiente párrafo de la nota de prensa: “Será en EE.UU. y gracias a un lobby muy fuerte de la investigación en fármacos para prevenir el envejecimiento”. Seguidamente cuando se aborda el espinoso tema de las implicaciones éticas, la noticia nos informa de que “Hay una filósofa holandesa que se plantea (…) si una píldora (….) consigue que vivas en buenas condiciones mucho más tiempo, quién la tomaría y como cambiaría la sociedad. Ella reflexiona que habrá gente que no quiera esa píldora y no se la tome. O, suponiendo que fuera carísima, cómo se decidiría su suministro desde un principio de igualdad. Ella plantea la posibilidad de un sorteo. Tal aserto equivaldría a suponer que las autoridades ministeriales de los Estados comprarían tales carísimos fármacos y luego la repartirían mediante una especie macabra lotería ¿?. Francamente, se me antoja un cruel juego de azar, como también de un escenario más que improbable. Bajo el imperialismo financiero actual, que socaba incesantemente los logros sociales conseguidos en décadas anteriores, y entre ellos la asistencia médica pública en favor de la privada, casi con toda seguridad, la pildorita de marras sería adquirida por los ricos, mientras que la inmensa mayoría de la población (….). En otras palabras, llevaríamos las desigualdades sociales hasta cotas prácticamente desconocidas desde que se abolió la esclavitud (oficialmente me refiero). La farmaindustria vende para que consumamos y engrosar sus multimillonarias cuentas bancarias. Puede calificárseles de cualquier forma, pero jamás como “hermanitas de la caridad”.

 Un contrargumento que suele utilizarse ante alegatos como los míos suele ser de la siguiente guisa: “los investigadores no somos responsables del uso que haga el poder de nuestros hallazgos”. Ahora bien “son los Estados y estos lobbies los que diseñan las prioridades en materia de investigación y a la postre la financian”. En consecuencia, gran parte de los proyectos con los que financiamos nuestras indagaciones, y especialmente las de naturaleza aplicada no son neutros. Así ,mientras los legisladores se lamentan del casi insoportable gasto social que implica pagar a tanto viejecito (que dicho sea de paso han ido sufragando con sus impuestos y retenciones, el derecho de envejecer en paz y tranquilidad), buscándose como poder manejar tal gigantesco y vetusto lastre “contaminante”, por otra pretenden prolongarnos la vida, soslayando el enorme problema demográfico (en ausencia de control de la natalidad)  o ético (si al fin de cuentas nos encamináramos hacia una obsolescencia programada). ¿No es un contrasentido?. Pues no tanto, si finalmente las pastillitas las se adquieren a un coste elevadísimo, el escaso porcentaje de la población que pueda permitírselo no generaría perturbaciones demográficas.   Por lo tanto yo no puedo dejar de preguntarme:

   ¿Qué vedemos los científicos al ciudadano: ciencia, o ciencia ficción?, Y aquí en donde esos filmes como Cuando el destino nos alcance”, “Oblivion, Matrix o Elysium”, comienzan a vislumbrarse, no como totalmente ficticios, sino como escenarios probables, o al menos más verosímiles que la aludida lotería de la mortalidad/inmortalidad.

 El mundo es ya demasiado complejo y económicamente mediatizado, como para que los investigadores podamos predecir nada acerca de cómo los políticos y poderes económicos utilizarán nuestras indagaciones. Empero si nos queda a todos un atisbo de sentido común  y conciencia humanitaria, deberíamos “obligar a la ONU y todos los gobiernos a cumplir lo que firmaron en su día, es decir la Declaración Universal de Derechos Humanos”. De seguirlos a raja tabla, “sí” habríamos dado un gran salto de la humanidad para alcanzar un futuro mejor. Pero claro está, tal heroicidad y generosidad de miras no es del gusto ni de los contubernios geopolíticos, ni de la rapiña de esos lobbies multinacionales cuyo lema es “todo por la pasta”. 

 Desearía dejar patente que este post no es ningún alegato contra nadie, sino una manifestación del desasosiego que me genera la relación ciencia-sociedad-poderes fácticos, así como que la prensa ofrezca unas falsas esperanzas con vistas a alcanzar un futuro en donde los seres humanos puedan vivir más y mejor, cuando la cruda realidad se empecina en constatar todo lo contrario.  Sé que es mucho pedir, pero (…) Que nadie se olvide que la historia nos demuestra hasta la fecha cuando la humanidad descarrila son las guerras y las pandemias las que nos ponen en su sitio. Y este escenario no le gusta a casi nadie, excepto a los lobbies armamentísticos y sanitarios ¡once again!

Juan José Ibáñez

 Viviremos ciento cuarenta años«

Entrevista a María Blasco, directora del Centro Nacional de Investigación Oncológica (CNIO), y Mónica G. Salomone, periodista especializada en ciencia, que analizan los progresos de la ciencia para frenar el envejecimiento.

 FUENTE | 20 minutos; 22/04/2016

  María A. Blasco y Mónica G. Salomone han escrito el libro ‘Morir joven, a los 140’ (Paidós), en el que exploran el paradigma de frenar el envejecimiento, desde múltiples aristas: los avances científicos, la implicación sociológica e incluso las dudas éticas que implica que lleguemos a vivir 140 años. Porque ese día llegará, dicen las autoras.

 1.- ¿Cómo es eso de que no es obligatorio envejecer?

María A. Blasco: Lo que sabemos por las últimas investigaciones es que el envejecimiento es algo que no ha sido programado por la evolución, sino todo lo contrario. La evolución nos programa para que nos mantengamos jóvenes con la finalidad de garantizar que la especie tenga descendencia. Además, sabemos que en el envejecimiento dejan de funcionar unos mecanismos que nos protegen y que lo hacen a distintas velocidades en distintas especies. Las personas tienen de esperanza de vida media ochenta y tantos años, y pueden llegar hasta 120. Los ratones viven 1 año, pero pueden alcanzar los 3 años. Las ballenas viven hasta 250 años… Estos mecanismos se pueden ajustar modulando los genes. Lo que ha ocurrido es que hemos descubierto cuáles son los mecanismos que modulan esta capacidad de mantenerse joven y libre de daños. Si los manipulamos, como ya hacemos en gusanos o ratones, retrasamos ese envejecimiento y las enfermedades.

 2.- ¿Se ha intentado ya frenar el envejecimiento en humanos?

María A. Blasco: Se va a probar el primer ensayo clínico en humanos con metformina, un fármaco utilizado para otras cosas (como el tratamiento de la diabetes) sin grandes toxicidades. Será en EE.UU. y gracias a un lobby muy fuerte de la investigación en fármacos para prevenir el envejecimiento.

 3.- ¿Desde qué edad se puede intentar incidir para prolongar la vida?

María A. Blasco: No sé las edades del ensayo de EE.UU., pero te puedo contar que cuando intervenimos en ratones acortando los telómeros, que son los mecanismos que nos mantienen jóvenes, cuanto antes lo hacíamos mejor. A ratones más jóvenes más beneficios de viejos.

 4.-¿Cualquiera podrá tomarse una píldora para no envejecer? La idea es que si actuamos en el envejecimiento a nivel molecular podríamos retrasar las enfermedades

Mónica G. Salomone: Uno de los mensajes del libro es que no se trata solo de una opción de vanidad, se trata de si interesa invertir en que las personas que ya viven más tiempo, gracias a los avances médicos e higiénicos, puedan vivir con buena salud.

 5.- La esperanza de vida en España está en 83 años ¿De verdad viviremos 140?

María A. Blasco: El envejecimiento es el principal factor de riesgo para las enfermedades que causan la muerte, como el cáncer, enfermedades neurodegenerativas o cardiacas. La idea es que si actuamos en el envejecimiento a nivel molecular podríamos retrasar la incidencia y disminuir o evitar las enfermedades mortales prematuramente. En mi laboratorio vimos que era posible genéticamente hacer que los ratones vivan un 40% más que la media y para el libro hicimos un ejercicio de extrapolación a humanos.

 6.- Entonces habrá una ‘cuarta edad’ que siga a la ‘tercera edad’

Mónica G. Salomone: Efectivamente esto tiene una implicación más allá del laboratorio y hacemos reflexiones sobre qué supone para la sociedad envejecer menos. Hay una filósofa holandesa que se plantea, en un escenario en el que se haya conseguido una píldora que sin efectos secundarios consigue que vivas en buenas condiciones mucho más tiempo, quién la tomaría y como cambiaría la sociedad. Ella reflexiona que habrá gente que no quiera esa píldora y no se la tome. O, suponiendo que fuera carísima, cómo se decidiría su suministro desde un principio de igualdad. Ella plantea la posibilidad de un sorteo. También hay un demógrafo en Alemania que plantea un escenario muy real en el que la vida laboral se redistribuya. Así, las personas entre 25-50 años, en la época de formar familia, que se reduzcan la jornada a cambio de retrasar la edad de jubilación, no para machacarse, sino sin sufrimiento, porque apetezca.

7.- Suena bien, pero a la vez que vivimos más, ahora pasamos más años enfermos y con dolores. ¿Hay achaques evitables?

 María A. Blasco: Verdaderamente cuando consigues alargar la vida, en modelos experimentales como con ratones, que también mueren de cáncer, la primera sorpresa es que realmente vive más porque las enfermedades, todas, aparecen más tarde. De hecho, eso quiere decir que realmente si se vive más se puede vivir con menos enfermedades. En las personas centenarias lo que se ve es que con 80 y 90 años están más sanas y más jóvenes que el resto. Vivir más es estar más sano más tiempo.

 8.- ¿De qué moriremos en el futuro a los 140 años?

María A. Blasco: El objetivo es no morir de ninguna enfermedad, si finalmente logramos evitar el envejecimiento. Moriremos como mueren los animales en la naturaleza: siendo jóvenes y de una infección, por un nuevo germen que no podamos controlar o accidentalmente. Eso es un sueño, pero obviamente pasa por frenar el proceso de envejecimiento.

 9.- Mientras tanto, ¿qué hay que hacer para envejecer bien?

Mónica G. Salomone: Después de hablar con expertos, el resumen de lo que nos han contado es que por ahora lo mejor es hacer una vida sana, comer bien, no fumar por supuesto y, sobre todo, hacer ejercicio. Esto último tiene más consecuencias de lo que se pueda pensar, es clave para mantenerse con vida. ¡Ah! Y no tener estrés.

 María A. Blasco: Totalmente de acuerdo con Mónica, quizás añadir que hay biomarcadores que miran el ritmo de envejecimiento, como los niveles de inflamación o los telómeros. No se puede predecir cuándo se va uno a morir, y no es el objetivo, pero sí identificar los marcadores que pueden derivar en enfermedades. Estamos en fase de estudio colaborando para saber si se puede dar un pronóstico precoz de enfermedades como el alzhéimer o los ataques cardiacos. También hay que decir que cuando se ha medido la influencia de los genes y el ambiente, entendido como ambiente la alimentación o el ejercicio, se ha visto que en personas de 70 años el ambiente es la clave, pero después parece que los genes son el extra que hace falta para ser longevo.

 10.- Entonces, ¿Cuándo dicen ustedes que las personas vivirán 140 años?

María A. Blasco: No va a ser de un día para otro, sino poco a poco, con avances constantes y enfermedad por enfermedad. La esperanza de vida aumenta 3 o 4 años cada diez años. Seguirá ocurriendo y se va a ir alargandoEl mensaje es que ocurrirá, viviremos hasta los 140. No pasado mañana, pero habrá una mejora paulatina, hay que planteárselo. Lo inmediato es curar a los enfermos y a los que llegan muy machacados, más adelante se irá viendo. Quizás no haya una píldora para vivir extra, pero se está en la vía de conseguir vivir más y mejor.

Autor:   Amaya Larrañeta

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2 comentarios

  1. Juanjo pienso que la situación es mas grave. Inclusive en el tercer mundo, porque ha disminuido el indice de natalidad y ahora piramide también tiende a invertirse y aun en las comunidades rurales.

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