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Fuente: Colaje Google imágenes

La nota de prensa de la que comentaremos “algo” en este post, es un resumen de un trabajo publicado en la revista Nature, y que lleva por título: “La Tierra se calentará más de 2ºC este siglo según las últimas predicciones”. Su contenido nos pretende hacer creer que: “(…) los investigadores concluyen que la temperatura media del planeta a finales de siglo se habrá elevado 3,2°C, y que el crecimiento demográfico no es el factor determinante que provoca esta situación (…)”. Francamente no puedo estar en mayor desacuerdo. Yo no dudo de que el tránsito de una economía basada en los combustibles fósiles a otra cuyos pilares sean las energías renovables, paliara en parte, y a largo plazo, el calentamiento climático. Empero la geopolítica y la visión cortoplacista de la gobernanza mundial no da lugar a ser nada optimistas, por muchos convenios que se firmen. La historia nos ha mostrado una y mil veces que, contra el hábito de firmar se opone el vicio de no cumplir lo acordado. Y francamente esta parece ser una regularidad claramente corroborada a lo largo de la historia de la humanidad.

Vivimos en un mundo superpoblado y seguimos insistiendo en aumentar la población, cuando el Planeta dispone de unos recursos limitados. Por su parte, en los países más poblados el envejecimiento de la población comienza a generar problemas económicos y sociales a los gobiernos. Más aún, en los países pobres, la natalidad resulta ser más elevada, pero una ingente cantidad de criaturas o mueren de hambre o se enfrentan a un futuro tan oscuro como vacíos están sus estómagos. Las industrias de los países desarrollados trasladan allí sus instalaciones (deslocalización empresarial para descender sus costes de producción), generando paro laboral entre sus conciudadanos, aunque sin terminar de paliar tampoco la falta de alimentos en los países afectados por tal expolio. De hecho ocurre todo lo contrario, ya que tal tejemaneje empresarial, es frecuentemente aderezado por un aumento de la contaminación y degradación ambiental. Más aun, del mismo modo, les hurtan sus suelos más fértiles (acaparamiento de tierras). Recordemos que gran parte de los Estados de la opulencia han gestionado tan deplorablemente sus recursos que necesitan la superficie productiva de otros para poder alimentarse (tierras virtuales), socavando más aun la pobreza de los desheredados del mundo. Por tanto, no les ayudamos a mejorar sus condiciones de vida, ni a promover su soberanía alimentaria, Así pues, más que riqueza podemos hablar de exportación de la explotación, si adicionalmente recordamos que les hacemos trabajar en condiciones insalubres, bajos salarios y jornadas interminables.

De lo hasta aquí expuesto se deduce que: donde se ubica la riqueza también lo hace la vejez ciudadana, mientras en los lares repletos de criaturas que deben formar parte de las próximas generaciones se ha instaurado una profunda pobreza, por mucho que sus gobernantes se ufanen del incremento de sus PIB, pero que en el mejor de los casos, solo beneficia a los que más tienen. A más habitantes más recursos naturales se necesitan, así como una mayor degradación ambiental termina siendo el resultado, reduciéndose paulatinamente la cobertura de suelos fértiles a escala global. Pregúntense ahora, por ejemplo, ¿por qué se prohíbe la inmigración?.

Empero incluso en el caso más que improbable de que la gobernanza mundial y su economía dieran un vuelco inesperado, el lema de a mayor número de habitantes, mayor necesidad de recursos para consumir se me antoja insoslayable. Se podría retrasar, que no erradicar, lo que el destino nos depara, si la madre naturaleza y nuestro egoísmo no hace menguar drásticamente la población de una forma razonable y razonada. Y mientras tanto aumenta la edad de la población en los países de la opulencia, generando que sus habitantes deban trabajar hasta aproximarse a sus “fechas” de caducidad. ¡La esclavitud de los ancianos del futuro! Por lo tanto, otro triste final se encuentra en ciernes. La distribución de la población y las futuras generaciones así como el reparto de la riqueza, se me antojan más que brutalmente descompensadas, contrarias a la dirección que demanda la razón para alcanzar un futuro sostenible.

Recursos finitos demandan una densidad de población finita. Y en este punto nos topamos con el muro de nuestra estupidez. Obviamente no nos encontramos preparados para adoptar medidas drásticas, y ni tan siquiera nos atrevemos a proponerlas, ya que se trataría de crímenes de lesa humanidad. Si como China controlamos la tasa de nacimientos, la población envejece generándose los mentados problemas económicos y sociales. Si por el contrario, en ausencia de controles demográficos, como es el caso de la India, la tasa de natalidad se desboca y con ella la pobreza, el hambre y la injusticia.

Racionalizar nuestros finitos recursos es una solución que debemos adoptar inexcusablemente ¡ya!. Sin embargo, el problema de fondo queda ahí, so pena de los locos que nos proponen alcanzar el transhumanismo y el poshumanismo que, como su nombre indica, deviene en ir más allá de lo humano, sigan con sus esotéricos y desmadrados discursos. Un mundo de robocops y de robots, que estos nos remplacen, tal como somos. Hablamos de la pérdida de la humanidad en una evolución cultural y tecnológica, que nos conduciría a un mundo en donde los hombres dejarían de serlo en sentido estricto.

El cambio climático y la degradación global que diezma sus recursos naturales son el producto, que no la causa, de unos humanos irrazonables que crecen (mucho y mal) más allá de lo sustentable/razonable. Un mundo repleto de viejecitos con una exigua tasa de remplazo de la población se traduciría en un progresivo e irreparable envejecimiento. Podemos cerrar los ojos y mirar hacia otro lado, pero tarde o temprano, o nos ponemos todos de acuerdo o nos destrozaremos a nosotros y al planeta. No encuentro la solución, por mucho que he pensado y repensado el asunto.

El ser humano siempre ha mirado hacia adelante con la esperanza de que nuevos progresos científicos y tecnológicos nos ayuden a salir de los problemas de sostenibilidad que creamos. Sin embargo, esa misma tecnología nos ha conducido hacia un mundo más inhumano y gloriosamente degradado ¿o no?. ¿Seguiremos pensando de la misma forma en el futuro?. A la dictadura financiera que padecemos,  todo  este dilema, el más serio al que jamás nos hemos  enfrentado, no les importa en absoluto, mientras que a los pocos “afortunadamente multimillonarios” que rigen sus destinos no les afecten y lleguen a vivir más que matusalén, o simplemente sigan persiguiendo “su asesina inmortalidad”.  Ante tales disquisiciones lo que vais a leer, que podría también criticarse desde el punto de vista científico, carece de interés a largo plazo.

Juan José Ibáñez

Continua……                 

La Tierra se calentará más de 2ºC este siglo según las últimas predicciones

Científicos estadounidenses vaticinan que en 2100 la temperatura media de nuestro planeta habrá aumentado 3,2 °C. Según sus estimaciones, tan solo hay un 5% de posibilidades de que, como establece el Acuerdo de París, la temperatura de la Tierra no se eleve más de 2 °C a finales de siglo. La rapidez con la que se reduzcan las emisiones de carbono en las distintas actividades económicas será crucial para determinar el calor del futuro.

El mayor desafío al que se enfrenta la especie humana en el siglo XXI es frenar el calentamiento global. Para ello, hace menos de un año entró en vigor el Acuerdo de París, un tratado de carácter mundial cuyo objetivo primordial es limitar el incremento de la temperatura de la Tierra en 2°C con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento en 1,5°C. Ahora, nuevas investigaciones apuntan a que esta meta será difícil de alcanzar.

Un estudio estadístico realizado por científicos de diferentes universidades e instituciones estadounidenses revela que la posibilidad de que la temperatura de la Tierra solo aumente 2°C o menos a finales de siglo es de un 5%, y de un 1% si la meta es que se mantenga por debajo de 1,5°C.

Según los resultados del trabajo, publicado en la revista Nature Climate Change, lo más probable es que durante el próximo siglo la temperatura de la Tierra aumente entre 2°C y 4,9°C.

«Nuestro análisis es compatible con estimaciones anteriores, pero muestra que improbable que se cumplan las predicciones más optimistas», asegura Adrian Raftery, autor principal de la investigación y profesor de estadística y sociología en la Universidad de Washington.

«En general, los objetivos expresados en el Acuerdo de París son ambiciosos pero realistas», señala el experto, «pero las malas noticias son que es improbable que sean suficientes para lograr mantener el calentamiento en o por debajo de 1,5 ºC».

COMPLICADO ALCANZAR LOS OBJETIVOS DE PARÍS

Los expertos han analizado cómo aumentarían las emisiones de cara a 2100 en función de tres variables: la población mundial total, el producto interior bruto per cápita y la cantidad de emisiones de carbono emitido por cada actividad económica.

Así, mediante estimaciones estadísticas de los últimos 50 años, los investigadores concluyen que la temperatura media del planeta a finales de siglo se habrá elevado 3,2°C, y que el crecimiento demográfico no es el factor determinante que provoca esta situación. Además, advierten que la rapidez con la que se reduzcan las emisiones de dióxido de carbono en función de cada actividad económica será crucial para frenar el calor del futuro.

«Se llegó a la conclusión de que la temperatura de la Tierra no debía aumentar más de 1,5°C debido a las catástrofes medioambientales severas que sufrirían muchos países. En caso de que se sobrepase, los daños por calor extremo, inundaciones o por el aumento del nivel del mar serán mucho más graves», explica Dargan Fierson, coautor del estudio.

«Nuestros resultados muestran que para conseguir los objetivos del Acuerdo de París hacen falta cambios drásticos», concluye el autor.

Referencia bibliográfica:

Adrian Raftery, et al. Less than 2°C warming by 2100 unlikelyNature Climate Change. (2017)

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