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Huertos Urbanos. Fuente: Colaje imágenes Google.

Existen noticias aparentemente interesantes, que nos ofrecen la imagen de una gobernanza preocupada por la salud de los ciudadanos. Sin embargo, casi nunca es oro todo lo que reluce. El lector debe siempre tener en cuenta que, tras muchas de las denominadas políticas verdes, tan solo existen nuevos modelos de negocio, que no genuinos intentos de salvaguardar la salud de los ciudadanos y del medio ambiente. Se trata de vender o aparentar preocupación y atención, que no de revertir situaciones indeseadas. Sobre la calidad del aire en las ciudades, mejor no hablar, ya que suelen incumplir los umbrales permitidos por la OMS, incluso en aquellas urbes que disfrutan un mayor grado de bienestar. Hemos advertido en numerosas ocasiones que los alimentos producidos en los huertos urbanos y periurbanos pueden resultar ser beneficiosos o perjudiciales en función de las deposiciones atmosféricas, aunque también de la contaminación previa de los suelos que se pretenden poner en cultivo. En cualquier caso, ya se ha demostrado en numerosas ocasiones que los suelos de los jardines urbanos se encuentran fuertemente contaminados. Como corolario, pueden usarse, bajo control, con vistas a analizar la contaminación de sus suelos y plantas, monitorizar la evolución y advertir a los eco-agricultores urbanitas si pueden consumir los alimentos de sus huertas. Y es aquí en donde me sorprende la noticia que os mostramos hoy: “Los huertos urbanos como vigilantes de la contaminación”. Tras leerla, me han surgido varias tribulaciones. Al menos, tal cual se encuentra redactada la nota, da la impresión que importa más la monitorización del estado de salud ambiental y humana que cuidar de la población en sí misma antes que enferme.  Por supuesto, que estoy de acuerdo con las redes de vigilancia de tal guisa, ahora bien: ¿por qué no empezar con los jardines, cuyos productos no son consumibles y luego preocuparse por lo que consumen los seres humanos que habitan tales urbes?.

Veamos el lado positivo redactado en la nota de prensa: “El segundo objetivo fundamental del trabajo ha sido comprobar si los alimentos cultivados en un ambiente urbano, empleando un sustrato limpio, serían adecuados para su consumo, puesto que estudios previos llevados a cabo por el grupo de investigación de la UPM Prospección y Medio Ambiente (PROMEDIAM), habían determinado que ciertos emplazamientos urbanos podrían no ser adecuados para la agricultura urbana si se cultiva directamente sobre el suelo, debido a los niveles de concentración existentes de algunos de los elementos traza analizados”. Hasta aquí todo perfecto, ya que además los sustratos, es decir suelos artificiales, reemplazan el “los potencialmente contaminados suelos urbanos”. Ahora bien, cabe discrepar en el periodo monitorizado en esta experiencia “tres semanas”. Siempre se puede alegar que diversos cultivos crecen rápidamente, por lo que en la práctica no existen muchas posibilidades de que se contamine el alimento en tan corto lapso de tiempo. Pero con otros no ocurre lo mismo, mientras que en el suelo puede ir acumulando paulatinamente contaminantes que a la postre asimilarán las plantas y como corolario también los seres humanos que las ingieren. Tengamos también presente que reemplazar grandes superficies (aunque se encuentren dispersas) de suelos urbanos por sustratos adecuados puede ser bastante oneroso. Del mismo modo, las condiciones de una ciudad concreta cerca del mar, en un país cuyos ciudadanos se encuentran muy concienciados con la salud humana y la calidad ambiental (Copenhague en este caso), da lugar a extraer conclusiones precipitadas y poco generalizables. Existen pocas urbes tan concienciadas como las del norte de Europa.

Tampoco debería soslayarse que una red de vigilancia, no significa, ni mucho menos, que se monitoricen todas las parcelas, sino unas pocas que, “en teoría”, debieran ser representativas de barrios y calles cuyo aire (micro-climas) se encuentre “potencialmente, más o menos contaminado.  Conozco un caso concreto en el cual, ante la gravísima contaminación detectada, y con vistas a no alarmar a la población, se re-ubicaron los sistemas de vigilancia de la calidad del aire en enclaves “menos perversos”, dando la impresión de que había mejorado el aire, cuando en realidad era todo lo contrario. ¿Así son buena parte de los políticos y gestores?.

El crecimiento o expansión de la agricultura urbana se promueve en casi todos los países con independencia de la calidad del aire, del suelo, sus niveles de pobreza/riqueza, el cuidado/desprecio de los gobernantes con sus conciudadanos, etc. Por ejemplo, ustedes podrán leer como “Respirar el aire de Nueva Delhi es como fumar 45 cigarros al día”. Sin comentarios ¿verdad?.

Por lo tanto, lamento que se generalicen unos resultados tan concretos, singulares, y poco representativos, con vistas a animar a la población en general a que inicie su huerto urbano. Y a pesar de que no son consumibles, ¿Por qué no monitorizamos los parques y jardines?.  No me parece de rigor redactar noticias que pueden ser engañosas o muy engañosas.

Os dejo estos dos post previos como aperitivo, aunque abajo muestro la noticia original y otras entregas relacionados con los suelos de los ambientes urbanos. Ciudades Verdes: Los Huertos Urbanos y periurbanos; Ciudades Verdes: Tejados y Cubiertas verdes y/o sostenibles.

Juan José Ibáñez

Continúa……..

Los huertos urbanos como vigilantes de la contaminación

Investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid, en colaboración con la Universidad de Copenhague, han evaluado el uso de plantas comestibles para la biomonitorización de la contaminación atmosférica

Para determinar los niveles de calidad del aire se suelen emplear equipos y técnicas físico-químicas que son complejos de operar y únicamente proporcionan medidas puntuales. Un equipo de científicos liderado por la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) −en el que han participado investigadores de la Universidad de Copenhague− ha desarrollado un nuevo método, basado en la monitorización pasiva con vegetación en las ciudades, que permite obtener datos de forma simple, económica y que integra todos los factores ambientales de exposición con una amplia resolución espacial y temporal. De esta forma, los huertos urbanos, además de proporcionar alimentos, podrían integrarse en la red de vigilancia y control de la calidad del aire.

La contaminación atmosférica es una de las principales preocupaciones de la sociedad en la actualidad, debido a sus efectos nocivos sobre la salud humana y el medio ambiente. Además, el incremento de los episodios de contaminación en las principales ciudades durante los últimos años ha venido a aumentar esta inquietud. Por todo esto, sería conveniente desarrollar sistemas de monitoreo simples, económicos y lo suficientemente precisos de la calidad del aire. Para ello, un equipo de investigadores españoles y daneses ha llevado a cabo un estudio con el propósito de evaluar el potencial de las especies de plantas comestibles de los huertos urbanos como bioindicadores de la contaminación atmosférica. Concretamente, uno de los objetivos principales del estudio fue determinar si era posible monitorizar la contaminación atmosférica asociada a metales pesados y metaloides empleando especies de plantas comestibles cultivadas en huertos urbanos.

El segundo objetivo fundamental del trabajo ha sido comprobar si los alimentos cultivados en un ambiente urbano, empleando un sustrato limpio, serían adecuados para su consumo, puesto que estudios previos llevados a cabo por el grupo de investigación de la UPM Prospección y Medio Ambiente (PROMEDIAM), habían determinado que ciertos emplazamientos urbanos podrían no ser adecuados para la agricultura urbana si se cultiva directamente sobre el suelo, debido a los niveles de concentración existentes de algunos de los elementos traza analizados

Para la investigación, realizada en la ciudad de Copenhague, se seleccionaron tres puntos de exposición de acuerdo a los diferentes niveles de contaminación atmosférica esperados: el primero ubicado junto a una carretera con alta densidad de tráfico; el segundo en un parque, separado por una barrera vegetal de una calle con baja densidad de tráfico; y, por último, una cámara climática con aire filtrado como sitio de control. Además, se emplearon dos tipos de sustrato (turba y vermiculita) y dos especies vegetales (col rizada y colza). Tras tres semanas de exposición en las diferentes localizaciones, las muestras se recolectaron y se analizó la concentración de 27 elementos.

Los resultados mostraron que, como era de esperar, las plantas localizadas cerca de la carretera habían acumulado una mayor cantidad de elementos típicamente relacionados con el tráfico y que las muestras en el exterior exhibían también mayores niveles de elementos asociados al aerosol marino. No obstante, las concentraciones de contaminantes para los cuales existen niveles máximos legales establecidos (cadmio y plomo) se encontraban por debajo de los límites aceptables para alimentos de hoja. Por tanto, los productos cultivados sobre un sustrato no contaminado, en el área urbana de estudio, serían adecuados para su consumo. Además, las especies seleccionadas podrían utilizarse como bioindicadores, al reflejar los niveles de contaminación atmosférica del entorno. Como señala Miguel Izquierdo, uno de los investigadores de la UPM que ha participado en el estudio, “estos hallazgos llevan a la conclusión de que el análisis de partículas atmosféricas absorbidas y depositadas sobre plantas comestibles puede ser una técnica fácil, económica y fiable para biomonitorizar la contaminación atmosférica por partículas en ambientes urbanos”.

Los investigadores esperan que los resultados obtenidos ayuden a promover la agricultura urbana, aplicando las prácticas y tomando las medidas de seguridad adecuadas, impulsando en última instancia el desarrollo urbano sostenible, la protección del medioambiente y la lucha contra el cambio climático y la inseguridad alimentaria.

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