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Suelos, dehesas, ganado  y  cigüeña blanca: Fuente: Colaje Google imágenes

Ya hemos hablado acerca de las dehesas mediterráneas en multitud de ocasiones precedentes, por lo que no volveremos  repetirnos acerca de la belleza y bondades de estos sistemas agrosilvopastirles (ganaderos, forestales y agrarios), típicos de la gestión del territorio del Oeste de la península Ibérica. Digamos simplemente que se trata de bosques aclarados con fisionomía sabanoide, y en cuyos claros medra los pastos, que actualmente consumen las especies ganaderas domésticas o el toro bravo Ibérico, y que tradicionalmente también atesoraban parcelas para el cultivo, a menudo cambiantes al objeto de evitar o paliar el embrutecimiento del pasto. Del mismo modo, el árbol ofrece madera y leña, las imprescindibles bellotas para el engorde del ganado porcino, y cuando existen alcornocales, el corcho. Tradicionalmente han disfrutado de varios tipos de pastos muy variados en función de la gestión y carga ganadera y variedad de hábitats edafo-geomorfológicos. La ganadería solía ser variada (rebaños de distintas especies en el mismo predio), cambiando también las especies en función del clima. Como ya os mostramos abajo, la cigüeña ha sido parte de los paisajes mediterráneos campesinos, colocándose en enclaves altos, como los campanarios de las iglesias. En la tradición popular, mentar que viene la cigüeña, era casi sinónimo del alumbramiento de un hijo en la comunidad. Un ave que ha causado casi siempre simpatía entre la población.  Las dehesas son especialmente frecuentes en los bosques de frondosas perennifolias del genero Quercus, ya que en climas más frescos y húmedos, los setos, y estructuras de bocage o campo cerrados, las reemplazan. Sin embargo, en las rampas de las Sierras y en contacto frecuente con las dehesas de Quercus, pueden también moldearse las de las fresnedas, bosques caducifolios que por requerir abundante humedad edáfica,  dan lugar a pastos y forrajes abundantes. Sin embargo se trata de una singularidad, como las de sabina que también he podido visitar.

La noticia que os ofrecemos hoy atesora un cierto interés,  por cuanto tiene muy en cuenta los suelos, en el caso concreto de las fresnedas, demostrando que estas aves migratorias pueden cambiar tanto la composición florística del pasto, como de la denominada calidad de los suelos. Tal nota de Prensa lleva el título de: “Especies silvestres y especies ganaderas ¿compatibles en las dehesas mediterráneas?”. Y resulta, que tal dicotomía se me antoja irritante. Discrepo del contenido de la publicación.

La dicotomía entre animales domesticados y salvajes puede dar lugar a confusiones de gran calado. Las cigüeñas llevan anidando en las dehesas secularmente, ayudando a conformar su estructura. La agricultura industrial y otras prácticas hicieron languidecer sus poblaciones durante décadas, pero el despoblamiento del campo, lo que en este país denominamos la España Vaciada, ha vuelto a reestablecer un hábitat propicio para su retorno, aunque también otras fuerzas menos amigables. Y digo retorno, ya que ellas ya habían buscado un nicho alternativo muy tóxico, aunque nutritivo, siendo especialmente abundantes en los vertederos periurbanos. En estos últimos y hediondos enclaves, ya no se otean esos nidos en lugares aislados, sino que se las detectan agregadas en grupos de varios individuos. Resumiendo la cigüeña también ha hecho, “de algún modo” a la dehesa mediterránea tradicional. En este sentido discrepo abiertamente con las conclusiones de los autores.

Por lo que respecta a los pastos, la heterogeneidad de hábitats y la gestión del ganadera , dan lugar a un mosaico de distintas comunidades vegetales, como los idiosincrásicos vallicares, majadales, etc., cada uno de ellos con propiedades del suelo diferentes. En general, no se puede defender que exista unos pastos canónicos y otros “alterados”. También la carga ganadera es otro factor muy a tener en cuenta. Si el pastoreo es escaso, los pastos se degradan, cambiando su composición otros con plantas herbáceas menos palatables, que a la postre serán sustituidas por matorrales.  Por el contrario, el sobrepastoreo degrada la cobertura vegetal dejando los suelos desnudos y a proclives a ser erosionados. Digamos también que la carga cinegética, ha dado lugar a otro tipo de dehesas, a veces exclusivas como cotos de caza.

Veamos ahora algunos fragmentos de la noticia original que comentaré, dejando la nota de prensa íntegra para el  final del post. Y así los autores (en palabras de los plumillas de la prensa ciudadana) comentan:

(…) ¿es compatible su presencia en ciertas zonas con el uso de las mismas para la ganadería extensiva? la importancia de equilibrar la presencia de la cigüeña blanca en las dehesas para evitar que sus hábitos reduzcan la diversidad florística en ciertas áreas y por tanto limiten que estos terrenos puedan utilizarse para el pastoreo.

Por lo general, las cigüeñas construyen sus nidos en pareja, siendo tradicionalmente inusual fuertes densidades en nuestras latitudes, por lo que en “condiciones normales” no alteran el ecosistema de la dehesa.  Sin embargo, las cigüeñas, como todos los seres vivos,  buscan enclaves con alimento, y  si este se produce en abundancia, la densidad de la cigüeña también.

Las dehesas son hábitats reconocidos internacionalmente por su importancia ecológica, socioeconómica y cultural ya que mantienen niveles de diversidad biológica más elevados que los bosques originales de los que proceden (…) evaluar el impacto causado por la presencia de una colonia de cigüeñas con una elevada densidad de individuos sobre algunos servicios ecosistémicos (…) cantidad y calidad de forraje (…) ciclo de nutrientes, biodiversidad (…. ) (secuestro de carbono, estructura del suelo) generados en una dehesa de fresnos (…) para su conservación, las dehesas ibéricas requieren de la  actividad ganadera, ya que el ganado o los grandes herbívoros silvestres como los ciervos son los que se encargan de mantener y perpetuar la diversidad de especies herbáceas a través del pastoreo. De ahí la importancia que la introducción de especies protegidas, como la cigüeña blanca, no altere el equilibro de vegetación que caracteriza a estos ecosistemas.

Desconozco si en este caso concreto las cigüeñas fueron introducidas, empero por lo general regresaron espontáneamente tras el declive aludido que, también ocurrió en otros lugares de Europa. Actualmente, dado su aumento demográfico, el riesgo de extinción es mínimo, por lo que supongo que también debieran serlo las normas de protección. Han vuelto, a su casa, que no introducidas por primera vez, dando pues  más valor, colaborando en la restauración, del ecosistema tradicional.

(…) en las áreas proyectadas bajo las copas arbóreas que mantenían un nido de cigüeña se produjo una reducción (….) calidad del forraje ciclo de nutrientes y biodiversidad (….), “Encontramos un incremento de los nutrientes del suelo (nitrógeno, fósforo y sodio) y de la producción de gramíneas (….) una reducción de la producción de leguminosas y de la diversidad de plantas, y por tanto una reducción de la calidad del pasto herbáceo en esas áreas. Además, la composición florística estuvo dominada por unas pocas especies altamente demandantes de nutrientes y colonizadoras”.

El objetivo de este estudio fue evaluar el impacto causado por la presencia de una colonia de cigüeñas con una elevada densidad de individuos sobre algunos servicios ecosistémicos.

Pues bien es aquí en donde no encontramos, posiblemente, con el meollo de la cuestión. Tradicionalmente el número de cigüeñas era escaso en el centro de la Península Ibérica, esparciéndose a modo territorial en los enclaves adecuados.

Veamos al respecto algunos párrafos de la página Web de Wikipedia sobre la cigüeña blanca: Las zonas de alimentación preferidas de la cigüeña blanca se componen de pastos verdes, tierras de cultivo, y humedales poco profundos. Evita las áreas cubiertas de hierba alta y arbustos (…) También existen informes de cigüeñas blancas buscando alimentos en basureros en el Oriente Medio, África del Norte y África del Sur, fuera de la temporada de cría (La cigüeña blanca se reproduce en zonas agrícolas abiertas con acceso a humedales pantanosas; construye un nido grande en la cima de árboles, edificios, o en plataformas artificiales levantadas específicamente para este propósito.(…)  El nido se construye de ramas y palos, y tiene un diámetro de (… ) las aves que no se reproducen, se reúnen en grupos de 40 o 50 durante la temporada de cría.

El comportamiento, por pareja o grupal, en el lugar de anidamiento, no parece claro y puede depender de las circunstancias. Con la proliferación de vertederos alrededor de los núcleos de población comencé  observar por primera vez las aludidas colonias, no lejos del lugar de este estudio. Cabe pues conjeturar que pudiera ser la mentada cercanía a los vertederos, la que ha dado lugar a una “sobrecarga” de cigüeñas en ciertas dehesas. De cualquier modo, la sobrecarga puede también producirse por el mal manejo del ganado, no habiendo pues diferencias entre especies salvajes y domesticadas.  Confundir sobrecarga con competición entre especies estantes y aves salvajes “introducidas” se me antoja descabellado.

En la nota de prensa, pero especialmente en el resumen del artículo original (ver al final del post) se deja patente que el impacto sobre suelos y vegetación solo ocurre bajo la sombra del arbolado, quedando el resto del ecosistema intacto. Se trata fundamentalmente de las heces de las aves, que al caer al suelo, generan un exceso de nutrientes (eutrofización) y así alteran la composición del pasto. Personalmente he observado “todo tipo” coberturas y zonas desnudas bajo la canopias arbóreas de la dehesa: Desde esplendorosas en herbáceas, hasta totalmente descarnadas, en función del manejo del ganado.

Y es que, aunque la protección de especies favorece la conservación y persistencia de las mismas; la competición por los recursos naturales puede, a veces, causar un conflicto entre los variados intereses humanos, incluyendo la gestión de la fauna silvestre, que origine impactos negativos tanto para el bienestar del ser humano como de la conservación de la fauna silvestre.

Me callo, ya que he vuelvo a sostener que en la nota de prensa se intenta mezclar el agua con el aceite. Especies silvestres y especies ganaderas ¿compatibles en las dehesas mediterráneas?. Me parece un paupérrimo ejemplo con vistas a intentar responder a una pegunta tan importante como la señalada en el título de la nota de prensa.

Siempre he sido un apasionado del mundo de las dehesas. Mi primera publicación, a finales de la década de los 70 del siglo  XX, fue precisamente sobre ellas. He leído muchos libros sobra la gestión “tradicional” de las dehesas en los últimos siglos. Esta resultaba ser muy compleja y muy variada, cambiando también en cada región. Actualmente, la mayor parte de ellas no siguen aquellos cánones, y se encuentran bastante degradadas. Más aun, las dehesas de fresnos son una singularidad, no siendo representativas del acervo campesino tradicional que involucra a las dehesas en general. Y si los enclaves se encuentran cerca de las ciudades, repletas de vertederos ricos en materia orgánica, es decir con abundancia, por no decir exceso de nutrientes…

Juan José Ibáñez

Continúa…..

SeoBirdLife sobre la Cigüeña Blanca: “(Ciconia ciconia)

Pocas aves resultan tan familiares como la cigüeña blanca y pocas están tan arraigadas en las tradiciones como esta enorme zancuda que un día abandonó sus hábitos montaraces para asociarse al hombre en busca de sustento y protección. Esta especie hubo de soportar durante el pasado siglo una serie de drásticos cambios en los paisajes y los usos rurales que la llevaron a desaparecer en muchas regiones y de los que hoy día —gracias, en parte, a un cambio de hábitos—, se recupera asombrosamente.”.

Y en la Página de Wikipedia La cigüeña blanca (Ciconia ciconia) se puede leer:

Al ser un ave carnívora, la cigüeña blanca se alimenta de una gran variedad de pequeños animales, incluyendo insectos, peces, reptiles y pequeños mamíferos y aves. Consigue la mayor parte de su comida en el suelo, en zonas de baja vegetación o en fuentes de agua de poca profundidad. Es un reproductor monógamo que se empareja para toda la vida. Los dos miembros de la pareja construyen un nido de gran tamaño que puede ser utilizado por varios años. Cada año la hembra pone alrededor de cuatro huevos, que eclosionan de forma asíncrona treinta y tres o treinta y cuatro días después de haber sido puestos. Los dos adultos hacen turnos para incubar los huevos y ambos deben alimentar a los polluelos. Las crías dejan el nido entre los cincuenta y ocho a sesenta y cuatro días después de haber nacido; luego de ese periodo deben continuar siendo alimentados por los adultos por un periodo de siete a veinte días más.

La cigüeña blanca fue catalogada como una «especie bajo preocupación menor» por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Se benefició durante la Edad Media con ciertas actividades humanas, como el corte y despeje de áreas forestales, pero los cambios en los métodos agrícolas y la industrialización hicieron declinar su población e incluso causaron su desaparición de algunas regiones de Europa durante los siglos xix y xx. Los programas de conservación en Europa hicieron que la cigüeña blanca volviese a reproducirse en los Países Bajos, Bélgica, Suiza, Suecia y Portugal. Tiene pocos predadores naturales, pero acoge a varios tipos de parásitos. En su plumaje pueden habitar piojos y ácaros y, en su nido, varios tipos de mesostigmatas. Esta ave ha dado origen a muchas leyendas e historias a lo largo de su área de distribución, de las cuales la más conocida es la historia que le atribuye traer a los bebés al nacer (…).

Especies silvestres y especies ganaderas ¿compatibles en las dehesas mediterráneas?

Un trabajo desarrollado por investigadores UPM analiza el impacto de la proliferación de la cigüeña blanca en las dehesas de la madrileña sierra de Guadarrama y muestra que las grandes colonias cambian la composición del pasto herbáceo bajo las copas de los árboles

Pocas especies de aves resultan tan reconocibles y familiares a simple vista como la cigüeña blanca, que tras un tiempo en el que su supervivencia estaba en entredicho, ha visto cómo los cambios de hábitos propiciados para su conservación han hecho que vuelva a estar presente en nuestros ecosistemas. Pero, ¿es compatible su presencia en ciertas zonas con el uso de las mismas para la ganadería extensiva? Un trabajo desarrollado por investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid subraya la importancia de equilibrar la presencia de la cigüeña blanca en las dehesas para evitar que sus hábitos reduzcan la diversidad florística en ciertas áreas y por tanto limiten que estos terrenos puedan utilizarse para el pastoreo.

El trabajo, uno de los pocos que se centran en cómo la conservación de una especie protegida puede afectar a la composición del estrato herbáceo en las dehesas en que se concentran densamente, pone de manifiesto la capacidad de colonización de la cigüeña blanca y su potencial para modificar la estructura de las dehesas si no se limita su presencia en ellas.

 “El objetivo de este estudio fue evaluar el impacto causado por la presencia de una colonia de cigüeñas con una elevada densidad de individuos sobre algunos servicios ecosistémicos de aprovisionamiento (cantidad y calidad de forraje para el ganado), de soporte (ciclo de nutrientes, biodiversidad) y de regulación (secuestro de carbono, estructura del suelo) generados en una dehesa de fresnos localizada en la sierra de Guadarrama (Madrid)”, explica Aida López, investigadora del Departamento de Sistemas y Recursos Naturales de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Montes, Forestal y del Medio Natural de la UPM y una de las autoras de este trabajo.

Las dehesas son hábitats reconocidos internacionalmente por su importancia ecológica, socioeconómica y cultural ya que mantienen niveles de diversidad biológica más elevados que los bosques originales de los que proceden. Además, los beneficios que proporcionan a nivel medioambiental hacen que sean considerados como sistemas de alto valor natural.

Aunque a veces no se las tenga en suficiente consideración, las dehesas cumplen importantes funciones entre las que destacan la protección del suelo, la mitigación de los microclimas, el secuestro de carbono, funciones de recreo e incluso de mantenimiento de los valores estéticos del paisaje y otras muchas con las que contribuyen al mantenimiento de la fauna y la flora, pero también al bienestar humano”, explica Ramón Perea, otro de los investigadores y profesor de la UPM participantes en el estudio.

Lograr el equilibrio, la clave para el mantenimiento del ecosistema

Sin embargo, para su conservación, las dehesas ibéricas requieren de la  actividad ganadera, ya que el ganado o los grandes herbívoros silvestres como los ciervos son los que se encargan de mantener y perpetuar la diversidad de especies herbáceas a través del pastoreo. De ahí la importancia que la introducción de especies protegidas, como la cigüeña blanca, no altere el equilibro de vegetación que caracteriza a estos ecosistemas.

Los resultados del análisis desarrollado en la ETSI de Montes y en el que también ha participado la Comunidad de Madrid, pone de manifiesto que en las áreas proyectadas bajo las copas arbóreas que mantenían un nido de cigüeña se produjo una reducción de algunos servicios ecosistémicos de aprovisionamiento (calidad del forraje) y de soporte (ciclo de nutrientes y biodiversidad), tal y como explica Sonia Roig, también investigadora y profesora de la UPM. “Encontramos un incremento de los nutrientes del suelo (nitrógeno, fósforo y sodio) y de la producción de gramíneas. También se observó una reducción de la producción de leguminosas y de la diversidad de plantas, y por tanto una reducción de la calidad del pasto herbáceo en esas áreas. Además, la composición florística estuvo dominada por unas pocas especies altamente demandantes de nutrientes y colonizadoras”.

Y es que, aunque la protección de especies favorece la conservación y persistencia de las mismas; la competición por los recursos naturales puede, a veces, causar un conflicto entre los variados intereses humanos, incluyendo la gestión de la fauna silvestre, que origine impactos negativos tanto para el bienestar del ser humano como de la conservación de la fauna silvestre.

“A nivel social, esto significa que debe establecerse un equilibro entre determinadas políticas proteccionistas y de uso, aprovechamiento y conservación de recursos del medio natural a través de información científica y de la formación e información a la sociedad”, explican los investigadores que añaden que  con más estudios como este, se podrán establecer conclusiones más ajustadas sobre las interacciones exactas al respecto antes de poder establecer soluciones concretas, especialmente en el caso de trabajar con especies protegidas asociadas a grandes impactos sociales.

Es necesario aplicar unas medidas de gestión adecuadas que reduzcan los conflictos entre los intereses de los humanos y la fauna silvestre, para asegurar la conservación de las especies protegidas a la vez que se mantiene la sostenibilidad del ecosistema y la provisión de importantes servicios ecosistémicos”, concluye Aida López.

Referencia bibliográfica:

López-Sánchez A., Perea R., Roig S. (Octubre, 2019). Are large-nested bird colonies compatible with the conservation of grazed woodlands? Global Ecology and Conservation 20, e00705. doi: 10.1016/j.gecco.2019.e00705

Resumen del trabajo Original

Are large-nested bird colonies compatible with the conservation of grazed woodlands?  [2019]

López-Sánchez, Aida Perea, Ramón Roig, Sonia

Grazed woodlands provide important ecosystem services (ESs) that contribute to human well-being. Conservation towards protected bird species may sometimes threaten the preservation of protected habitats or the persistence of other threatened species. Studies evaluating the effect of species conservation programs on ecosystem services are yet unusual. Here, we evaluated the effect of white storks (Ciconia ciconia), a gregarious and protected large-nested bird species on the provisioning, supporting and regulating ecosystem services delivered by highly valuable grazed woodlands. We recorded herbaceous floristic composition, net primary productivity (ANPP), organic matter, bulk density, N–P–K, and soil organic carbon under and in-between trees with and without nests in protected grazed woodlands of Spain. We found that white storks only affected the projected area under the nested trees by increasing soil nutrients (N: 1.65-, P:14- and K: 3.40-fold) and grass yield (1.40-fold); and by reducing forage quality (75% reduction in legume yield), plant diversity (60% reduction) and floristic composition heterogeneity (with increased abundance of nutrient-demanding, often invasive, species). Thus, only under the tree canopy (and not in-between trees or ecotone microsites), certain provisioning (forage quality) and supporting (nutrient cycling and biodiversity) ESs decreased. However, large-nested colonies may compromise the long-term conservation of the necessary tr…

ees that create and maintain important plant communities underneath.

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