ATENEO  TEMAS CANDENTES  Agujeros negros
 [Imprimir] [Añadir a Favoritos] [Cerrar]

   
 
 

Con su misterioso nombre y sus peculiarísimas características, los agujeros negros son, seguramente, los objetos cósmicos más fascinantes del Universo; su nombre es conocido, incluso, por los profanos en Astronomía. Los agujeros negros surgieron hace unos doscientos años, como una mera especulación intelectual del tipo: "¿qué pasaría si...?, durante una época en la que las únicas herramientas científicas de las que disponía la Astronomía eran las leyes de Kepler y la Ley de la gravitación universal de Newton. Sin embargo, aunque como idea tiene tan venerable antigüedad, la expresión fue acuñada más recientemente, en la década de 1970, cuando hacía más de medio siglo que se habían elaborado las teorías actualmente aceptadas sobre la naturaleza de la luz y la famosa Teoría de la Relatividad, ambas debidas a Albert Einstein. Aún hoy día, la existencia de los agujeros negros no es una evidencia científica, y tan sólo alcanza el rango de "suceso bastante probable".


Albert Einstein, padre de la Teoría de la Relatividad


Un agujero negro es, utilizando una sencilla definición, un objeto cósmico cuya gravedad es tan grande que nada puede escapar de su superficie y, por lo tanto, tampoco la luz puede eludir esa atracción gravitatoria. Es decir, que observado desde fuera se vería como una gran mancha negra sobre el fondo del firmamento de estrellas.
Para que un cohete -por poner un ejemplo- abandone la superficie de la Tierra y se sustraiga a su atracción gravitatoria debería alcanzar, durante su ascenso, una velocidad llamada "velocidad de escape", que depende de dos parámetros fundamentales: la masa y el radio del cuerpo celeste del que se quiere escapar. Cuanto mayor sea la masa y menor el tamaño del objeto celeste, mayor es la fuerza gravitatoria ejercida por éste, y por tanto, se requiere una velocidad de escape mayor. Dado que, según la teoría de Einstein y de acuerdo con todas las evidencias científicas, ningún objeto puede superar la velocidad de la luz -evidentemente, tampoco la propia luz-, cuando la velocidad de escape iguala a la velocidad de la luz la proporción entre la masa y el radio (tamaño) del objeto celeste es tal que atrae todo lo que hay a su alrededor, de manera irremediable. En este caso, estaríamos ante un agujero negro.

En cuanto a su naturaleza, un agujero negro no es más que un tipo muy peculiar de estrella que se encuentra en un estado muy avanzado de su ciclo vital; analicémoslo más detalladamente. La formación de una estrella comienza por una nube de gas que comienza a contraerse, debido a la atracción gravitatoria que se ejercen mutuamente los átomos y moléculas que la componen. La gran mayoría de átomos que constituyen el Universo corresponden al elemento químico más simple: el hidrógeno. Al comenzar a juntarse entre sí los átomos de hidrógeno, las colisiones entre ellos se hacen mucho más numerosas, lo que hace que aumente la temperatura de la nube. Cuando la densidad de átomos alcanza cierto valor, esta temperatura es de varios miles de grados, de forma que comienzan a suceder reacciones de fusión entre los núcleos, y se forman átomos de helio. En cada una de estas fusiones se desprende una gran cantidad de energía, de hecho son auténticas bombas de hidrógeno. En este estado, la nube de gas puede ser llamada, con toda propiedad, "estrella": se establece un equilibrio entre la atracción gravitatoria, que tiende a reducir el tamaño de la estrella, y la energía desprendida en las reacciones termonucleares. Esta etapa es conocida como "secuencia principal"; en ella se encuentra actualmente -y se encontrará durante los próximos cinco mil millones de años, aproximadamente- nuestro Sol. Cuando la proporción de helio frente a la de hidrógeno alcanza el 10% el núcleo colapsa gravitacionalmente -se encoge- y las capas externas, de hidrógeno, se expanden, y se pasa al estado de "gigante roja", donde el número de reacciones termonucleares se incrementa notablemente. Cuando el hidrógeno se agota, comienza a consumirse el helio como combustible nuclear, dando lugar a un nuevo colapso gravitatorio; la estrella es, entonces, una esfera de gas enormemente denso que se conoce con el nombre de "enana blanca", estado relativamente estable en el que se suceden las reacciones termonucleares, con la formación de elementos químicos de mayor peso y el progresivo enfriamiento durante varios miles de millones de años. Finalmente, la estrella pasa a un estado de "enana marrón", que consiste en una esfera -en su mayor parte de hierro incandescente-, que se enfría lentamente hasta la extinción (estado de "enana negra").


Imagen obtenida desde el telescopio espacial Hubble, donde se muestran tres galaxias en cuyos núcleos es más que probable la existencia de agujeros negros. NGC 3377 y NGC 3379, situadas en el extremo de la constelación de Leo, poseerían agujeros negros de masas iguales a 50 y 100 millones de veces la masa del Sol. Por su parte, NGC 4486 B es una galaxia satélite de M 87, en la constelación de Virgo, y posee un probable agujero negro cuya masa alcanzaría la cifra récord de 2 billones de veces la masa solar

Pero, no todas las estrellas presentan este final; si la masa de gas de la secuencia principal se encuentra entre 1,44 y 3 veces la masa del Sol, la temperatura que alcanza es tan elevada que consume rápidamente su combustible nuclear y, al alcanzar el estado de gigante roja, presenta un tamaño tremendo; estas estrellas se conocen como "supergigantes" y, en ellas, el colapso gravitatorio es fortísimo. Algunas consiguen reducir su peso mediante una tremenda explosión cósmica -fenómeno conocido como "supernova", observada de vez en cuando por medio de telescopios, como la ocurrida en 1987 en la gran nube de Magallanes. Como resultado de la explosión, se puede volver de nuevo a la secuencia principal o formarse, por colapso gravitatorio, una estrella de neutrones, en la que los electrones de los átomos se incorporan al núcleo, debido a la gran presión gravitatoria, y allí se unen con los protones y forman neutrones. Su tamaño es de unas pocas decenas de kilómetros, pero su densidad es enorme: unas 1013 veces la del agua. Si la masa de la estrella excede el valor de tres veces la masa del Sol, su gravedad es tan grande que se acaba formando un agujero negro. También pueden formarse agujeros negros si se incrementa la masa de una estrella de neutrones, o a una enana blanca, por encima de cierto límite.

Existen varios candidatos al puesto de agujero negro en el Universo observable; en la constelación del Cisne se cree que hay un sistema binario de estrellas, girando una alrededor de otra, una de las cuales es, muy probablemente, un agujero negro: posee un tamaño muy pequeño y una gravedad elevada y, aunque no se puede observar directamente, es una poderosa fuente de rayos X. Éstos se forman cuando la materia se precipita a gran velocidad sobre él; esta materia la arranca de su compañera visible.


Representación esquemática del sistema binario Cygnus X1, en la constelación del Cisne, en el que un agujero negro y una estrella supergigante orbitan entre sí. La elevada emisión de rayos X por parte del sistema se explica debido a que el agujero negro arranca materia de la estrella supergigante

Si la formación de un agujero negro es un proceso fascinante, mucho más fascinante es lo que ocurre con el espacio y el tiempo en sus alrededores. La Teoría de la Relatividad contempla, ya sea el espacio o el tiempo, como un todo que se afecta mutuamente y se ve afectado por la presencia de masa; una imagen clásica de ello es la siguiente: imaginemos que el espacio-tiempo es una sábana tensa y que una estrella es una bola de hierro situada sobre ella, que deforma la superficie en sus proximidades. Una cuadrícula dibujada en la sábana tensa correspondería a las diversas trayectorias que seguirían los rayos de luz en el espacio-tiempo; al colocar una masa, la cuadrícula se distorsiona, es decir, la trayectoria de los rayos de luz se desvía. Este hecho fue observado experimentalmente poco tiempo después de que Einstein enunciara su teoría, y sirvió de confirmación a ésta. Según esta imagen, un agujero negro consistiría en un embudo de infinita profundidad en la superficie de la sábana, lo que se conoce como una singularidad del espacio-tiempo, de tales características que, a partir de una zona alrededor del agujero negro conocida como "horizonte de sucesos", todas las trayectorias son espirales y conducen al fondo del embudo.

El por qué del nombre de "horizonte de sucesos" es debido a que, dado que desde el interior de la frontera no puede escapar un rayo de luz, nada que suceda en el interior puede afectar al exterior. El horizonte de sucesos es como una puerta que sólo permite el paso de objetos en una dirección; se puede caer en un agujero negro, pero no escapar de él. Corresponde a las trayectorias de los rayos de luz que están a punto de escapar del agujero negro, aunque tardan un tiempo infinito en hacerlo. Visto desde fuera, la curvatura del espacio-tiempo en los alrededores del agujero negro es tal que el tiempo discurre paulatinamente más despacio cuanto más próximo se encuentra uno al horizonte de eventos y, en el mismo borde, se anula por completo.


Representación gráfica de un agujero de gusano


Dentro de la singularidad, las ecuaciones de Einstein dan soluciones imaginarias para el tiempo. Evidentemente, un tiempo imaginario carece de sentido físico, pero ello no impide que la imaginación de decenas de físicos -y centenares de escritores de ciencia ficción- interpreten a su antojo el significado de las ecuaciones de la Relatividad en el interior de un agujero negro. De este modo, comenzaron a aparecer algunos artefactos teóricos, como los "agujeros blancos" -el fenómeno contrario a los agujeros negros, fuente inagotable de masa y energía- y los "agujeros de gusano", conexiones entre un agujero negro y un agujero blanco que, supuestamente, permitirían a un eventual astronauta –lo suficientemente robusto como para soportar el ingente campo gravitatorio al que debería someterse- cruzar de forma instantánea a otro punto remoto del Universo y, tal vez, a un tiempo anterior; en este sentido, los "agujeros de gusano" serían como puertas espacio-temporales. Todas estas especulaciones no son más que los resultados que se extraen de exprimir unas ecuaciones, las de la Relatividad, en determinadas regiones del espacio donde éstas dejan de ser válidas y de tener capacidad predictiva.

Representación esquemática de una "puerta espaciotemporal" a través de un agujero de gusano, que permitiría alcanzar remotas regiones del Universo a modo de atajo


En cualquier caso, la relativa abundancia de estrellas en nuestro Universo observable, cuya masa supera, con creces, el valor de tres veces la masa de nuestro Sol, obliga a pensar en los agujeros negros como una realidad de relativamente abundante; se cree que en el núcleo de la mayor parte de las Galaxias hay un gran agujero negro. Su existencia se puede detectar, indirectamente, de varias maneras; bien debido a cierta radiación que emite la materia que se acelera al caer en ellos, bien mediante la observación de las perturbaciones que produce en el movimiento de otras estrellas, o en los cambios de luminosidad que estos agujeros negros producen en estrellas lejanas, a modo de lentes gravitacionales.

Esta imagen, obtenida mediante un telescopio desde la superficie de la Tierra, muestra cómo se detecta un agujero negro debido a su efecto de amplificación de la luz procedente de una estrella lejana. En la primera de las imágenes se muestra el aspecto habitual de una región celeste; en la segunda, se aprecia un inusual aumento de la luminosidad de una de las estrellas. Se supone que un agujero negro ha cruzado entre la Tierra y la estrella lejana, y su intenso campo gravitatorio ha ejercido de lente que hace converger, hacia la Tierra, los rayos de luz procedentes de esta estrella. Calculando el valor de la masa y el tamaño del supuesto agujero negro, se obtienen valores concordantes con esta hipótesis. La imagen de mayor tamaño es una imagen de alta resolución de la misma región del espacio.