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El efecto invernadero |
Aunque los expertos no se ponen de acuerdo en la magnitud del cambio climático, hay consenso al admitirlo como un hecho real debido al fenómeno conocido como "efecto invernadero". En el efecto invernadero interviene no sólo el dióxido de carbono (CO2), también otros gases, como el ozono (O3), el metano (CH4), los óxidos nitrosos (N2O), los compuestos cloro-fluoro-carbonados (CFC) y el vapor de agua. Si bien todos estos gases se presentan de una forma natural en la atmósfera, sus concentraciones están viéndose aumentadas por la actividad humana Es bien sabido que el CO2 es un gas imprescindible para la vida, al igual que el oxígeno. Las plantas utilizan el CO2 para llevar a cabo la fotosíntesis, devolviendo a la atmósfera oxígeno. El equilibrio de la relación consumo y nueva creación de oxígeno es básico para el mantenimiento de la vida. Una atmósfera sin oxígeno impide la vida, pero concentraciones superiores al 25% provocarían la combustión espontánea de los bosques. Los niveles de CO2 que se originan por la acción directa del hombre provienen del consumo de energía fósil: petróleo, gas natural y carbón mineral. Los procesos naturales mantienen un equilibrio entre lo que se emite y lo que se absorbe; sin embargo, las evidencias indican que poco más de la mitad de las emisiones de CO2 producto de la actividad humana son absorbidas en los procesos naturales. Con respecto a los otros gases, el metano se produce de forma natural por la descomposición de sustancias orgánicas en ambientes pobres en oxígeno, en el sistema digestivo de los rumiantes, en la explotación de combustibles fósiles, en la quema de bosques, etc. Los compuesto cloro-fluoro-carbonados proceden de sustancias químicas sintéticas, formadas por cloro, flúor y carbono, y destruyen la capa de ozono, cuya función es proteger contra los nocivos rayos ultravioletas que emite el sol. Los óxidos nitrosos provienen de la actividad humana, de las chimeneas de las centrales energéticas, de los automóviles, los fertilizantes nitrogenados, etc., y son los causantes de la lluvia ácida que está deteriorando los bosques de Europa.
Todos estos gases contribuyen a retener parte de la energía calórica que recibimos del sol, manteniendo la temperatura de la tierra dentro de unos límites que han permitido el desarrollo de la vida. Sin ellos, la temperatura promedio de la tierra sería de unos -18 o C. Esos gases permiten el paso de la radiación solar de onda corta (luz visible), al tiempo que retienen parte del calor que la Tierra emana de vuelta en forma de radiaciones de onda larga (infrarrojo), manteniendo una temperatura media en la superficie de alrededor de 15o C. Aumento de la temperatura global (1880-2000) en la Tierra Como decíamos al principio, la temperatura media del globo, así como el valor medio de las concentraciones de gases atmosféricos, ha variado cíclicamente con el paso del tiempo. Así, en la época de los dinosaurios, la cantidad de CO2 era de 4 a 8 veces mayor que la actual, y la temperatura media 10 ó 15o C superior; por el contra, durante la última glaciación, aproximadamente hace 10.000 años, la temperatura media descendió 9-10o C, lo que corresponde con concentraciones de CO2 2/3 inferiores a las actuales. Estos fenómenos tuvieron lugar paulatinamente, con una disminución de 1o C cada 500 años, lo que permitió la migración de la flora y la fauna a otras zonas más cálidas. Sin embargo, el cambio climático que parece estar teniendo lugar durante estos últimos años es mucho más rápido, superando la capacidad de adaptación y migración de gran parte de los seres vivos, lo que podría conducir a la extinción de muchas especies. En poco más de un siglo, la actividad humana ha aumentado la cantidad de CO2 en un 25-30%, lo que supone un calentamiento de 1o C cada 30 años. Otras predicciones contemplan un incremento de 6 o C en un período de tiempo comprendido entre 1999 y 2100.
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Efectos del cambio climático |
Algunos efectos del cambio climático ya son palpables
en los ecosistemas más frágiles. El casquete ártico
ha perdido el 42% de su grosor y el 27% de los arrecifes coralinos del
Mundo ha desaparecido. Según las predicciones de los expertos,
el incremento de temperatura derivado del efecto invernadero supondrá
que el clima se extreme, aunque no afectará por igual a los distintos
países. Las previsiones hablan de un aumento de las precipitaciones
en las latitudes altas durante el invierno, debido al posible cese o disminución
de la corriente del Golfo, que es la responsable de mantener las altas
temperaturas medias del norte de Europa. En el sur, se producirá
una intensificación de las sequías, expandiéndose
las áreas hoy en día afectadas por los procesos de desertización,
como Sahel (Etiopia), norte de África, sudeste de Asia, India,
centro América y la cuenca del Mediterráneo, incluida España,
donde se prevé que este problema alcance una magnitud importante.
Además, en el caso de aumento de las precipitaciones, éste
no vendrá dado por un incremento en los días de lluvia,
sino por un descenso de los mismos y una elevación de la intensidad
de éstas, que darán lugar a riadas, inundaciones y aumento
de la erosión. Además, se producirán más fenómenos
naturales del tipo de huracanes, ciclones, tornados, etc., extendiéndose
a zonas hasta ahora no afectadas.
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¿Qué medidas políticas se están tomando al respecto? |
La comunidad internacional no parece dispuesta a tomar medidas serias
que favorezcan la disminución de emisiones contaminantes. Ello
es debido a la gran dependencia de la economía mundial sobre
el consumo de combustibles fósiles y al fuerte impacto que estas
medidas tendrían en la actividad industrial. Dependencia que
es especialmente patente en el caso de los llamados países E9:
China, India, Estados Unidos, Indonesia, Brasil, Rusia, Japón,
Sudáfrica y la Unión Europea. El grupo de los E9 lo conforman,
por un lado, las mayores potencias económicas y, por otro, países
en proceso de desarrollo. La disminución de las emisiones de
gas invernadero supone, para los primeros, frenar los planes de expansión
y restringir el consumo, mientras que los segundos verían comprometidas
sus posibilidades de desarrollo socioeconómico. Los países
del E9 contribuyen con casi tres cuartos del total a las emisiones de
gas invernadero. Para estabilizar la concentración de CO2 a los niveles de 1990 se requeriría la reducción de la producción en un 60%, a muy corto plazo. Similares reducciones serían necesarias para los óxidos nitrosos y los CFC, mientras que el metano debería ser reducido en un 20%. En diciembre de 1997, las naciones más industrializadas se reunieron para la conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, celebrada en Kioto. Tras duras discusiones, se llegó al acuerdo de disminuir las emisiones de gas invernadero, con respecto a los datos de 1990 y para el período comprendido entre los años 2008 y 2012, en un 8% para la Unión Europea, en un 7% para los Estados Unidos y en un 6% para Japón y Canadá. Aún así, todas estas medidas parecen insuficientes para estabilizar el efecto invernadero.
El acuerdo entre los países implicados es, por el momento, muy difícil; en diciembre de 2000 se rompieron de nuevo las negociaciones. No obstante, se observan algunos signos de progreso. En la reunión mantenida en diciembre de 2000, 122 países acordaron restringir el uso de 12 contaminantes orgánicos de gran persistencia. Islandia ha iniciado un esfuerzo sin precedentes para aprovechar su poder hídrico y geotérmico en favor de la producción de hidrógeno, que será utilizado como combustible en sus automóviles y barcos pesqueros. El éxito de este proyecto debe servir como ejemplo de que es posible romper con la dependencia hacia los derivados del petróleo (actualmente del 95%), como combustibles de elección para los medios de transporte. Otro tema de interés es la expansión de la bioagricultura, que evita el uso de fertilizantes sintéticos y pesticidas. Del mismo modo, en muchas regiones se está enfatizando el uso de energías renovables, como la solar o la eólica, de baja capacidad contaminante. Actualmente, este tipo de energías suministran el 20% del consumo mundial aunque, para el año 2030, podrían llegar a cubrir el 74 % de las necesidades.
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