ATENEO  TEMAS CANDENTES  Ciencia Fuzzy
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Algunos textos sobre Lógica fuzzy
 
Una de las disciplinas matemáticas más activas, en la actualidad, es la mal llamada "Lógica borrosa o difusa", aquella que utiliza expresiones que no son ni totalmente ciertas ni completamente falsas, como las que utilizamos en nuestra comunicación cotidiana. Cuando realizamos enunciados tales como "Juan es un hombre alto" o "Pedro es calvo", que todos entendemos con claridad, utilizamos conceptos cuya definición, si se pretende que sea entendida por una computadora, acarrea una serie de problemas inherentes al hecho de que tanto "alto" como "calvo" son conceptos relativos. Siempre se es alto o calvo con relación a algo que no se puede expresar mediante una definición clara; por ejemplo, si suponemos que son altos los que superan 1,80 m de altura, podemos concluir, de manera errónea, que un hombre de 1,79 m es bajo. La Lógica borrosa o difusa es la Lógica aplicada a conceptos que pueden ostentar un valor cualquiera de veracidad dentro de un conjunto continuo de valores que oscilan entre dos extremos. Conviene recalcar que lo que es "borroso", impreciso o vago no es la lógica en sí, sino el objeto que estudia: expresa la falta de definición del concepto a que se aplica. Así, hay muchos autores que prefieren utilizar expresiones como "lógica de los enunciados vagos", como traducción de la expresión inglesa fuzzy logic. La lógica difusa fue investigada, por vez primera, por el ingeniero estadounidense Lotfi Zadeh en la década de 1960, cuando se dio cuenta de que, en los sistemas complejos, el intento de precisión en la descripción de una tarea automática conllevaba un aumento muy significativo de la información que se requería en los enunciados, y que éstos no tenían por qué redundar en una mejor realización de la tarea. A modo de ejemplo, es muy difícil describir con precisión matemática cómo se aparca correctamente un vehículo; si se hiciera, un eventual dispositivo automático de aparcamiento lograría colocar siempre el vehículo a la misma distancia de los vehículos anterior y posterior, y a la misma distancia de la acera. Sin embargo, resulta mucho más sencillo describir intuitivamente el proceso, utilizando expresiones poco rigurosas, del tipo: "cuando sobresalga un poco la parte de atrás del coche con relación a la parte de atrás del coche anterior, gira completamente el volante y da marcha atrás". El resultado de aparcar de este modo es bueno, pero posee cierto margen de error inherente, aunque perfectamente asumible e irrelevante.
Los investigadores en sistemas de ingeniería artificial creen, con buen criterio, que, si se quieren construir sistemas automáticos que interaccionen de forma natural con el hombre, éstos deberían ser capaces de entender el modo de relaciones lógicas que se establecen con conceptos indefinidos, dado que el hombre los emplea con naturalidad. Y se están dedicando a elaborar programas informáticos capaces de simular, con bastante fortuna, estas condiciones. Por ejemplo, hace ya tiempo que funcionan lavadoras capaces de autorregular la cantidad de jabón que requiere un lavado, dependiendo del grado de suciedad que tenga la ropa; cuentan con un chip que responde, de manera lógica, a las condiciones del proceso: si el agua esta sucia, añade jabón, y si está muy sucia, añade más jabón. Otros juguetes tecnológicos que funcionan de la misma manera son unas máquinas de cocer arroz, capaces de elaborar diversas variedades de arroz de forma automática, regulando la cantidad de agua y la temperatura, en cada caso, para obtener un grano cocido suelto.
 

MediaLab del MIT, uno de los mejores centros de investigación  en Inteligencia Artificial

Vehículo submarino autónomo, desarrollado por el MIT
Aparatos de aire acondicionado, mecanismos de atraque automático de naves espaciales, sistemas automáticos de regulación de la cantidad de anestesia que se suministra a los pacientes en un quirófano -aunque bajo supervisión médica, por supuesto-, sistemas que regulan la aceleración y el frenado de los trenes de metro según el número de pasajeros que viajen o sistemas de concesión -o denegación- automática de créditos según el perfil económico del solicitante son otras de las muchísimas aplicaciones de la lógica difusa, que ya están funcionando en el campo de los llamados sistemas expertos. Todos estos sistemas utilizan información, esencialmente, imprecisa con el fin de lograr sus cometidos.
La lógica difusa está teniendo, por lo tanto, bastante éxito en su utilización sobre los sistemas de control, aplicación que ya podría considerarse como rutinaria. Sin embargo, los investigadores buscan nuevos campos de aplicación de esta técnica. Hasta el momento, la lógica difusa se está utilizando más como un conjunto de recetas dispersas de resultado empírico probado, que como aplicación de una teoría bien desarrollada. Por ello, los matemáticos investigan la formalización matemática de la lógica difusa, con el propósito de encontrar muchos más campos de aplicación en el conjunto de las actividades humanas. Se investiga en áreas como el reconocimiento de patrones visuales o la identificación de segmentos de ADN, por mencionar dos ejemplos.

Cocedora de arroz de la marca Zojirushi, su funcionamiento 
está basado en los fundamentos de la Ciencia fuzzy

El metro de la ciudad japonesa de Sendai acelera y frena mediante un sistema inteligente, en función del número de pasajeros

Uno de los aspectos más llamativos de toda esta tecnología reside en que, para programar un chip capaz de realizar ciertas tareas con variables que no tienen una definición precisa, no es preciso definir las condiciones de funcionamiento en el entorno de un formalismo matemático excesivamente riguroso; basta con establecer ciertas reglas de actuación que pueden ser muy vagas; un ejemplo, para el caso ya mencionado de la lavadora, sería el de añadir más jabón en caso de que el agua esté muy sucia. Esta mayor facilidad para describir tareas complejas, sin ayuda de la descripción matemática, plantea ciertas cuestiones, que no debemos pasar por alto, sujetas a viva polémica.
Uno de los hechos más destacables de la ciencia del último medio siglo ha sido la constatación de que los sistemas físicos reales son, en su mayor parte, complejos: las leyes físicas lineales, como la conocida Ley de Ohm (voltaje = intensidad x resistencia), por poner un ejemplo, sólo se cumplen para unos valores de las variables muy específicos, y fuera de estos regímenes de trabajo son no lineales (para el caso anterior, el voltaje depende de funciones polinómicas muy complicadas, de la intensidad y la resistencia). Es decir, que se necesita mucha gimnasia matemática para describir fielmente el mundo físico. ¿Y porqué no echar mano de la lógica difusa? ¿Podemos conformarnos con una descripción aproximada de la realidad, es decir, elaborar una ciencia difusa? ¿Puede ser posible elaborar una ciencia basada en conceptos que son parcialmente ciertos y parcialmente falsos o, por el contrario, y como se ha supuesto desde los tiempos del Positivismo, la ciencia, basada en las inexorables leyes que se expresan mediante expresiones matemáticas, constituye la representación de la realidad más cercana a la verdad que conocemos?

Fuzzy engineering, libro de Bart Kosko, uno  de los más destacados representantes de la Ciencia fuzzy
Quienes opinan que es posible trabajar en entornos de ciencia difusa difusa creen firmemente que no existe tal cosa como una realidad, es decir, encuentran como igualmente equivalente cualquier tipo de representación que se adopte. Entre ellos, podemos encontrar a toda la plana mayor de los gurús del pensamiento actual, como Nicholas Negroponte, Paul Virilio, Bart Kosko, Eduardo Kac, Roy Ascott y muchos otros. No ponen límites en imaginar que, con ayuda de la tecnología, el hombre pronto verá superadas sus ataduras corporales; hay quien, incluso, pretende que es posible la transferencia de toda la información alojada en un cerebro a un chip apropiado, logrando con ello, nada menos, que la inmortalidad. Son entusiastas defensores de la realidad virtual como una forma igualmente válida de realidad, algunos van más allá y se atreven a hablar de la "realidad vegetal, espiritual, vinculada a la tecnología de las plantas psicoactivas" (Roy Ascott). A veces adoptan formatos de pseudosecta, como los llamados extrópicos, quienes pretenden utilizar la Ingeniería genética, la Nanotecnología, los avances en cirugía protésica y la realidad virtual para vencer el principio termodinámico de aumento de la entropía. No obstante, se debe reconocer que, con su libertad total de pensamiento, estos autores y sus seguidores están profundizando en temas de gran calado físico, como el concepto de realidad, y filosófico, como qué es el ser humano y cuáles son sus modos de percepción, aprendizaje, etc.
En el otro lado de la discusión se encuentran los hombres de ciencia tradicional, los que creen que realidad sólo hay una, y que su representación más ajustada es la que proporciona el discurso científico, transcribible mediante leyes matemáticas. Son de la opinión de que, por muy complicado que sea el mundo real, siempre es mejor una descripción complicada, pero rigurosa, que una descripción sencilla pero aproximada, y por eso no dudan en calificar la Lógica borrosa, y toda pretensión de extender su uso fuera de su natural ámbito tecnológico, con la metáfora, tal vez excesiva aunque quien sabe si acertada, de "la cocaína de las matemáticas".
La discusión entre ambas posturas, poco compatibles entre sí, ocupa gran parte del debate científico actual, y presumiblemente lo seguirá ocupando durante los próximos años. Es un debate francamente fructífero, que está modificando radicalmente el modo de ver las cosas que nos rodean.