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Para utilizar uranio como fuente de energía se
requiere, en primer lugar, aumentar la proporción de uranio 235
desde el 0,7 %, que es su abundancia natural, hasta el 4 ó el 5%
con el que se logra la reacción en cadena; este proceso se lleva
a cabo en plantas especiales. El uranio enriquecido es introducido entonces
en una serie de varillas de aluminio que forman el elemento combustible.
Con el fin de controlar la reacción en cadena, se disponen estas
varillas alternadas con otras, llamadas barras de control, que contienen
boro, cadmio y otros elementos que absorben neutrones. Así, retirando
paulatinamente las barras de control, se consigue establecer y controlar
la reacción en cadena; si el calor que se genera es excesivo se
introducen más barras y, si es escaso, se retiran teniendo cuidado
de mantener siempre un número mínimo de ellas por cuestiones
de seguridad. Conviene señalar que, en caso de que la reacción
en cadena se realice sin control, el calor generado puede fundir las barras
de combustible, derramándose el producto por el reactor; además,
pueden producirse una serie de reacciones secundarias derivadas del contacto
entre el elemento moderador, el refrigerante y el combustible, que pueden
ocasionar gases peligrosos, aunque nunca podría estallar como una
bomba atómica. La fusión del combustible, ocurrido en los
reactores de Chernobil (Ucrania) en 1985 y en la Isla de las Tres Millas
(EEUU) en 1978, es el accidente más grave que puede ocurrir.
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Esquema de una central nuclear |
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El conjunto se sumerge en una especie de piscina estanca, llena de un elemento
llamado moderador, que regula la energía de los neutrones, y todo
él se encuentra en una especie de vasija de acero inoxidable. Este
conjunto, una vez que se establece la reacción en cadena, comienza
a emitir calor, que se emplea para calentar un circuito secundario de agua
-sin ningún contacto físico con el anterior- que, al convertirse
en vapor, se emplea para mover una turbina.
Hay muchos diseños posibles de reactores, dependiendo
del tipo de combustible que utilicen, del elemento moderador y del refrigerante
empleado. Los hay de uranio y de plutonio, moderados con agua desmineralizada,
con agua pesada y con grafito, y refrigerados con gas, sodio, agua y otros
materiales. De hecho, hay casi tantos diseños diferentes como reactores
en funcionamiento.
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Centrales nucleares en España
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Una característica que distingue a una central nuclear
de los otros medios de producción de energía es la peligrosidad
de sus residuos. El combustible que se extrae de un reactor contiene,
además una porción importante de material fisible aprovechable,
una serie de residuos inservibles, entre los que se encuentran los productos
de fisión y una parte no desdeñable de elementos transuránidos,
algunos de ellos útiles -como el plutonio- por ser fisibles. El
combustible se lleva a una planta llamada de reprocesado del combustible,
donde se extraen aquellos elementos que son aprovechables y se pueden
volver a utilizar en un reactor. La gestión del resto es uno de
los mayores problemas de la tecnología nuclear. De modo harto simplificado,
los residuos se dividen, según su período de semidesintegración
-magnitud que se define como el intervalo de tiempo que debe transcurrir
para que su actividad radiactiva se reduzca a la mitad- en baja, media
y alta actividad. Los de baja y media actividad, que en tiempos pretéritos
se almacenaban sin ningún cuidado, o eran lanzados simplemente
al mar, se encierran en unos contenedores de hormigón y plomo,
semejantes a bidones, teóricamente herméticos, y se depositan
en una especie de bañeras que se recubren de hormigón y
se almacenan en ciertas instalaciones, como El Cabril, en la provincia
española de Córdoba. Hay dudas fundadas sobre la viabilidad
de estos depósitos, pues debe asegurarse que todo el conjunto esté
libre de filtraciones. Sin embargo, más preocupante resulta deshacerse
de los residuos de alta actividad; éstos se almacenan, provisionalmente,
en instalaciones de la propia central nuclear, en depósitos estancos
que deben refrigerarse continuamente para extraer de ellos el calor e
impedir su fusión, y se estudia su depósito en minas situadas
a gran profundidad, en formaciones geológicas de estabilidad contrastada.
Aun en el caso de que éstas se pudieran encontrar y fueran viables,
el dilatado período de semidesintegración de estos residuos,
en ocasiones superior al millón de años, excede con creces
la duración de la vida útil de los recipientes. Una adecuada
política de gestión de residuos de alta actividad, a escala
internacional, que encuentre soluciones efectivas y seguras es fundamental
para impedir que las generaciones futuras -durante milenios- vivan encadenadas
a tan peligrosos vecinos.
Tunel de almacén de residuos
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Residuos de baja actividad
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Para saber más
Para saber menos
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