ATENEO  TEMAS CANDENTES  Hominización
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Es difícil señalar qué proceso concreto define la transición de estado que condujo al hombre moderno. Los cambios morfológicos más notables, desprendidos del estudio de los fósiles, son la adquisición del bipedismo erguido, el incremento de la capacidad craneal, la ordenación de los dientes en la mandíbula en forma de parábola y los caninos pequeños. La adopción de estos cambios no se produjo espontáneamente, sino a través de un largo proceso de adaptación a un nuevo medio y selección del sistema funcional adquirido, con expansión posterior del grupo que lo portaba. En el caso concreto del bipedismo erguido, éste apareció hace 5-7 millones de años. La actividad tectónica y los cambios climáticos, que acontecieron en aquella época, llevaron al retroceso del bosque pluvial y al aumento de la pradera. La hipótesis más aceptada afirma que los primeros miembros de la familia Hominidae estrenaron la nueva capacidad funcional y se adaptaron con éxito al nuevo ambiente.

De acuerdo con el grado de adquisición del bipedismo, así como con el resto de caracteres mencionados líneas arriba, la familia Hominidae comprende los géneros Homo, Australopithecus, y Paranthropus. Existen dudas sobre la inclusión del género Ardipithecus, hallado en el curso medio del río Awash (Etiopía); en concreto, Ardipithecus ramidus fue el primer eslabón de esa cadena que, desde un ancestro común con los chimpancés, se bifurcó hace algo menos de 5 millones de años evolucionando hasta el hombre moderno. Por homínidos se conocen a los representantes de la familia Hominidae; el género Homo, al cual pertenecemos, se distingue por un mayor desarrollo cerebral y craneal; no existe consenso general en cuanto a la tipificación de buen número de las especies que conforman este género. El hombre moderno está incluido en la especie Homo sapiens.

 

Esquema filogenético de los primeros homínidos, señalando
únicamente las tres especies más antiguas y las dos principales ramas que
derivaron de ellas: Australopithecus y Homo. Ardipithecus ramidus se halla
en la base de la filogenia.

 
Siguiendo la serie de eventos que condujeron a la evolución humana, puede afirmarse que hace poco más de 4 millones de años, de entre una diversidad de especies homínidas bípedas que aparecieron en el este de África, destacó el Australopithecus afarensis, cuyo rasgo más antropomorfo era la reducción de los dientes, además del bipedismo ya mencionado. Su predominio debió durar algo menos de 1 millón de años; terminó con una crisis de diversificación de tipos, entre los que se han encontrado los famosos restos de Lucy (procedentes de estratos de hace unos 3,2 millones de años). Tras ellos se impusieron, hace unos 3 millones de años, los australopitecus robustos (Paranthropus), los cuales parecen haber convivido durante algún tiempo con los austrolopitecus gráciles, anteriormente mencionados.

 

Comparación de los dientes canino superior y premolares inferiores
en distintas especies.

 

Esqueleto femenino de Australopithecus afarensis de Hadar, Lucy


Hace 2,5-2,6 millones de años comenzó a desarrollarse, por primera vez, el género Homo, que se diferenciaba del anterior en un aumento del cerebro y de la inteligencia, lo que llevó a una generalización en el uso de la talla y al perfeccionamiento de ésta para la fabricación de herramientas. En la base del desarrollo del género Homo, se ha encontrado (en el país de los Afar –Etiopía-) al Homo habilis, cuyo período de expansión tuvo lugar hace 2-1,6 millones de años. Los primeros fósiles de la especie Homo ergaster, procedentes del este y sur de África, corresponden a yacimientos de una antigüedad de 1,8 millones de años. De cráneo semejante al nuestro y más altos que los anteriores (Homo habilis), se les supone portadores de una complejidad social y tecnológica que les permitió adaptarse a las nuevas condiciones ecológicas. Estos homínidos comenzaron a fabricar herramientas talladas por las dos caras ("bifacies") hace unos 1,6 millones de años. También fueron ellos los primeros en salir de África y expandirse por el Viejo Mundo, llegando hasta Java y el Extremo Oriente, donde dieron lugar a otra especie, Homo erectus, hace 1-1,5 millones de años.

En lo que se refiere a Europa, su poblamiento se remonta a unos 800.000 años. Al menos así lo demuestran los yacimientos de la Gran Dolina, en la Sierra de Atapuerca (Burgos), donde se ha encontrado al llamado Homo antecessor. El Homo antecessor, que practicó el canibalismo, convivió hace 300.000 años con formas primitivas de Homo neanderthalensis.

Los neandertales tuvieron su época de esplendor hace 50.000-80.000 años, cuando se extendieron por Europa, Asia Central, y Oriente Próximo. Algunos miles de años más tarde, el primitivo Homo sapiens, u hombre de Cro-Magnon, del que procede el hombre moderno, entró en acción, desplazando a la especie anterior, si bien no sabemos aún cómo tuvo lugar esta competencia, de la que salimos ganadores. La información del registro fósil y los estudios de biología molecular parecen situar el origen de nuestra especie en el continente africano, hace unos 200.000 años. En una rápida expansión, hace 60.000 años, ya habíamos alcanzado el norte del continente Australiano. A la Península Ibérica llegamos hace 40.000 años y, hace 25.0000 años, habíamos desbancado por completo al resto de los competidores humanos: neandertales y Homo erectus.
 
     
 La "Eva africana" 
 
Hace unos 186.000 años, la aridez de las condiciones medioambientales en las que vivía el hombre primitivo pudieron favorecer el éxodo hacia otras zonas en busca de agua. De este modo, las huellas encontradas en la laguna de Langebaan (Sudáfrica) y algunos fragmentos óseos de Etiopía y África oriental, que datan de hace 120.000 años, parecen confirmar el nacimiento del Homo sapiens moderno en este continente. Estos datos están apoyados por la historia que, de nuestra especie, proporciona la biología molecular.

Sabemos que la mayor parte del ADN se encuentra en el núcleo de las células. Sin embargo, las mitocondrias (pequeños orgánulos que nadan en el citoplasma o "jugo" celular y que intervienen en la obtención de energía) contienen una pequeña molécula de ADN (ADNmt). Estas "centrales energéticas" de nuestras células proceden de una inicial simbiosis y asimilación de una bacteria y una célula que, posteriormente, evolucionaron de manera conjunta. Las mitocondrias se heredan, casi al 100%, por vía materna. Esto es debido a que, en la formación del zigoto, el óvulo aporta casi todo el citoplasma; el espermatozoide es, prácticamente, núcleo y flagelo (la cola que le da movilidad). Determinadas características de este ADNmt hacen interesante el estudio de las variaciones de su secuencia en las poblaciones actuales; una investigación a partir de la cual se ha podido concluir que todos descendemos de un antepasado hembra africano. Esta hembra hipotética, que ha venido a denominarse "Eva", no debe entenderse como el único individuo existente en la tierra, sino como la representante de un linaje del que todos procedemos y que surgió en África, pues debió haber otros muchos linajes que han ido extinguiéndose, sin dejar su huella genética.

 

Homo antecessor de la Gran Dolina, Atapuerca (Burgos)

 
 
     
 ¿Cuándo surge el primer humano realmente humano? 
 
Aunque la mayor parte de los investigadores piensan que no hay posibilidad de que los primeros humanos, anatómicamente semejantes al hombre moderno, pensaran como nosotros, no existe un consenso total al respecto. Algunos investigadores creen que, durante la evolución de los homínidos, se fueron desarrollando, de forma independiente, los cambios evolutivos que, al combinarse entre ellos, darían lugar a la mente humana. De un lado, el cerebro incrementó su volumen sin que ello supusiera un salto cualitativo en el nivel de conciencia; del mismo modo, el aparato fonador necesario para la emisión de sonidos propiamente humanos se obtuvo, de forma independiente, hace unos 150.000 años. No obstante, no hay evidencia que indique que el cerebro y el aparato fonador actuaran conjuntamente para producir un lenguaje complejo, al menos en aquella época. Como ejemplo de ello, se cita el caso de los neandertales que, con un cerebro más grande que el nuestro y con capacidad para emitir algunos sonidos, no parece que tuvieran capacidad de razonar y, por lo tanto, de desarrollar un lenguaje elaborado.

Los restos encontrados nos dicen que, aunque los primeros humanos conocían la manera de hacer fuego, no sabían cómo pescar, ni cazar animales peligrosos y de envergadura. Estas habilidades surgieron tras la aparición, primero, del razonamiento simbólico, que debió producirse hace 40.000-60.000 años. Es sólo a partir de la utilización de los símbolos, del pensamiento abstracto, cuando es posible planear una cacería peligrosa, crear formas artísticas, lograr un lenguaje complejo y, en definitiva, desarrollar una cultura.

Todavía se desconoce el proceso por el que ambos cambios anatómicos se unieron para dar lugar al lenguaje. Nuestra capacidad craneal, o el número de neuronas que poseemos, no debe de ser muy distinta a la que tenía el Homo sapiens primitivo. No obstante, conviene saber que, a diferencia de lo que ocurre con otros órganos, el cerebro sigue evolucionando tras el nacimiento, y esta evolución depende, en gran parte, del entorno. Se ha propuesto que la evolución de los primeros humanos se vio facilitada por un polimorfismo genético, que afectó a la capacidad de modificación y creación de circuitos neuronales. La expansión por nuevos hábitats debió ayudar a seleccionar los cerebros más efectivos para la competición y la reproducción en el nuevo entorno; éstos, sin duda, debieron ser los que posibilitaron el razonamiento simbólico y el lenguaje.


Para saber más

Para saber menos