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Entre la oportunidad y el obstáculo 

Iniciado el 12/2/2002  y finalizado el 21/5/2002    
Moderado por Xavier Pujol Gebellí.

¿Ser investigador en España es una carrera de obstáculos o una carrera de oportunidades?

Alcanzar la meta como científico, tanto en España como en cualquier país que se precie de disponer de un sistema de ciencia y tecnología solvente, no es tarea fácil. Por definición, cualquiera que pretenda abrirse camino en el competitivo mundo de la ciencia debe ir superando etapas cuyos sucesivos puntos de llegada no siempre son los que uno se imaginaba. En cualquier caso, suele tratarse de una suma de períodos que bien podrían calificarse como formativos, aunque la formación sea remunerada o forme parte de una ocupación laboral, que acabarán extendiéndose sobre buena parte de la carrera profesional.

El problema es, no obstante, si esa larga carrera debe entenderse como plagada de trampas u obstáculos o, por el contrario, como llena de oportunidades para avanzar. Entre ambos extremos existen mil y un matices condicionados por actitudes personales como la perseverancia, la constancia, la paciencia, la oportunidad, la habilidad o el talento. Pero también por actitudes institucionales, casi de política de Estado, entre las que se cuentan un diseño adecuado de la carrera profesional, ayudas suficientes para proseguir el camino o la existencia de plazas en cantidad y calidad adecuadas como para que la fuerte inversión en tiempo y en recursos económicos, personales e incluso emocionales, pueda expresarse en toda su extensión.

¿Hacia cual de los dos extremos se inclina la balanza en España? ¿Existen suficientes oportunidades o bien se da un déficit estructural que pesa demasiado en la carrera profesional? ¿Se dispone, en definitiva, de las condiciones mínimas suficientes como para que una carrera profesional alcance una meta exitosa?

La respuesta, como suele ocurrir ante este tipo de planteamientos, no es ni obvia ni evidente. Para unos, el sistema adolece de una estructura suficientemente estable como para garantizar la existencia de mecanismos que proporcionen igualdad de condiciones a todos aquellos que quieran iniciarse en una carrera en la que deben competir a escala global si quieren asegurarse el futuro. Para otros, el diseño actual, aún con sus deficiencias, permite como mínimo abrir puertas para que cada cual pueda construirse su propio futuro.

Sea cual sea la visión, en el fondo de la cuestión subyace un segundo debate que debe ser también tenido en cuenta. Al fin y al cabo, una carrera profesional se justifica, por muy dura que sea y por muy alto que sea el índice de fracasos personales, si al final del camino (o del túnel, según el estado de ánimo), aparece un horizonte nítido en el que las cuestas, si las hay, son más llevaderas. Dicho de otro modo, si el sistema es capaz de ofrecer a quien se inicia en esta vía opciones de estabilidad, de calidad, de reconocimiento o de progreso en lo personal y en lo profesional.

Para los más críticos, esto no es así en el actual panorama español. Existe un grave déficit de plazas y las que se obtienen, tras largos periodos de formación durante los cuales las expectativas suelen limitarse a la mera subsistencia, acaban siendo precarias o mal consideradas económicamente. En medio, argumentan, existe la posibilidad de establecerse en el extranjero donde, pese a las dificultades existentes, el científico está mejor valorado. O formarse fuera y luego intentar el retorno, a menudo difícil y tortuoso.

Existe, sin embargo, otra visión. Según esta, el sistema español, a pesar de estar todavía lejos del establecido en los países más avanzados, ha evolucionado positivamente en las dos últimas décadas. Tanto es así que hoy existe una mayor oferta de plazas y que el oficio de investigar, pese a no estar institucionalizado, ha tendido a socializarse, es decir, empieza a estar cerca de lo que podría denominarse una profesión, aunque sea escasamente remunerada, extraordinariamente competitiva y de difícil acceso.

¿Avanza España en la dirección adecuada? ¿Cuenta con los recursos suficientes para promocionar a sus jóvenes investigadores? ¿Invierte lo suficiente para que los científicos puedan competir en la escena internacional? ¿Es efectivamente una carrera de obstáculos o una carrera de oportunidades?


 Comentarios:

 

1 
¿Sueñan los jóvenes investigadores con una carrera profesional?
Autor: Miquel Tuson
Investigador predoctoral
Departament de Genètica, Universitat de Barcelona
Miembro de D-Recerca, Associació de Doctorands i Becaris de Recerca de Catalunya, y de la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios

        En una conocida novela de ciencia ficción, su autor Philip K.Dick se preguntaba si los androides podían soñar con ovejas eléctricas, e hipotetizaba sobre un mundo dominado por replicantes. En diciembre de 2001, terminando el primer año del tercer milenio sin noticias de androides ni de ovejas eléctricas, los jóvenes investigadores españoles, predoctorales y posdoctorales, siguen soñando con una carrera investigadora bien diseñada y con una política científica española que, por el momento, todavía forman parte de la ciencia ficción.
        
Los primeros pasos en una carrera de obstáculos

        En España, la carrera profesional de un investigador se inicia con la realización de una tesis doctoral en la universidad o en un centro de investigación. En el periodo predoctoral, el licenciado universitario, en el mejor de los casos, suele realizar su trabajo científico mantenido con una beca de investigación, que le impide percibir cualquier tipo de derechos sociales. Frente a las demandas para la conversión de estas becas en contratos laborales realizadas por la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI-Precarios), el Ministerio de Ciencia y Tecnología argumenta que la labor desarrollada por el Personal Investigador en Formación y Perfeccionamiento (PIFP) no es productiva. Recientemente, en un estudio realizado por la FJI se constata que el 48.8% de los artículos científicos españoles en revistas internacionales de impacto están firmados en primer lugar por un Investigador en Formación (pre- o posdoctoral).
Una de las consecuencias más evidentes de esta precariedad es la elevada deserción que se da ya desde las primeras etapas de la carrera investigadora, y refleja la desmotivación existente en un colectivo acostumbrado tradicionalmente a aceptar, simplemente por vocación científica, condiciones de trabajo que serían inaceptables en otros sectores laborales al mismo nivel.

Fuga de cerebros y hemorragia de talentos

        Con el título de doctor en sus manos y con cerca de 30 años a sus espaldas, el joven investigador se plantea su futuro, y si decide seguir en ciencia, prácticamente su única opción es emigrar. En el horizonte EEUU, Francia, el Reino Unido o Alemania, que absorben anualmente entre 400 y 600 nuevos doctores formados en España, que pasan a engrosar la cifra de cerca de 3.000 investigadores de entre 25 y 45 años, que trabajan en universidades, centros de investigación y empresas en el extranjero.  

El difícil retorno

        Después de una o varias estancias posdoctorales en el extranjero, muchos jóvenes científicos se plantean su retorno a España. Ante la escasez de oportunidades para volver, la mayoría de jóvenes investigadores deciden prolongar indefinidamente su estancia en el extranjero, hecho que beneficia el sistema científico de los países receptores. La paradoja es la siguiente: el Estado invierte en la formación de unos científicos que no desarollarán sus investigaciones en España.  
En el año 2001, el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCyT) ha puesto en marcha el Programa Ramón y Cajal, cuyo objetivo es la incorporación de doctores al sistema español de ciencia y tecnología. Este programa ha comportado la supresión de los contratos de reincorporación, lo que supone una redistribución de fondos ya existentes y evidencia una vez más que desde el MCyT se ha perdido una buena oportunidad para dar salida al enorme potencial científico humano que España tiene en el extranjero.

¿Cómo puede existir la investigación científica en España?
        
        La inexistencia de una planificación de futuro en materia de política científica en nuestro país es la razón por la cual España se encuentra en la cola de los países de la UE en ciencia, con una inversión en I+D que corresponde al 0,91% del PIB por debajo del 2% de la media europea, y muy por debajo del 2,7% y del 3% que destinan EEUU y Japón, respectivamente. Otro aspecto a tener en cuenta en materia de I+D es que en los países desarrollados gran parte de su sistema científico es financiado por empresas.  
        El sistema científico español también adolece de un déficit en el número de investigadores. Según datos de la OCDE, en España hay unos 60.000 investigadores, mientras que la media de la UE se sitúa en 100.000. A un ritmo de 2.000 contratos anuales, tardaríamos 20 años para ponernos a un nivel comparable al de otros países desarrollados. Asegurar unas buenas condiciones laborales para los investigadores españoles y una mayor inversión en I+D, tanto pública como privada, son los pilares de un desarrollo serio y constante de la ciencia y la tecnología en España. Como se ha subrayado des de la Federación de Jóvenes Investigadores, en el Manifiesto contra la precariedad en la investigación -firmado por más de 3.000 científicos senior españoles-, esto pasaría por un reconocimiento de la labor productiva desarrollada por el PIFP, a través de una regulación explícita de sus derechos y deberes; por la sustitución del actual sistema de becas de investigación por otro de contratos que proporcione a este colectivo la cobertura social que todo profesional merece; por la promulgación de una ley de mínimos, aplicable a todos los organismos, que unifique las características de los contratos en lo relativo a derechos y obligaciones; y finalmente, por un estímulo de la red española de investigación a través de un incremento en el gasto dedicado a I+D y a la formación del personal investigador, unido a un aumento paralelo en el control del destino de los fondos, a una implicación más estrecha de las universidades y centros de investigación con el tejido productivo del país y a un mayor acercamiento a las preocupaciones y necesidades de los ciudadanos.
        Uno se llega a preguntar si quizás la ciencia en España sólo interesa a los propios científicos. Mientras siga existiendo este déficit en materia de política científica en nuestro país, los jóvenes investigadores seguiremos soñando con ovejas eléctricas, o lo que es lo mismo con un futuro de ciencia (ficción).

Escrito el 12/2/2002

2 
La carrera investigadora: un camino en la formación continua
Autor: María José Jerez y Luis Sanz Menéndez
Dirección General de Investigación
Ministerio de Ciencia y Tecnología

        La carrera investigadora es una opción de vida, un camino largo, cuya característica esencial es la formación continua. Iniciarse en esta carrera requiere una alta motivación, un fuerte deseo de contribuir al conocimiento y la tenacidad necesaria para avanzar a lo largo de etapas sucesivas, todas ellas muy competitivas, que requieren gran esfuerzo y dedicación y en las que, a base de perseverancia, puede llegarse a la meta. Sin estas cualidades y actitudes las mejores capacidades intelectuales y aptitudes pueden llegar a fracasar, porque el camino es largo, las inversiones y los esfuerzos se ponen de forma cotidiana, mientras que los retornos y las recompensas tardan años en recogerse. Sin embargo, hay pocas satisfacciones mayores que la de realizar una importante contribución a la ciencia y, por tanto, al bien común, en competencia internacional y, frecuentemente, formando equipo con otros investigadores capaces y motivados.

        Una vez finalizados sus estudios universitarios, al recién licenciado se le suele plantear el dilema de, o bien dar los primeros pasos en su formación científica mediante el desarrollo de una carrera investigadora o incorporase al mercado de trabajo. La opción de continuar en la universidad o acercarse a un centro o departamento de investigación suele evidenciar una fuerte vocación, a la que seguramente contribuyeron los profesores de su licenciatura.

        Una vez obtenido el título de licenciado, arquitecto o ingeniero se puede solicitar y obtener una beca para comenzar a formarse en investigación, para lo cual hay dos vías: a) optar a las convocatorias públicas individualizadas de becas de formación, generalmente destinadas a la realización de una tesis doctoral, que permiten incorporarse a un proyecto o grupo de investigación en el que desarrollará la formación predoctoral; estas convocatorias las realizan los Ministerios de Ciencia y Tecnología, Educación, Sanidad, Comunidades Autónomas, Universidades y Centros Públicos de I+D, etc. b) La incorporación directa a un proyecto de investigación que cuente con financiación para personal y específicamente para otorgar becas de formación en la investigación, en cuyo caso se puede realizar también la tesis doctoral o bien formarse como tecnólogo. Así, por cualquiera de los dos caminos, el joven investigador se ha incorporado al itinerario de formación pre-doctoral a través de la investigación en una universidad o centro público de I+D.

        La formación predoctoral o la tecnológica, que está previsto se realicen en un periodo máximo de cuatro años, puede llevarse a cabo tanto en el sector público (Universidades y Organismos Públicos de Investigación -OPIs-), como en el sector privado (Centros Tecnológicos), o en Centros internacionales para especializarse en tecnologías punteras (CERN, LURE, ESA, ESRF, EMBL, etc). Para estas últimas existe una convocatoria específica de becas de especialización, que convoca el Ministerio de Ciencia y Tecnología, que tienen una duración de entre 2 y 4 años, según los Centros.

        La carrera del investigador es un proceso continuo de formación, en el que el aprendizaje y la construcción de las competencias investigadoras se realiza en el seno del trabajo colectivo del grupo de investigación, de la mano de investigadores ya consolidados que son los tutores y guías del trabajo y que comparten con los jóvenes investigadores en formación sus recursos e infraestructuras científicas, así como las redes sociales que facilitan la formación.

        Los jóvenes que comienza la carrera investigadora deben ser conscientes de que la competencia y el rigor en la selección, así como las exigencias más altas en la formación son sus mejores aliados para el futuro. Un proceso de selección estricto les otorga una marchamo de calidad que es el primer paso en la construcción de la reputación que, años después, les permitirá convertirse en investigadores responsables. Así la concesión de las becas de formación  se realiza a través de concurrencia competitiva, y tras una rigurosa evaluación de los proyectos en los que van a realizar su labor los becarios, valorándose la capacidad formativa del grupo de investigación al que van a adscribirse.

        Para enriquecer sus conocimientos, los becarios de formación en investigación tienen la posibilidad de realizar trabajos en grupos afines, tanto españoles como extranjeros, mediante el programa de estancias breves en grupos distintos al de su adscripción, durante un periodo de hasta nueve meses.

        Una vez terminada con éxito la formación predoctoral y habiendo conseguido el grado de doctor, el interesado puede optar, de nuevo, entre dos caminos. Una parte, la más competente y motivada por la investigación, descubre que lo que parecía el final de la carrera, la obtención del título de doctor, no es sino el inicio de otra etapa en la vida. Algunos deciden en este momento su incorporación al mercado de trabajo, e incluso muchos de ellos encuentran oportunidades crecientes de desarrollar sus capacidades investigadoras en las empresas y centros tecnológicos.

        En el caso de elegir desarrollar su carrera investigadora en las empresas o Centros Tecnológicos los doctores o tecnólogos cuentan, para ayudar a su incorporación, con el Programa 'Torres Quevedo', que convoca el MCYT, en el marco del Programa Nacional de Potenciación de Recursos Humanos del Plan Nacional de Investigación Científica, Desarrollo e Innovación Tecnológica.

        Estas ayudas, en forma de subvención, van dirigidas a empresas que contraten a doctores y tecnólogos, asignándoles tareas de investigación y desarrollo acordes con su preparación y titulación. Los contratos son por un periodo mínimo de un año, renovable a un segundo año y ampliable a un tercero, si llega a firmarse un contrato indefinido. El régimen de concesión de estas ayudas es el de concurrencia competitiva y la evaluación, tanto de la empresa como del currículo del investigador, es llevada a cabo por el CDTI y por la ANEP, lo que garantiza tanto el contenido investigador del puesto de trabajo como la idoneidad y preparación del investigador.

        Otros jóvenes doctores pretenden continuar su carrera investigadora en la universidad o en los centros públicos de I+D y descubren que aunque ya creían saber todo lo necesario, aún necesitan ampliar su proceso formativo en el ejercicio de la investigación. Para continuar su labor formativa se pueden solicitar las becas postdoctorales en el extranjero que convoca el Ministerio de Educación o algunas Comunidades Autónomas, que tienen una duración aproximada de dos años, las convocadas por la Comisión Europea, dentro del Programa Marco de I+D, denominadas ayudas Marie Curie para continuar la formación postdoctoral en otros países o las ayudas a la formación postdoctoral en la investigación que otorgan muchos centros de investigación y universidades españoles.

        Tras estas etapas formativas postdoctorales, tanto en España como en el extranjero, puede considerarse que aquellos jóvenes se encuentran ya plenamente formados para comenzar a considerarse trabajadores de la investigación, como aquellos que desempeñan de forma estable en las universidades y centros de investigación su actividad. Algunos, después de estas etapas, pasarán también al mercado de trabajo de la empresa, pero otros sentirán la vocación de continuar en la investigación pública, pero ya solo los mejores, aquellos con relevancia científica internacional, con una reputación en construcción, tendrán un horizonte de continuidad.  

        En el caso de optar por continuar la carrera investigadora en el sector público, los doctores pueden presentarse al Programa "Ramón y Cajal", en el que se apoya la contratación por un periodo máximo de cinco años en Centros de I+D públicos o privados sin ánimo de lucro, con unas perspectivas de futuro muy prometedoras. La obtención de un contrato "Ramón y Cajal" se basa en la excelencia del candidato, que es evaluado por Comisiones de expertos en su área, tanto nacionales como extranjeros. Además, a lo largo del contrato, los investigadores serán evaluados de nuevo en el segundo y cuarto año, lo que asegura su idoneidad y, de alguna manea, el interés del centro en el que lleva a cabo su investigación por mantenerlo en el futuro, especialmente si es muy brillante, proporcionándole una solución de continuidad. Ser contratado Ramón y Cajal es un logro en la emergente carrera científica de cualquier investigador y un elemento de reputación para el seleccionado. Alternativamente, los doctores también pueden ser contratados con cargo a los proyectos de investigación que ejecutan los grupos.

        Desde esta situación postdoctoral el investigador puede ya desarrollar plenamente su capacidad investigadora, pues se le reconoce el pleno derecho a ser investigador responsable de proyectos financiados por el Plan Nacional de I+D+I. Los investigadores pueden comenzar ya a pensar en afrontar, con garantías, la obtención de un plaza de plantilla en la carrera docente, o un contrato fijo como investigador en las universidades y, en el caso de los OPIs, mediante un puesto de plantilla como investigador. En ambos supuestos tienen que concurrir a las distintas pruebas que cada institución tenga establecidas.  

        El sistema de investigación y el diseño de la carrera investigadora responde a la necesidad de garantizar las oportunidades, lo que no debe ser confundido con otorgar garantías de continuidad. Así el Programa "Ramón y Cajal" es el mecanismo que permite a los investigadores acumular competencias, capacidad, experiencia, mérito y reputación para poder acceder a la posición estable en el sistema público de I+D.

        La obtención de una posición permanente en el sistema investigador será el comienzo de una nueva etapa en la que el investigador intentará mejorar y alcanzar las posiciones de catedrático o profesor de investigación para culminar el reconocimiento profesional interno, pero sin olvidar que el mejor reconocimiento en la investigación es el de sus pares internacionales, el de sus colegas de la comunidad científica. El investigador funcionario también deberá someterse a evaluación de sus actividades, como ya ocurre con los complementos investigadores (popularmente conocidos como "sexenios"), que son un mecanismo que además de una retribución adicional otorga una reputación al investigador que los obtiene.

        La carrera investigadora es, por tanto, una carrera de oportunidades, que se desarrolla a través de la búsqueda de la excelencia y no de la seguridad; que hace a los investigadores mas emprendedores que empleados, y que tiene itinerarios que permiten el acceso y el retorno del mercado de trabajo privado al sector público y viceversa, porque en la movilidad de las personas por las diferentes instituciones se encuentra el mecanismo más poderoso de difusión del conocimiento en nuestras sociedades.
Escrito el 12/2/2002
¿Cuándo se acabará la carrera?
Autor: Judith Garcia Aymerich
El discurso sobre la "carrera" o el "camino" que recorremos los jóvenes investigadores, fuertemente motivados por trabajar en en esta línea, adolece de dos defectos, confío que omitidos involuntariamente.

1) Aún no conozco ningún trabajo en el que los primeros 5-10 años, e incluso los 10 últimos, no puedan ser considerados de "formación conutinuada". Por ejemplo, ¿qué ocurriría si los ingenieros licenciados antes de la era de la informática no se hubieran molestado en aprender nuevas tecnologías? ¿O si los agricultores pretendieran continuar labrando como lo hacían sus abuelos en vez de aprender a conducir un tractor? La diferencia entre la formación de los investigadores y la del resto de trabajadores, es que a los investigadores, mientras nos formamos, se nos niega el derecho a cotizar a la Seguridad Social (con todas sus consecuencias, presentes y futuras) y se nos considera estudiantes, con lo que la experiencia adquirida no tiene "legalmente" valor alguno a la hora de buscar un empleo.

2) La "meta" a la que se hace alusión en el primer párrafo no existe. Una vez el jóven investigador se ha doctorado es muy difícil encontrar financiación. Si, salvo contadísimas excepciones, las ayudas del Gobierno exigen experiencia de 3-5 años de posdoctoral, y las ayudas externas exigen haber realizado estancias en el extranjero...¿de dónde sale el dinero para los recién doctorados? En el caso de que uno sea suficientemente bueno como para que una universidad le otorgue una plaza docente por poco tiempo o una OPI le contrate/beque por una temporada, ¿cuándo va a acceder de forma fija a un trabajo? ¿dónde están las plazas fijas en las OPIs y Universidades?

Me resisto a exiliarme para investigar. Quiero luchar por la investigación en mi país desde dentro. Pero, ¿cuándo se acabará la carrera?
Escrito el 15/2/2002
La carrera investigadora: la carrera de obstáculos
Autor: Sergio Llana Fúnez
Marie Curie Research Fellow
University of Manchester

Leyendo la versión oficial al inicio de este debate sobre cómo es la carrera de investigación en España, uno realmente se sorprende de la lejanía de los responsables de la investigación en este país con respecto a la realidad de los individuos a los que financia, a los que en la práctica ignora casi completamente.

El paternalismo trasnochado
Sorprende incluso cierto tono paternalista para con los "jóvenes entusiastas" y promesas de la investigación española del futuro, la mayor parte de los cuáles acabarán sirviendo a la sociedad en el extranjero. Pero no hay nada más lejos de la realidad en este tono paternalista: no existe. Unos buenos padres nunca dejarían a merced de los elementos a sus hijos, sin protección ninguna. Conseguir por la vía oficial una beca de investigación, tras la rigurosa selección, supone renunciar a las condiciones mínimas de trabajo de tus semejantes en una sociedad avanzada. No importa que trabajes en un laboratorio manejando sustancias peligrosas, tu relación con el centro nunca será contractual y nadie se hará responsable de los imprevisibles accidentes. Tampoco podrás solicitar una baja por enfermedad, ni por maternidad (recientemente incorporada a las nuevas becas) y, en el caso de que decidas a los cuatro años, y tras leída tu tesis doctoral, replantearte el cambio a la industria, tus cuatro años dedicados exclusivamente al bien general (engrosando el curriculum de tu departamento) no te darán derecho a ningún tipo de subsidio por desempleo por lo que el cambio deberá de darse de inmediato. El único reloj que se para, es el de la administración, el otro sigue funcionando.

No obstante, esto no impide que tu labor pueda ser considerada por otros organismos del Estado como rendimientos del trabajo. Y como bien se dice en el comunicado oficial, todas las recompensas vendrán en el futuro. Por tanto, no es necesario que ahora ya joven comiences a pensar en la jubilación, por ese motivo tampoco debes de cotizar ahora, para todo llegará su hora, pero no te diremos cuando.

Si tu entusiasmo por la ciencia supera este primer obstáculo, el siguiente será el de sobrevivir a la aleatoriedad de la vida postdoctoral en el extranjero. Ya debe de saber el lector que se le veta en su país al joven y entusiasta, y es que todavía le queda mucho por aprender que no está en tu propia tierra.

El lado oscuro
Otra de las múltiples paradojas que te ofrece la ciencia española es que, en medio de la sociedad de la información, se enfrenta uno a un muro de desinformación. Nunca hay garantías de programas oficiales para investigación y los plazos son tan elásticos que incluso la extensión de los plazos nunca se recupera. Curiosamente, esto afecta también a los actuales "cabezas de serie" de la investigación en España, que se enfrentan anualmente a las ya habituales extensiones de los plazos y reducciones de presupuestos.

También es evidente a estas alturas, para el primer implicado, el investigador, la ausencia de reciprocidad en los controles de calidad y en la transparencia de la información. Sólo uno de los términos de la ecuación está sometido a control de calidad y el vidrio que separa a unos de otros sólo deja ver en una dirección. Sin motivo que lo explique, el solicitante de ayudas para la investigación, tanto joven como senior, puede aparecer o no en las listas de adjudicaciones en el Boletín Oficial del Estado, sin que medie explicación pública, para el resto de mortales, de por qué sí y por qué no. Ni mucho menos el por qué del resto de compañeros en las ansiadas y a la vez odiadas listas.

Está claro que la transparencia, como cualidad de un servicio público, no es una de las normas de la casa. Ni siquiera para el segundo implicado, que es a la vez el que financia, la sociedad en general.

El salto al exterior
Este paso, para alguien que se inicia en la cada vez más larga carrera de investigación, es quizás el más importante de todos. Supone abrirse a un horizonte prometedor que contrasta con el oscuro e inestable futuro en casa. Probablemente porque quien te "alimenta" no quiere volver a verte, el frágil nexo de unión con la mano que te financia se torna poco menos que invisible por no decir que se limita al flujo unidireccional de información, siempre en un sentido, sin que el aventurado reciba señales de vida del lado oscuro.

Cabe la posibilidad de que la opacidad habitual de los organismos que financian la ciencia en España haga que se convierta en norma y por esa razón les impida ver no sólo el interior y alrededores (entre distintos organismos con competencias superpuestas a veces a escasos metros unos de otros), sino sobre todo hacia el exterior. Se descubre que el nivel económico tan bueno en España no le permite ni tan siquiera situarse al de sus homólogos al norte de Pirineos, ni tampoco al oeste de Finisterre.

El Plan Nacional de Formación de Personal Investigador en el Extranjero se conforma con la publicación de convocatorias y adjudicaciones, tampoco existe absolutamente ningún contacto oficial entre instituciones públicas de investigación, entre la mano que financia ni la mano que recibe en el extranjero. Habitualmente el organismo huésped de la "jóven y entusiasta promesa" supone la protección del ente que financia, nada más lejos de la realidad. Puesto que no existe comunicación, es muy frecuente que la labor investigadora (seamos francos, en el primer mundo ya es llamado trabajo con todas las letras) no tenga la adecuada cobertura y de nuevo la joven promesa se encuentre hipotecando su futuro trabajando en condiciones de riesgo a medio cubrir.

El salto al interior
No menos importante es el salto al interior, pero sí más claro, puesto que el futuro como "doctor" no puede ser menos prometedor. Quizás es consecuencia de una carencia de años de política científica adecuada para incorporar en la industria a los investigadores que decidan llevar a la práctica sus conocimientos. El programa Torres Quevedo y su predecesor constituyen un paso adelante en este sentido aunque el impacto en la empresa es más que cuestionable, donde la norma que parece imperar, la del "que investiguen otros", probablemente sea el reflejo de la política oficial al igual que ocurre con la proliferación de becas en la empresa privada para la contratación barata de jóvenes.

El regreso
Aquellos que hayan sido capaces de mantener los vínculos más "fuertes" con la tierra serán los únicos que podrán "ver" a través del oscuro cristal de oportunidades para regresar, en el momento oportuno, ni antes ni después, al país que los vio crecer como científicos. Ni son necesariamente los mejores por haberse ido, ni por volver, ni por haber pasado los controles que en cuanto a calidad son iguales a estas alturas en todas partes (no quizás en cuanto a "idoneidad", término de difícil definición en la administración española). Es que ni tan siquiera vienen de fuera, sólo un 20% en el 1er Programa Ramón y Cajal. A los treinta y tantos, ya es hora de volver para establecerse y, si aún hay tiempo, formar una familia. Esta parece ser la premisa oficial para este programa. El resto, puede esperar fuera (pero también dentro).

Pero bueno, no nos confundamos. A los galardonados (ya vemos que en un 80% recuperados del interior del país) tampoco les espera un futuro garantizado. Antes, habrá que "arreglar" la financiación de sus carreras. El camino se hace al andar, no hay prisa. Además, la excelencia que se garantiza en el proceso de selección "no debe de ser confundido con otorgar garantías de continuidad". Y si no hay continuidad (no hemos llegado al capítulo de en qué condiciones), no hay estabilidad más allá de los cinco años. Para qué más.

Quizás los jóvenes entusiastas investigadores de excelencia, ya veteranos, a pesar de ir acumulando calificativos en sucesivas convocatorias, "descubren que aunque ya creían saber todo lo necesario, aún necesitan ampliar su proceso formativo en el ejercicio de la investigación". Quizás "deban de seguir acumulando competencias, capacidad, experiencia, mérito y reputación en el extranjero para poder acceder a la posición estable en el sistema público de I+D español". Quien sabe, nunca es tarde para volver a dar el salto al exterior.

Escrito el 19/2/2002

3 
Menos mal que tenemos ministerio...
Autor: Abraham Esteve Nuñez
Postdoctoral Research Associate
Department of Microbiology
University of Massachusetts

Tengo que reconocer que no me sorprende en absoluto el tono paternalista y condescendiente con el que el ministerio se refiere al colectivo de jovenes investigadores que hacen funcionar la ciencia es España. Sobre todo agradezco que tengan a bien aconsejarme el requerir una formacion postdoctoral sólida para ser un cientifico de pro. "...Tras estas etapas formativas postdoctorales, tanto en España como en el extranjero, puede considerarse que aquellos jóvenes se encuentran ya plenamente formados para comenzar a considerarse trabajadores de la investigación, como aquellos que desempeñan de forma estable en las universidades y centros de investigación su actividad..."

Considero una provocación semejante comentario, a sabiendas de que sólo unos pocos profesores y científicos senior de este país han puesto los pies en un laboratorio extranjero y su trayectoria postdoctoral fue más bien escasa o inexistente antes de convertirse en "investigadores estables".

Estoy en mi segundo año postdoctoral y muy contento de seguir "formándome", pero un poco sorprendido al ver que en esta larga carrera de formación continua no todos compartimos los mismos derechos laborales. Derechos que son compartidos por toda la comunidad científica en la Europa el euro.

Me sorprende que el Ministerio cuestione nuestra capacidad como productores de ciencia pero siga otorgando complementos investigadores (sexenios) y pase por alto que el alto porcentaje de las actividades presentadas para optar a ellos corresponden a artículos cuyo primer autor resulta ser un joven investigador. Producir, no producimos, pero los trabajos de los que somos autores son presentados por nuestros jefes para aumentar sus retribuciones.

No se merecen ustedes la generación de jóvenes investigadores que tienen. Lo más triste es que otros países ya se han dado cuenta y no van a dejar escapar la oportunidad.
Escrito el 14/2/2002

4 
Pleno empleo y oportunidades ¿también para la investigación?
Autor: Andrés Baselga
Investigador predoctoral en la USC
Miembro de Precarios-Galicia y de la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios

Asistimos en los últimos meses a un importante debate sobre el estado de la investigación en España, mientras organismos internacionales como la Unión Europea y la OCDE alertan de que nuestro país invierte en I+D menos de la mitad de la media europea (a pesar del artificio de incluir en esa partida el gasto en investigación militar) y que presenta un déficit en las plantillas de los centros de investigación de unos 15.000 científicos.

En ese contexto de desinterés del Gobierno por la ciencia, los investigadores en formación y perfeccionamiento trabajamos en unas condiciones laborales pésimas: además de realizar nuestras Tesis Doctorales (que suponen una parte fundamental en la producción científica), formamos parte de los equipos de los proyectos de investigación y trabajamos con dedicación exclusiva en nuestros centros, ocupándonos incluso en muchas universidades de algunas labores docentes. Pero pese a todo esto, somos considerados estudiantes: recibimos una beca o incluso trabajamos sin remuneración, y en cualquier caso carecemos de las prestaciones básicas (Seguridad Social, prestación por desempleo, baja por enfermedad, vacaciones reguladas...) a los que cualquier trabajador tiene derecho.

Este 2 de febrero se ha cumplido un año desde la primera gran manifestación convocada por la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI), que reunió en Madrid más de 3.000 ''precarios'' de toda España. Desde este acontecimiento histórico hasta hoy se han sucedido las iniciativas de la FJI para reivindicar unas condiciones laborales dignas para el colectivo: encierros en las universidades, elaboración de informes sobre la situación del colectivo y una nueva manifestación masiva ante el Ministerio de Ciencia y Tecnología (MCyT) el 5 de octubre. Todo ello se ha visto reforzado gracias al apoyo explícito de los sindicatos y a las iniciativas parlamentarias de los grupos de la oposición, tanto en el Congreso de los Diputados como en los parlamentos autonómicos.

Esta enorme actividad no es fácil de conseguir en un colectivo tan disperso y en el que las personas cambian con tanta rapidez de situación (unos leen la tesis, otros abandonan), así que el grado de compromiso y movilización de tanta gente sólo puede significar que nos encontramos ante una situación muy grave: en el presente una total desprotección social y en el futuro una falta absoluta de perspectivas laborales.

La última gran manifestación en Madrid (5 de octubre, 3.000 manifestantes ante el MCyT) sirvió para presentar en público el informe de productividad elaborado por FJI/Precarios donde se demuestra cuantitativamente la labor productiva de nuestro colectivo en la ciencia española: el 48.8% de los primeros firmantes en artículos científicos de relevancia internacional realizados en España es un precario. El acto tuvo lugar como respuesta a la negativa a negociar del MCyT, que a través de D. Ramón Marimón, Secretario de Estado de Política Científica y Tecnológica, en una reunión llevada a cabo el pasado 27 de septiembre volvió a insistir en la posición inmovilista del Gobierno: en la fase predoctoral no ofrecen más alternativa que las becas, aunque afirman que irán introduciendo mejoras. Pero en el momento de concretarlas, desde el ministerio se pretende instituir un Estatuto del Becario y un Régimen de Seguridad Social para becarios de investigación a través de un Real Decreto, evitando así cualquier tipo de debate parlamentario y sin admitir ninguna de las propuestas de los afectados. En el colmo de los despropósitos, el proyecto de Real Decreto fue anunciado en la prensa antes que a los interesados, y se presentó como un gran avance en la situación laboral de los jóvenes investigadores.

Sin embargo desde la FJI queremos dejar claro que, aunque la elaboración de este estatuto es un paso fundamental en la regulación oficial del colectivo, la cobertura social que prevé el proyecto es irrisoria, limitándose en la práctica a la asistencia sanitaria pública, prestaciones por accidente laboral y baja por maternidad,  y excluyendo derechos tan básicos como la baja por enfermedad, subsidio por desempleo o cotización al sistema de pensiones. Después oiremos al Gobierno anunciar triunfalmente cómo aumenta el número de afiliaciones a la SS: si sigue este método puede fácilmente conseguir 40 millones de afiliados con una contención absoluta del gasto público. Nos están dando una SS sin prestaciones, y pretenden hacer creer a la sociedad que están solucionando el problema, dejando con ello sin argumentos a un colectivo que produce
una parte importante de la ciencia en España. Pero es difícil ocultar que en la mayor parte de los países europeos nuestros homólogos ya gozan de los derechos que aquí reclamamos. El PP, que sigue demostrando que su ''apuesta decidida por el I+D'' era más publicidad electoral que verdadero interés por mejorar la situación de la investigación española, no puede despreciar de esa manera a los investigadores en formación y pretender al mismo tiempo que nos vayamos equiparando a nuestros vecinos.

Como conclusión queremos expresar la necesidad de un cambio real en la situación que padecen los jóvenes investigadores en formación y perfeccionamiento en España: Como cualquier otro trabajador en España, deberíamos tener una cobertura social que nos permita cotizar para la jubilación, tener baja por enfermedad o percibir el subsidio de desempleo si después de finalizar nuestra labor nos quedamos en el paro, derechos genéricos en la sociedad denominada del bienestar en la que parece que todos querríamos que se encuadrara la nuestra. Y decimos querríamos porque no es el caso para los jóvenes investigadores que, por tanto, nos autodenominamos ''precarios''. Al mismo tiempo, es necesario un programa real y estable de contratación de investigadores basado en la libre competencia y cualificación que permita otear la existencia de un futuro real para los jóvenes investigadores, de modo que su experiencia no acabe en vía muerta, abandonando la investigación o emigrando al extranjero en busca de un trabajo que aquí no existe.

Escrito el 14/2/2002

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Cuando ser investigador se convierte en un callejón sin salida
Autor: Inmaculada Buendía Martínez
Con relacion a las preguntas planteadas mi opinion es que nuestro país no
evoluciona de forma adecuada respecto de la consideración y posibilidad de los investigadores siendo una continua dura carrera de obstáculos donde tener iniciativa, ser responsable, trabajar con calidad y querer avanzar se convierten en un inconveniente en vez de una ventaja.

Creo que la exposición de mis circunstancias personales confirma lo anterior. Soy Doctora en Ciencias Económicas y Empresariales, Rama Economía de la Empresa, por la Universidad Complutense de Madrid con la calificación de Apto cum Laude por unanimidad. Durante el periodo de realización de mi tesis doctoral realicé múltiples viajes y estancias en diversos centros y países siempre bajo programas públicos. La culminación de esta tendencia en el ámbito de la formación fue en 1998 cuando obtuve una beca postdoctoral dentro del Programa Sectorial de Formación de Profesorado y Perfeccionamiento de Personal Investigador, Subprograma General de Perfeccionamiento de Doctores en el Extranjero del Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.

Una vez finalizada mi beca, estuve colaborando durante algún tiempo en el centro donde desarrollé mi investigación, en Canadá, pero decidí que mi sitio estaba en mi país, sobre todo porque mi formación había sido financiada con fondos públicos con el objetivo de que mis resultados, experiencia y contactos pudieran revertir al sistema cuando yo regresara. Llevo un año en España, del cual la mitad he estado sin trabajo, sin derecho a desempleo y sin perspectivas, contando en la actualidad con una beca de investigación para un proyecto que finalizará en algunos meses. Aunque ya tenía mis sospechas, durante este tiempo he verificado y sufrido en carne propia la más profunda de las decepciones, así como el desprecio de la comunidad universitaria. Es duro regresar después de haber realizado un esfuerzo considerable, que volvería a hacer si se me planteará de nuevo la posibilidad, para tener todas las puertas cerradas porque el sistema universitario sigue anclado en un estructura rígida y sin que tenga cabida el concepto tantas veces aludido de competencia.

El sistema universitario está cerrado a personal doctor formado ya que su entrada pondría en peligro la situación de los docentes que tienen sus perspectivas bajo la estrategia "hay que esperar hasta que te toque tu turno". Es más, las inconsistencias en la contratación llega a niveles difíciles de creer. En enero pasado decidí solicitar algunas de las plazas convocadas en diferentes universidades, en concreto profesor asociado, dada la provisión publicada para el segundo cuatrimestre, con la idea de poder dedicarme a algo que ha sido mi actividad durante siete años logrando cubrir el ámbito docente, que no el investigador, y poder ganar algo de dinero para sobrevivir. La conclusión es que me han denegado el acceso a esas plazas.

Lo más frustrante del caso es que las solicitudes que presenté para plazas de asociado a tiempo parcial en la Universidad Carlos III de Madrid y en la Complutense de Madrid, no fueron analizadas por los departamentos correspondientes ya que la Sección de Recursos Humanos desestimó mi solicitud al no cumplir los requisitos: haber trabajado tres años durante los cinco últimos en la empresa privada. Lógicamente, esto resulta totalmente incoherente, puesto que he sido profesora asociada durante seis años sin cumplir los requisitos y una vez finalizado mi doctorado y con estancias en el exterior se me deniega algo que anteriormente se había permitido.

Todo lo anterior obliga a hacer una pregunta: ¿cuál es el futuro del personal docente e investigador no funcionario? La falta de competencia y transparencia dentro del sector universitario conduce a los investigadores a un callejón sin salida. Los motivos son varios. El primero de ellos plantea una incongruencia entre la falta de reincorporación y/o trabajo del personal investigador doctor con el diseño y puesta en marcha de programas públicos para su formación exterior. Los resultados obtenidos del proyecto que he desarrollado en mis últimos años en centros de investigación en Irlanda y Canadá están archivados sin posibilidad, por el momento, de su tratamiento y difusión dado que mi prioridad se centra en buscar trabajo en cualquier actividad.

El segundo hace referencia a la falta de posibilidades y perspectivas una vez que se han dedicado algunos años, en mi caso particular diez, a la actividad universitaria. Por lo que respecta al ámbito de las ciencias sociales, y en particular la economía de la empresa, la trayectoria docente e investigadora descapitaliza para entrar a trabajar en la actividad privada. Las empresas a las que he enviado mi Currículum Vitae dentro de un perfil que se ajustaría a mis condiciones me han señalado que mi falta de experiencia en la empresa hace imposible mi incorporación. Por otro lado, las solicitudes de trabajo que he enviado para puestos en los que superaba sobradamente los requisitos mínimos manifestaban que era personal sobrecualificado para el puesto y que preferían personal con menos formación.

El tercer motivo está unido a la falta de protección pública. El actual marco legislativo impide que los becarios tengan ningún tipo de subsidio público cuando terminan su beca. En mi caso particular, además no se me reconocen los ocho años anteriores a mi condición de becaria en los cuales he cotizado a la Seguridad Social y Desempleo. La Ley 31/84, de 2 de agosto, y diferentes sentencias del Tribunal Superior de Justicia, afirman la incompatibilidad existente entre la condición de beca y el derecho a recibir una prestación por desempleo, lo cual resulta lógico ya que se obtiene una renta mensual. El problema surge cuando la legislación no contempla que la condición de becario puede estar precedida de una situación laboral contractual y no considerando como un paréntesis el período de disfrute de una beca de personal investigador, sin posibilidad de obtener la prestación por desempleo, sobre la base de las cotizaciones anteriores, al prescribir el plazo de quince días desde la finalización de la relación contractual para realizar la solicitud que, en mi caso particular ocurrió el 30 de septiembre de 1998, mientras que la finalización de mi beca tuvo lugar el 31 de octubre del 2000. Es necesario añadir que los becarios en el extranjero no pueden acogerse a las normas particulares estipuladas para los "emigrantes retornados" puesto que la fuente de ingresos es nacional y tampoco cotizan en el país en el que desarrollan su actividad profesional.

Con base en lo expuesto más arriba, creo que es fácil entender que la situación llega a ser desesperante, decepcionante, y frustrante, sobre todo cuando las perspectivas no mejoran con el paso de los días y cuando se vive del apoyo económico de la familia y amigos. En estas condiciones lo único que puede hacerse es dar a conocer esta situación, que es de completo desequilibrio.

Escrito el 19/2/2002

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Un proyecto sobre el que acordar
Autor: A. Gonzalez
Prof. asociado URJC

Tener encima de la mesa un documento en el que se vea la intención de establecer una carrera investigadora en España, como el que sirve de presentación a este debate, debe ser un motivo de satisfacción general. Hay una dirección sobre la que poder hacer mejoras y, sobre todo, en la que poder incorporar nuevos recursos, con una apuesta de racionalidad.

Porque sobre la mesa nos encontramos, por lo menos, con dos discusiones, unidas pero distintas, la de los recursos de que dispone el sistema y su asignación, y la de la definición de un modelo de carrera investigadora.

En este sentido, la convocatoria Ramón y Cajal ha sido un importante avance en la garantía de acceso al sistema publico de investigación de acuerdo con los principios de mérito y capacidad y, ha cubierto un escalón, que con casi unanimidad, se consideraba necesario en nuestro sistema.

Queda mucho por mejorar. Sin duda.  

Hay que coordinar a las Comunidades Autónomas en la definición y establecimiento de la carrera investigadora y buscar la cooperación y complementariedad de los recursos públicos. Hay que implicar a los centros públicos de investigación en la adecuación de sus plantillas a las nuevas necesidades sociales. Hay que facilitar la movilidad entre el sector público y el privado, y entre centros de investigación. Hay que establecer políticas a largo plazo y dotarlas de recursos suficientes. Hay que encontrar el papel social del investigador. Hay que crear espacios de acuerdo entre los distintos implicados, instituciones, empresas, investigadores y ciudadanos, y trasmitir la importancia que la definición y financiación de una carrera investigadora tiene para toda sociedad.

Pero también hay que valorar los avances, o terminaremos dando vueltas, con la única satisfacción de haber tenido "la razón" y de seguir consumiendo mucha "senilina" de acuerdo con la vieja receta de D. Santiago.  

Escrito el 20/2/2002

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Oportunidades frente a seguridad
Autor: Jesús Hernández Méndez
Prof. Química Analítica
Universidad de Salamanca

¿Una carrera de obstáculos o una carrera de oportunidades?. Posiblemente, una trayectoria con oportunidades. Y obstáculos, seguro que también. Pero, sin ponernos trascendentes, así es cualquier proyecto vital; con claroscuros. Lo que sí es verdad es que los medios de comunicación cada vez recogen más noticias sobre investigación, sobre tecnología, sobre interacción ciencia-sociedad; y esto es absolutamente positivo.

La sensibilización social hacia la ciencia la hará progresar; será más fácil la obtención de financiación para la misma; los poderes públicos encontrarán en la sociedad mayor sensibilidad para la asignación de partidas a conceptos de I+D.

Pero volvamos al centro del tema de debate. Parece admitido que en los últimos veinte o veinticinco años los avances de la ciencia española han sido importantes, alcanzándose niveles de competitividad significativos. A pesar de ello seguimos invirtiendo menos del 1% del PIB, cifra que debe ir aumentado de forma progresiva al mayor ritmo posible. Pero, en mi opinión, la problemática de los becarios depende más de variables no directamente relacionadas con la financiación de la investigación. Intentaré algunos apuntes sobre este debate.

-Creo que existen dos Universidades diferentes: la de la investigación y la de las estructuras y las normativas. Recordemos cómo se gestiona un Proyecto de investigación y cómo se elabora y se aprueba un nuevo Plan de Estudios. El Proyecto va directamente del grupo al organismo convocante, con el único y suficiente visto bueno del representante legal del centro; sin votaciones, sin comisiones, consejos ni juntas. El proyecto únicamente es sometido a evaluaciones y valoraciones externas; quizás perfeccionables, pero externas. Y recordemos la trayectoria más o menos tortuosa que requiere la implantación de un nuevo Plan de Estudios; sólo recordémosla.

Estas dos universidades tienen hábitos, comportamientos y escalas de valores diferentes. Y los becarios se forman  en la primera y encuentran dificultades para integrarse en la segunda. Sobre todo en los últimos tiempos, en los que las plazas de profesorado han sido esquivas para con los becarios. Ahora parece que programas como el "Ramón y Cajal" y el "Torres Quevedo", y las mayores oportunidades en el acceso a plazas de profesorado (yo creo que va a ser así) incrementarán las expectativas de futuro de los becarios pre y postdoctorales.

-Entiendo la mayor parte de las reivindicaciones de los becarios("precarios" no me gusta, cuestión de estética): mayor dotación económica -ya lograda-, mayores prestaciones sociales, mejor futuro, etc. Pero me gusta más "becario" que "contratado laboral", al menos en los primeros años de aprendizaje.

Prefiero "oportunidades" a "seguridad" y creo imposible regular las relaciones maestro-discípulo (en cierta ocasión, en un tiempo en el que todo parecía ser reivindicable, unos doctorandos me exigían que "pensase" en la interpretación de sus datos experimentales. Mi cerebro se resistía; exigía su libertad). Sí he trabajado y he dedicado tiempo para garantizar a los becarios directores con capacidad científica suficiente.

-Finalmente, me gustaría aclarar un dato que aparece de manera reiterada: "el 48.8 % de los primeros firmantes en artículos científicos de relevancia internacional firmados en España es un becario". ¿El concepto "primer firmante" quiere indicar el investigador principal o director del grupo de investigación? Supongo que no, ya que entonces habría que aceptar que el 50% de la investigación de calidad de este país estaría dirigida por los investigadores más jóvenes o en formación. Entonces debemos entender que en la mitad de los equipos de investigación que publican en revistas de calidad participa un becario de investigación. Esto ya es más esperanzador, aunque la cifra parece escasa. Sería deseable que en todo grupo de investigación competitivo participase al menos un becario; debemos aproximarnos a que en el 100% de los mejores artículos científicos haya un becario. Formándose y contribuyendo a incrementar la producción y el nivel científico del país.

Y esto lo escribo seguramente desde la inoportunidad -siempre hay que hablar mal de cualquier tipo de antena, de los cementerios nucleares y de los ministerios; y hablar bien de las alimentos naturales, del buitre leonado y de las demandas de los más jóvenes- pero también desde la admiración y respeto a mis discípulos y especialmente a los becarios, en un intento de contribuir de forma positiva a este oportuno debate.

Escrito el 22/2/2002

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Obstáculos personales frente a exigencia de calidad investigadora
Autor: Pablo Díaz
Investigador predoctoral en la UPM
Instituto de Energía Solar-UPM

En mi opinión se confunde bastante a menudo lo que es una exigencia de calidad investigadora, que necesita de un control, unos requisitos y unos resultados, con los obstáculos que se ponen en la vida personal de los investigadores. Se habla con frecuencia de que la carrera investigadora debe, por fuerza, ser exigente para motivar al investigador, con oportunidades pero con competencia. De acuerdo, pero, sin embargo, en la práctica donde se aplican esas trabas es en la vida personal del investigador: falta absoluta de derechos laborales para postgraduados (licenciados, ingenieros y arquitectos) que investigan en Universidades y OPIs, desconfianza absoluta con inestabilidad profesional prolongada, movilidad obligada (yo estoy a favor de valorar la movilidad, no de obliagr a ella), etc.

El no disponer de baja por enfermedad común, ni subsidio por desempleo, o estar muchos años con becas o, después, con contratos muy temporales, no estimula una sana "competencia científica", si no que dificulta situaciones personales normales: familia, hijos, hipotecas, alquileres... que creo nada tiene que ver con la curiosidad y valía investigadora de una persona.

El que un investigador ya doctor esté meses en el paro sin cobrar nada, hasta que puede acceder unos meses después a otro centro (con beca postdoc, o con contrato tamporal, como sea) sólo descarta a la gente con recursos económicos limitados pero con igual valía.

Escrito el 27/2/2002

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Obstáculos, oportunidades y otras obviedades
Autor: Juan Pimentel
Investigador contratado Ramón y Cajal
IH, CSIC

Leídas las contribuciones al debate propuesto, y como beneficiario de un contrato Ramón y Cajal, quisiera expresar mi opinión. De manera telegráfica:

1. Primera obviedad: la carrera investigadora en España está plagada de obstáculos y también tiene sus oportunidades. Abrir el debate es saludable y seguramente contribuye a formar opinión. Socializar los problemas, entender las trabas (o soluciones) administrativas, escuchar las peripecias personales y adivinar que se cuece dentro de los organismos que hacen "política científica" siempre es un paso adelante.

2. Segunda obviedad: pese a las mejoras objetivas de los últimos -digamos- 20 años, es evidente que queda mucho por hacer. La mayor de las obviedades: si queremos una investigación equiparable a la que se hace en países de "nuestro entorno", habrá que dedicarle un presupuesto análogo.

3. Tercera evidencia (no tan obvia): la homologación presupuestaria no lo es todo (o no lo sería, llegado el caso). La formación de laboratorios, departamentos innovadores y verdaderas tradiciones académicas no pasa sólo por una debida atención financiera por parte de las administraciones o de instancias privadas. Hay toda una suerte de formas y usos, de prácticas y hábitos sociales asociados a los lugares donde queremos mirarnos, que es necesario también emular e implantar. Esto no se hace de la noche a la mañana. Pero es imprescindible tomar conciencia del problema: la carrera investigadora es para corredores de fondo; y la política científica también debe tener en cuenta que una autopista debidamente actualizada y moderna no se inaugura pasado mañana (o antes de las elecciones). En una sociedad donde prima lo inmediato, lo productivo y el "resultadismo", va siendo hora de que alquien recuerde que quizás un trabajo bien hecho en este terreno rendirá sus frutos donde nuestros ojos no alcanzan.

4. Las quejas de los investigadores "jóvenes" (uno no sabe ya como tomarse el eufemismo) merecen al menos ser escuchadas. Por mi propia experiencia, sé que la mayoría de ellas tienen todo el fundamento del mundo. La gente entra en esta carrera con toda la ilusión, le dedica todas las horas habidas y por haber, renuncia a la Seguridad Social y a la cobertura por desempleo, marcha al extranjero separándose de quien haya que separarse, regresa (si puede) de nuevo al sistema español y aquí se acoge a lo que sea: ¿a un departamento donde quizás algún día le "hagan" una plaza?, ¿con un contrato de reincorporación hoy extinto y subsumido en el Ramón y Cajal? ¿con otra beca donde no puedes incluir a tus hijos en la cartilla de la Seguridad Social que no tienes? (los 35 no son edad para estabilizarte en una carrera de oportunidades, pero quizás sea una edad razonable para no sacrificarlo todo "por la patria").

5. La casuística es ancha, pero el rumor de fondo indica que la modernización aparente choca con -otro eufemismo, sociologizante ahora- resistencias estructurales. ¿Es posible crear una autopista del s. XXI por la que circulen al menos dos generaciones con materiales y rudimentos legales y universitarios ligeramente decimonónicos? Nada se puede levantar ex-novo, ciertamente, pero tengo la impresión (equivocada o no, el caso es que la tengo) de que se está exigiendo a las nuevas generaciones de investigadores muchas cosas, demasiadas cosas; cosas que difícilmente pueden enarbolar quienes jamás las practicaron. Y esto, a qué engañarnos, crea malestar y frustración.

6. Las perspectivas, en todo caso, no tienen por qué ser malas. Hay más sensibilidad hacia el problema que hace unos años, se han creados instancias y, en general, hay más dinero y cabezas pensando y articulando soluciones. La generación de la que formo parte (tengo 39 años) ha gozado de oportunidades y sorteado obstáculos a partes iguales. De lo que se trata, en todo caso, es de que la siguiente pueda rentabilizar y acumular nuestra experiencia para realizar una investigación más estable y digna en lo laboral, y de mayor presencia y relevancia en lo académico.

Escrito el 5/3/2002

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Propuestas para la carrera investigadora
Autor: Elena Bascones / Ignasi Mata
Investigadora posdoctoral / Investigador predoctoral
University of Texas / ICMAB-CSIC

Lamentablemente, en nuestro país no existe todavía una carrera investigadora bien estructurada que proporcione a los investigadores los medios para competir en igualdad de condiciones con los científicos de otros países de nuestro entorno. Ya en el inicio de la carrera investigadora, durante las etapas predoctoral y posdoctoral, nuestros investigadores deben afrontar situaciones de gran precariedad laboral. Una simple comparación con la situación en otros países de la Unión Europea revela que la situación de los jóvenes investigadores en España es de las peores de Europa. Así, en estas etapas los investigadores se ven privados de los derechos laborales más fundamentales y, lo que es peor, del reconocimiento de su trabajo como experiencia investigadora. Esta situación está agravada por los problemas de deberán afrontar los investigadores una vez acabada su "formación": Falta de continuidad entre las diferentes etapas que configuran la carrera investigadora, métodos de selección de personal que no favorecen necesariamente a los mejores y falta de recursos financieros que permitan desarrollar la investigación.

Esta situación incide negativamente en la calidad de la investigación en nuestro país de varias formas. A pesar de que faltan científicos aquí, muchos investigadores de gran valía se ven forzados a abandonar la investigación o desarrollar su carrera científica en el extranjero. Además, ante el oscuro porvenir y las condiciones precarias que ofrece la carrera científica a los recién licenciados, el número de doctorandos está disminuyendo rápidamente, comprometiendo así el futuro de la investigación en España.

Por este motivo, en la Federación de Jóvenes Investigadores/Precarios estamos elaborando una propuesta de cómo debería estructurarse la carrera investigadora para evitar estos problemas. Lo que exponemos a continuación son las características principales de nuestra propuesta, que nos gustaría discutir en detalle con todo aquél que esté interesado en mejorar nuestro sistema científico.

El sistema de contratación
La carrera investigadora comienza con la incorporación a un grupo de investigación, ya que a partir de este momento el investigador contribuye con su trabajo a la producción científica del grupo. No tiene sentido considerar que las primeras etapas de la carrera científica son exclusivamente de formación y negar por tanto a estos investigadores el derecho a un contrato laboral. Por ello, primeramente es necesario sustituir el actual sistema de becas por un sistema de contratos donde se asegure a todos los investigadores los mismos derechos sociales que al resto de trabajadores.  
El sistema de contratación debería ser similar en todas las etapas de la carrera investigadora. Los contratos se convocarían especificando con detalle cuáles son los criterios de evaluación y qué valoración se otorgará a cada uno de ellos. Una vez resuelta la convocatoria, cualquier candidato tendría derecho a conocer detalladamente cómo se ha evaluado su solicitud y cuáles eran los criterios mínimos para obtener ese contrato. Pedir transparencia en la contratación puede parecer evidente, pero en la mayoría de convocatorias actuales los criterios de evaluación se mencionan de manera vaga o no se mencionan, y prácticamente nunca se informa al candidato sobre cómo se ha evaluado su solicitud.

Investigador posdoctoral
Además de garantizar derechos laborales para los investigadores y transparencia en la selección de personal, es necesario garantizar continuidad en la carrera investigadora. Por ejemplo, en la actualidad para solicitar una beca posdoctoral, la mayoría de las convocatorias de becas de Comunidades Autónomas y las del Ministerio de Educación requieren que el investigador sea doctor o haya entregado la tesis en una Universidad en el momento de la solicitud. Sin embargo, demorarán de seis a nueve meses la resolución de la convocatoria. De esta forma, el investigador suele pasar varios meses sin recibir ningún salario (ya que en general ha agotado la beca predoctoral). Además, ni el candidato ni el grupo receptor pueden hacer una planificación de la investigación, ya que la obtención de la beca posdoctoral no está asegurada. De hecho, en ocasiones la resolución se produce varios meses después del inicio previsto de la incorporación al nuevo centro. Algo similar sucede en la actualidad con las becas predoctorales. Estos problemas se solucionarían eliminando la exigencia de estar en posesión de títulos o tesis en el momento de la solicitud y exigiéndolo en el momento de inicio de disfrute del contrato. Así es como se hace en universidades extranjeras de reconocido prestigio. Y no entendemos por que no puede hacerse en España.

Antes del investigador permanente
Tras las etapas predoctoral y posdoctoral, el sistema actual pone muchas trabas a los investigadores. Investigadores de excelente formación se encuentran ante una etapa marcada por la inestabilidad laboral y la falta de transparencia en el acceso a las plazas de funcionario. Esta incertidumbre y la falta de medios económicos para desarrollar los proyectos de investigación lleva a muchos investigadores de calidad a cambiar de profesión o partir al extranjero.

Por este motivo consideramos que es positiva la existencia de una etapa intermedia entre el investigador permanente y el investigador posdoctoral. En esta categoría, el investigador tendría un contrato temporal. Para acceder a este contrato el candidato deberá acreditar un cierto período de tiempo en un centro diferente al de la realización de la tesis. Durante esta etapa, el investigador será completamente independiente, pudiendo solicitar financiación, dirigir tesis, crear su propio grupo investigador o integrarse en uno ya existente. Para que el investigador pueda ser independiente, el candidato debería recibir una ayuda que le permita poner en marcha su investigación. Esta ayuda se concedería de acuerdo a un presupuesto que el candidato presentaría junto a la solicitud de contrato. El actual programa Ramón y Cajal (RyC) es un primer paso en la creación de esta figura, sin embargo, esta aun bastante lejos de llegar al nivel deseable.
Nos parece positivo que la ANEP sea el organismo encargado de adjudicar dichos contratos, así como la mejora en las condiciones laborales que ha introducido este programa respecto a los anteriores contratos de reincorporación y la posibilidad de que los investigadores RyC puedan solicitar proyectos de investigación y no sea necesario que pertenezcan a un grupo ya establecido. Sin embargo, el número de contratos es insuficiente y tanto la continuidad de este programa como el futuro de los contratados son inciertos.
Sería necesario que si las evaluaciones en el segundo y cuarto año son positivas el investigador alcanzara la estabilidad laboral. Además, la ayuda de iniciación es notablemente escasa, lo que provoca que en la mayoría de los casos el investigador tenga que depender del material de laboratorio de otros grupos ya establecidos, creando de forma indirecta la misma dependencia que se exigía en los contratos de reincorporación. Además, las posibilidades de dirigir tesis o tener investigadores posdoctorales en esta etapa es prácticamente nula.  

Investigadores permanentes
Por lo que respecta a los investigadores permanentes, el sistema  actual es, a nuestro entender, demasiado rígido, y no es adecuado a algunas de las características de la carrera investigadora. Por ejemplo, no favorece la movilidad de los investigadores entre diferentes centros, ni el intercambio de investigadores entre los sectores público y privado, ni la incorporación de científicos de otras nacionalidades. Apenas se evalúa a los investigadores permanentes y por tanto no se premia ni motiva a los de mayor mérito.
Una alternativa sería que una parte significativa del sueldo dependiese de la actividad del investigador. Para calcular esta parte variable del sueldo se tendría en cuenta tanto la producción científica, como la calidad en la dirección de tesis doctorales o las estancias en otros centros aparte del propio. De esta forma se pretende potenciar, además de la simple producción científica, la formación de nuevos investigadores y la movilidad de los investigadores permanentes. De forma similar, para fomentar la selección de candidatos según sus méritos científicos, se debería tener en cuenta la producción científica de los departamentos y centros de investigación a la hora de asignar su financiación o crear nuevas plazas. De esta manera la contratación de candidatos de baja calidad revertiría negativamente en el departamento o centro y será mayormente evitado.  

Financiación de los centros
Además de una reestructuración de la carrera científica, también se deberían afrontar los problemas que impiden que alcancemos el nivel de los países de nuestro entorno en lo que a I+D se refiere. El principal es la falta de recursos, ya que, por muy eficiente que sea la gestión, nunca podremos competir en igualdad de condiciones con científicos de países que invierten proporcionalmente tres o cuatro veces más que el nuestro en I+D. También hay que tener en cuenta el sistema de financiación, que impide a los grupos gestionar libremente sus fondos, ya que en su mayoría están asignados a fines específicos. Creemos que una mayor autonomía para que un grupo pueda gestionar sus propios recursos es fundamental. Un grupo debería tener la opción de contratar investigadores o personal de soporte a la investigación cuando lo considere oportuno con cargo a su propio presupuesto. Una buena gestión quedaría garantizada concediendo más recursos a aquellos grupos que realicen una investigación de mayor calidad con los medios de que disponen, antes que ejerciendo un control exhaustivo sobre los gastos del grupo. Otro problema fundamental es la falta de personal de apoyo (técnicos, informáticos, administrativos, etc) que hace que los investigadores deban dedicar una parte significativa de su tiempo a tareas no relacionadas con la investigación.

Conclusión
En resumen, creemos necesaria una reforma en profundidad de nuestro sistema científico para que se sitúe al nivel de los países más desarrollados. Lo que aquí hemos dado son algunas de nuestras propuestas sobre cómo se podría realizar esta reestructuración, propuestas que nos encantaría discutir con personas ajenas a nuestra asociación.


Escrito el 6/3/2002

11 
Entre la oportunidad y el obstáculo
Autor: Carlos A. Garcia Ebbens
Director del Centro CIDEA
UTN/Facultad Regional Delta, Argentina

Creo que en la misma disyuntiva que se plantea en el debate se encuentran nuestros investigadores mas jovenes en Argentina. ¿Tiene sentido dedicarle tantos años al desarrollo de programas de investigación sin una aplicación concreta?

Me parece que en nuestros países, la sociedad avanza por su lado y el uso de lo investigado queda en bibliotecas. Debemos lograr que la sociedad haga uso de los desarrollos, sean básicos o aplicados. Es una tarea no solo de los gobiernos, sino creo que también lo es de los investigadores que debemos reclamar el uso de nuestros trabajos y así la sociedad tendrá idea de lo que se está haciendo y demandará más investigación y más investigadores.
Escrito el 30/3/2002

12 
¿Nos olvidamos de las empresas?
Autor: Javier Medina
Director de Innovación y Tecnología
FUE

Nadie niega que la situación de los becarios de investigación debe mejorar con los esfuerzos de la Administración pública y de organismos que favorezcan su integración y desarrollo en el mercado laboral.

Debemos, a mi juicio, hacer un acto de reflexión. En primer lugar, la Administración General del Estado pone a disposición de los jóvenes investigadores medidas de apoyo a la formación pre y post-doctoral. Nada que objetar.

Por otro lado, las becas y el sistema público no deben considerarse el único destino después de terminada la formación. Precisamente, lo que necesitamos son personas altamente cualificadas en la industria e incluso en pequeñas y medianas empresas donde la investigación es necesaria, muy necesaria, porque incide directamente en el producto interior bruto, en la competitividad y en las necesidades reales de las empresas para llevar este país adelante.

Muchos de los empresarios españoles consideran a las Universidades como organizaciones lejanas a las necesidades de su actividad. Cierto, pero a medias. En muchas ocasiones las empresas desconocen lo que doctores altamente cualificados pueden hacer por sus negocios. Debemos pensar que la investigación debe incidir en las necesidades de las empresas de una forma más elevada que en estos momentos. Los jóvenes investigadores deben entender que sus mayores aportaciones son las que logran mejoras competitivas del tejido productivo español.

Los agentes públicos de I+DT+i aportan cada vez más esfuerzos, recursos y concienciación a este menester tanto a nivel regional(Fundaciones Universitarias, Administración Regional, etc), como nacional. Las asociaciones empresariales valoran cada vez más la importancia de la innovación en las empresas, la mejora tecnológica y un personal cualificado que genere nuevas iniciativas tecnológicas.

Pero es obvio que las empresas necesitan una concienciación mayor de la importancia de la I+D y, aunque estamos dando pasos de gigante, seguimos muy por debajo de nuestras posibilidades. Que las condiciones de investigación no son las mismas en el sistema público que en el privado, es evidente. Pero es curioso leer que los investigadores quieren llevar la formación recibida al estado que les financió, pero desde el sistema público exclusivamente, no desde el sistema privado. Investigar para mejorar el tejido empresarial sin poner un pie en las empresas no es recomendable. No hace falta que sean grandes empresas con ilimitados recursos, basta con pymes y micropymes con necesidades que incluso ellos desconocen. Investiguemos con los recursos justos, pero investiguemos.

Otra vía que los jóvenes investigadores contemplan con recelo es la del Autoempleo. Las ventajas que corporaciones, como las Cámaras de Comercio, ofrecen para la creación de empresas, son cada vez mejores y más ágiles, fomentando el aumento del tejido empresarial y por ende, la generación de riqueza. Si realmente quiero aportar mi conocimiento al país que me ha formado, voy a hacerlo, sea como sea. Surgen, poco a poco, grupos pequeños de investigadores que estudian la posibilidad de ofrecer sus servicios profesionales conjuntamente, pero la realidad es que de momento, son los menos. Las empresas pueden no necesitar un grupo permanente de investigadores, pero sí acciones puntuales que acabarán convenciéndoles de la importancia de la investigación en sus negocios. El mercado laboral no es fácil, pero necesitamos apoyar a las empresas con la investigación y demostrar su implicación.

Muchas pymes están dispuestas a innovar, pero disponen de bajos presupuestos y casi inexistentes departamentos de I+D. Necesitan financiación, pero también talento investigador. La I+D en la pyme es una asignatura pendiente. Según el Ministerio de Economía, solo un 10,1 por ciento de las compañías españolas tienen en marcha procesos de innovación, y eso pueden ayudar a cambiarlo también los jóvenes investigadores.

En este sentido, el Programa Torres Quevedo para facilitar la incorporación de doctores y tecnólogos a empresas y centros tecnológicos, en el marco del Programa Nacional de Potenciación de Recursos Humanos, es un instrumento muy importante para poner a disposición de las empresas, motor de la economía, la investigación y poner así de acuerdo investigación y sociedad.


Escrito el 12/4/2002

13 
La investigación científica en España
Autor: Federico Canalejo Enrique
investigador
SAS-H.CARLOS HAYA


Razones al principio geográficas, después religiosas, luego políticas, más tarde sociales y muy recientemente económico-político-sociales, todo mezclado con la situación climática-meridional, han contribuido a condicionar de alguna forma que en la Península Ibérica se investigue poco y mal. Desde la Edad Media, pasando por la derrota del reino nazarí de Granada, con la subsiguiente invención de la Inquisición, quema de libros y brujos, (sic sabios) que se quedaron por aquí, quedó un rescoldo de miedo y opresión por doquier que se tradujo en una inhibición por todo lo que oliera a conocimiento y sabiduría.
  
Estabamos en ésta cuando Europa se impregnó de Renacimiento y aquí casi ni nos enteramos; luego vino la ilustración y, salvo Jovellanos, pasó sin pena ni gloria. De la Revolución Francesa nos enteramos porque los "gabachos" nos visitaron de mala manera, de poco se aprovechó la sociedad hispano-lusa de sus reformas. De las reformas y contrarreformas religiosas ni hablar, y al que se le viera el plumero ¡pim, pam, pum!

Con estos pelos nos pilló la revolución industrial. aquí estábamos muy atareados con las guerras carlistas, lo de Cuba y Filipinas, por no contar lo de Marruecos. Total que, tras la asonada de Primo de Rivera, el valle florido de esperanzas de la República, el golpe franquista y la transición, nos encontramos con una investigación científica en pañales que los sucesivos gobiernos democráticos han dejado al margen, sin comprender que con ese 0,9% del PIB dedicado a investigación -sin descontar los gastos en investigación militar incluidos en ese porcentaje- nos encontramos a la cola de Europa y del mundo en gasto en investigación científica y técnica.

Mientras no sea una cuestión de Estado como en su día lo fueron las redes de carretera aún sin completar, aeropuertos, puertos y ferrocarriles de alta velocidad, este país y también nuestros vecinos portugueses no despegarán nunca del semidesarrollo cultural y científico-tecnológico que por nuestra situación geográfica nos corresponde. Mientras no elevemos el porcentaje de investigación al 2 ó 2,5% en los próximos 5 años y hagamos un desembolso de 5 billones de pesetas, no alcanzaremos a nuestros vecinos europeos en la próxima década.
  
Llevar a cabo un gran proyecto de investigación científica e innovación tecnológica es la asignatura pendiente mas notoria que nos queda a los españoles por resolver desde la noche de los tiempos, allá por la alta Edad Media, a partir de los siglos XV y XVI que supuso la ruptura con la cultura y la ciencia de los árabes y los sefardies, la posterior expulsión de los moriscos y los judios, por los Reyes Católicos, continuada con Felipe II y rematada con la instauración de la Inquisición, así hasta nuestros días.  

El divorcio entre ciencia y sociedad ha continuado en este país y todavia no despega debido a la falta de interés político de nuestros gobernantes. A esta falta de voluntad no debemos de olvidar que "la ciencia debe ser cuestión de Estado" es por lo que avanzamos con tan gran dificultad entre los paises mas desarrollados de nuestro entorno. Y por lo que estamos tan atrasados en cuestiones de ciencia y tecnología.

Si en algún aspecto existe hoy consenso en la comunidad científica es sobre la existencia en España de una generación de jóvenes que, por primera vez, poseen capacidades comparables con las de otros paises desarrollados, pero no encuentran la posibilidad de usarlas por falta de puestos. De ahí que se suscitaran grandes esperanzas cuando el novísimo Ministerio de Ciencia y Tecnología anunció el año pasado un plan para la recuperación de cerebros.

Aquel anuncio se ha concretado en el Plan Ramón y Cajal, que prevé para este año la creación de 800 plazas laborales para investigadores en las universidades y otros centros, y 2.000 plazas en total hasta el año 2003. Se cubrirán mediante contratos de cinco años, pero el Ministerio plantea a universidades y comunidades autónomas el compromiso de convertirlas en fijas una vez finalizado ese periodo, siempre y cuando el científico contratado cumpla con las expectativas.

En una primera aproximación, la valoración es positiva. Se ofrece una vía de integración en el sistema de ciencia a dos millares de jóvenes doctores que, de otra manera, deberían seguir desarrollando su trabajo en el extranjero o abandonar la investigación. Pero si el planteamiento es positivo, su concreción no lo es. Inicialmente se anunciaron contratos de cinco años, ampliables en cinco más. Ese segundo quinquenio se ha caído y ha sido sustituido por un débil compromiso sobre la eventual fijeza de la plaza. Esta exigencia, además, ha sido planteada por el Ministerio por sorpresa. Las Universidades se encuentran ahora ante una difícil disyuntiva: improvisar planes para no perderse las plazas del Ramón y Cajal o renunciar a ellas, porque el plazo de presentación de solicitudes finalizó el 8 de mayo de 2001.

Como ha pasado ya con otras iniciativas del Ministerio de Ciencia y Tecnología, una buena idea corre el peligro de malograrse porque se aplica de manera confusa y sin el suficiente debate. Valdría la pena que el Gobierno se planteara promover un gran acuerdo global que permita a la ciencia en España alcanzar el lugar que se merece.

Escrito el 25/4/2002


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