¿Pueden las ciencias de la naturaleza discurrir al margen de
las ciencias de la vida o de las ciencias sociales, del progreso, la democracia,
la ética o el mercado? Existen confluencias entre
científicos y humanistas que no se pueden obviar. En este análisis
veremos relaciones entre la Física y la Economía.
Sabido es que los métodos de investigación y de aprehensión
de la realidad que se llevan a cabo en unas y otras disciplinas científicas
pueden ser en la práctica muy dispares, ya que en unas disciplinas puede
predominar la investigación teórica y especulativa, en otras
prevalece la investigación experimental, otras se basan en la mera
observación directa de la realidad, en otras prevalecen los métodos de
prueba y error, etc.
Por otra parte, la mera orientación o finalidad de la
investigación puede ser asimismo muy distinta, ya que en unos casos se hace
investigación fundamental o básica, en otros investigación eminentemente
aplicada, mientras que en otros la investigación va dirigida al
desarrollo tecnológico. Con mimbres tan dispares en cuanto a la
naturaleza, procedencia y forma de operar en las investigaciones, no resulta
fácil el desarrollo de una verdadera y efectiva investigación
interdisciplinar. Ni siquiera ha de resultar mínimamente sencillo ibuscar
elementos comunes y puntos conceptuales y metodológicos de convergencia entre
distintas disciplinas, esto es, buscar conceptos básicos y comunes y
aprovechables por distintas disciplinas científicas.
Sin embargo, parece evidente la creciente necesidad hoy en
día de la colaboración interdisciplinar. Son frecuentes las ocasiones en
las que los investigadores echamos en falta, en relación con nuestras ideas,
proyectos o reflexiones, la ayuda, o al menos la opinión, de especialistas de
otras disciplinas, que completaran nuestra visión, y que nos informaran sobre la
viabilidad de los mismos.
En este sentido, y aunque lo más frecuente hoy día es una
tendencia acelerada al principio de la especialización en el
estudio, en las investigaciones y en la divulgación, puede en todo caso resultar
científica y socialmente muy interesante buscar líneas de colaboración
metodológica entre disciplinas dispares, aparentemente lejanas, como son las
diversas Ciencias de la Naturaleza (como la Física, Química, Astronomía,
etc.), las Ciencias de la Vida (como la Medicina, Biología, etc.), o las
Ciencias Sociales (como la Economía, Sociología, Historia, etc.).
Bien es cierto que en principio puede parecer que no tienen
mucho que ver, por ejemplo, la biología molecular, con los procedimientos
jurídicos, o la física de los quarks, con el proceso de producción de una
empresa, o la estructura mental del ser humano, con la energía de fusión, etc,
tanto en la metodología de los análisis, como en la forma de solucionar los
problemas, pero sin embargo, pueden existir numerosos puntos en común entre unas
disciplinas científicas y otras.
Entrando ya un terreno más concreto, estamos firmemente
convencidos de que muchos de los planteamientos y técnicas de análisis y de
investigación de estas ciencias, tanto las aplicables a estructuras físicas como
a organismos vivos, son en buena medida aplicables y extrapolables al ámbito de
la Ciencia Económica, y la aplicación de algunos de éstos métodos científicos en
los sistemas económicos puede suponer una contribución importante para el avance
y la reformulación de esta disciplina.
Hay que señalar que esta posible proyección de los métodos de
otras disciplinas científicas en el ámbito de la Economía no es una hipótesis
reciente ni un invento nuevo, ya que numerosos autores, y desde diversas
posturas, escuelas, y procedencias geográficas, han desarrollado meritorios
trabajos e intentos en este sentido; pero también es cierto que, hoy por hoy, el
tema no ha fraguado lo suficiente para que haya variado un ápice la Economía que
se sigue practicando por los responsables políticos de los diversos países, ni
la Economía que se sigue enseñando en las Universidades, ni la Economía de la
que se sigue hablando y escribiendo en los medios de comunicación, ni la que
llega, en definitiva, al ciudadano medio de la calle, y cuyos resultados no deja
éste de rechazar y de criticar.
Es por ello que vamos a realizar dentro de este contexto un
breve ensayo de acercamiento entre dos disciplinas, la Física y la Economía, con
el ánimo de contribuir a aportar en esta última un mayor grado de claridad,
orden conceptual y rigurosidad en algunos de sus planteamientos, y ello a través
de un concepto fundamental de la Física: la Entropía.
Sabemos que sin la intervención del ser humano, la Naturaleza
tiende de forma espontánea a evolucionar sin una finalidad, si bien
marcha -eso sí- con una dirección, que la conduce -por leyes de
probabilidad- hacia un creciente grado de desorden, o en definitiva,
hacia un constante aumento de la entropía.
Dentro de este entorno, el hombre, haciendo valer su
condición de ser inteligente, intenta establecer un cierto orden
-dentro de este desorden natural- que le posibilite alcanzar un mínimo
nivel de supervivencia e incluso de bienestar, para lo cual va creando en su
provecho estructuras ordenadas por doquier, tanto físicas como de índole
social, que disminuyen, por tanto, la entropía inherente al devenir
espontáneo de la naturaleza.
Si este concepto de entropía -que la física viene
utilizando desde mediados del siglo diecinueve- lo extrapolamos al mundo de la
Economía, podremos desarrollar algunos razonamientos no exentos de interés. Para
ello, siguiendo en todo caso planteamientos similares a los de la Física -de la
que podemos aprender bastantes cosas los economistas- vamos a manejar el un
término más concreto, el de entropía económica, que significará, de esta
forma, el grado de desorden de cualquier realidad económica.
En este contexto habremos de asumir otro concepto, el de
orden económico, que tendrá un significado muy específico: Aquello que
supone una disminución de la entropía económica; de esta forma, nos podremos
encontrar ante decisiones "entrópicas" (aquellas que aumentan el grado de
entropía o desorden económico) y con decisiones "anentrópicas" (aquellas que
permiten disminuir el grado de entropía económica).
Para no quedarnos en un mero concepto tan difuso como
intuitivo, y de cara a una mayor concreción del significado y de la forma de
medir la entropía económica, nos vamos a permitir utilizar una de las
expresiones que más nos han atraído siempre de la termodinámica, la ecuación
de Boltzmann, esto es: S = k log W, en la que S refleja el grado de
entropía energética, siendo W el número de posibles microestados
térmicos que pueden presentarse dentro de un sistema físico. Pues bien, podemos
tomar prestada esta ecuación y proyectarla sobre el ámbito económico,
expresando de forma similar la entropía económica como E = k log W,
siendo W, en este caso, el número o pluralidad (nivel de desorden) de
elementos o sujetos económicos que, teniendo distinta naturaleza (e incluso
intereses contrapuestos), quedan afectados por un hecho o decisión económica.
En este contexto -y dando por supuesto el carácter
inteligente del ser humano- la función optimizadora de los sujetos
responsables de la política económica habrá de girar en torno a disminuir el
grado de desorden económico, minimizando así el nivel de entropía de
sus decisiones, o lo que es lo mismo, tomando en lo posible aquellas decisiones
que sean anentrópicas, o tomando al menos conjuntos o paquetes de
decisiones, que aún conteniendo algunas medidas entrópicas, vayan
combinadas con otras decisiones anentrópicas respecto a las primeras,
moderando así el efecto global.
Veamos a continuación dos ejemplos muy básicos:
1. Entropía y tipos de interés:
Si los responsables de la política económica de un país toman
la decisión, por ejemplo, de subir los tipos de interés -ello con el fin
de evitar un recalentamiento de la economía-, estarán adoptando una
medida claramente entrópica, porque el conjunto de destinatarios o
afectados por esta decisión presenta un importante grado de diversidad, con muy
distintos perfiles, y con intereses incluso contrapuestos (es decir, W -y por
tanto la entropía- toma un valor alto), dado que existen muchos tipos de
usuarios de recursos financieros: unos desearán los créditos para decisiones de
consumo, mientras que otros usuarios -muchas empresas- los buscarán para
realizar inversiones; por ello, la subida de los tipos de interés conseguirá,
por un parte, enfriar los deseos de consumir, y de esta forma ralentizará
la demanda interna de consumo; pero por otra parte, se estarán minando
las expectativas de algo tan fundamental como la demanda de inversión; ello
refleja el no deseable grado de entropía que encierra tal medida.
En aquellas ocasiones que este tipo de medidas resulten en
todo caso imprescindibles, se debería disminuir el efecto entrópico de
las mismas adoptando otras medidas, combinadas con aquellas, que podrán anular
los efectos perversos para algunos de los colectivos implicados. Por
ejemplo, en el caso anterior, si la subida de los tipos de interés fuera
acompañada de una serie de ventajas fiscales para la inversión, entonces se
estaría tomando una medida anentrópica respecto a la anterior (reductora
de su efecto entrópico), ya que el posible freno para la inversión de aquella
quedaría compensado con el incentivo que supone esta última para
invertir, lo cual reduciría el efecto entrópico global.
2. Entropía y condiciones laborales:
Otro ejemplo de decisión entrópica sería la de una
empresa que congelase o disminuyese el sueldo de todos los trabajadores de su
plantilla, por el hecho de que una de sus plantas o factorías viniese
funcionando deficientemente: La diversidad (W) de destinatarios sobre los que
tendría efecto dicha medida (los trabajadores de todas las factorías) sería
alta en relación con el objetivo de la misma, lo cual determinaría un
importante grado de resonancia entrópica, nociva, sin duda, para la
empresa a medio plazo.
Bajo la misma filosofía, una negociación colectiva
global, en la que se pretendan fijar de forma general unas condiciones
salariales igualitarias, será asimismo un hecho entrópico, en mayor
medida cuanto más colectiva o general sea la negociación (mayor será W),
esto es, cuanto mayor sea la diversidad de tipos de empresas, de tamaños, de
estructuras de propiedad, de ubicación geográfica, de subsectores de actividad,
etc, que entren en la negociación, puesto que ello creará un alto grado de
desorden o de disparidades, en lugar de la igualdad buscada. En esta
situación, al llegar a establecerse unos estándares o patrones igualitarios,
ello, en primer lugar, ofrecerá argumentos a la baja a aquellos
empresarios que por los resultados obtenidos hubieran podido proporcionar
mejores condiciones a sus trabajadores; en sentido contrario, se estará forzando
al alza a algunas empresas hasta el punto de que no puedan generar el
mínimo cash-flow para invertir y así mantener las plantillas a medio
plazo. Esta entropía económica, disfrazada de igualitarismo
social, no es el mejor exponente, a nuestro juicio, de la capacidad e
inteligencia que se le supone al ser humano para resolver problemas técnicos
en la optimización de la eficiencia microeconómica.
Con una orientación similar a la señalada, ya dentro del
terreno de las retribuciones laborales, una forma de disminuir la entropía
o desorden evolutivo a este respecto, será la implantación progresiva y
creciente de una parte en las retribuciones que tenga un carácter variable, esto
es, asociada al nivel de outputs que se puedan generar, bien en el puesto de
trabajo, o bien, a nivel general, en la empresa. La justificación entrópica
de esta cuestión radica en que los sueldos o retribuciones fijos viene a
suponer, lógicamente, unas cargas o costes fijos para la empresa, o lo
que es lo mismo, unos inputs que al devengarse de forma cierta e independiente
del nivel de outputs, no pueden adscribirse causalmente a los mismos, luego
constituyen inputs cuyos outputs no se pueden concretar de forma específica,
entendiéndose, o bien que los correspondientes outputs son cero (entropía
infinita), o bien que son muy numerosos (la generalidad de los outputs de la
empresa), lo que hace que el grado de entropía económica (por ser W tan alta)
sea en cualquier caso bastante grande.
Podríamos, en fin, poner otros muchos ejemplos respecto al
gran número de decisiones entrópicas que pueden existir en el terreno
económico. Pero en todo caso baste señalar que el objetivo último de las líneas
anteriores, no es otro, en el fondo, que reivindicar en alguna medida para la
realidad económica la utilización de algunos de los planteamientos
analíticos -tan seculares como universales- que sobre la realidad
física o natural vienen aplicando otras disciplinas científicas, lo cual
puede conducirnos -tal como se ha razonado en nuestra pequeña y temeraria
incursión en los planteamientos de la física- a una política económica en la que
tengan mayor peso las medidas microeconómicas, más difíciles técnicamente
de adoptar y de implantar en un principio, pero más nobles, con menos
impurezas entrópicas, y con una mayor aportación de orden, y por
tanto de eficiencia, al sistema económico en su conjunto.
Jesús Lizcano Álvarez Catedrático de Economía
Financiera y Contabilidad de la Universidad Autónoma de Madrid. Director de la
revista "Encuentros Multidisciplinares" |