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23/03/2004  
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Instituto de Filología. (CSIC)
Hacer Historia de lo falso

Entender el entorno religioso e histórico en el que se fraguó la falsificación conocida como los Plomos del Sacromonte es el objetivo de este grupo investigador del CSIC

A finales del siglo XVI, se encontraron en Granada unos libros de plomo cuyo contenido ligaba los orígenes del cristianismo en España al pueblo árabe. Se trataba de una falsificación elaborada por moriscos nobles en un momento en que se debatía su expulsión de la ciudad. Mercedes García-Arenal, investigadora del Instituto de Filología del CSIC, toma los Plomos como punto de partida de una investigación para estudiar, en un primer plano, quiénes pudieron idearlos y con qué motivaciones, y entender, en un segundo, el panorama religioso e ideológico de la España de aquel momento, una España recientemente unificada que se afanaba por encontrar o inventar sus orígenes.

Patricia Serrano Antolín
Mercedes García-Arenal en su despacho del Centro de Humanidades del CSIC


García-Arenal, que se inscribe en el Departamento de Estudios Árabes del citado Instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, se dedica a Historia religiosa y cultural del llamado Occidente musulmán, es decir del norte de África y la Península Ibérica en los primeros siglos de la Edad Moderna. Sus áreas de especialización son las minorías religiosas, los procesos de conversión y el sincretismo religioso. Por ello, explica, le interesa el proyecto de los Plomos del Sacromonte - lugar donde se encontraron los libros- porque en su historia entran en juego todos esos aspectos.

Los primeros sucesos relacionados con los Plomos se remontan a 1588. Durante las obras de demolición de una torre de la antigua mezquita nazarí de Granada, (demolida para construir sobre ella la catedral cristiana) se encontró entre los escombros una caja metálica que contenía un pergamino, una imagen de la Virgen y unos restos de huesos. El pergamino estaba escrito en castellano, latín y árabe, y anunciaba que aquellos restos eran las reliquias de un mártir cristiano de origen árabe, san Cecilio. Contaba cómo este había llegado a la ciudad junto a Santiago, a quien la Virgen había pedido que escondiera unos libros allí.

La falsificación no dice nada de la época de la que simula proceder pero puede enseñar mucho del momento en que fue ideada

El hallazgo provocó un gran fervor en la ciudad de Granada ya que, según cuenta la investigadora, las reliquias "inmediatamente" empezaron a dar lugar a hechos increíbles y curaciones milagrosas, pero también levantó una ardiente discusión entre los que apostaban por la autenticidad del pergamino y los que lo consideraban falso.

La historia continúa años después (de 1594 a 1599), cuando fueron apareciendo en unas cuevas del Monte Valparaíso, que más tarde se llamaría el Sacromonte de Granada, una serie de libros de plomo circulares de aproximadamente diez centímetros de diámetro. Su hallazgo certificaba que el pergamino era auténtico, pues éste ya había revelado la existencia de los plúmbeos, que pretendían ser como un Quinto Evangelio que Dios habría revelado a la Virgen en árabe y que la Virgen había transmitido en esa misma lengua a los discípulos que habían venido con Santiago a la península. Los veintidós libros que se llegaron a encontrar estaban escritos en unos "caracteres extraños, tratando de emular un árabe antiguo, no cursivo sino picudo y sin puntos diacríticos ni vocales, que llamaron letras salomónicas".

Un planteamiento diferente

"Hay un montón de aspectos que no están todavía suficientemente dilucidados. Uno es la autoría de esas falsificaciones y a quién se dirigían y otro, quién defendió su autenticidad -cuando eran una falsificación bastante evidente- y por qué". Para Mercedes García-Arenal estos son algunos de los principales puntos de su investigación, pero no los únicos.

"Los Plomos se estudiaron mucho en el siglo XIX pero entonces lo que importaba era poner de manifiesto la falsificación, estudiarlo desde un punto de vista de historia positivista, y entonces una vez que se concluía que eran falsarios, se acababa la investigación". Por el contrario, desde presupuestos de historia cultural, para García-Arenal y su grupo, la investigación de los plúmbeos parte precisamente del hecho de que son falsos. "Al ser una falsedad, de la Antigüedad que pretende proceder dice muy poco, pero de lo que dice muchísimo es de la España del momento, si uno les hace las preguntas apropiadas a esos textos".
Imágenes de los Plúmbeos extraídas de la revista AL-QANTARA, del CSIC

El proyecto, Falsificaciones de la historia en torno a los musulmanes de España (SS. XVI-XVII), empezó hace cuatro años, durante los cuales, los tres investigadores permanentes del proyecto han realizado una búsqueda de archivo muy amplia de todo tipo de documentos relacionados con el suceso granadino. Los dividen en dos tipos: las traducciones que se hicieron de los plúmbeos y del pergamino según los diversos traductores, y los documentos relacionados con la discusión y la polémica por su autenticidad, en las que participaron algunos de los humanistas más destacados de la época.

Basándose en el análisis de la información recabada y en concordancia con las hipótesis más extendidas, este grupo defiende que los falsarios fueron obra de "unos moriscos cultos en un momento muy crítico en la ciudad de Granada". Se acababa de terminar la guerra de las Alpujarras y la población morisca estaba siendo expulsada. Mediante los Plúmbeos, intentaban unir Cristianismo e Islam, manteniendo la lengua árabe como su principal seña de identidad. Pretendían generar la opinión de que "hablar árabe no significaba ser musulmán, puesto que hay árabes cristianos y puesto que Santo Cecilio lo era y vino a la península con Santiago mucho antes de la invasión islámica".

Junto a la defensa de su lengua, los moriscos que ingeniaron los plomos trataban de "combatir la ideología de la Reconquista", situándose en la misma posición que los cristianos viejos. "Querían probar que eran igual de antiguos, que no eran una población que había venido de fuera y que ahora era expulsada, sino que los árabes habían pertenecido a la población de la Península Ibérica desde sus primeros inicios". Si cambiaban la percepción del pueblo y de la monarquía sobre sus orígenes no serían expulsados de Granada.

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En lo que se refiere a las traducciones de los textos, la historiadora comenta que se hicieron múltiples versiones, "sesgadas según quien las pagara". El que se había convertido "curiosamente" en el principal defensor de los plomos, el arzobispo contrarreformista de Granada, Pedro de Castro, promovió varias de estas traducciones, porque cuando le presentaban "algo un poco islámico alegaba que el traductor no sabía suficiente árabe y se buscaba otro". Incluso, han hallado correspondencia en la que los intérpretes se ofrecen a tergiversar la traducción a cambio de más dinero.

"No tenemos una traducción fiel de los plomos, y en realidad, deberíamos haber empezado la investigación por ahí. De hecho, las conclusiones finales dependen de una edición crítica de los textos árabes, pero no hemos podido hacerla todavía porque hay múltiples inconvenientes para acceder a ellos".

Cuando el Vaticano determinó que se trataban de una falsificación, hacia 1680, hizo que se los llevaran a Roma. Allí permanecieron bajo custodia hasta el año 2000 en que se devolvieron a Granada, donde actualmente se guardan en el archivo de la abadía del Sacromonte. Pero ni siquiera ahora, que están otra vez en España, les es fácil conseguir los permisos para ver los Plomos, "sigue siendo un tema sensible para la Iglesia en Granada", comenta García-Arenal.

El entorno propicio
A pesar de no contar con esa versión fiel de los textos, al grupo del CSIC no le cabe duda de que elaborar un plan de tales características responde a una vasta cultura y a un amplio conocimiento de la época por parte de los autores. Estos moriscos debían de estar al tanto de los presupuestos ideológicos sobre los que, en esos mismos años, se estaba creando una historiografía nacional, en la que se ponía especial relieve en los orígenes y la antigüedad sacra de España, y evidentemente, su intención era influir en ella.

También debieron de conocer las intenciones de la Iglesia católica contrarreformista granadina, a la que consiguieron cautivar con los textos de manera especial. Sólo conociendo bien el contexto en el que vivían, pudieron haber planeado la artimaña. La investigadora cree, no obstante, que los moriscos que idearon los Plomos fueron modificando su plan inicial según se desarrollaban los acontecimientos. Los libros fueron a apareciendo paulatinamente a lo largo de unos 10 años.

Los moriscos elaboraron unos textos sincréticos, donde presentaban "un Cristianismo islamizado o un Islam cristianizado", evitando los temas cristianos más difíciles de admitir para los musulmanes y viceversa. Así, "no se habla del culto a las imágenes, Cristo aparece como espíritu divino, no como parte de la Trinidad, y el Mesías esperado, Cristo, tiene unas características semejantes a las del profeta Mahoma". Otro punto importante del sincretismo de esta falsificación es que defiende el carácter de inmaculada de la virgen María, "aspecto por el que Iglesia española tenía mucho afán".

Además, explica García-Arenal, pocos años antes del hallazgo del pergamino, en 1575, se habían descubierto las catacumbas en Roma dando lugar a un culto a reliquias y a mártires enorme."En toda España empiezan a buscarse mártires", pero Granada no había encontrada restos de ninguno todavía, por lo que la presentación de los antiguos árabes peninsulares como mártires cristianos no podía ser más acertada.

Otro aspecto a tener en cuenta del entorno religioso en que surgió la falsificación es la disputa por el título de Sede Primada (sede arzobispal más antigua de España) que se estaba sucediendo entre Toledo, Santiago y Granada. Ser la Sede Primada suponía, además de un gran honor para una ciudad, convertirse en destino de todas las peregrinaciones y una serie de exenciones fiscales enormes. El arzobispo Pedro de Castro "ve en las reliquias una prueba para mostrar que su Granada es tan antigua como Santiago de Compostela, lo cual era muy importante para una ciudad que había sido reconquistada para el cristianismo 50 ó 60 años antes y visualmente era todavía una ciudad musulmana".

A la vista de todo este conjunto de situaciones de la época, puestas de manifiesto en esta investigación, es cuando se comprende por qué un arzobispo contrarreformista como Pedro de Castro se desvivió por demostrar la autenticidad de unos libros que defendían a los árabes como primeros cristianos españoles.

El plan de los moriscos nobles tuvo un éxito relativo. En 1682, la Iglesia de Roma, tras casi un siglo de estudios y análisis, calificó a los Plúmbeos de herejía, reforzando las facciones más radicales de la Iglesia contrarreformista. Los moriscos fueron expulsados de España entre 1609 y 1614. Sin embargo, los linajes moros aristocráticos de Granada nunca llegaron a ser expulsados.

Entender cómo encajan todos esos fenómenos con la aparición de los Plomos es el leitmotiv de García-Arenal en esta investigación. "Lo que más me interesa es este engranaje de religiosidad popular y de implantación de la Contrarreforma, todos esos aspectos religiosos del momento y su convergencia con la ideología oficial que está siendo diseñada por los historiógrafos de la corte de Felipe II. Es apasionante ver como todo eso hace clac", afirma mientras une las manos como encajando dos piezas.
 

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