PATRIMONIO  LUGARES DEL SABER  Palacio de Aranjuez: historia
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 Historia 

 

Dentro de la red de sitios reales que Felipe II articuló alrededor de la villa y corte, el Palacio y los Jardines de Aranjuez ocupan un lugar destacado, tanto si pensamos en su evolución posterior como espacio cortesano prolijamente adoptado por los Borbones en el siglo XVIII, como si nos detenemos a observar su papel ya en el siglo XVI.

Aunque Felipe II había heredado una serie de jardines en Granada, Sevilla y Valencia, volcó todo su interés en los "jardines nuevos" de Valsaín, Vaciamadrid, El Escorial y la Casa de Campo. Entre estos pueden incluirse los de El Alcázar y Aranjuez, aunque partieran de palacios preexistentes.



ANONIMO MADRILEÑO. VISTA DEL 
REAL SITIO DE ARANJUEZ

J.L'HERMITE. HUERTAS DE PICOTAJO (1587)


En tiempos de Carlos V Aranjuez era un lugar real dedicado a la caza. Con Felipe II pronto desempeñaría el contrapunto necesario y buscado al Escorial.

Concebido como espacio de recreo y descanso, como entorno donde poder expresar sus aficiones más íntimas, allí se pusieron en práctica muchas de las ideas humanistas sobre la relación entre hombre y naturaleza, jardinería y urbanismo, espacio natural y artificio.

Contó para ello con expertos y técnicos de renombre. Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera, como en El Escorial, fueron sus grandes arquitectos; Jerónimo de Algora, el primer jardinero real. También trabajaron ingenieros y jardineros flamencos, escultores y arquitectos italianos: Adrian van der Müller, Pietre Jansen, Juan Francisco Sitoni y Francisco Paciotto de Urbino.

Entre los españoles también cabe citar a Juanelo Turriano, el famoso inventor y polifacético aragonés.Se trajeron especies vegetales, semillas y árboles de diversos rincones, así de Europa como de las Indias Orientales y Occidentales. Desde 1550 el Rey comenzó a dictar órdenes para levantar diques y presas, encauzar los ríos y hacerlos navegables.



FUENTE DE LAS LOCURAS. JARDÍN DE LA ISLA

HUERTAS DE PICOTAJO


Se drenaron pantanos y se trazaron acequias y canales para el regadío. A orillas del Jarama y el Tajo se ordenó un espacio que mostraba -como ningún otro- la capacidad del soberano para intervenir en el orden natural, para domesticarlo.

Las obras hidráulicas se prolongaron durante más de 30 años, conservándose en la actualidad algunas de ellas: es el caso de la acequia del Jarama o la presa de Ontígola, símbolo del dominio de la Monarquía sobre las aguas.

Continuación


   

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