Seguramente El Escorial es el edificio más grandioso de la Comunidad de Madrid, siendo de hecho una de las arquitecturas más singulares, no sólo de España, sino de todo el Renacimiento europeo. Si hubiera que elegir un adjetivo para definirlo sería el de monumental, una palabra que parece recoger la vocación imperecedera de tanta memoria y tanta piedra, tanta historia y tanta arquitectura como las que cobija esta obra, solemne donde las haya.
Su imagen está indisolublemente asociada a la de Felipe II, algo que -dicho cientos de años después- sin duda hubiera satisfecho al monarca. Así quiso él que fuera, así fue proyectado, así levantado: como un edificio que exaltara la gloria de Dios y la suya propia. El Escorial es, en muchos sentidos, la obra con que Felipe II quiso inmortalizar su reinado y su imperio.
Pero la historia no está compuesta sólo de grandes recuerdos, sino también de fabulosos olvidos. Porque El Escorial son muchos edificios y sus significados no se agotan de un plumazo.
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Así, es muy conocido que fue concebido como palacio y panteón real. Felipe II no quiso seguir el modelo de corte itinerante de su padre, el emperador Carlos V. Fijó su residencia en Madrid en 1561 y creó una red de sitios reales a su alrededor, los más importantes de los cuales son Aranjuez y El Escorial, cuya traza comenzó a levantarse en 1563.
Pero El Escorial no fue pensado sólo para albergar a la corte y a su rey en vida, sino para cobijar los restos mortales de Carlos V, los del propio soberano cuando muriese y los de su dinastía a través de los tiempos. Es el panteón regio, una condición que se extiende desde los Austrias hasta los Borbones.
JUAN DE HERRERA
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BIBLIA SACRA
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También es de sobra conocido que la obra quiere rendir tributo y conmemorar la victoria sobre el ejército francés en la batalla de San Quintín el día de San Lorenzo (10-8-1557), lo que explicaría su estructura de parrilla invertida. Y finalmente es también sabido que el edificio incluye un monasterio de los frailes jerónimos, tal y como indica el nombre con que suele aparecer en las guías, Monasterio de San Lorenzo del Escorial.
Pero quizás sean menos conocidos otros de sus aspectos, espacios y argumentos que, en virtud de esa fuerte vinculación entre Felipe II y su obra y del posterior cliché historiográfico forjado sobre el rey severo, misántropo y estandarte de la Contrarreforma, han sido ensombrecidos bajo el peso de dicho tópico.
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