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Manuel Bartolomé Cossío (Haro 1857- Madrid 1935)
Autor | Javier Portús y Jesusa Vega
Cien + JAE

Cossío por Sorolla

Manuel Bartolomé Cossío es una de las figuras principales del medio intelectual madrileño de las últimas décadas del siglo XIX y el primer tercio del XX, debido a su doble condición de historiador del arte y de pedagogo. En el primero de los campos destacó como autor de una monografía sobre El Greco, que constituye un hito en la historiografía artística española, y resulta ejemplar por su combinación de riqueza documental, rigor en el análisis de obras y documentos, y finura crítica e interpretativa. Como pedagogo, fue uno de los motores del movimiento de renovación pedagógica que se produjo en el país, al que contribuyó mediante varios escritos influyentes y el ejercicio de destacados cargos docentes.

En su biografía existe una interrelación continua entre avatares personales, ideario educativo y trayectoria profesional, y tiene como principal punto de referencia la Institución Libre de Enseñanza, a la que se vinculó desde 1876, como alumno de estudios especiales y lenguas extranjeras, y profesor de Historia Universal. Tres años después obtuvo una beca para el colegio de San Clemente de los Españoles, en Bolonia, en cuya universidad acudió a clases de Filosofía, Pedagogía, Arqueología y Literatura italiana. Fue el primer viaje al extranjero de una vida muy pródiga en ellos, que constituyen uno de los pilares esenciales de su formación y contribuirían decisivamente a proporcionarle la amplitud de miras y la independencia crítica que le caracterizaron. Tras su vuelta a Madrid en 1881, inició una importante carrera académica oficial, que siempre compaginó con su dedicación a la Institución Libre de Enseñanza. Así, en 1882 opositó con éxito a la cátedra de Historia de las Bellas Artes de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona, y en diciembre del año siguiente fue nombrado Director del recién creado Museo de Primera Enseñanza, que enseguida se denominaría Museo Pedagógico, en Madrid. Era una institución oficial, que nació a iniciativa de Francisco Giner de los Ríos, como respuesta a las inquietudes de algunos de los sectores más cultos y conscientes de la sociedad española, y con la que se trataba de que el país se pusiera al día en materia educativa.La vinculación de Cossío con el Museo duró hasta su jubilación en 1929, y a través de él pudo ejercer una influencia efectiva en la sociedad española. Desde ese cargo oficial, asistió con frecuencia a las reuniones internacionales (en esa época abundantes) sobre materia pedagógica que se celebraban en Europa ey Estados Unidos, lo que le permitió estar permanentemente al día en lo que se refiere a las nuevas tendencias.

Beruete Guadarrama Plantío Infantes

Paralelamente fue asumiendo otras responsabilidades académicas. Así, en 1897 fue nombrado profesor de la Escuela de Estudios Superiores del Ateneo de Madrid; en 1903 –dos años después de su doctorado en Filosofía y Letras- ingresó como profesor en la Escuela de Criminología; al año siguiente fue catedrático de Pedagogía Superior de la Universidad de Madrid, etc. Para él la Pedagogía no se reducía a un conjunto de métodos para difundir conocimientos, sino que implicaba la identificación de una serie de actitudes vitales y normas de comportamiento que debían de ser inducidas en los educandos. Como buen pedagogo, las ambiciones de Cossío no se limitaban a modelar un instituto académico según el ideario educativo de él y sus maestros, ni a conseguir para sí mismo la máxima influencia. Aspiraba a difundir la educación por toda la sociedad, para que sus esfuerzos e ideas tuvieran una utilidad colectiva. Parte de esa proyección la consiguió a través del citado Museo Pedagógico, pero también mediante otras iniciativas importantes, como las llamadas «Misiones Pedagógicas», que se crearon en mayo de 1931, bajo su dirección.

Portada de 'El Greco'

Uno de los logros de Cossío fue la integración en los programas educativos de la historia del arte, una materia que la Institución Libre de Enseñanza consideraba fundamental para el desarrollo de cualidades cívicas y la formación de una conciencia colectiva; e interesó al escritor durante toda su vida. Como expresión de ese interés han quedado varios artículos, una temprana Historia de la pintura española (1886 y ss.) y, sobre todo, El Greco, que vio la luz en 1908 y sigue siendo un punto de referencia fundamental para el estudio de la obra y la personalidad artística del pintor. Se trata de la primera gran monografía sobre el artista, y en ella Cossío ofrece un recorrido cronológico de su vida, numerosos juicios sobre las características y el valor de su obra, una propuesta muy convincente de clasificación de sus diferentes estilos, y un catálogo razonado. Es decir, estamos ante una obra cuyos propósitos y estructura responden a un modelo que por entonces ya contaba con una importante tradición en la historiografía del arte. Desde la perspectiva metodológica era, pues, una obra convencional, pero desde un punto de vista crítico e interpretativo, es un libro muy influyente y, al mismo tiempo, fiel reflejo de su época, lo que hace que haya estado sometido a numerosas revisiones por parte de historiadores posteriores.

El notable valor de El Greco hay que buscarlo en el rigor, la seriedad y la honradez con que está elaborado, lo que a su vez trasluce una actitud y un respeto ante el trabajo historiográfico que hoy resultan ejemplares; en el fondo, no es sino un reflejo de la dedicación, el entusiasmo, el amor y la profesionalidad con que se dedicó Cossío a todas sus actividades. Las razones que convierten a este libro en un hito de la historia del arte español son las mismas que hicieron del Museo Pedagógico un organismo ejemplar, o las que llevaron a la Institución Libre de Enseñanzaa convertirse en un punto de referencia para la historia educativa e intelectual española. Todos son productos de un trabajo esmerado, continuado, generoso y bien hecho, con una carga importante de ambición e idealismo, pero también de sentido común y fe en las propias posibilidades.

Entierro del conde de Orgaz

Una vez sentadas las bases documentales y estudiadas gran parte de las pinturas relacionadas con el artista, Cossío dirigió sus pasos en tres sentidos: el establecimiento de un catálogo crítico, la descripción de la evolución estilística y los avatares biográficos del pintor, y la interpretación del significado general de su obra. Para llevar a cabo estas tareas partía de un buen conocimiento de la historia, la cultura y el arte españoles de la época, así como de la pintura italiana de finales del siglo XVI. En líneas generales, se puede afirmar que Cossío marcó decididamente el rumbo que tomarían en el futuro los estudios sobre el pintor, tanto que su propuesta de catalogación y su caracterización estilística siguen siendo, en líneas generales, vigentes. Además, el material es analizado con gran finura, inteligencia y honestidad pues el historiador nunca esconde las dificultades que plantea. Como crítico o «conocedor» demuestra tener gran experiencia y sabe encajar todas las obras estableciendo periodos de evolución estilística muy convincentes, que han perdurado hasta nosotros. Finalmente supo defender la producción íntegra de su autor y demostrar la validez de algunos aspectos de su arte que hasta entonces denostaban los críticos.

Lo que ha cambiado más es el marco interpretativo. El interés de Cossío por relacionar arte, historia y vida, y su búsqueda de esencias históricas nacionales, le llevó a convertirlo en un símbolo del país y de su personalidad histórica, y un traductor privilegiado del "alma castellana"; en una visión que hoy es poco compartida, pues en las última décadas se tiende a acentuar precisamente los lazos intelectuales y artísticos del pintor con la tradición italiana.


Quinta de San Victorio

En cualquier caso, El Greco es un libro ejemplar en la historiografía artística española porque está hecho desde la responsabilidad y la conciencia de cuáles son los instrumentos que debe utilizar el historiador, y desde el respeto que siempre debe merecer, tanto el objeto de su estudio, como el material histórico y el lector. Hay un esfuerzo notable por explicar todo e identificar un vocabulario crítico que permita razonar cualquier juicio de valor artístico.

Conciencia de patrimonio

Mientras semejantes atrocidades puedan cometerse, en 1902, y a las puertas de Madrid, no habrá motivo para indignarse de que los extranjeros quieran comprarnos el Entierro del conde de Orgaz. Cuantos tesoros de arte guardan, desde la más humilde iglesia hasta la catedral de Toledo, pertenecen a la nación, la cual debe prohibir en absoluto su venta. Mas, para que esta medida sea eficaz, hace falta antes catalogar con inteligencia, conservar con respeto y exponer dignamente, en los mismos sitios en que se encuentra ahora, toda aquella riqueza artística. Para poseerla hay que merecerlo. No basta lamentarse. Agitar y encauzar la opinión en tal sentido, no sólo con palabras, sino con hechos, fomentando por dondequiera las sociedades locales y las misiones para la protección del arte, influyendo en el gobierno o mandándolo desde el mismo, es un deber elemental de todo aquel a quien en serio le duela tan bochornoso abandono.

Manuel Bartolomé Cossío, El Greco, Madrid, 1908.
Más información:
Portús, Javier y Vega, Jesusa El descubrimiento del arte español. Tres apasionados maestros. Nivola libros, Colección Novatores. Madrid. 2004. 156 páginas.

 


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