Trabaja además en su consulta privada, para la que había importado en 1917 uno de los primeros electrocardiógrafos de cuerda; consiguió que un submarino alemán lo trajera hasta Barcelona en plena primera guerra mundial.
En 1920 es designado miembro correspondiente de la Real Academia de Medicina de Madrid a propuesta de Ramón y Cajal, Goyanes y Pittaluga; posteriormente a propuesta del Dr, Vela en nombrado académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Sevilla.
También en 1920 funda junto a G. Pittaluga la revista “Archivos de Cardiología y Hematología” que apareció puntualmente hasta 1936 y en la que publicaron los más prestigiosos científicos de la época; Juan Castillejo, secretario de la JAE escribe a Calandre:”…en medio de tantas cosas como Ud hace, es admirable esa contribución científica y social de organización, de paciencia y de esfuerzo”.
Calandre alcanza gran renombre como cardiólogo y fueron pacientes suyos personajes como Indalecio Prieto, Calvo Sotelo, Melquíades Alvarez, Juan Ramón Jiménez, Valle Inclan, Sorolla, Ramón Menéndez Pidal, Manuel Bartolomé de Cossio, Pablo Iglesiasy un largo etcétera.
En 1925 es nombrado profesor agregado para lecciones teórico prácticas de semiología cardiovascular en la cátedra de Patología General del Prof. Eduardo García del Real y médico consultor especialista en enfermedades del corazón en el Hospital de San José y Santa Adela de la Cruz Roja de Madrid , concediéndole la Reina en 1927 el nombramiento de Médico de Número del Hospital de la Cruz Roja.
Además tuvo una serie de cargos de carácter sanitario como vocal del Consejo Nacional para Hospitales, Manicomios, Asilos y otras Instituciones, vocal del Patronato de las Hurdes, subdirector del Hospital de San José y Santa Adela de la Cruz Roja…
A la llegada de la II República, ve alterada su vida profundamente implicándose en su causaal igual que gran número de intelectuales, antiguos pensionados de la JAE.
Ante tanta actividad presenta su dimisión como director del Laboratorio de Anatomía Microscópica, después de casi 20 años dedicado a la formación de un buen número de científicos.
Es nombrado vocal del patronato para el gobierno de los asilos de San Juan y Santa María del Pardo, representante del Ministerio de Instrucción Pública en el Patronato Nacional de los Asilos del Pardo y vocal del Consejo de administración de los Bienes del Patrimonio de la República.
Es de destacar su trabajo como miembro del Patronato de las Hurdes, dotando de fuentes públicas a numerosas poblaciones, impulsando las Misiones Pedagógicas o la creación de escuelas.
A la muerte del Prof. Novoa Santos en 1933, Gregorio Marañón le invita a formar parte del consejo de redacción de la revista “Anales de Medicina Interna”; a tal efecto le escribe:”Mi querido amigo: En la última reunión celebrada por la redacción hemos acordado por unanimidad rogarle a Ud. que acceda a colaborar con nosotros en el puesto que ha dejado vacante la desaparición de nuestro inolvidable amigo Roberto Novoa Santos”.
En el tiempo que fue miembro del Comité central de Cruz Roja, impulsó el “Proyecto de organización de la Escuela de Enfermeras”, de la que fue profesor y director, sustituyendo a las religiosas por enfermeras profesionales. Además impulsó la mejora de la situación de los hospitales de las provincias en especial el de su ciudad natal: Cartagena. Dimitió como vocal del Comité, por su profundo desacuerdo en la actuación de la Cruz Roja en la revolución de 1934 en Asturias
La llegada de la guerra civil, cambió totalmente la vida de Luis Calandre:
En febrero de 1937 se hizo cargo como médico civil del hospital de enfermos y heridos de guerra de la calle Joaquín Costa. Más tarde trasformó los pabellones de la Residencia de Estudiantes en hospital de guerra del cuerpo de Carabineros, siendo de resaltar la labor realizada en la lucha contra el paludismo durante la epidemia que se dio en el frente del Jarama, promoviendo las pautas de la quinización preventiva y una red para el tratamiento de los enfermos.
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Al comienzo de la guerra, la JAE se trasforma, creándose una comisión provisional para dirigirla desde Valencia. Pensando más tarde que en Madrid debería haber una subdelegación, Rafael Lapesa escribe: ” se me ocurre que el mismo Sr, Calandre que ha conseguido restablecer la pulcritud más exquisita en la Residencia querría encargarse de esta subdelegación”. A esta propuesta, Calandre responde afirmativamente, y en una carta escrita a Tomás Navarro Tomás el 23 de octubre de 1938 le dice: “Querido amigo: Con sorpresa he recibido su comunicación designándome subdelegado de la Junta para Ampliación de Estudios en Madrid. Acepto este cargo, agradeciéndoles su estimación hacia mi problemática capacidad para él, ya que en las actuales circunstancias no se ha de rehusar ninguna colaboración, sobre todo para una obra como la que la Junta, desde tantos años viene haciendo.”
El final de la guerra supuso el fin de la trayectoria científica de Calandre; fue sometido a varios consejos de guerra; el primero de ellos que fue absolutorio, fue recurrido por el Iltre. Colegio Oficial de Médicos de Madrid; por lo que un nuevo Consejo de Guerra le condena en 1942 por los mismos cargos a 12 años y un día de reclusión menor, pena que es conmutada por la de seis años y un día de prisión mayor; los cargos consistieron en haber dirigido el Hospital de Carabineros y ocupado cargos de confianza durante la república, hechos constitutivos, según el Tribunal, de delito de auxilio a la rebelión. El Colegio de Médicos le sanciona a su vez con cinco años de inhabilitación en Madrid.
El propio Calandre escribe: “Fui procesado a instancias de aquéllos a quienes de modo desinteresado sólo bien hice”
Poco antes de morir en 1961 escribe: “Me enfrento a la muerte con las palabras del poeta: sin quejas enojosas, a mi destino fiel, yo voy a donde van todas las cosas, a donde van las hojas de las rosas, a donde van las hojas de laurel”
La actividad científica, docente e investigadora de Calandre, puede resumirse con los siguientes datos:
En el campo de la Histología, dirige durante 18 años el Laboratorio de Anatomía Microscópica de la Residencia de Estudiantes por el que pasan una gran cantidad de futuros investigadores. Él mismo publica ocho trabajos dedicados casi exclusivamente al estudio de la estructura del corazón, en la revista “Boletín de la Sociedad Española de Biología” entre junio de 1912y enero de 1919 y en la “Revista Clínica de Madrid”; uno de ellos en colaboración con Nicolás Achúcarro.En 1920 recoge todos estos artículos, ampliados con una abundante bibliografía en un libro titulado “Anatomía y Fisiología Clínicas del Corazón”editado por Saturnino Calleja en la sección de Medicina y Biología, de la que son directores G. Tapia, G Marañón, T Hernando y J. Sánchez Banús.
Como Cardiólogo, a parte de los datos ya mencionados publica más de sesenta artículos, desde los años 1910 a 1937; fundamentalmente en larevista “Archivos de Cardiología y Hematología “ que fundó en 1920 con G. Pittaluga y que dirigió hasta 1936, siendo pioneros en España en situar a la Cardiología como especialidad independiente; en Revista Clínica de Madrid”, en “Los Progresos de la Clínica”, en “Archives des Maladies du Coeur” en “Anales del Hospital de San José y Santa Adela”, en “Anales de Medicina Interna”. A parte de dar a conocer la técnica de la electrocardiografía , su registro y las variaciones que se pueden observar, dedicó especial atención al estudio de las arritmias, tema sobre el que trató su tesis doctoral. Además presenta y publica sesiones clínicas con los casos más llamativos de su trabajo como clínico. Colaboró con otros colegas de su tiempo en cursos y conferencias, siempre para dar a conocer los fundamentos de la electrocardiografía. Fruto de todas estas experiencias son los libros que publica con los siguientes títulos : ”Trastornos del ritmo cardiaco. Diagnóstico y Tratamiento” de 1925. “Electrocardiografía” con una primera edición en 1942 y la tercera en 1952. “Tratamiento de las enfermedades del corazón” de 1942 y “Electrocardiografía” práctica, en colaboración con su hijo Luis en 1955.
En tiempos de la guerra civil, se hace cargo del Hospital de Carabineros y fruto de sus estudios sobre el paludismo, publica “Efectos de la quinina, atebrina y plasmoquina sobre la frecuencia de las recidivas palúdicas” en la Revista de la Universidad de La Habana, en la que colabora por indicación de su amigo Juan Ramón Jiménez
Publica artículos, relacionados con sus actividades al margen de la cardiología, como son: La Medicina en la Escuela en 1923, siendo numerosos los artículos de divulgación sobre todo en el suplemento del diario “El Sol”
Pero una persona como Luis Calandre no para solamente en trabajos histológicos y cardiológico; tras su separación de todos los cargos, crea su propia editorial, en la que publica: “El Palacio del Pardo” (Colección Almenara) en 1953 y ”Árboles” que se publica en 1962.
En la vida de Calandre, estuvieron siempre presentes, el respeto por la libertad de espíritu, el afán por buscar las causas de cuanto acontece, la fidelidad a sus ideales, el amor y respeto por sus maestros, que trata de inculcar a sus alumnos y la dedicación seria a sus responsabilidades. Uno de sus discípulos, Leopoldo Fabra Jiménez, escribe en un homenaje a Calandre: “ Estaba dotado de un carácter sereno, amable y cordial y de una inteligencia clara y poco frecuente para enseñar. Guiados por él fuimos interpretando aquellas imágenes microscópicas sin esfuerzo, al mismo tiempo que inspiraba en nosotros el respeto y admiración por D. Santiago Ramón y Cajal, por Achúcarro, por Río Hortera, por Gallego y por cuantos maestros de España y fuera de ella contribuyeron al progreso de la ciencia”
En su muerte, Carmen Conde, cartagenera como él termina su réquiem con esta estrofa:
Nadie eleve su vos para llorarle, y nadie
Diga largos discursos acerca de su muerte;
Era un claro varón mediterráneo, un médico
Del corazón y del alma, nuestro doctor Calandre
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