La azucarera de Aranjuez 


 El trabajo de “la Campaña”

A lo largo de este proceso trabajaban muchos obreros encargados de las diferentes operaciones necesarias desde que la remolacha era pesada en la báscula de la fábrica hasta el momento en que el azúcar caía por la tolva de los secaderos a los sacos que la envasaban para la venta.

Así que el verdadero motor (humano) que hacía posible la puesta en funcionamiento de la Azucarera era la llegada de centenares de trabajadores temporales que se reunían para trabajar en la cita anual de la molienda. Cada año, eran reclutados obreros especializados que cubrían los puestos de encargados, ayudantes, cocedores y vigilantes de los distintos departamentos de la fábrica. Al mismo tiempo, los trabajos de mantenimiento técnico eran desempeñados por profesionales y obreros de oficio que agrupaban, entre otros, a torneros, ajustadores, caldereros, forjadores, fundidores, albañiles, maquinistas, carpinteros y pintores. La oferta de empleo se ampliaba a decenas de aprendices y peones, puestos de apoyo de fabricación y del taller de reparaciones que por sus escasos requerimientos de cualificación eran ocupados por jornaleros del campo de los pueblos del entorno.

Trabajadores del taller de reparaciones de la Azucarera de La Poveda
Trabajadores del taller de reparaciones de la Azucarera de La Poveda (Arganda del Rey).
Años 1950 (Colección José Mª Aguado)
Jubilado de la Azucarera de Aranjuez junto a uno de los hornos refractarios
Jubilado de la Azucarera de Aranjuez junto a uno de los hornos refractarios
(P. Candela, 1998).

La Campaña obligaba a trabajar día y noche, no se paraba ni domingos, ni festivos, las grandes calderas de vapor no dejaban de funcionar ni un minuto y a su compás transcurrieron, en los primeros años, jornadas que sobrepasaban las 14 horas diarias. Este intenso flujo productivo imponía a los obreros un duro ritmo de trabajo; una verdadera carrera contra reloj, que para muchos se traducía en largas jornadas de trabajo a cambio de modestos pero seguros jornales y la garantía de un invierno caliente.

Durante décadas, fueron muchos los trabajadores y las familias cuyas economías dependieron en buena parte de las campañas temporales de esta Fábrica que, en nuestros días, el abandono y la desidia amenazan con hacer desaparecer del paisaje de Aranjuez.


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