|
El Tajo a su paso por Aranjuez, grabado de época (cortesía de Mercedes López)
|
Aranjuez debe su fama al agua. Más que cualquier otra ciudad, está marcada por el signo real. Situada en la ribera izquierda del Tajo, nació como sede de recreo palaciego y nobiliario. Esta bañada por el Jarama y sobre todo por el Tajo que la recorre a lo largo de 39 kilómetros, alimentando así sus jardines y arbolado y fertilizando igualmente sus famosas huertas. El agua es pues el verdadero protagonista de este conjunto. Una amplia red de canales, acequias y reguerillos muy densificada que constituye la obra hidráulica necesaria para garantizar la llegada del agua, plan preconcebido que se introduce en un entorno arquitectónico, paisajístico e histórico de más de 400 años, de gran belleza y respeto con el medio ambiente. Pero Aranjuez no sólo ha sido lugar de placer y recreo de la Corte, sino que también ha sido y es lugar de trabajo. La idea del aprovechamiento hidráulico deriva de la existencia de manantiales de agua dulce y salada que brotan de las terrazas fluviales del Tajo, y que desde el siglo XVI se recogían ya en una conocida presa cercana: Ontígola, cuyo nombre significa precisamente ‘fuentecilla’. Hoy sirve como sitio de crianza de aves y peces. |
Mercedes López Garcia Cátedra de Historia y Estética de la Ingeniería (UPM) Paloma Candela Grupo de Investigación en Ciencias Sociales del Trabajo "Charles Babbage" (UCM) |