PATRIMONIO  RUTAS  JARDINES > El Capricho de la Duquesa de Osuna
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María Josefa de Pimentel (1752-1834), condesa-duquesa de Benavente y duquesa de Osuna, desde su boda con Pedro Téllez-Girón (1755-1807) adquirió, en 1783, una casa de campo que los condes de Priego tenían en Canillejas, a las afueras de Madrid. En esta casa de campo la duquesa levantó una villa de descanso, al gusto y con los medios que le permitía el ser, por cuna y matrimonio, una de las grandes fortunas españolas.

"El Capricho", como denominara la duquesa de Osuna a su villa de recreo, fue pronto lugar de cita obligado para lo más selecto de la sociedad madrileña ilustrada. La finca permaneció en poder de la familia Osuna hasta 1883, fue entonces adquirida por la familia Bauer, quien cuidó de la posesión hasta que ésta pasara a otras manos. Durante la guerra civil se situó en ella el Frente de Defensa de Madrid, al mando del general Miaja, los jardines –y la propia casa-palacio- sufrieron serios daños. Tras la guerra civil, la propiedad pasó por diversas compañías societarias hasta que, en 1974, se hizo cargo de ella el Ayuntamiento de Madrid. Abierta parcialmente al público en 1978, la finca conoció la rehabilitación gracias a los trabajos iniciados en 1986 por la Escuela Taller Alameda de Osuna, financiados por el Ayuntamiento de Madrid, el INEM y el Fondo Social Europeo. "El Capricho" goza de la condición de jardín histórico-artístico por Decreto de 14 de octubre de 1942; puede ser visitado los sábados y días festivos en horario restringido.

Palacio de los duques de Osuna

El diseño de los jardines de la finca de descanso de los Osuna fue férreamente controlado por la propia condesa-duquesa de Benavente. A Pablo Boutelou se le encargaron los primeros trabajos, sus esquemas –fechados en torno a 1784- sirvieron, al menos, para levantar el jardín bajo, el más próximo a la casa-palacio. En 1787 se contrata, en exclusividad, a Jean Baptiste Mulot, un jardinero francés anteriormente al servicio de María Antonieta. De 1795 data el contrato de otro jardinero francés, Pedro Prevost, quien también habría de trabajar en exclusividad para la Casa de Osuna, encontrando la muerte en "El Capricho", a manos de tropas francesas, en 1810. Coincidiendo con el período de la dirección de P. Prevost, intervino en la decoración de la finca Ángel María Tadey y Borghini, un escenógrafo italiano a quien se debe, además de un buen número de arquitecturas efímeras, el cuidado y mantenimiento de esta casa de campo. La entrada de las tropas francesas paraliza las obras de un jardín prácticamente ultimado; seguirán retoques y modificaciones, dirigidos por la propia condesa-duquesa tras su vuelta a la Corte y, después de su muerte, por su nieto-heredero, Pedro Alcántara; con todo, las líneas directrices del jardín quedaron fuertemente definidas en el gozne de los siglos XVIII al XIX.

Carmen Añón ha definido el espacio como "un jardín femenino por esencia, hecho por una mujer de gusto", y no hay mejor manera de referirse a él. La sombra de María Josefa Pimentel vaga aún por los parques de la que fuera una de sus propiedades más querida, su "capricho"; y a poco que el visitante esfuerce su imaginación podrá soñar con encontrase a Francisco de Goya retratando a la propia condesa-duquesa o a su familia; a Leandro Fernández Moratín o a Tomás de Iriarte leyendo sus últimas obras teatrales ante una selecta concurrencia, a Ramón de la Cruz ensayando con Boccherini alguna de las óperas que habrían de representarse en el teatro de la casa, o las damas de la más selecta sociedad madrileña criticando los amoríos de la reina María Luisa con Manuel Godoy, una figura poco grata para la condesa-duquesa de Benavente. Todo un mundo con el que soñar a sólo unos kilómetros del centro de Madrid.

A "El Capricho" se accede desde una desviación de la N-II, a la altura del kilómetro 8 (Barajas-Pueblo). El jardín, de unas 14 hectáreas de extensión, ocupa la parte posterior de la casa-palacio, se estructura en tres niveles. Un eje principal, que comunica la puerta de entrada con el centro de la fachada de la casa-palacio, separa una zona norte de otra sur, ambas con diseño bien distinto.

En el paseo que constituye este eje central se distribuyen, casi de manera simétrica, tres espacios adornados con esculturas. En un primer tramo queda la "plaza de los cipreses", obra de Martín López Aguado, donde dos bustos levantados por sendas columnas de mármol muestran a dos duelistas, con las espaldas enfrentadas, en posición de dar inicio a su combate; las columnas guardan los cuarenta pasos reglamentarios de separación. El conjunto queda bordeado por un círculo de cipreses (Cupressus sempervirens L.) –que da nombre a la plaza- junto a los que crecen algunas celindas (Philadelphus coronarios L.), unos arbolillos de flores blancas muy olorosas.

Dos puentes con barandillas de hierro nos adentran en un espacio ovalado, conocido como la "plaza de los emperadores" por los bustos de emperadores romanos que fueron colocados en ella hacia 1815. En la plaza se ubica una exedra, un templete formado por cuatro columnas de mármol que sostenían una semicúpula, en su centro una columna servía para situar el busto, en bronce, de la condesa-duquesa de Benavente; del monumento queda, a más de las escalinatas de acceso, un conjunto de esfinges vaciadas en plomo por Francisco Elías.

Nuestro camino nos acerca a un parterre, diseñado por Javier de Winthyusen (1875-1956) durante sus trabajos de restauración del jardín, llevados a cabo entre 1943 y 1952; en una transformación posterior se añadió el actual bordillo de granito y las plantaciones de arizónica (Cupressus arizonica E.L. Green). Ante la misma puerta de la casa-palacio queda una plaza circular, dominada por un estanque y una fuente.

Pradera

Al norte de este eje central se construyó un jardín de tipo paisajista, de trazado libre, que supuso la introducción de este estilo en nuestro país; se pretende en él imitar a la propia naturaleza, cantada en los textos de Jean-Jacques Rousseau y John Milton. En él los pinos piñoneros (Pinus pinea L.), alternan con encinas (Quercus ilex L.), tilos (Tilia platyphyllos Scop.), plátanos de paseo (Platanus hispanica Miller) y acacias de tres espinas (Gleditsia triacanthos L.), junto a ellos algunos madroños (Arbutus unedo L.), robles (Quercus robur L.), tejos (Taxus baccata L.), cedros (Cedrus atlantica (Endl.) Carrière) y otras especies arbóreas completan el conjunto. Pasear por este jardín es toda una aventura, a cada paso aparece una sorpresa, una escenografía preparada hacer realidad los sueños.

La más cercana a la entrada del jardín es la "casa de la vieja", una casita rústica, compuesta de dos plantas, en gran parte cubierta por un rosal de pitiminí, que produce unas preciosas rosas amarillas en primavera. La construcción, que tiene añadida una pequeña huerta, nos remite a los paisajes sencillos, pastoriles, donde la naturaleza se presenta libre de influencia cortesana.

Un camino terrero conduce al "casino", un salón de baile, se trata de un edificio octogonal, construido a dos alturas, sobre planta cuadrada; al acceso principal no se llegaba por el camino, sino por la ría de agua que acaba en su fachada, dotada de doble escalinata y con una preciosa barandilla de cerrajería. Todo el edificio queda bordeado por una terraza, desde la que se disfruta, hacia el oeste, de un jardín de flores.

Casa de la vieja

La ría que permite el acceso en barca al "casino" recorre todo este jardín norte, en gran parte frontera con la tapia que delimita la propiedad, tiene una longitud de medio kilómetro. Hacia el centro de su recorrido se abre en un lago con dos pequeñas islas, en una de ellas se sitúa un monumento al III duque de Osuna y, en la otra, el "pabellón de esteras"; además de éstas, en las orillas del lago se encuentran otras construcciones, generalmente usadas como embarcaderos, tal la "casa de cañas" donde, además del fondeadero de barcas, se disponía un comedor o sala de reposo, de indudable influencia chinesca. Junto a la "casa de cañas", donde la ría vuelve a recobrar su estrechamiento, un puente de hierro permite, a la par que el paso de barcazas, cruzar el camino acuático; este puente es una de las primeras construcciones de su tipo realizadas en España, fue obra de Pedro de Alcántara, dirigida por Martín López Aguado, realizada a comienzos del XIX. La ría tiene su otro extremo en un fortín, rodeado de su foso de agua.

Al este de la ría queda la "rueda de Saturno"; desde una plaza central, presidida por una columnata coronada por una estatua de Saturno devorando a sus hijos, se abren seis caminos de iguales dimensiones, rodeados de setos de boj (Buxus sempervirens L.) y enlazados en su final.

El abejero

Junto a ella se sitúa "el abejero", un auténtico palacio clasicista dedicado a la cría de abejas; un cuerpo central ochavado, ricamente decorado, conecta con dos alas laterales –las destinadas a las colmenas- rematadas con sendos pabellones.

Más cerca de la casa-palacio queda un templete de planta ovalada, dedicado a Baco, hoy carente de la cúpula que debió cubrirlo en sus inicios; el templete está rodeado de árbol del amor (Cercis siliquastrum L.), de floración precoz.

En esta zona del jardín quedan tres estanques, el "de las tencas", en el extremo norte, el "de los cisnes", próximo al templete de Baco y el "de los patos", de ubicación más central. Y algunas otras construcciones, destinadas a sorprender al paseante, tal "la ruina", situada dentro de la "rueda de Saturno", junto al fortín, levantada ya con intención de simular su destrucción; o "la ermita", quizás habitada en algún tiempo, pero pronto convertida en elemento del paisaje.

 

Templete dedicado al Dios Baco

 

Al sur del eje central queda el primer jardín de que dispuso la casa, conocido como "jardín bajo" o "jardín de las ranas"; presenta un diseño formalista, presidido por una fuente cuasi-central, decorada -en su día- con las ranas que hoy se encuentran en la fuente colocada frente a la fachada trasera de la casa-palacio. Al meridión de este jardín queda la "casa de vacas", una casa de labor, en cuyas cercanías se ubicaba una zona dedicada a huerta.

Hacia el oeste de este "jardín bajo" se construyó un jardín-laberinto, el que hoy contemplamos es una restauración reciente sobre los diseños originales; en su centro crece un árbol de júpiter (Lagerstroemeria indica L.) cuyas flores, de intenso color rosa, destacan sobre el verde del laurel (Laurus nobilis L.) empleado para crear el laberinto. Siguiendo en dirección oeste se encuentra la zona destinada a los viveros. El edificio que alberga el invernadero, próximo a la "plaza de los cipreses", data de 1795; es una construcción en planta regular, con dos alturas.

"El Capricho" es un jardín de sorpresas, un jardín hecho para disfrutar con todos los sentidos, … pero sobre todo para soñar despiertos.

 

Para saber más