Ciencia y Cultura


Marco Manilio
(Roma)

COMETAS

Ahora, antes de empezar a asignar poderes a las estrellas,
y antes de cantar en versos los derechos de las constelaciones sobre los destinos, he de completar el cuadro del universo
y anotar a través de todo el sistema lo que tiene brillo y potencia
en cualquier lugar y en cualquier momento. Hay, en efecto, fuegos que nacen
muy espaciadamente y desaparecen de repente.
En épocas de grandes conmociones raras veces los siglos
han contemplado súbitas llamas que brillaban en el aire transparente
y cometas que nacían y desaparecían.

Pueden deberse a que la tierra exhala un vapor interior
imponiéndose el aire seco al más húmedo cuando las nubes,
impulsadas por el duradero buen tiempo, desaparecen, el aire,
calentado por los rayos del sol, se reseca, el fuego desciende
de lo alto apoderándose del alimento adecuado, la llama
coge la materia apta a su naturaleza y, como no es un cuerpo sólido
sino partículas dispersas de vapor que andan errantes de forma,
muy parecIda al ligero humo, el fenómeno dura muy poco: los fuegos
no se mantienen más allá de su comienzo y los cometas brillan
y se ocultan al mismo tiempo y si no tuviesen unas salidas cercanas
a olas puestas y la duración, una vez encendidas las llamas,
no fuese tan corta, en la noche habría otro día, volvería Febo
y encontraría todo el mundo sumergido en el sueño.

Ahora bien, puesto que no todo el vapor más seco de la tierra
se dispersa de la misma forma ni de la misma es captado por el fuego,
también adoptan formas diversas las luminarias encendidas,
que se originan rompiendo las tinieblas. En efecto, unas veces,
al igual que los largos cabellos ondean desde la cabeza,
así vuelan las llamas imitando las cabelleras y el ligero fuego
despliega sus cabellos extendidos en rayos ardientes;
en ocasiones este primer aspecto de crines dispersas desaparece,
siguiendo un globo bajo la forma de una ardiente barba; otras veces,
el trazado, con igual estructura en los lados, simula una viga
o una columna redondeada. A veces incluso, con sus llamas infladas,
se parece a toneles con el vientre hinchado hacia adelante, o bien ofrece la imagen de pequeñas cabritas con su fuego, apretado en estrechos círculos,
que semejan sus barbas erizadas debido a su luz temblorosa, o bien despliega lámparas que se abren en haces de fuegos. Hay también estrellas fugaces,
que lanzan un débil fuego en largos trechos y parecen volar por doquier,
cuando luces errantes brillan en el claro cielo e, imitando flechas aladas, saltan a lo lejos cuando el alto sendero se debilita en su tenue figura.

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