Invitación al llanto. Esto es un llanto, |
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ojos, sin fin, llorando, |
escombrera adelante, por las ruinas |
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de innumerables días. | Ruinas que esparce un cero -autor de nadas, obra del hombre-, un cero, cuando estalla.
Cayó ciega. La soltó, la soltaron, a seis mil metros de altura, a las cuatro. ¿Hay ojos que le distingan a la tierra sus primores desde tan alto? ¿Mundo feliz? ¿Tramas, vidas, que se tejen, se destejen, mariposas, hombres, tigres, amándose y desamándose? No. Geometría. Abstractos colores sin habitantes, embuste liso de atlas. Cientos de dedos del viento una tras otra pasaban las hojas , -márgenes de nubes blancas- de las tierras de la tierra, vuelta cuaderno de mapas. Y a un mapa distante ¿quién le tiene lástima? Lástima da una pompa de jabón irisada, que se quiebra; o en la arena de la playa un crujido, un caracol
Roto sin querer, con la pisada. Pero esa altura tan alta que ya no la quieren pájaros, ciega al querer su causa con mil aires trasparentes. Invisibles se le vuelven al mundo delgadas gracias: la azucena y sus estambres, colibríes y sus alas, las venas que van y vienen, en tierno azul dibujadas, por un pecho de doncella. ¿Quién va a quererlas si no se las ve de cerca?
Él hizo su obligación: lo que desde veinte esferas ~ instrumentos ordenaban, exactamente: soltarla al momento Justo. |
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